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8.6.05

La libertad religiosa y el Islam


Una reflexión sobre la libertad religiosa y el Islam

En el uso de todas las libertades se debe observar el principio moral de responsabilidad personal y social: al ejercer sus derechos, los individuos y grupos sociales están obligados por la ley moral a tener en cuenta los derechos de los demás y sus deberes con relación a los otros y al bien común de todos.“Dignitatis humanae”, Declaración sobre la libertad religiosa.

Por regla general, cuando se comenta el derecho a la libertad religiosa se tiende a una simplificación imprecisa y bastante superficial. Incluso en algunos círculos eclesiales, se da por zanjado este problema, argumentando que “El Concilio ha confirmado categóricamente este derecho (y punto)”.

En primer lugar, quisiera matizar que del Concilio “se ha dicho que ha dicho” muchas cosas, y suele suceder que lo que el Concilio realmente ha dicho, es otra cosa.
Vayamos empero, al centro de la cuestión.

Mi primera pregunta es: la libertad religiosa, como derecho fundamental, ¿tiene un límite? Y si lo tiene, ¿cuál es ese límite? Abordaré fundamentalmente esta pregunta desde su aspecto político y desde la perspectiva de la ley civil.

Esta cuestión fue tratada en el Concilio desde dos posturas antitéticas.Estas dos posturas respecto a los límites de la libertad religiosa eran, por un lado, la del ya mencionado “bien común” (postura que prevalece, al menos como puntualización constante, en la declaración final), y por otro, la de “orden público”.

Posiblemente la situación socio-cultural y política de la época (1964) no permitió ver el incómodo alcance de este último punto de vista. Porque, por ejemplo, la práctica equiparación jurídica de las parejas de hecho con el matrimonio en la situación actual, podría dar peligrosamente pie a tolerar la “familia” poligámica con tal de no perjudicar el orden público. Además, de hecho esta es la concepción verdaderamente presente, si no siempre en la legislación, sí en su ejecución práctica.

A modo de breve ilustración sobre la cuestión del orden público, contaré que un amigo mío cambió de vivienda porque su vecino musulmán realizaba el sacrificio halal en su propio piso. Al llamar a la policía, le respondieron: “Ya sabe, ellos pertenecen a otra cultura”.(Pero los decibelios son universales que yo sepa, ¿o no? Y la higiene y los microbios también.) Lo que he contado no pasa de una simple anécdota.

Lo que cuenta la distinguida Oriana Fallaci en su libro “La fuerza de la razón” (estoy harto de que la llamen “bruja” y otros epítetos similares; si bien no comparto sus puntos de vista sobre algunos puntos de la historia y de la actualidad de la Iglesia, que forman parte de las tan frecuentemente recurridas “leyendas negras”, es una mujer valiente y honesta, que con la cabeza busca solución a un problema difícil y preocupante); lo que cuenta la señora Fallaci, insisto, es mucho más grave: Ante la pregunta a un comisario de policía italiano de por qué se le consiente a un determinado musulmán su unión poligámica, este le responde: “Por razones de orden público”.
Evidentemente, el principio de “orden público” , al menos entendido sin su puntualización del claramente establecido “bien común”, sino simplemente conformándose con el mínimo de la convivencia social, nos puede llevar a renunciar a principios de valor universal.

Vayamos ahora a la cuestión del Islam. Mi pregunta es ahora: ¿Existe un Islam no coránico? Creo que la respuesta es negativa. Porque el Islam sin el Corán sería, en todo caso, una derivación del Islam, o simplemente una religión distinta.
Y otra pregunta: Los musulmanes en su conjunto, ¿tienen un magisterio, una autoridad competente para explicar lo que realmente es el Islam a todos los musulmanes del mundo? Sabemos que la respuesta a esta pregunta es también negativa.

Además, esta cuestión es una de las principales dificultades en el “diálogo” con el Islam, según reconoció recientemente el cardenal Ratzinger, ya que unos posibles acuerdos con una escuela de pensamiento islámico, no necesariamente son admitidos por otras.

Por tanto, yendo al centro de la cuestión: ¿quién da la interpretación “auténtica” de los siguientes versículos del Corán?: “He aquí cuál será la recompensa de los que hacen la guerra a Dios y a su Enviado, y que emplean todas sus fuerzas en cometer desórdenes en la tierra; les condenaréis a muerte o les haréis sufrir el suplicio de la cruz; les cortaréis las manos y los pies, alternados; serán expulsados de su país...”(Sura 5,37), o “Haced la guerra a los que no creen en Dios ni en el día último, a los que no consideran prohibido lo que Dios y su Enviado han prohibido y a aquellos hombres de las Escrituras que no profesan la creencia de la verdad. Hacedles la guerra hasta que paguen el tributo, a todos sin excepción, aunque estén humillados.” (Sura 9,29).

Creo sencillamente que a todos aquellos que siguen en la práctica estos pensamientos (los vemos en la televisión casi a diario, y si no los viéramos, sabemos que están allí) se les puede juzgar por crímenes contra la humanidad, estén donde estén.

Y a aquellos entre nosotros sean musulmanes o no, que expresen estar de acuerdo con estas “ideas”, se les debe juzgar por la apología del terrorismo, sin más.Si no, incumpliríamos gravemente el principio básico de nuestro Estado de derecho, a saber: el que afirma que todo ciudadano es igual frente a la ley.
Ya oigo las voces de los defensores de la sufrida “resistencia” frente al terrorismo milenario de Occidente y a ellos les repito: ninguna circunstancia, nunca, puede justificar el terrorismo.

Pero volvamos, de nuevo, a nuestra cuestión principal, que podemos redefinir de la siguiente manera: ¿tiene el Islam derecho a la libertad religiosa, al menos en el Occidente?
Ya sé que incluso algunos cristianos me llamarán hereje, trasnochado, digno de la hoguera y yo que sé más.

Pero seguid escuchándome. ¿Tiene una persona que vive entre nosotros, me da igual si es musulmán o no, tener “derecho” a cuatro mujeres?Pues, señores, eso es el Islam también, ¿o no?

Responded. ¿Tiene una mujer que vive entre nosotros, musulmana o no, que se casa con un musulmán, “derecho” a ser repudiada cuando le da la gana al otro? ¿o no?

¿Se puede obligar a una niña a la amputación del clítoris?
¿Tiene el “derecho” de ser considerada un ser inferior por mucho que ella lo quiera?
Pues no.
No les concedemos ese “derecho”; y si se lo concedemos, nos vamos al pique todos (lo alarmante es que algunos ya han empezado a mirar al otro lado).

Nosotros no disponemos de una cultura y una civilización a nuestro libre albedrío, sino que la hemos heredado, también de un Tolstoy y de su: “La salvación del mundo esta en manos de las mujeres”.

De un San Juan Crisóstomo y de sus enseñanzas a los novios: “Te he tomado en mis brazos, te amo y te prefiero a mi vida.
Porque la vida presente no es nada, mi deseo más ardiente es pasarla contigo de tal manera que estemos seguros de no estar separados en la vida que nos está reservada... pongo tu amor por encima de todo, y nada me será más penoso que no tener los mismos pensamientos que tú tienes” (recogido en CIC 2365) (versos por los que el mismo Shakespeare se retorcería de envidia), en definitiva la civilización que hemos heredado del mismo Cristo.

El que traiciona y vende los principios universales fundamentales, como el de la igualdad entre el hombre y la mujer, vende la herencia de la humanidad entera.

Veamos otro aspecto importante del Islam. Antes, es necesario recordar la siguiente afirmación de la Dignitatis Humanae, p2: “El derecho a la libertad religiosa consiste en que todos los hombres deben estar libres de coacción, tanto por parte de personas particulares como de los grupos sociales y de cualquier poder humano, de modo que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a actuar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella, pública o privadamente, solo o asociado con otros, dentro de los debidos límites.”

Ahora bien, hasta el español converso al Islam, Yusuf Martínez declara en una entrevista concedida al “El Mundo” que acepta la pena a muerte a los apostatas del Islam...
Lo que quiero decir es lo siguiente: ¿Qué hacer cuando la propia religión coacciona con amenazas de muerte a sus propios fieles? Esa religión, ¿tiene realmente derecho a la libertad? Creo que la respuesta se cae por su propio peso.

Si el Islam, o mejor dicho alguna derivación del Islam, renunciase a las aspiraciones arriba descritas y algunas otras igual de fuertes, además de buena parte de los versículos del Corán, Sharia etc, tal vez sí (pudiéndose efectivamente comprobar tal compromiso).

En este tipo de problemas podemos comprobar el trágico alcance de las teorías del relativismo ético (como las de Jürgen Habermas) que sostienen que la verdad objetiva y universal no existe, sino que la verdad es el resultado del consenso entre las diferentes partes.
Estos planteamientos pueden quizás conseguir una convivencia social (hipócrita y cobarde por lo demás) por un tiempo, pero representan realmente una bomba de relojería en el seno de nuestras sociedades.

Se podría aplicar al respecto lo que Juan Pablo II escribe en la “Evangelium Vitae” (p 70), en este caso a propósito del aborto y de su legislación, pero perfectamente aplicable al problema que nos ocupa: “Alguien podría pensar que semejante función, a falta de algo mejor, es también válida para los fines de la paz social.

Aun reconociendo un cierto aspecto de verdad en esta valoración, es difícil no ver cómo, sin una base moral objetiva, ni siquiera la democracia puede asegurar una paz estable, tanto más que la paz no fundamentada sobre los valores de la dignidad humana y de la solidaridad entre todos los hombres, es a menudo ilusoria.

En efecto, en los mismos regímenes participativos la regulación de los intereses se produce con frecuencia en beneficio de los más fuertes, que tienen mayor capacidad para maniobrar no sólo las palancas del poder, sino incluso la formación del consenso.
En una situación así, la democracia se convierte fácilmente en una palabra vacía”. Es decir, si no tenemos unos principios fundamentales y universales, válidos para todo hombre y toda mujer del mundo sin distinción, y son así porque son reconocibles por la recta razón, la democracia es capaz de dar a luz a un engendro como Hitler, es decir, es capaz de autodestruirse.

Precisamente la debilidad de esta democracia, sin más valores que el consenso y la aritmética, fácilmente pueden aprovechar los que siempre soñaron con expandir la fe del profeta al mundo entero, especialmente a Europa.

En el Sínodo de Europa, el arzobispo de Esmirna (Turquía), monseñor Giuseppe Bernardini citó las declaraciones de un autorizado personaje musulmán, durante un encuentro oficial sobre el diálogo islámico-cristiano: “Gracias a vuestras leyes democráticas os invadiremos, gracias a nuestras leyes religiosas os dominaremos; los petrodólares que entran en las cajas de Arabia Saudí y de otros Gobiernos islámicos son usados, no para crear trabajo en los países pobres del norte de África y de Oriente Medio, sino para construir mezquitas y centros culturales en países cristianos con inmigración islámica, incluida Roma”.

¿Cómo no ver en todo esto un claro programa de expansión y de reconquista?, se pregunta Samir Khalil Samir en “Cien preguntas sobre el Islam”.

Un programa que no es nada nuevo en absoluto.
Ya en 1974, el golpista de estado (tres años después de la independencia de Argelia) Bumedián, dijo en la ONU: “Un día millones de hombres abandonarán el hemisferio sur para irrumpir en el hemisferio norte. Y no lo harán precisamente como amigos. Porque irrumpirán para conquistarlo. Y lo conquistarán poblándolo con sus hijos . Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dé la victoria”.

Con todo este panorama, aun reconociéndolo, algunos todavía sostienen, con una fatalidad inexplicable, que hay que dejar que las cosas sigan su curso. Y todo, porque no se atreven a cuestionar la libertad religiosa, incluso a precio de consentir auténticos crímenes.
La tesis de este análisis es que es necesario tener el valor de llamar al pan, pan, y al vino, vino.
Ninguna religión puede ser una varita mágica con la que conseguir la impunidad.

Si un musulmán pretende llevar a cabo los preceptos de Sharia y de Corán que ofenden la dignidad humana, no debe tener derecho a la libertad religiosa.

Algunos, incluso con la mejor buena fe, contestarán: “Y qué hacer entonces con los cristianos en los países islámicos? ¿Entregarlos a una cruel represalia debido a nuestra negativa a darles las libertades que nos pidan?”

Estoy convencido de que Occidente tiene todavía muchos recursos, sin recurrir jamás al uso agresivo de las armas, para hacer oír su voz en los países islámicos. No tiene ninguna necesidad de ir a remolque de sus exigencias.

El desarrollo tecnológico de Occidente le permite realizar sin grandes esfuerzos el ya largamente reclamado cambio tecnológico. Me refiero a la eliminación del petróleo como la materia energética primordial.
Fue precisamente la crisis del petróleo del 74 la que condicionó a Occidente a aceptar las condiciones islámicas. Ahora ya no es así.
Los países que mandan naves a Júpiter, ¿no pueden disponer de ese cambio tan necesario? En resumen, son los países occidentales que pueden y deben llevar la voz cantante en esas negociaciones y proteger a los que tengan que proteger.

Si los correspondientes gobiernos tuvieran clara la escala de valores, los medios no serían ningún problema. Por lo demás, fácilmente podemos observar que cuando aparece algúna patente de un motor a hidrógeno o similar, que gasta la décima parte que el habitual, desaparece al día siguiente. ¿Quién los compra?

En resumen, si tuviéramos algo de honor, muchos problemas de los que hablamos, desaparecerían. Pero, por otra parte, si no actuamos en coherencia con nuestros principios, nos vemos abocados peligrosamente hacía el choque de civilizaciones del que habla el sociólogo Samuel Huntington.

Un choque que no deseo que ocurra con todas mis fuerzas. Nadie lo desea. Un problema puede evitarse si a su debido tiempo se le enfrenta cara a cara. Sin miedo, con claridad y decisión. Sin odios ni desprecios. Buscando apasionadamente la verdad y luchando por ella, no consintiendo la mentira ni intentando conseguir provecho de ella.

A veces, observando esta sociedad nuestra, enferma por tanto desprecio por la vida, endiosando el concepto del bienestar, que la llena de amargura y del vacío, pienso: “¿Permitirá el Señor, por toda esta nuestra frialdad y desamor, que sucumbamos al yugo del Islam, para quizás entonces darnos cuenta, como los israelitas en Babilonia, de lo que no sabíamos valorar?”

Pero contesto: si fuera por nosotros, quizás sí. Pero lo que me da fuerzas es saber que no estamos solos. Somos herederos de una tierra empapada de la sangre de los mártires, sangre asociada a aquella “que grita más que la de Abel”.

Por eso la responsabilidad sobre esa herencia me obliga a luchar por su dignidad incluso cuando me vea abatido.No puedo entregar esta tierra porque simplemente no es mía, es mi herencia de la que soy responsable. Si la pierdo, las futuras generaciones podrían no recibirla y en eso yace la gravedad de esta responsabilidad.

Además, no podemos olvidar una peculiaridad importante del Islam: su aspecto psicológico. Los musulmanes conciben que Dios realmente esta con ellos si ven que van ganando batallas y se van expandiendo, en territorio y número de fieles. Cuando esta circunstancia no se da, se vuelven mucho menos agresivos y viceversa.

Los musulmanes no conciben otra cosa que ganar, porque esta circunstancia es la que verifica, a su entender, que Alá esta de su parte. Conforme su presencia en el viejo continente sea mayor, consiguiendo ver cumplidas sus reivindicaciones, su agresividad y arrogancia irá en aumento.
De allí la importancia de saber mantenerse en su sitio y no negociar lo innegociable. Porque, de otra forma, nadie nos puede asegurar que la suerte de Europa será distinta a la del Norte de África o del Imperio Bizantino en su día.


Por Milenko Bernadic, licenciado en Matemáticas y profesor del Curso Superior de Humanidades de la UCAM 

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4 comentarios :

  1. Soy Milenko Bernadic. Me gustaría mantener el contacto con la persona que dirige este blog. Un saludo.

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  2. Milenko Bernadic, si por la circunstancia que sea necesitas comunicarte con los autores de este Blog, tiene que ser a través de este medio, lógicamente el mensaje no será publicado.
    Saludos

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  3. ¿Nos podríamos ver en algún sitio? Tiene mi correo. Un saludo.

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  4. Hola Milenko, no dispongo de tu correo, y si no me notificas los motivos por los que quieres ponerte en contacto conmigo y sobre todo quien eres lo más probable es que tampoco obtengas respuesta por mi parte.
    Es probable que tu envíes los mensajes utilizando tu correo personal, pero yo no tengo acceso ya que los mensajes me los envía blogger.bounces.google.com.
    Saludos

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