Resulta verdaderamente extraño contemplar cómo los dirigentes europeos, los forjadores de la nueva Europa han acordado recientemente por gran mayoría la barbaridad política de prescindir del mejor y más valioso elemento defensivo contra la inminencia de un ataque a la civilización occidental.
El Viejo Continente está siendo atacado y en cierto modo conquistado con un arma que, si bien no produce víctimas inmediatas (de eso ya se encargan las bombas), está demostrando su eficacia como elemento de conquista.
Me estoy refiriendo a la religión islámica porque considero que contiene los elementos de lucha y de conquista más eficaces, más económicos y más fáciles de conseguir, que son una demografía en expansión, la pobreza de las masas y el fanatismo; todo lo contrario de lo que ocurre en Europa: descenso de la natalidad, que llega a extremos preocupantes; exceso de bienes de disfrute (riqueza), y ausencia de valores religiosos.
La superpoblación es consecuencia inmediata de una religión que se apoya en la poligamia como parte esencial.
En cuanto al segundo elemento, la pobreza, podemos afirmar que va indisolublemente unida con los países islámicos, dando la sensación de ser un ingrediente más de esa religión.
Tan pobre es el musulmán de un país rico como de uno pobre.
Me refiero al musulmán de a pie, no a los que ostentan el poder en uno u otro grado y que saben sublimar la pobreza de las gentes por la vía espiritual, la mayor parte de las veces con fines espurios.
Esto enlaza con el tercer ingrediente señalado, el fanatismo como elemento de compensación en la otra vida de la miseria de ésta, compensación más bien de goces materiales.
Este fanatismo, debidamente canalizado, ha alcanzado su cota más alta en el fenómeno kamikaze, que en la actualidad ha venido a ser una verdadera arma de destrucción masiva, aunque con una característica muy peculiar: hasta hoy no se ha conocido a ningún mandatario civil ni religioso «espanzurrarse» con una carga de dinamita en el chaleco.
¿Conocen a algún imán, algún jeque, emir o sultán que lo haya hecho?
El Islam, como religión oficial, lo impregna todo. Todo se mide en grados de religiosidad, desde la política hasta el crimen.
¿Cuál es «la barbaridad política» por parte de Europa que comentaba al principio de este artículo?
Pues ni más ni menos que el hacer tabla rasa de los principios religiosos que forjaron en otros tiempos su verdadera grandeza. Nótese que he dicho «barbaridad política»; no ya religiosa que también y principalmente.
Yo me pregunto qué hubiera sido de nuestra Reconquista contra el Islam sin el ingrediente religioso-cristiano, tan firmemente arraigado en las conciencias tanto de los reyes como de los súbditos.
Actualmente el enfrentamiento entre los dos bloques, Islam adversus Occidente, es esencialmente religioso, el primero se caracteriza por un exceso de religión, mientras que el segundo por un lamentable defecto de ella; dándose la circunstancia verdaderamente curiosa de que Occidente está completamente desarmado contra este tipo de guerra, carece de armas espirituales porque ha renunciado a ellas.
He ahí, repito, la barbaridad política, el error más grave de los últimos tiempos.
Europa prefiere no enterarse de lo que está fraguándose. Ni siquiera se ha ocupado de analizar las causas del odio que el mundo islámico tiene a todo lo que sea occidental.
Odio y miedo a la vez, pero un miedo de naturaleza religiosa porque comprueba cómo el libertinaje ateo e inmoral de los países superdesarrollados está introduciéndose en sus propios hogares a través de los modernos medios de comunicación.
A estos efectos no conviene olvidar el carácter sexista de la religión islámica como elemento básico y piedra fundamental; de tal modo que todo aquello que contribuya a poner en peligro la sumisión de sus mujeres y la función reproductiva con fines expansionistas puede ser objeto de guerra, un casus belli, como diría el latino.
Esta es la parte intocable de su sistema de valores; todo lo que no esté relacionado con ello importa menos, incluso podemos decir que sus otros vicios sociales e individuales son compartidos con el mundo desarrollado.
Pero tranquilos, que España en nombre de Europa y por medio de su presidente Sr. Rodríguez Zapatero, ha pedido la paz en la Asamblea de la ONU del día 22 de septiembre de 2004, proponiendo ni más ni menos que una alianza entre ambos bloques. O sea, lo que parece un pacto entre civilizaciones. ¡Otra vez España reserva espiritual de Europa!, como en tiempos pasados; con la diferencia de que entonces había elementos para pregonarlo.
España tenía alma en el pueblo y en sus rectores y un proyecto de vida como nación, una, grande y libre. ¿Hay algo más noble? Estos tres adjetivos han quedado suplantados por sus contrarios y ahora va a la cabeza de los países de la Unión en todas las aberraciones, la última de ellas, octubre de 2004, es el matrimonio entre homosexuales, para exportar a Europa con la marca del progresismo español.
¡Ay de los niños, siempre pagan las consecuencias de los errores de los mayores!
Pero todo pacto conlleva alguna renuncia, alguna cesión por los pactantes.
Yo le propongo al Sr. Presidente del Gobierno un paquete de cesiones que podría interesar, aunque no satisfacer, a los del bloque contrario:
Ambos renunciamos a matar; Vds. a los infieles con sus bombas; nosotros a los inocentes que van a nacer, con la bomba de destrucción masiva del aborto.
En cuanto a mujeres, ambos renunciamos a tratarlas como objetos, o sea darles toda la dignidad que merecen.
Por parte del mundo occidental, dirá el Sr. Presidente del gobierno de España, renunciamos a la exhibición provocadora de cuerpos femeninos en los escaparates de los medios de comunicación y de los otros (Ámsterdam por ejemplo), para evitar que vuestras esposas puedan seguir el ejemplo y se os vayan a sublevar, preconizando eso de la liberación sexual, el feminismo y las cuotas.
Renunciamos igualmente a la pederastia, a la galopante sodomización de nuestros pueblos, al divorcio fácil o caprichoso que marcan para siempre la vida de los niños (¡otra vez los niños!).
Europa y el mundo islámico se comprometen a moderar su egoísmo y su falta de solidaridad y prometen depurar a sus gobernantes, enviando al ostracismo a los corruptos y sinvergüenzas, que los hay a manta en ambos bloques.
Se supone que el señor Presidente del Gobierno de España debe hablar en persona con el mismísimo Ben Laden para que deje la yihad o guerra contra los infieles occidentales y en todo caso la aplique contra ciertos gobernantes del mundo islámico que están utilizando a las masas como armas de guerra.
Finalmente el Sr. Rodríguez Zapatero, como portavoz del mundo occidental, puede ceder en moderar el consumo desenfrenado y el hedonismo, para no poner los dientes largos y ser objeto de codicia y de conquista por parte de los hambrientos. O sea, austeridad, moderación como receta de urgencia.
En cuanto a la enseñanza de la Religión en Europa, pocas cesiones se pueden hacer de algo que ya no queda. Por lo cual les dejamos el campo libre.
Que prediquen lo que quieran, que el occidental tiene los oídos tapados a todo lo que no sea realismo material y materialista.
El bloque occidental es hoy un conjunto de naciones que han perdido su proyecto de vida, pues no tienen otro que no sea «el estado del bienestar», pero eso se paga caro según la Historia.
Mientras Europa duerme, alguien traspasa sus fronteras, como sucedió hace mil quinientos años cuando se infiltraban en el Imperio los denominados bárbaros que acabaron sometiéndola.
A la vista de la expansión tan alarmante del Islamismo en el mundo, uno se pregunta qué tiene esta religión que tanto gancho demuestra en los países pobres.
¿Les redime del hambre y la miseria?
La respuesta la tienen especialmente los países del África Negra donde nuestros misioneros europeos cristianos se parten el pecho todos los días para llevar pan y amor.
Pero se ve que pueden más las metralletas y el miedo.
Sudán es buen ejemplo de lo que digo; o Senegal, donde un puñado de misioneros cristianos tienen que ejercer su entrega a los humildes en medio de un entorno religioso claramente musulmán y por tanto poco favorable.
Y para qué seguir. Yo al menos no conozco misioneros islámicos al estilo occidental que sacrifiquen generosamente sus vidas (esa sí es autoinmolación) todos los días en aras de la verdadera caridad al estilo de Teresa de Calcuta.
Los sabios dirigentes europeos no se han percatado de la labor, incluso política y social, que tan generosamente desempeña el trabajo misionero en ese llamado tercer mundo.
Que no se crean los capitostes que gobiernan Europa que pueden silenciar la voz del Cristianismo.
Ahí están los viejos conventos, catedrales, templos y ermitas, como sermones de piedra.
Ahí están las bibliotecas, las imágenes, las tumbas, las tradiciones, los mártires, las coronas imperiales con la cruz de Cristo como emblema.
Señores mandatarios, y demás figurantes del teatro político Europeo, vuestro suelo está sembrado de estos testigos de más de dos milenios de antigüedad y ustedes no podrán borrarlos de la Historia por mucho que lo silencien en los estatutos de la nueva Europa, que no es nueva porque ustedes lo digan; es la Vieja Europa, la de los grandes santos, la de los valientes guerreros, de los filósofos, de los literatos, de los descubridores de nuevos mundos, la de los grandes inventores, de los grandes papas; todos ellos bajo el sello indeleble de la fe.
Aunque no lo constaten en los Estatutos, no es indispensable.
Severino Arranz Martín es licenciado en Psicología y en Filología Románica.
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17.4.06
Europa atacada demográficamente
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