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5.6.04

No ceder ante la barbarie


Horda de musulmanes enardecidos atacó e incendió el edificio de las embajadas de Dinamarca, Suecia y Chile en Siria

Desde que algunas hordas fanáticas irrumpieron en las retinas del televisor quemando banderas de Dinamarca, la situación generada por la publicación de unas caricaturas de Mahoma en un pequeño periódico danés hace varios meses ha escalado considerablemente. Como queriendo intimidar a Occidente entero, gobiernos de cuantiosos países musulmanes se han lanzado a un feroz ataque contra la libertad de expresión en el propio Occidente. Si cedemos, estamos perdidos.

 Parece que el mundo se empeña en darle la razón a Hungtinton, o así lo pareciera si nos quedáramos con el estridente titular de la polémica. Van los daneses y hacen lo que ha hecho Europa desde que descubrió la carta de derechos fundamentales: ejercer su libre opinión y llevarla hasta los límites que su sistema legal le permite, un sistema legal que garantiza y protege esas mismas libertades.

Además, y siguiendo una nutrida tradición de sátira religiosa, dan en el cogote a una de las grandes religiones monoteístas, quizá la menos acostumbrada a las querencias de la libertad. Y a partir de aquí, las hordas se levantan en grito, los actos de vandalismo callejero se convierten en una foto recurrente, desde el Mediterráneo hasta el Pacífico, y en los rincones del miedo, empiezan a proferirse amenazas de muerte. Como pasó con Salman Rushdie, condenado a muerte por ejercer libremente su profesión, y como pasó con Teo Van Gogh, asesinado por ello, otra vez nos damos de bruces con una lectura totalitaria del islam, no sólo incapaz de respetar los mecanismos de la libertad, sino abiertamente enemigo de su práctica.

A partir de aquí, algunos se mean en el ombligo y empiezan a arrodillarse para pedir perdón, no se sabe si por convicción o por miedo. En el top ten de las vergüenzas, el cese fulminante del director de France Soir por haber publicado las caricaturas de Mahoma, el penoso comunicado francés de Exteriores o la patética comprensión pública con el islam de Reporteros sin Fronteras, como si aceptando los planteamientos integristas se ayudara al islam... Por suerte, también existe el otro lado de la noticia, especialmente la resistente postura danesa, la solidaridad de muchos periódicos europeos e incluso la sorprendente publicación jordana que ha mostrado los dibujos. Veremos como acaba todo.

Acabe como acabe, no puede acabar de ninguna manera recortando la libertad de expresión. Y no hago tal afirmación porque no crea firmemente en la necesidad de prohibir. La democracia y sus leyes se basan en saber prohibir lo necesario. Lo afirmo porque no es el sistema legal establecido el que pone en cuestión las caricaturas, sino la presión de una ideología totalitaria que intenta imponer, a través de la coacción, la amenaza y el miedo, sus reglas de juego.

Si recortamos nuestras libertades por culpa del miedo, el miedo, y no la civilización, marcará sus límites, y entonces empezaremos a ser derrotados. Personalmente no me gustan las caricaturas, pero eso importa poco. Lo que importa es que nadie, por miedo y por autocensura, deje de hacer aquello que legalmente le es permitido. Ese es el reto que nos lanzan desde las calles enfurecidas.

No es un reto religioso. Es un reto a la libertad y, como tal, es inadmisible.

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