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11.9.05

El té de Al Andalus

Una española convertida al islam impulsó la recuperación del espíritu arabizante en el bajo Albaicín granadino.

El bajo Albaicín de Granada es un hervidero de comerciantes que han sembrado el barrio de establecimientos donde sirven té con pastas hechas con almendra o venden artesanía de los países árabes.
Tomar el té en el Albaicín es ya una actividad obligada para los turistas que visitan la ciudad de la Alhambra.

La precursora es Leyla Nura, una granadina conversa al islam que en 1982 abrió As Sirat, el primer establecimiento de ese tipo que hoy proliferan. Ahora posee dos teterías y una tienda donde vende 40 variedades de té bajo la denominación comercial de Té de Al Andalus, que envía a numerosas ciudades.

Leyla es una institución en el bajo Albaicín. Sin reconocimiento formal, porque, abierta o solapadamente, la Granada oficial desconfía de todo lo que tenga tinte arabizante, a pesar de que ella es, en gran medida, fruto de ese pasado.

Pero el islam sigue su curso y Granada es ya una de las ciudades con más conversos a la fe de Mahoma.
Antes de su conversión, Leyla Nura era Antonia María Muñoz. Eligió el nombre de Leyla Nura porque significa luz en la noche. As Sirat, su primera tetería, quiere decir camino estrecho y difícil hacia el paraíso.
No es que a Leyla le haya costado mucho alcanzar su estatus actual. Su historia parece sacada de un cuento.

Empezó en esto impulsada precisamente por las leyendas que su madre, María Jualiana, le contaba sobre princesas y caballeros cuyos espíritus seguían vivos en la Alhambra.
En las tertulias políticas de la transición, entre los libros de psicología que estudiaba, optó por el lado de los vencidos y, en las largas sobremesas, eligió té para agasajar a los amigos. Ya puesta en esos menesteres, se dijo que sería mejor hacerlo de forma profesional.
Encontró un diminuto local en el bajo Albaicín y al poco se descubrió, entre clientes, jugando con teteras y soñando con perfumes exóticos, túnicas y turbantes. Afirma que no necesitaba viajar a países lejanos porque los clientes empezaron a traérselos en relatos. Vivía un sueño y, encima, vivía de él. Por eso, añade, la consecuencia, casi natural, era convertirse al islam. No lo hizo hasta siete años después de abrir el establecimiento.

"Contrariamente a lo que algunos creen, muchas veces no es la religión la que te lleva a una actividad económica, sino la opción de vida la que desemboca, como un río, en creencias acordes con tu sensibilidad", asegura.
Para Leyla, hacerse musulmana fue reafirmarse "en algo que llevaba dentro", un "reencuentro" con su propio pasado. Leyla asegura que se ha sentido tan libre como antes. "Ante Dios, hombres y mujeres somos iguales y, como musulmana, tengo más derechos que los hombres", dice. Ella no quiere cuatro maridos y si su marido quisiera cuatro mujeres, le abandonaría. "Las musulmanas -dice- podemos optar por el divorcio, somos dueñas de nuestro patrimonio, damos el apellido a los hijos y no es verdad que el Corán autorice el maltrato". Su compañero sentimental, Anuar (Antonio Urresti Urquiri, homeópata guipuzcoano), convertido al islam en 1998, asiente.

Las fantasías y el té han hecho de Leyla, comerciante y musulmana, por ese orden. Su amigo cordobés Abu Omar Yaber ha investigado en los libros de Al Andalus guardados en El Escorial qué bebían los granadinos de entonces. Sobre todo bebían sharab (de donde procede jarabe), que hacían con granadas machacadas y canela. Y té traído de todos los lugares, enriquecido con frutas, agua de rosas, azahar... Yaber ha intentado sin éxito que le dejen fabricar las medicinas que utilizaban los árabes.

En cambio, Leyla ha sacado provecho de sus indagaciones con más de 40 variedades de Té de Al-Andalus. Les puso nombres sugerentes como Sueños de la Alhambra o Suspiro del Moro. Desde que abrió su tetería, en 1982, hubo cola. Atrajo a visitantes, con frecuencia famosos, que veían exótico o nostálgico aquel local moro de la calle Calderería.
El segundo local lo abrió otro granadino, el tercero un marroquí, casado con una granadina. El cuarto lo abrió un converso malagueño y el quinto, un holandés... Luego abrieron comercios de artesanía y carnicerías halal, ahora sí ya en un barrio de inmigrantes.

El fenómeno ha transformado toda la zona baja del Albaicín y se empieza a extender. El lugar aparece en guías turísticas como complemento de la visita a Granada. Leyla dice que los políticos de Granada les dan de lado: "Se les ha metido en la cabeza que lo que hacemos es moro.

No entienden que esto es otra vez Al Andalus", tierra de convivencia en que es bienvenido quien busque la paz.

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