El intento de transformar el conflicto en curso en Afganistán en un conflicto religioso está presente en ambos bandos, la tentación de lanzar una "guerra contra el Islam" aparece aquí y allí en el mundo occidental.
Desde sus escondites en Afganistán, Osama Bin Laden lanza sus mensajes e impulsa a los musulmanes a una solidaridad del terror, pidiendo precisamente contrastar la "cruzada" de los cristianos y de los colonialistas occidentales contra el Islam.
El obispo de Multan, Mons. Andrew Francis, en sus declaraciones a Fides que presentamos en este dossier, desafía tales interpretaciones. Hijo de una Iglesia presente en Pakistán antes de la difusión del Islam, muestra que la masacre de Bahawalpur hizo emerger la solidaridad de las comunidades musulmanas hacia los cristianos.
Al mismo tiempo, habla de la contribución y del testimonio que los cristianos quieren continuar dando en la soiedad pakistana, también hacia la marea de prófugos afganos que, en busca de paz, hace años que se malviven en los campos de refugiados.
Pero, sobre todas, la más autorizada, se alza la voz del Papa Juan Pablo II que, el 9 de noviembre, en su discurso a los miembros del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, condenó la violencia y el terrorismo como "falsa religión". Y subrayó: "Se ha dicho que asistimos a un auténtico enfrentamiento de religiones. Sin embargo, como he afirmado ya en numerosas ocasiones, ésto significaría falsificar la religión misma.
Los creyentes saben que, lejos de hacer el mal, están obligados a hacer el bien, a trabajar para aliviar el sufrimiento humano, a edificar juntos un mundo justo y armonioso" (n. 1).
Los testimonios de los obispos de Asia y de África que presentamos en estas páginas muestran que, detrás de las violencias contra cristianos en los países de mayoría islámica, se esconden muchas veces intereses dictatoriales, económicos, políticos, militares.
La guerra en Afganistán no se aleja de este cliché: es el fruto de muchos errores del Oriente y del Occidente: luchas intestinas, conflictos entre potencias regionales, intereses petroleros, desgraciados apoyos al integralismo musulmán.
Todo ésto se dice no para escandalizar, sino para concientizarse de que este conflicto, para que pueda ver su fin, necesita una visión más amplia que una "simple guerra al terrorismo" o "entre civilizaciones".
El Papa volvió a recordar el 9 de noviembre que "es imperativo que la comunidad internacional promueva buenas relaciones entre personas pertenecientes a diversas tradiciones étnicas y religiosas" (n. 2). De esta visión más amplia forman parte la atención que la comunidad internacional debe prestar a todas las componentes de las étnias afganas, a la pacificación de las tensiones entre Pakistán e India, a la solución de los conflictos económicos entre Rusia, Irán, Estados Unidos y Arabia Saudí, a la libertad de comercio de los países del Asia central, a la garantía de un Estado palestino, al fin del embargo a Irak.
Dicho ésto, no se pueden ocultar las dificultades y los sofocamientos que las comunidades cristianas sufren en los países de mayoría islámica. Las fichas preparadas por la redacción de Fides sobre los países africanos y asiáticos ofrecen un cuadro exhaustivo. Como muestra la intervención magistral del P. Samir Khalil Samir, estas dificultades son específicamente problemas de libertad religiosa:
1) la tentación del Islam de ser omnicomprensivo (religión-sociedad-política) y de marginar social y políticamente a las minorías cristianas y no;
2) el rechazo de respetar la libertad de conciencia, reconociendo al individuo la posibilidad de cambiar de religión. Este último aspecto es dolorosísimo no sólo para los cristianos, sino para los mismos musulmanes.Con todo eso, aunque en muchos cristianos exista la tentación –o la necesidad- de emigrar, la mayoría de los cristianos quiere continuar testimoniando su fe y el diálogo.
Una vez más, el Papa, en el discurso mencionado, dijo: "El diálogo no es siempre fácil ni está privado de sufrimiento. Surgen incomprensiones, el prejuicio puede existir también en el común acuerdo, y la mano tendida en señal de amistad puede ser rechazada. Una auténtica espiritualidad de diálogo debe tener en consideración estas situaciones y ofreecer motivaciones para proseguir, también frente a oposiciones o cuando los resultados parecen mediocres.
Se necesitará siempre gran paciencia, porque los frutos vendrán, pero a su debido tiempo, cuando todos los que han sembrado en lágrimas cosecharán con júbilo" (n. 5).
Los testimonios de los cristianos en Pakistán y en las Molucas hablan de esta voluntad de sembrar con lágrimas. Los obispos de Pakistán han dicho que "el sacrificio de los mártires de Bahawalpur no será inútil" y que su sangre podrá "lavar el odio y la violencia de los corazones".
En las Molucas, después de dos años de violencias, cristianos y musulmanes trabajan por la reconciliación partiendo del mundo de la escuela y de las universidades.
Este aspecto es fundamental. Los talibanes de Osama Bin Laden han apostado mucho por la formación de los jóvenes. Durante años, decenas de miles de jóvenes afganos, pakistanos y de otros países islámicos han recibido gratuitamente en las madrassas (escuelas) de la frontera pakistana, alimentos, alojamiento, cursos universitarios, entrenamiento militar.
Para transformar la "guerra de civilizaciones" en "diálogo entre civilizaciones" es necesario que la comunidad internacional no invierta sólo en oleoductos, arsenales militares y libertad de comercio, sino también en educación, para desconectar ese vivero de terrorismo que es la pobreza y la desesperación de mucha juventud en los países pobres.
Una última palabra sobre la presencia de musulmanes en los países de mayoría cristiana. Nuestro dossier trata de los países de misión, donde los cristianos son minoría. No obstante ésto, la intervención del P. Samir Khalil Samir ofrece puntos de partida muy agudos.
Los gobiernos occidentales –y quizás también algunas franjas de la Iglesia católica- redujeron siempre el problema de la emigración musulmana a Europa a un hecho puramente económico o de generosidad hacia los pobres.
Nunca se sacó a la luz que la inmigración es una cuestión de diálogo entre culturas y religiones. Ésta debe ser preparada y aclarada, pues, en el extranjero y en los países anfitriones para que la hospitalidad de otra cultura y religión no sofoque la cultura anfitriona.
Es necesario, pues, que los gobiernos creen estructuras para la integración cultural, pero es necesario también que los occidentales y los cristianos no olviden testimoniar las raíces religiosas de su cultura, de su empeño y de su trabajo, incluído ese en favor de los musulmanes.
Bernardo Cervellera
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