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18.9.04

LA FIESTA DE LA ASHURA


¿Que es y en que consiste la "Ashura"?

Hoy, dia 10 de febrero del mes de Muharram, los musulmanes celebran el Día de Ashura. Existen muchos motivos por los cuales merece la pena ayunar en este día.


El evento anual se denomina Ashura, y en éste los shiíes lloran la muerte del nieto de Mahoma hace 1.300 años.

Con esta ceremonia conmemoran el 700 aniversario de la muerte del martir más importante de los chiíes, el imán Husein (nieto del profeta del Islam Mahoma). Las autolesiones de los devotos expresan su sentido de culpabilidad por haber fallado al imán cuando más lo necesitaba.

Alrededor de medio millón de personas convirtieron la ceremonia religiosa de Ashura en Beirut en una pacífica protesta contra las caricaturas del profeta Mahoma, según ha informado CNN. En la imagen, un niño se hace cortes en la cabeza durante la procesión.

“A tu servicio, oh Mahoma, estamos a tu servicio, oh profeta de Dios”. Esta era la consigna que la muchedumbre gritaba puño en alto.
Mientras que las fuerzas de seguridad aseguraban que la cifra de manifestantes rondaba los 400.000, Hezbollah situó este número en 700.000.






En la imagen, mujeres musulmanas durante el Ashura.



El líder de Hezbollah aseguró durante la ceremonia del Ashura, que no habría cesión mientras que los daneses no pidiesen disculpas por las viñetas y los Parlamentos Europeos y las asambleas nacionales en Europa prohiban a los medios insultar a Mahoma”.

Vista panorámica de la procesión de Ashura en Kerbala, Irak.

Musulmanes chiitas se golpean durante una procesión de duelo en la ciudad paquistaní de Quetta en el décimo mes santo del Moharam,dentro de la festividad del Ashura.

La ashura de este año estuvo marcada por la crisis de las viñetas de mahoma. Hombres chiíes musulmanes de Bahrein se hieren durante la celebración de la festividad en Manama, mientras pisan una bandera de Dinamarca.

Un chií se hace heridas en la cabeza en una ceremonia en Bagdad.




Este año esta fiesta de bárbaros “Ashura”, no solo ha tenido lugar en los países orientales. Desgraciadamente y para vergüenza de occidente también fue permitida su celebración en Barcelona, eso si, con un pequeño detalle que es de agradecer, no se les permitió el derramamiento de sangre, de momento…

A raíz de esta celebración he leído un articulo publicado por Pilar Rahola, una periodista cuestionada por unos y admirada por otros, pero en todo caso la valentía que demuestra en sus escritos hablando claro y directo del terrorismo islámico, es digno de admiración.
Para los que estéis interesados en su lectura este es el artículo:


Conectados a la Edad Media
PILAR RAHOLA -EL PAÍS-

El gran Josep Pla aseguraba que el mejor escritor era aquel que plagiaba bien a los escritores anteriores. Me acojo a esta oportuna máxima para justificar el arranque de este artículo que vampirizo de una idea reciente de Alain Filkenkraut. Si existían los payasos sin fronteras, los médicos sin fronteras, los periodistas sin fronteras, etcétera, ahora estamos viviendo, en toda su eclosión, el fenómeno espectacular de los fanáticos sin fronteras.

Ciertamente, hay un mundo en este mundo que ha decidido anclar sus posaderas en la pura Edad Media, pero saben utilizar la tecnología del siglo XXI con la misma precisión que lo haría un posmoderno.
La triste metáfora que escribí en plena tragedia del 11-M, "nos matan con celulares vía satélite conectados con la Edad Media", no sólo sigue vigente, sino que consolida sus posiciones y aumenta sus retos.
Es así como la locura integrista bebe de las fuentes de las épicas de hace mil años, pero se conecta por Internet, construye webs donde alimenta el enfrentamiento y utiliza los medios de comunicación con más inteligencia que los propios periodistas.

Al Yazira, por ejemplo, llegó a convertir el degollamiento de personas en un reality show. Y así, blanqueado por la televisión, el fanatismo engrandece su influencia, transmuta su intolerancia en resistencia y hasta normaliza su presencia camuflando el carácter de pieza de antropología que realmente es.
Nada de lo que ocurre es normal, pero pasado por la televisión puede parecer normal que, en según qué lugares del mundo, miles de personas griten enfurecidas contra Occidente, que los niños participen en autolesiones bárbaras para glorificar a un señor que mataron hace centenares de años, o que las mujeres vivan segregadas hasta de su propia mirada.

Es tal la confusión que, en plena resaca por la orgía de fuego, grito y amenaza que nos han lanzado por ejercer el bien común de la libertad de expresión, muchos periódicos de Occidente han respirado contentos porque los chiíes de nuestras ciudades han celebrado pacíficamente su fiesta tradicional de la Ashura. Es decir, que hemos considerado una noticia excepcionalmente buena aquello que forma parte de la lógica de las cosas.

Realmente estamos bastante mal; pero no nos hemos quedado ahí, y llevados no se sabe si por una mala conciencia mayosesentaiochesca o por nuestro clásico paternalismo, hemos proyectado una mirada comprensiva, multiétnica y biodiversa hacia algunas tradiciones que ni son comprensibles, ni ayudan a preservar el patrimonio cultural de la humanidad, ni tienen otra gracia que la de visualizar el fanatismo de cerca.

La fiesta de la Ashura, con tipos sin camisa dándose latigazos en la espalda o puñetazos en el pecho, con todo el simbolismo del culto a la muerte, y con los niños viviéndolo -incluso en propia carne- como si fuera una fiesta, no es cultura. Es exposición pública de la catarsis colectiva característica del fanatismo, sea de la índole que sea.

Que ello se haya producido en las calles de Barcelona, y que nuestra querida televisión esté encantada de enseñarlo como ejemplo de "tradición vivida pacíficamente", nos delata hasta qué punto estamos perdiendo el control de lo que ocurre. O, lo que es lo mismo, hasta qué punto la dialéctica integrista gana espacios en las sociedades libres.

Filkenkraut lo explica muy bien en su artículo de Libération: "Sólo una ínfima minoría de los que, desde Pakistán hasta Argelia, protestan contra los dibujos daneses, podrían situar Dinamarca en un mapa de geografía.
Pero, ¡qué importa la geografía! En la edad de Internet, todo el mundo está en todas partes y todos somos ángeles. Y este es el horror".
No. La noticia no es, pues, que la Ashura de Barcelona se haya vivido sin matar a nadie, sólo faltaría, sino que nuestra población chií se apunta a la lectura fanática de su propia fe, y nosotros los miramos encantados, seducidos quizá por el colorido que siempre tiene el fanatismo.

Sumemos problemas. Por un lado estamos aplicando una autocensura brutal -resumida brillantemente en la portada satírica de El Jueves: "Estamos cagaos"- que ya ha modificado seriamente nuestra libertad.
Hoy, ¿nos atrevemos a decir todo lo que diríamos ayer? ¿No tenemos más miedo? Por el otro, algunos dirigentes, como Rodríguez Zapatero, lejos de asumir el reto de la libertad, conectan con la mejor tradición asustadiza de Europa, cuyo máximo exponente debió de ser sir Neville Chamberlain, y piden perdón sin pedirlo, pero pidiéndolo un poquito.

Con ello consolidan lo que nunca tendríamos que aceptar: que el interlocutor del mundo islámico no sea la voz crítica, democrática y pacífica del islam, sino la voz ruda, violenta y fanática del integrismo. ¿A quién pide perdón ZP? ¿A Salman Rushdie? ¿A la diputada somalí holandesa condenada a muerte por ser colaboradora de Teo Van Gogh? ¿A las mujeres que sufren la misoginia fundamentalista? ¿O pide perdón al Irán del enloquecido Ahmadinejad? En ese caso, no hace falta preguntarse quién está ganando.

Finalmente, en esta suma de capitulaciones -y con la excepción de la valentía de una parte de la prensa europea-, las voces críticas del islam están más escondidas que nunca, probablemente más asustadas de lo que nunca estuvieron. Pocos Ali Lambret aparecen en el panorama.
Está ganando el miedo, y como ello no lo podemos aceptar, transmutamos el miedo en paternalismo, en pretendida conciliación entre culturas y en retórica multicultural.

Así reducimos los límites de la libertad de expresión sin decirlo, prácticamente sin reconocerlo, porque estamos asustados sin querer saber que estamos asustados. ¿Quién lo dijo en los años del inicio del nazismo? "Cuando la población empieza a tener miedo, el miedo vence".

PINCHAR PARA VER VÍDEO: Celebración de Ashura en Barcelona

Ashura 2009 Afghanistan - Ashura musulmanes



Ashura 2007 - Sud Liban - Nabatiyeh - Procesión de los niños



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17.9.04

El Islam término que significa sometimiento

El Islam surgió en el primer tercio del siglo VII como una religión de creencias sencillas, livianas obligaciones y escaso bagaje intelectual, pero con una nítida convicción de verdad incontrastable y fuerte impronta expansionista.

Casi catorce siglos después, sus fieles son mayoritarios en más de cuarenta países del mundo y suman en total unos 1.100 millones de personas.

Mahoma, el Profeta, fundador del Islam, predicó su doctrina en la actual Arabia Saudí. Hoy, todo el territorio de este país es considerado Tierra Santa musulmana y, por tanto, inviolable por el más pequeño símbolo de cualquier otra religión (salvo en el estricto marco de una legación diplomática).

Mahoma

Mahoma nació hacia el año 570, en La Meca. Pertenecía a la tribu más importante: los quraysíes. Quedó huérfano de padre y madre a los 6 años y fue recogido por la familia materna. Se casó a los 25 años con una mujer de 40, rica y viuda, con la que tuvo cuatro hijas. Después se casaría otras ocho veces más. Al frente de varias caravanas viajó hasta Siria, donde conoció el judaísmo y a algunos cristianos herejes, huidos de Bizancio.

La predicación de un monje cristiano sobre el juicio final se le grabó profundamente. Al acercarse a los 40 años, se siente hastiado del comercio y se retira a las cuevas de Hira, monte cercano a La Meca, durante casi tres años. Sale de allí afirmando que Alá le ha hecho inteligible la Sagrada Escritura y le envía como apóstol, después de haber entrado en frecuentes éxtasis y de contemplar el paraíso y el infierno desde una asna alada.

Mahoma era analfabeto, pero dictó la revelación de Alá a sus seguidores y éstos redactaron El Corán, el libro básico del Islam.

Al comienzo de su predicación es rechazado y tiene que huir a pie hasta Yatrib (Medina), a casi 300 kilómetros, con unos pocos fieles: es la llamada Hégira, momento que marca el comienzo del calendario mahometano; corría el año 622. En Medina estableció los pilares del Islam y proclamó la hermandad de todos los musulmanes en una sociedad confesional.

Emprende luego la guerra santa, conquista La Meca y va ampliando sus conquistas, hasta que muere el 8 de junio del 632, tras realizar la última peregrinación a La Meca.

Las creencias del Islam

Un solo Dios

Al principio Mahoma rinde culto a las diosas Manat, Allat y Al-Uzza, hijas de Alá, pero al proclamar los pilares del Islam las rechaza y persigue el politeísmo. «No hay más Dios que Alá y Mahoma es su Profeta»: esta creencia sostiene todo el islamismo.

Alá, creador del universo.

Alá creó a los ángeles, algunos de los cuales se convirtieron en demonios por soberbia. Se negaron a postrarse ante Adán, la criatura más perfecta de Dios, por lo que fueron condenados al infierno y persiguen a los hombres.

Además Dios creó a lo genios, seres intermedios entre los espíritus y los hombres con un cuerpo generalmente invisible, que son buenos o malos según se hayan convertido o no al Islam.

El Profeta

Alá eligió a Mahoma como sello de todos los profetas: el que confirma a los demás elegidos de Dios, incluido Jesucristo. El arcángel San Gabriel tradujo al árabe la última revelación de Alá y la entregó a Mahoma después de visiones, trances y revelaciones que duraron varios años.

El Corán

La suprema revelación está contenida en El Corán, palabra que puede traducirse como canto sacro, salmodia; un ritmo sencillo y sobrio que ayuda a memorizar. Escrito en árabe, su autor es Alá.

El Corán rige la vida privada y pública de los musulmanes. En sus 114 capítulos se observan, junto a lo genuinamente mahometano, elementos del Antiguo Testamento, cristianos pocas veces fielmente descritos, influencias de apócrifos judeo-cristianos, de maniqueos y de fuentes árabes preislámicas.

Las sentencias del Corán se completan con la tradición sunna, conservada en los hadices, narraciones orales o escritas autorizadas sobre Mahoma, que en el siglo IX compilaron Bujari y Muslim.

Cielo e infierno

Después de morir, cada hombre es juzgado en la sepultura por dos ángeles sobre su Dios, su religión y su profeta.
Las almas de los condenados mueren tras este juicio personal, pero resucitarán y se unirán a sus cuerpos para el juicio universal.
Ese día se proclamará la suerte eterna de cada quien: cielo o infierno, con siete estancias cada uno.

El cielo, junto a la contemplación de Alá, está lleno de placeres sensibles; el infierno, de toda suerte de dolores para los condenados.
Aunque se reconoce la libertad humana, a quien Alá predestina al infierno no le salva ni el arrepentimiento. Los muertos en la guerra santa mártires van derechos al paraíso. Creen también en el purgatorio y en el limbo.

Los deberes

Para ser musulmán basta con hacer la correspondiente profesión de fe: «No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta».

Cada fiel debe rezar cinco veces al día, a horas determinadas, el salat, una breve oración con ritmo de letanía. Se recita de rodillas en dirección a La Meca, con el tronco inclinado y realizando los gestos de adoración prescritos.

El Corán recomienda que los varones, descalzos y lavados ritualmente, participen los viernes día santo en la oración comunitaria de la mezquita, dirigida por el imán.
También pueden asistir a ella las mujeres, decentemente vestidas y situándose detrás de los hombres.

Otro de los deberes musulmanes es la limosna anual o de cada cosecha. Se destina a los indigentes, a costear la guerra santa o a otras necesidades públicas.
Los fieles deben ayunar el mes del Ramadán, que conmemora la primera revelación de Alá a Mahoma.
El ayuno dura mientras hay luz diurna y obliga desde la pubertad.

Al menos una vez en la vida cada fiel ha de peregrinar a La Meca, en recuerdo de la última vez que Mahoma visitó esa ciudad en junio del año 632.
Allí está la Caaba (cubo), piedra negra que el ángel Gabriel habría lanzado a la tierra por orden de Alá y recogió Abraham, constructor del recinto de la Caaba.
La piedra, que representa la mano y el ojo de Dios, se halla enmarcada en plata y todo ello recubierto con grandes telas.

La peregrinación está salpicada de ritos: vestimenta especial, perfumes, rapado del cabello..., y de oraciones y vueltas en torno a la Caaba. Quienes al ponerse el sol participan en la carrera desde el Monte de las Misericordias hasta la localidad vecina de Muzdalifa recitando: «Henos aquí, Señor, a tu servicio», obtienen el perdón de todos sus pecados.

La guerra santa, yihad, es otra de las obligaciones del Islam. Tiene dos variantes: la gran yihad, o lucha interior contra las malas costumbres del alma; y la pequeña yihad, o guerra contra los infieles, si ponen en peligro la paz o la seguridad de la comunidad islámica.

El Corán prescribe la pureza ritual, lavatorios requeridos si se va a participar en algún acto de culto.
También dicta normas determinadas sobre los alimentos y bebidas.
No se pueden comer animales impuros carnívoros, cerdos, peces sin escamas, ni los que hayan sido sacrificados de modo profano: sin invocar a Alá ni orientarlos hacia La Meca. Se prohíbe el consumo de alcohol y de cualquier droga.

Por otra parte, en muchos de los pueblos musulmanes se sigue practicando la circuncisión de los niños y la ablación de las niñas.

División

Los sunnitas (tradicionalistas), obedientes a las cuatro escuelas que se reconocen como ortodoxas, constituyen la rama principal del Islam.
La mayor escisión de los musulmanes, ocurrida poco después de la muerte del Profeta, es la de los chiíes o chiítas. Aunque en tiempos tuvieron mayor preponderancia, hoy sólo representan un 10% del total, fundamentalmente en Irán e Irak.

Entienden que Dios designa a los ayatollah (guías supremos) a través de Mahoma; más aún: todo el imanato lo consideran de institución divina y vinculado a los descendientes de Alí yerno de Mahoma por su boda con Fátima, apartado del califato sucesorio por las intrigas de Aisha, la esposa preferida del Profeta.

También incluyen la guerra santa como uno de los pilares de la fe.

Existen otras muchas escisiones menores, de las que la más singular es el sufismo. Su anhelo es la identificación con Alá: llegar a convertirse en alguno de los atributos divinos mediante el aniquilamiento del yo por la pobreza, el celibato, la compunción, la lucha ascética, la obediencia a sus maestros y el retiro.

Dentro del Islam, según los lugares y épocas, los sufíes pasan de la veneración a la incomprensión. Los derviches son sufíes de espíritu que no son capaces de llevar vida eremítica y profesan una regla adaptada para su vida en el mundo.

Mentalidad musulmana

El Islam es una religión totalizante. Pretende incluir a todos los hombres y a todo lo humano.

Cualquier otra religión es apostasía, pues «toda persona nace musulmana, pero a veces los padres o la educación la pervierten». Islam y religión son sinónimos. Incluso afirman que «la segunda venida de Cristo será para reconocer el Islam como única religión verdadera.

Cristo practicará el Islam durante 40 años y los cristianos se harán musulmanes».

En los primeros tiempos, al apóstata se le condenaba a muerte, y esta mentalidad sigue planeando sobre muchos musulmanes de hoy.

De ahí la tentación fundamentalista, con sus fuertes apoyos en la tradición. No obstante, la necesidad de convivir durante muchos siglos con pueblos sometidos donde no eran mayoría, tornó más tolerantes a los musulmanes: a los no conversos les permitían vivir, pagando fuertes impuestos.

La fe islámica es personal, pero llamada a configurar lo familiar, lo político y lo social en exclusiva. Todo queda subordinado a la religión. Los pueblos sometidos al Islam no tienen más que una cultura: la musulmana. La unión de lo religioso y lo civil se ve como un mandato de Alá.

El deseo de todo auténtico musulmán es que la entera humanidad se convierta al Islam y que sus preceptos sharía sean acatados en todo el orbe.
Se ha afirmado que los musulmanes extrapolan el monoteísmo, haciendo de la unicidad algo sinónimo de verdad: un solo Profeta, un solo Libro, una sola umma (comunidad), una sola autoridad...

Todo musulmán tiene la obligación de extender el Islam y de impedir la apostasía; si es gobernante, con las leyes pertinentes.

Por esta razón, los hijos de un musulmán tenidos con una mujer de otra religión, pasan por ley a ser mahometanos y no al revés.

Difícil apertura

En 1923, Mustafá Kemal es nombrado Presidente de la República turca y acomete la tarea de occidentalizar la vida político-social de Turquía. Lo mismo intentan los Sha de Persia desde 1926 hasta su derrocamiento en 1978.

Otros, una minoría intelectual educada en universidades europeas, han pretendido reformar el Islam: llegar a su núcleo y quitar las adherencias histórico-culturales, para dejar paso a un islamismo unido y democrático de corte federalista. Es el caso de Nasser en Egipto, Burguiba en Túnez e incluso de Gadafi en Libia.

Finalmente, los fundamentalistas no admiten ni occidentalizaciones ni reformas. Están dispuestos a la guerra santa, en primer lugar contra sus hermanos contaminados de herejía.

La purificación o defensa del Islam quieren acometerla desde los centros de poder y desde el pueblo. El punto 5 del credo de los fundamentalistas Hermanos Musulmanes dice: «Creo que la bandera del Islam debe dominar sobre la Humanidad y que todo musulmán está obligado a educar al mundo según las reglas islámicas.
Me comprometo a luchar, mientras viva, en la realización de esta misión y a sacrificarle cuanto poseo».

Curiosamente, algunas reivindicaciones fundamentalistas se refieren a realidades no genuinamente musulmanas, como el sador, velo que usaban las mujeres de Arabia siglos antes de Mahoma.

En la actualidad una parte del mundo árabe se ve sumido en la lucha contra Israel y, de modo más general, en un subdesarrollo socio-cultural que no favorece el implante de las tesis fundamentalistas.

La apertura, entendida como libertad religiosa, necesita un replanteamiento sereno y firme del mensaje islámico. Quizá si se entendiese que Alá señaló a Mahoma un camino que debe andarse con libertad y que la guerra santa la pequeña yihad no es un pilar de la fe, sino un medio elegido en un contexto histórico determinado, y, por otra parte, se decantase lo accesorio para no hacer de ello algo primordial o dogmático, quizá entonces quedase abierta la vía de entendimiento y de progreso que hoy piden tantas personas de todos los credos, también dentro del Islam.

Islam, cristianismo y judaísmo

Para Mahoma, Jesucristo es un verdadero profeta, nacido virginalmente de María, aunque no es Dios. Su predicación es verdadera, pero no completa.

Los Evangelios son libros inspirados, divinos, pero precisiones posteriores señalan que han quedado adulterados; en la actualidad se prohíbe su lectura.
Además, la predicación de Cristo no habría sido fielmente recogida por sus discípulos. Por eso afirman, reconocen tres personas divinas: Padre, Hijo y María; cuando Jesucristo dice que enviará al Espíritu Santo, lo que dijo es que rogaría a Alá para que enviase al muy alabado, es decir, a Mahoma; la muerte de Cristo fue sólo aparente «sufrió un desmayo y Alá lo elevó hacia Él» y no sería redentora...

Estas afirmaciones, entre otras, hacen imposible conciliar ambas confesiones. Para un cristiano, el Islam como religión supone un retroceso de siglos en la Revelación.

¿Qué aporta Mahoma?
¿En qué consiste su pretendida plenitud de Revelación?

Un estudio comparativo desapasionado muestra que sus afirmaciones teológicas básicas son judaicas, precristianas: la creencia en un solo Dios, creador del universo y, por tanto, de los ángeles y de los hombres; la fe en el juicio particular y universal; la retribución eterna del cielo o el infierno.

Por paradójico que pueda parecer, los pilares de la fe musulmana son los mismos que los de la judía. Incluso ambas religiones rechazan a Cristo. Sólo hay un punto básico de divergencia entre judíos y musulmanes: la adhesión a Mahoma, nuevo Moisés que los hebreos no reconocen.
Ese punto, junto a multitud de tradiciones distintas y enfrentamientos multiseculares, parecen mostrarnos religiones absolutamente dispares, cuando lo común en la fe de ambas es asombrosamente casi todo y su Dios es el mismo.

EXPANSIÓN ACTUAL POR EL MUNDO

Comparada con otras, el Islam es una religión sucinta y liviana, con unos deberes cuyo incumplimiento no impide ir al Paraíso siempre que se esté predestinado, aunque las faltas hayan de purificarse. Esta característica, junto a otras causas, ha favorecido su expansión.

La geografía del Islam ocupa hoy una ancha banda de países que se prolonga desde el Atlántico al Pacífico, cruzando el Índico: está implantado en el entero Norte de África y Sur de Asia, con la excepción relativa de India y salvo en Indochina.
Se asoma a Europa por Albania y Bosnia, pero mantiene notables minorías en Rusia y en las naciones en su día sometidas al imperio otomano.

Actualmente se cifran en 1.100-1.200 millones las personas que profesan el Islam. Con 170 millones Indonesia es el país con mayor número, seguido de Pakistán, con 120.

En Europa Occidental, la expansión moderna comenzó con la llegada masiva de emigrantes islámicos hace cincuenta años y se acrecienta cada día, gracias sobre todo a la elevada natalidad.

Los musulmanes son ahora casi siete millones en Francia, más de dos en Alemania, rondan esa cifra en Reino Unido, unos 500.000 en Italia y Holanda, o entre 350.000 y 400.000 en España. En América y Oceanía el fenómeno es semejante, aunque sin llegar a este orden de cifras.

12.9.04

"Las Madrasas" enseñanza del integrismo islámico

Son niños de siete años. Viven internos en las madrasas, escuelas coránicas, pegadas a las mezquitas.
Visitan a sus padres sólo dos viernes al mes, un detalle que hubiera encadilado a Rousseau.
Recitan durante ocho horas el Corán con ritmo monocorde. Las voces de unos y de otros se unen en una confusión reiterativa. De vez en cuando, el mulá corrige su entonación.


Han de interiorizar el libro. Para ello, mientras se balancean en la forma semita, cierran los ojos y aprietan los dedos contra la frente como para ayudar a impulsar las Sunnas coránicas hacia su interior.


Es un sistema de lavado perfecto, pues ni tan siquiera reciben otro tipo de conocimientos, como matemáticas o geografía. En Pakistán hay 28.000 madrasas
. Con esa educación cercenada son un grupo interesado en la islamización de la sociedad, pues sólo así encontrarán ocupación.

De los hijos de los refugiados afganos de etnia patsún salieron los talibán, "alumnos de madrasa".

En las de Afganistán se ha formado a un millones de alumnos. Se enseña un Islam reaccionario.

Un grupo selecto, las madrasas yihadi, son auténticas escuelas de terroristas, donde se prepara para la guerra santa. Estas madrasas sólo seleccionan a los estudiantes más comprometidos y han formado al menos a cuarenta mil jóvenes dispuestos a morir con tal de defender su fe. Todos habrían efectuado el bait al maut, el juramento de morir por el Islam. Constituyen los canales formativos del integrismo de tercera generación. 


El Integrismo no existiría sin Arabia Saudí

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11.9.04

El totalitarismo islámico en el Corán



Islam

¿Y esa consigna de no "demonizar" al Islam, como si los atentados del 11 de septiembre no hubieran sido realizados en su nombre? ¿No es Ben Laden y sus sahid quienes lo demonizan ofreciendo una imagen de salvajismo e inhumanidad? Arma suprema de los islamo-fundamentalistas, lo islámicamente correcto sitúa como postulado que el ‘verdadero Islam’ no puede ser más que ‘tolerante’ y ‘pacífico’ puesto que el Corán es un ‘texto de paz y amor’. Muhamad Alí, el boxeador Casius Clay, lo proclamó en el homenaje a las víctimas: "el Islam es la paz".

Esta especie de consigna rechaza cualquier análisis argumentado para desentrañar las raíces coránicas y teológicas del islamismo radical, del terrorismo suicida, como "intolerancia racista". En vez de exorcizar el desviacionismo de los terroristas suicidas se sataniza la crítica. Los atentados se convierten en un acto de propaganda de ¡un Islam limpio de todo pecado!

El fanatismo y el oscurantismo islámico justifican por tanto, en el nombre de Dios, la lapidación de las mujeres en Irán, Sudán o Mauritania, el exterminio de los cristianos en Indonesia, la degradación de las mujeres en Afganistán o la liquidación de los blasfemos y los católicos en Pakistán, muestras todas ellas de tolerancia, paz y amor, hasta el punto de que lo coherente sería pedir la aplicación de la sharia en nuestras naciones occidentales.

¿Por qué tanto silencio ante las flagrantes lesiones a los derechos humanos en las naciones islámicas "moderadas"? ¿Es una excepción cultural, una manifestación de una cultura distinta, satanizar el sexo, hasta lapidar a las adúlteras? ¿La no discriminación por razón de sexo es acaso una costumbre occidental?.


Afganistán, ese "régimen vomitivo" donde la mujer ha de morir sin recibir atención sanitaria, y ¿Arabia Saudí, donde tienen prohibido conducir? ¿Estaba entonces bien aquello de la mujer con la pata quebrada? El imán de Fuengirola publicó un libro recomendando los castigos corporales a la mujer, como, por otra parte, recomienda el Corán. ¿Dónde queda lo del terrorismo doméstico? ¿Alguien se imagina la justa indignación nacional si un párroco católico saliera por donde el imán de Fuengirola? Pues ese señor es quien selecciona a los profesores y profesoras, nunca los sexos juntos, de las clases de musulmán en los colegios de Málaga.

La postmodernidad, el estructuralismo y los políticamente correcto han acostumbrado a las gentes a esa doble moral, a ese relativismo ético, consecuencia directa del cultural. Al margen de tanto tópico, las razones de la violencia tienen raíces muy profundas en El Corán. Es un texto asequible, de fácil estudio, ¿por qué mantener que el Islam es la paz cuando una de cada dos azoras chorrea sangre?.

MAHOMA, CAUDILLO MILITAR

Mahoma fue al tiempo un líder espiritual y un caudillo militar. Bajo su mandato, los islamitas fueron perseguidos y perseguidores. De forma similar al pueblo hebreo en su éxodo y su toma de posesión de la tierra prometida, los islamitas
combatieron y se impusieron sobre sus adversarios por las armas.
Ese ambiente bélico, de violencia y propaganda, impregna el Corán.

Exiten sobre Mahoma prolijas biografías en donde se reseñan sus hechos más notables y sus cualidades de estadista, pues en la última etapa de su vida fue básicamente un organizador. Dotó a las tribus de la península arábiga de una férrea unidad y una misión, que se tradujo a las pocas décadas de su muerte en una impresionante expansión por Asia y África del Norte hasta la península ibérica.

Mahoma, "el alabado", nació alrededor del año 580. Huérfano desde joven, casó con la rica Jadicha, que lo doblaba en edad y a quien ayudó en la administración comercial de sus bienes.
Del matrimonio nacieron cuatro hijas y varios hijos varones, muertos a corta edad. A Mahoma no le sobrevivió ningún hijo varón de sus quince mujeres, como reseña El Corán. La actual Arabia Saudí era entonces una fragmentada colección de tribus –él pertenecía a los hachemitas, un clan prestigioso, pero de poder reducido-, con religiones politeístas relacionadas con cada clan, con centro religioso y comercial en La Meca, donde se veneraba la Kaaba, una piedra negra a la que se supone un aerolito, rodeada de ídolos de las numerosas divinidades adoradas por los beduinos.
Convivían también comunidades de dos religiones monoteístas, la hebrea y la cristiana, y había seguidores de credos asiáticos como el de Zoroastro.

Fue en el año 610 cuando recibió su primera revelación en el monte Hira. Según Tabari, historiador musulmán (839-923), comunicó a su mujer "Oh Kadija, temo volverme loco. ¿Por qué?, preguntó ella. Porque veo en mí los signos de un poseído: cuando camino oigo voces que vienen de cada piedra y de cada colina, y por la noche veo en sueños un ser enorme que se presenta ante mí, un ser cuya cabeza alcanza al cielo y cuyos pies tocan la tierra".


Un lunes se le apareció un ángel de Dios, Gabriel. "Se presentó ante él y le dijo: ¡La bendición sea contigo, oh Mahoma, apóstol de Dios! Mahoma se asustó y se puso de pie pensando que había perdido el juicio. Se dirigió hacia la cumbre para matarse arrojándose desde lo más alto. Pero Gabriel le tomó entre sus alas, de modo que no podía avanzar ni retroceder.


Y entonces le dijo: ¡Oh Mahoma, no temas, porque tú eres el profeta de Dios, y yo soy Gabriel, el ángel de Dios!. Mahoma permaneció inmóvil entre las dos alas, y Gabriel continuó: ¡Oh, Mahoma recita: en nombre de tu Señor, que ha creado todo, que ha creado el hombre a partir de un coágulo de sangre!". Gabriel le entregó la primera sura del Corán, denominada Iqra, el credo musulmán: "La alabanza a Dios, Señor de los mundos. El Clemente, el Misericordioso, Rey del Día del Juicio. A ti adoramos y a ti pedimos ayuda. Condúcenos al camino recto, camino de aquellos a quienes has favorecido, que no son objeto de tu enojo y no son los extraviados".

"Mahoma descendió de la montaña. Fue invadido de un fuerte temblor y volvió a casa, repitiéndose a sí mismo las palabras del ángel.
Estas le daban confianza, pero temblaba con todo el cuerpo debido al temor y al terror que le había inspirado Gabriel. Ya en la casa dijo a su mujer: el mismo que se me había aparecido de lejos se me ha presentado hoy delante. ¿Qué te ha dicho?, le preguntó Jadicha. Me ha dicho: Tú eres el profeta de Dios y yo soy Gabriel, y me ha recitado esta sura. Jadicha, que había leído viejas escrituras y conocía historias de profetas, sabía también el nombre de Gabriel. Mahoma fue dominado acto seguido por un agudo frío, inclinó la cabeza y dijo a su mujer: ¡Cúbreme, cúbreme!. Ella le cubrió con un manto, y él se durmió"[1].

El Corán prácticamente no da detalles de las revelaciones de Mahoma, luego enriquecidas literariamente por sus seguidores. Con frecuencia se trataba de locuciones intelectuales difíciles de determinar, acompañadas por fenómenos físicos descritos por la tradición: palidecía, su frente se llenaba de sudor y entraba en un estado de semiinconsciencia. A veces caía en tierra, como fulminado de una irrupción que no se juzgaría natural. "Para Teófano todos estos síntomas no eran más que el reflejo externo de un ataque de epilepsia"[2].
"Quienes consideran los hechos desde fuera de la tradición musulmana mantienen, como es de esperar, una postura escéptica sobre el origen último de las iluminaciones experimentadas por Mahoma.

Ha habido autores que las han atribuido a un psiquismo patológico, pero de gran brillantez y originalidad. Otros han hablado de alucinaciones, mientras que algunos piensan que estamos ante una mente que no consigue siempre distinguir entre lo imaginario y lo real"[3]. En cualquier caso, Mahoma siempre creyó con gran fuerza en su misión y en la veracidad de los mensajes.

En un primer momento, "no quiere crear una nueva religión"[4], sino lanzar un mensaje monoteísta, llamando a pedir perdón por los pecados mediante letanías cristianohebreas, denunciando algunas prácticas aberrantes como el asesinato de niñas recién nacidas.
Todo ello para volver a la antigua pureza del hombre piadoso o hánif, cuyo primer representante es el profeta Abraham. Los primeros seguidores en su círculo familiar pronto fueron objeto de amenazas, ridiculizaciones y persecuciones. Mahoma llegó a temer por su vida, volviéndose a la intercesión de algunos ídolos, de lo que pronto se arrepintió, no volviéndose a separar del monoteísmo.
La muerte de su esposa y de su protector Abu Talib, le sumió en una situación de desaliento de la que salió tras "la visión del viaje nocturno", que la tradición musulmana sitúa en Jerusalén.

En medio del fracaso de su predicación, fue reclamado por los habitantes de Medina "para que fuese a vivir entre ellos como árbitro supremo de las tribus de Aws y Jazrach, divididas por viejas rivalidades que dos años antes habían conducido a la guerra"[5]. Su posición monoteísta le hacía también un interlocutor respecto a importantes clanes judíos como los Banu Qurayza, Qaynuqa y Nadir.

Esto marca un cambio radical en Mahoma, de predicador religioso a figura política. Según Vernet, "Mahoma, que hasta entonces jamás había pensado que su doctrina pudiera teñirse de un matiz político cualquiera, cambió de opinión ante la contumacia de sus compatriotas".
La huida o hégira de La Meca, con alrededor de ciento cincuenta seguidores, a Madinat al-nabí (la ciudad del profeta) se produjo el 16 de julio del año 622, donde se sitúa el origen del calendario musulmán.

La introducción en la política de Mahoma dio un giro importante en su mensaje y en sus revelaciones, pues estas no sólo se refieren a aspectos religiosos sino también a la justificación de las decisiones como dirigente político y como jefe militar.
Primero sigue una estrategia conciliadora. Fue aceptado por las diversas facciones, aunque con reservas por los que denominará hipócritas. Buscó el acercamiento a los judíos.
Para ello situó como día de ayuno de sus seguidores el mismo que el del yom kippur o de la purificación hebraico y prescribió la orientación en las oraciones hacia Jerusalén, aunque mantuvo la oración pública el viernes.
Pero entraron en una intensa polémica. Mahoma siempre tuvo un conocimiento de segunda mano de la Biblia y no fue aceptado como profeta. La disputa derivó en un odium theologicum, una de las formas históricamente más intensas de repulsa.

Mahoma culpó a los judíos de haber suprimido fragmentos de las escrituras y haber añadido otros.
Por otra parte, esta serie de diálogos habían dado lugar a formas sincretistas de religiosidad. Procedió a incrementar la diferenciación y a reforzar su poder. En el plano religioso tomó decisiones fundamentales. Intensificó el carácter nacional de su mensaje. político. Sustituye el ayuno de la asurá (yom kippur) por el del mes de ramadán.


Las oraciones pasaron a orientarse hacia La Meca, considerada ciudad sagrada, cuyo santuario –supuestamente fundado por Abraham y su hijo Ismael- debía ser purificado de los dioses idólatras, pero había de ser objeto de peregrinación de los musulmanes.


Rompió, de esa forma, uno de los motivos de oposición a su mensaje, pues los comerciantes de La Meca veían en peligro su influencia y su fuente de ingresos. Al tiempo marcó un objetivo político: la comunidad de creyentes o umma pasa a ser ejército. Mahoma se presentó desde entonces como el último Profeta, tras Moisés y Jesús, y al tiempo resaltó una relación directa con Abraham, que no fue "ni idólatra, ni judío, ni cristiano".



LA VERDAD SE JUSTIFICA POR LA GUERRA"

La guerra –según explica Julio Vernet- constituía el ideal supremo de Mahoma, puesto que con ella iba a infligir a los incrédulos mequíes, por propia mano, el tormento con que reiteradamente les había amenazado"[6]. Sin embargo, "sus partidarios se mostraban reacios a admitir la predicación por medio de la espada" pues representaba "luchar contra hermanos". Mahoma reforzó su poder personal, haciéndose jurar fidelidad, y el providencialismo.

La desobediencia a sus mandatos lo es al propio Alà. Así en la azora II 212 señala "se os prescribe el combate, aunque os sea odioso"[7]. Primero sus seguidores desarrollan operaciones de estricto pillaje poniendo en riesgo el comercio de La Meca. Una operación de castigo fue enfrentada por Mahoma consiguiendo la victoria de Badr, cuyo botín mejoró la posición de los musulmanes hasta entonces dependientes de la generosidad de los habitantes de Medina.

"El alabado" presentó el éxito militar como una prueba del poder y la supremacía de Alá. Tras ello pasó a eliminar disidencias atacando a los hipócritas y a los clanes judíos.
Al año siguiente, contra otro ejército superior en número, sufrió la derrota de Ohod. Desde el creciente providencialismo, la interpretación se establece en una prueba de Dios, que premia a los constantes, en términos de triunfo y aniquilación[8]. "Estos días los hacemos suceder entre los hombres, a fin de que Dios sepa quiénes creen y escoja, entre vosotros, testigos -¡Dios no ama a los injustos!-, con el fin de probar a Dios a quienes creen y aniquilar a los infieles".
Esta derrota dio alas a los descontentos en Medina, pero Mahoma cortó la rebelión –expulsando a los judíos- e intensificó las medidas diferenciadoras de sus seguidores estableciendo barreras de comunicación con otras comunidades: prohibió la bebida y el juego.

Como jefe político y militar demostró una voluntad de poder y de dominio que no existía en sus adversarios, dispersos y divididos. Los comerciantes de La Meca se mostraron a favor de terminar con una guerra que sólo les causaba perjuicios. Además, el giro nacionalista de Mahoma les permitía mantener su posición. Tuvo, sin embargo, que vencer en la batalla de Hunayn para ser el señor de la Arabia central, pero no consiguió dominar la norte al ser derrotado en Muta.

En esta etapa, cuando empezó a vislumbrar el triunfo, intensificó los elementos teocráticos, y estableció la imposibilidad de pactos salvo entre iguales, o sea entre los creyentes, mientras que los miembros de las religiones del libro –judíos y musulmanes- podían ser tolerados en situación de inferioridad con impuestos especiales.

En el año 10 tras la hégira hizo la peregrinación solemne a La Meca, presentándose al tiempo como el profeta de una nueva religión para los árabes y "como restaurador de la religión de Abraham"[9]. En el año 11 diversas tribús se sublevaron afirmando contar entre sus miembros a nuevos profetas. Preparando la campaña de castigo murió Mahoma de fiebres el 8 de junio de 632.

El lenguaje bélico de El Corán es de inusitada violencia, establecida como voluntad de Alá.
"Yo estoy con vosotros.
¡Consolidad en sus puestos a quienes creen!
Arrojaré el pánico en el corazón de quienes no creen!
¡Golpeadlos encima del cuello!
¡Golpeadlos en la yema de los dedos!"[10].
Hay un ensañamiento genocida: "No es propio de un Profeta tener prisioneros hasta que haya encubierto la tierra con los cadáveres de los incrédulos" [11]. Hay con frecuencia una exaltación de la venganza y escasos sentimientos humanitarios como cuando exclama "¡Dios los mate!" con referencia explícita a los judíos y los cristianos[12]. "¡Profeta! ¡Combate a los infieles y a los hipócritas! ¡Sé duro con ellos"[13]. Todo en una ambientación de subido tono providencialista: "si cesáis en la lucha, será mejor para vosotros; si la reanudamos, la reanudaremos; no os servirá de nada vuestro número aunque sea grande: Dios está con los creyentes" [14].

EL EXTERMINIO O LA CONVERSIÓN UNIVERSALES

El Antiguo Testamento está lleno también de batallas y de intervenciones bélicas providencialistas con exterminio como contra los moabitas. Hay una diferencia en esa violencia divinal –execrable en cualquiera de los casos-, pues en el caso hebreo está relacionada con la tierra, con una promesa, restringida a un territorio, y como preservación del pueblo elegido, pero en el caso de Mahoma está relacionada con la fe.
Apenas si contempla otra forma de conversión que a través de la imposición violenta y se trata de un designio universal: "¡Combatid a quienes no creen en Dios ni en el último Día ni prohiben lo que Dios y su enviado prohiben, a quienes no practican la religión de la verdad entre aquellos a quienes fue dado el Libro! Combatidlos hasta que paguen la capitación personalmente y ellos estén humillados"[15].
"No hay ciudad a la que nosotros no aniquilemos o atormentemos con terrible tormento antes del día de la Resurrección. Eso está en el Libro, escrito" [16]. La santificación de la guerra, en el sentido comúnmente entendido, es un estado permanente.

¿Sobre qué sustenta Mahoma la autoridad de su posición religiosa? Sobre la violencia. La suya es una teología de la guerra: es ésta la que justifica en sí el mensaje y es, a la vez, lo fundamental de él.
Alá es grande y Mahoma su profeta, porque dan la victoria final sobre los incrédulos. Al contrario que los profetas anteriores, en cuya estela se sitúa como culminador, Mahoma no hizo milagros. De alguna manera asume los de sus predecesores, pero en su caso las pruebas de la fe son la espada y el libro.

AUTORITARISMO EXTREMO

Por supuesto el argumento fundamental es que se trata de una verdad revelada. El principio de la existencia de una revelación se acompaña con frecuencia del criterio de que esa verdad es manifiesta, de manera que la ausencia de reconocimiento –la falta de fe, la incredulidad- constituye un pecado, una perversión, un yerro moral que con frecuencia es consecuencia de una depravación de la conducta.

A esa cuestión apunta la diferencia establecida por San Pablo entre el hombre viejo y el hombre nuevo, o la aseveración de que el hombre carnal no puede conocer las verdades divinas.
La consideración de la incredulidad como una especie de ataque al contenido de la fe es habitual en las religiones, pues se considera que pone en cuestión el carácter manifiesto, obvio, de la verdad en sí.
Este argumento ha llevado con frecuencia a fórmulas autoritarias por las que se trata de someter al incrédulo o de eliminarlo, considerando que la unidad en la creencia confirma su veracidad.

Ese fue uno de los resortes con los que funcionó durante siglos la Inquisición de la Iglesia católica o en nombre del que se llevaron a cabo las guerras de religión europeas en los siglos XVI y XVII. También ha sido el principio de persecución de los disidentes en los países comunistas, considerando, por ejemplo, que quienes rechazaban el marxismo eran dementes, pues su verdad era manifiesta, una forma de revelación secular, y aún de mayor fuerza que las de las religiones, pues se trataba de una verdad científica.

Sin embargo, a título de ejemplo, la apologética cristiana establece tres pruebas en su favor, a modo de principios de contrastación: milagros, profecías y belleza moral del mensaje. Los milagros, como suspensiones momentáneas de las leyes de la naturaleza, manifiestan el poder divino y respaldan la revelación. Son observados por testigos. En el mismo sentido funciona el cumplimiento de profecías, de augurios establecidos sobre sucesos futuros.
Estas pruebas, incluida la belleza moral del mensaje, buscan una armonización entre fe y razón. No resultan concluyentes para quien no tiene fe, pero implican, en su misma enumeración, un respeto a la autonomía de la racionalidad, un principio de tolerancia.
Por supuesto, esa tolerancia se ha roto con frecuencia a lo largo de los siglos, pero el cristianismo, por muy diversas, curiosas y extravagantes que sean las costumbres de sus diversas corrientes y sectas, ha demostrado ser compatible con la tolerancia.

TEOCRACIA ABSOLUTA, SIN DIFERENCIA ENTRE FE Y RAZÓN

Esa diferencia entre fe y razón no existe en el texto canónico islámico. Aunque El Corán abunda en dicotomías excluyentes, sin zonas intermedias de neutralidad, casi todas ellas se basan precisamente en el hecho de que la única razón posible es la fe. De forma poética y algo elíptica el arabista francés Louis Massignon decía que al judaísmo le caracteriza la esperanza, al cristianismo la caridad y al islamismo la fe. La fe lo es todo. Entendida como obediencia. De hecho, no hay humanidad fuera de la fe.

El no musulmán no pertenece a la especie humana. "La idolatría es peor que el homicidio"[17]. "Matadlos hasta que la idolatría no exista y esté en su lugar la religión de Dios"[18].
La apologética de Mahoma se basa en la violencia y en la belleza del Corán.
Es una religión cuya coherencia es un autoritarismo circular, no deja resquicio para la tolerancia. Ibn Warraq describe bien este blindaje hacia la crítica que fundamente el totalitarismo islámico: "La verdad ha sido revelada de una vez por todas, imposible discutirla, relativizarla o incluso reflexionar sobre ella.
El Corán se pretende eterno. Cada uno debe obedecer con cuerpo y alma, pues por el contrario las sanciones serán terribles.

En estas condiciones, intentad exponer la menor ironía, el menor espíritu crítico, la menor puesta en duda de orden histórico o filológico..."[19].Mahoma y el Corán rechazan cualquier contrastación. Por de pronto rechazan, contra la evidencia, cualquier historicidad.
El libro santo del Islam no es obra de Mahoma, sino recopilación posterior.
Está formado por ciento catorce azoras o capítulos, dividido en aleyas rimadas o versículos. Los capítulos están ordenados de mayor a menor número de aleyas, sin orden cronológico.
En vida de Mahoma los comentarios de sus revelaciones eran aprendidos de memoria por sus seguidores. Con el tiempo, la muerte de estos recitadores hizo ver la conveniencia de poner por escrito esos pensamientos.
Esa labor fue encargada por el siguiente califa, Abu Bakr a Zayd b. Tabit. Se trata, pues de una recopilación. En ese sentido resulta acumulativa. Incluso resulta piadoso el comentario de que "hay en el libro mucha palabra superflua, así como innumerables reiteraciones"[20].
La historia de Moisés está contada más de cincuenta veces, sin variaciones resaltables. La de Noé, veinticinco. Y eso sucede con numerosos sucesos del antiguo y del nuevo testamento. La eliminación de las reiteraciones reduciría de manera sensible el Corán.
La regulación de la vida de los musulmanes es incoada, pero sobre todo se encuentra en los hadiz o dichos, por los que mediante la fórmula alguien dijo que había escuchado al Profeta se concreta un contenido que en el Corán es vago. De hecho, la sharia, el código penal islámico, principal reivindicación integrista, vigente en numerosos países, no se encuentra en el Corán sino en tales comentarios recopilados por generaciones posteriores.

LA TOLERANCIA, EL PEOR PECADO

La tradición musulmana con base en el propio Corán ha deificado el libro situándolo como la copia del que se encuentra en el paraíso. Es decir, mientras judaísmo y cristianismo consideran sus libros inspirados, a través de autores humanos, causas segundas, la autoría del Corán se establece directamente divina.

Con estos precedentes, es de todo punto lógico que el texto coránico resulte obsesivo respecto a la incredulidad. Como si se sintiera amenazado sobre bases débiles, toda disidencia pone en riesgo a la verdad manifiesta y al edificio de los creyentes.
Ese sentido de la verdad manifiesta, sólo negable por una depravación moral, está llevada hasta el extremo:
"Las peores bestias, ante Dios, son los infieles"[21].
Negada la racionalidad de los discrepantes, la verdad resulta incuestionable. Conviene precisar que, según ese esquema, los preceptos morales islámicos quedan reducidos a los límites de los creyentes.
Por ejemplo, por supuesto la vida es sagrada, como en las otras religiones monoteístas. Así: "no mataréis a una persona si no es como justicia. Dios os lo ha prohibido"[22], pero bien entendido que sólo es persona el creyente y sólo hay vida en la fe.

El Corán muestra una constante obsesión de Mahoma por no ser creído, e incluso un intenso resquemor por ser ridiculizado. En estos puntos es muy explícito. Son frecuentes las referencias a quienes le acusan de hacerse eco "de leyendas de los antiguos" o de "haber recibido la revelación de un mortal". Esa obsesión va pareja al odio contra los incrédulos y un insano deseo de venganza.
Las referencias ofrecen, de esa forma, verosimilitud al mensaje de cara a los creyentes, pues resultan la explicitación de una conjura o de una mentalidad conspirativa. Esto es frecuente en la idea de la verdad manifiesta, pues la increencia es el fruto de una maldad congénita. Quienes no creen no son, en ningún caso, neutrales, sino que se oponen a la fe y conspiran contra ella.
La justificación de la fe en Mahoma es la guerra, la eliminación del infiel o el impío, pues sólo de esa forma puede ponerse fin a tal conspiración. Si todos creen, la verdad es, en sentido pleno, manifiesta.
La ausencia de todo disidente es, de hecho, la parusía islámica, cumplida por el Madihd, personaje que vendrá al final de los tiempos, y que algunos musulmanes especulan con que será Jesús, conjuntando de esa forma la profecía evangélica del segundo advenimiento.
Conviene precisar que tal grado de autoritarismo se compagina con una teología sencilla de cuerpo doctrinal escaso. La unicidad de Dios es prácticamente el único dogma. Es una reafirmación del monoteísmo hebraico.

No hay novedad, ni creatividad religiosa, tampoco en las postrimerías, bien explícitas en el cristianismo, salvo en la descripción de un paraíso sensual, con jardines recorridos por ríos subterráneos, donde son lícitos algunos placeres prohibidos en la tierra, como licores que no embriagan, y donde hay mujeres de ojos rasgados, vírgenes, no tocadas por hombres ni demonio. En el Corán en sí no queda claro si las mujeres se salvan, pues las huríes parecen fruto de una creación ulterior no bien explicada.
Aunque los politeístas son blanco de las iras, y si bien el Corán ni contempla ni se plantea la increencia agnóstica o el ateísmo, el pecado mayor es la apostasía.

Lógico desde el autoritarismo extremo de la verdad manifiesta en el que se sitúa Mahoma. No tanto, como suelen decir algunos de sus seguidores, porque rompa la fortaleza interna (la solidaridad se diría ahora) de la umma, sino porque rechaza la verdad. Ésta es tan manifiesta que después de haberse sostenido el daño producido por la negación sólo puede resolverse con la muerte. Aunque para cualquiera de los impíos (la impiedad es sinónimo de incredulidad) las penas del infierno serán dolorosas, la apostasía ha de ser perseguida con preferencia mediante el ajusticiamiento o asesinato del apóstata.

Algunos escritores e intelectuales de naciones musulmanas conocen bien los efectos prácticos de este designio en nuestros días. Ese fue el sentido de la fatwa contra Salman Rhusdie o la persecución de la escritora pakistaní Taslima Nasrin. Como resalta Ibn Warraq, "el problema de la ley divina es que excluye toda aproximación serena y racional.
Donde la sharia encuentra su aplicación, sea donde sea, dos grupos son sistemáticamente las víctimas: las mujeres y los no musulmanes. Estos últimos son considerados como inferiores y los apóstatas merecedores de la muerte"[23].
La idea de tolerancia es por completo extraña al Corán. Es, de hecho, su negación. Un pecado.
"No hay tolerancia islámica: cuando el Islam ha crecido lo ha hecho a través de la espada, destruyendo la cristiandad en Oriente o la cultura persa secular, no dejando del pasado otra cosa que ruinas".
Ese es el sentido de la destrucción de los Budas de Bamiyan por la tiranía talibán. ¿No hay tolerancia, como se repite en abundancia, hacia las religiones del Libro, hacia judíos y cristianos? No, salvo que se entienda por tal la obligación de llevar vestimentas distintas, de pagar impuestos especiales y de no poder tener bajo su mando a musulmanes.

Esas medidas tratan de resaltar la superioridad del creyente y forzar la conversión, pero en cualquier caso están justificadas porque la verdad es manifiesta, y por ende los infieles han de ser infelices y tener un status inferior.
Mahoma trata más de vencer que de convencer. La suya es una teología de la guerra. Pues la verdad es manifiesta, debe imponerse. Pues la verdad es manifiesta, la existencia de una sola persona que la niegue representa la negación absoluta de su contenido.

La eliminación de los infieles por los creyentes está presente de continuo en el Corán. La venganza es una virtud, de la que participa Dios: "Han considerado falsa la verdad cuando ésta les ha venido; les vendrán noticias de lo que se han burlado. ¿No han visto a cuántas generaciones hemos aniquilado antes que a ellos?"[24].
La tolerancia contradice el principio musulmán y su finalidad.La argumentación, en ese sentido, es circular, cerrada.
El Corán no acepta la crítica, porque niega la posibilidad de yerro, incluso cuando cae en contradicción. Contradicciones prácticas como el cambio de la alquibla cuando de la orientación hacia Jerusalén se pasó a La Meca.
La explicación es meramente voluntarista y se remite a Dios: "Dirán los insensatos: ¿Qué les hizo girarse respecto de su alquibla, aquella que tenían? Responde: Oriente y Occidente pertenecen a Dios; Él guía a quien quiere hacia el buen camino (...) Fue grande la perplejidad excepto para aquellos a quienes Dios guía, pues Él no os haría perder vuestra fe"[25].

Las contradicciones entre las propias aleyas del Corán es resuelta mediante la ley del abrogante y el abrogado, de forma que la última aleya tiene validez sobre la anterior. Hay una contradicción esencial.
En principio Mahoma predica una religión nacional para un pueblo elegido, los árabes. Como señala V.S. Naipaul, premio nobel de Literatura 2001, "en sus orígenes, el islam es una religión árabe. Cualquiera no árabe que sea musulmán es un converso.
El islam no es simplemente una cuestión de conciencia o de creencias, pues tiene exigencias imperiales. Cambia la visión del mundo del converso.
Sus lugares sagrados están en tierras árabes; su lengua sagrada es el árabe. La idea sobre la historia cambia también para el converso. Rechaza la suya, y le guste o no, pasa a formar parte de la historia árabe.
Las sociedades experimentan un enorme trastorno, que puede seguir sin resolverse incluso al cabo de mil años; la separación tiene que renovarse una y otra vez. Las personas construyen fantasías sobre quiénes y qué son, y en el islam de los países conversos existe un elemento de neurosis y nihilismo.

Estos países pueden entrar en ebullición fácilmente"[26]. Y, sin embargo, esta esencia árabe se hace compatible con el principio universalista de los hanif, los hijos de Abraham, por el que todos los seres humanos nacen musulmanes, pero son luego educados como infieles. Esto, en el fondo, implica un principio larvado de apostasía y justifica el designio de dominio completo.

LA GUERRA ES SANTA

La jihad no es contemplada como un esfuerzo o en el sentido de la ascesis cristiana de perfeccionamiento interior, sino en el bélico, tal como se entiende comúnmente.
La financiación de la guerra está bendecida. La muerte en ella es premiada con el acceso al paraíso. Hay, sin embargo, apuntes en la dirección de contemplar, al menos como posibilidad, una coexistencia pacífica, entre comunidades, no dentro de la musulmana, que situaría la jihad en términos de respuesta a agresión externa, caso en el que concurrir a la guerra santa es una obligación para todos los varones.

La idea de concordia se encuentra en la azora 60: "Es posible que Dios establezca la concordia entre vosotros y quienes son vuestros enemigos. Dios es poderoso, Dios es indulgente, misericordioso. Dios no os ha prohibido el ser buenos y equitativos con quienes no os han combatido ni os han expulsado de vuestras casas por causa de la religión. Dios ama a los equitativos.
Dios sólo os ha prohibido, respecto de quienes os combatieron en la religión, os expulsaron de vuestras casas y cooperaron en vuestra expulsión, que los toméis por amigos.
Quienes los tomen por tales, éstos son los injustos".
En algunos momentos se anima a la predicación –"Llama a la senda de tu Señor con la sabiduría y la bella exhortación. Discútelos con aquello que es más hermoso"-, pero siempre desde la preeminencia del Islam y sin descartar nunca la guerra y la violencia como el camino de ganar adeptos: "Cuando llegue el auxilio de Dios y la victoria y veas entrar a las gentes, a bandadas, en la religión de Dios, entona el loor de tu Señor y pídele perdón. Él es remisorio"[27].

La negación de toda discrepancia sitúa al islamismo originario, desde su texto canónico, en un fanatismo estricto. Entonces, ¿en dónde sostener ese mito de la tolerancia islámica? Hay de nuevo que referirse al choque de tiempos. El estatuto de dinim, el impuesto de capitación de judíos y cristianos, podía ser comprensible, y aún avanzado, en los siglos primeros de la Edad Media.

En la España cristiana los judíos venían obligados a pagar un impuesto por persona y en algunos lugares uno recordatorio de las treinta monedas cobradas por Judas a cambio de su traición. Pero no puede hablarse en términos de tolerancia, tal y como la concebimos desde la Ilustración hasta nuestros días.
Como recuerda el historiador César Vidal[28], la principal fuente de ingresos de los Omeyas de Córdoba, tenidos por el sumum de la tolerancia, era la trata de esclavos. En las conquistas nunca se respetaron, como hemos visto recordar a Naipaul, las culturas anteriores. Por el contrario, Amin Maalouf recuerda la impresión de fanáticos que dejaron los cruzados.

Por ejemplo, en la toma de Jerusalén en la primera cruzada reseña la escena narrada por comentaristas musulmanes: "es cierto que los caballeros de Occidente son famosos por su bravura, pero su comportamiento ante los muros de Jerusalén es algo desconcertante a ojos de un militar avezado.
Iftijar espera verlos construir, nada más llegar, torres móviles y diversos instrumentos de asedio, y cavar trincheras para precaverse de las salidas de la guarnición. Sin embargo, lejos de dedicarse a estos preparativos, han empezado por organizar en torno a los muros una procesión encabezada por sacerdotes que rezan y cantan a voz en grito, antes de lanzarse como posesos al asalto de las murallas sin disponer de la menor escala.
Por más que al-Afdal le ha explicado que estos frany querían apoderarse de la ciudad por razones religiosas, un fanatismo tan ciego lo sorprende"[29].

Desde entonces, sin embargo, han cambiado poco las cosas en el Islam. Como apunta el filósofo Javier Hernández Pacheco, no hay en el islamismo un proceso similar a la Ilustración: "Hay en el Islam múltiples valores religiosos y humanos que se podrían incorporar a una comprensión compartida del mundo tan pronto el oriente islámico realice históricamente la depuración humanista de su ideal religioso.

Eso fue para Occidente la Ilustración, desde la que el atentado terrorista es un horror incomprensible, mientras que es pura lógica para una comprensión religiosa que tiene esa Ilustración todavía pendiente"[30]. La cuestión no es transferir la voluntad de cambio, sino interrogarse y buscar explicaciones para el inmovilismo.
La proscripción de todo debate, la exigencia de "sumisión" no favorece, podría decirse que imposibilita, la evolución en el mensaje, anquilosado en el tiempo.

El Corán no es un libro para meditar, sino para recitar. No se reflexiona sobre él, se memoriza. Hay por supuesto escuelas y tendencias diversas, como los sunníes y los chíies. O la extinguida tendencia jarachí, que sólo concede validez al Corán, negándoselas a los hadiz.

Los sufíes, llamados así por las gruesas chaquetas de lana que vestían, desarrollaron una tendencia mística y espiritual, a la búsqueda de un trato personal con Dios, en una religión en que la unicidad de Alá tiende a situarlo como una abstracción. La tendencia sufí ha sido prácticamente sofocada. Es hoy en día cuestión literaria occidental, más que realidad musulmana.

Averroes, el racionalista aristotélico, de tanta influencia en el cristianismo medieval, cuyos Comentarios dominaron por siglos la Sorbona y fundamentaron la escolástica, es considerado un simple hereje.
El Corán tiene un contenido consuetudinario, relacionado con el contexto de la época. La esclavitud o la poligamia podrían ser interpretadas como meros criterios de tolerancia a instituciones preexistentes, pero tal criterio, sostenido por algunos autores musulmanes, no se tiene en cuenta, porque el texto coránico pretende ser asumido por completo sin evolución posible. Las interpretaciones alegóricas o analógicas, tan fundamentales en la teología cristiana, son consideradas heréticas, y han sido condenadas por sistema por la universidad de Al Azhar.

La falta de una autoridad central ha tenido, en ese sentido, un efecto perverso pues cualquier grupo o ulema se ha sentido con capacidad en las últimas décadas para emitir fatwas con declaraciones de kafir o impío, reclamación directa al asesinato. Fue el caso del intelectual egipcio Farag Foda por oponerse a la imposición de la sharia[31], o de Nasr Abu Zeid, profesor universitario que se vio obligado a refugiarse en Europa cuando fue "divorciado" por un tribunal, pues un "apóstata" no podía seguir casado con una musulmana. O del premio Nobel de Literatura, Naguib Mahfuz, apuñalado, tras numerosas amenazas, por considerar sus novelas indecentes.

El fundamentalismo está seriamente instalado en el Corán. La insistencia en la verdad manifiesta y la justificación de la violencia abren un riesgo permanente de intensificar el rigorismo de la ortodoxia y emprender el camino de las armas, o a través del terrorismo o de la guerra. La idea integrista de que "el Islam es un sistema completo y total" no se compadece mal con el texto coránico en el que no existe diferenciación ninguna entre política y religión.

La concepción de la verdad manifiesta no sólo legitima el autoritarismo, lo precisa. Esa verdad ha de imponerse por el poder político, sin resquicios para la autonomía personal, ni espacio para la discusión, mediante la adhesión a la ortodoxia. De esa manera, una de las materias tradicionalmente prohibidas en el mundo islámico es el derecho político.
Ya hemos visto como la escisión chíi se produjo por una discusión sobre la esencia del poder islámico, por considerar necesario la continuidad carismática de los herederos del Profeta. La concepción del poder islamista es teocrática. Pero si los chíies resolvieron su derrota y contradicción mediante la curiosa forma mesiánica de que Alí y aún más su hijo Husein, se "ocultaron" en vez de morir, y reaparecerán en otro momento de la historia, el islamismo en su conjunto vive en una contradicción más profunda, intensificada desde la desaparición del califato otomano en 1924, último vestigio de poder central.

La idea de Hutginton de un Estado central capaz de aglutinar a la "civilización islámica" no es musulmana, pues el poder ha de ser personalizado, como lo fue la relación de Mahoma, jefe político y religioso, con Alá. Ese vacío enervante alimenta las fantasías de los islamistas.
Tahar ben Jelloun, escritor marroquí, ganador del Premio Goncourt, en relación con la situación actual, afirma: "es verdad que los árabes, que los musulmanes están a la búsqueda de un líder"[32]. La recreación en el integrismo de la umma como proyecto político comunitarista no ha resuelto, en ningún caso, el problema ni la contradicción. Ha producido dictaduras como la sudanesa. Pero el misticismo islamista, político-religioso, alimenta las expectativas del surgimiento de un califa, un líder carismático, señor de la guerra, tras cuyo imaginario no es difícil percibir el sueño iluminado de Osama ben Laden.

L.O.Por Enrique de Diego

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5.9.04

ENCICLOPEDIA DEL TERRORISMO ISLAMICO

Abel Salma Faraj

Ideólogo del grupo Al-Jihad, que en 1981 asesinó al presidente egipcio Anwar El Sadat. Propuso el retorno a la aplicación de la Sharia y el renacimiento del Mundo Musulmán a partir de su cumplimiento.
A él corresponde la innovación de basar su estrategia en una "guerra santa" ("yihad") que incluía el empleo de la violencia. El uso de la violencia que propuso Faraj se destinaba inicialmente a los apóstatas y privilegiaba de forma explícita "el exterminio de los líderes infieles"; aunque aludía también -y por vez primera- a la extensión de la yihad contra los enemigos externos del Islam.

Su obra principal, 'El deber desatendido' puede ser considerada como un manual de terrorismo: Promovía la eliminación de enemigos del Islam, musulmanes o no, mediante el asesinato; aconsejaba que la víctima debía ser previamente advertida de su condena a muerte, insistía en no producir víctimas inocentes en esos actos, valoraba a la infiltración como táctica para reunir la información; remarcaba la necesidad de no caer prisionero de las fuerzas de los enemigos del Islam ya que antes que entregar información al enemigo recomendaba el suicidio.

Bomba-Hombre

El suicidio está prohibido tradicionalmente en el Islam. En cambio, los hombres-bomba son a menudo identificados como mártires, dado que mueren matando en nombre de Alá y en defensa de la comunidad musulmana.
Así su acción queda justificada y cuenta además con un poderoso aliciente: la posibilidad de ser considerado un héroe en esta vida y disfrutar del paraíso en la próxima.

El uso de hombres-bomba contra civiles y no combatientes ha despertado la polémica en la comunidad musulmana, donde todas las posturas se sustentan en argumentos religiosos. Con todo, muchos líderes religiosos han publicado fatwas apoyando los ataques suicidas y mantienen que son necesarios.

Corán

Los últimos acontecimientos han llevado a muchas personas a preguntarse si el Islam anima a la violencia. En este sentido hay que decir que, el libro no apoya la violencia ilegítima. Sin embargo, en algunas partes del Corán sí se defiende una yihad defensiva. Así se observa en 2:190: "Combatid por Dios contra quienes combatan contra vosotros, pero no os excedáis. Dios no ama a los que se exceden".

Además, un aspecto fundamental es la exigencia del Corán de hacer un uso de la fuerza proporcional: 16:126: "Si castigáis, castigad de la misma manera que os han castigado".
Más duros son los llamados versos de guerra "repetidos muchas veces por los críticos para ilustrar la violencia innata del Islam- que animan a la matanza de infieles: "Cuando hayan transcurrido los meses sagrados, matad a los asociadotes dondequiera que les encontréis. ¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! (9:5).

Sin embargo, la Biblia judeo-cristiana posee fragmentos tan violentos como los del Corán. Noam Chomsly tiene un interesante libro sobre el tema, y su concepto de "Complejo de Sanson" en su libro The Fateful Triangle: The United States, Israel and the Palestinians (El Triángulo Fatídico: Estados Unidos, Israel y los palestinos) de 1983.

Dar al-islam

Este término se refiere a una división del mundo propuesta por el Islam tradicional según la cual el Dar al-Islam es la zona o "casa" donde moran las comunidades musulmanas.
Este espacio estaría enfrentado a los territorios ajenos (Dar al-Harb), donde el poder no está en manos de los musulmanes y conspira contra sus intereses. El Dar al-Harb estaría a su vez dividido en tres categorías: zonas donde el gobierno profesa y defiende el Islam (Darl el-Ahd), los lugares donde los mandatarios no profesan el Islam pero respetan a sus seguidores (Dar el-Suhl) y, finalmente, aquellos lugares donde los gobernantes no se vinculan jurídicamente con los musulmanes ni los reconocen de manera especial (Dar al-Dawa).

Ejército Islámico de Salvación (EIS)

Esta formación guerrillera, mayoritaria en la amalgama de grupos armados islamistas es, tras su formación, el brazo armado del FIS (Frente Islámico de Salvación, partido político creado en Argelia e ilegalizado en 1992).

El FIS se creó a finales de 1993 a iniciativa del propio partido islamista, que buscaba la unificación de los diferentes grupos armados de la resistencia contra el régimen militar, tras el golpe de enero de 1992. Tras la asunción de la dirección por parte de Madani Merzag, se impuso un código de conducta entre sus miembros para desmarcarse de las acciones indiscriminadas contra la población civil protagonizadas por el GIA (Grupo Islámico Armado).

Fatwas

Una fatwa es un decreto religioso de naturaleza inapelable. El ejemplo paradigmático de esta figura se remite a 1989, cuando Khomeini condenó a muerte al escritor Salman Rushdie mediante fatwas por su novela ‘Los versos satánicos’.

La condena de una fatwa no tiene límites temporales ni espaciales con lo cual supone la afirmación del derecho de religión sobre la soberanía de los Estados y el Derecho Internacional.

Grupo Islámico Armado (GIA)

Es el grupo militar más activo en Argelia, responsable de la mayoría de atentados transcurridos en la segunda mitad de los noventa. De difícil ubicación exacta en su nacimiento, este movimiento político-militar nunca tuvo como referente al FIS (Frente Islámico de Salvación) y ya antes de la ilegalización de éste inició la lucha armada contra objetivos militares, mostrándose en total desacuerdo con la línea institucional del partido islamista.

Según su programa, su objetivo capital es exterminar a todos los judíos, cristianos e infieles que habitan Argelia. En el año 1994 el GIA proclamó la instauración del 'Califato Islamico de Argelia', con capital en la provincia de Medea, despreciando a las demás fuerzas politico-religiosas, a las exigió unirse a sus filas unilateralmente y a las que amenazó si aceptaban cualquier tipo de diálogo con el poder militar argelino (en aquellas fechas había un intento de dialogo entre los militares y los dirigentes del FIS encarcelados).

Hermandad Musulmana

Nace en Egipto en 1928 y se extiende rápidamente por el mundo árabe. Aboga por la instauración en el Mundo Musulmán de sistemas de gobierno basados en las enseñanzas coránicas, siendo fuentes de cientos de radicales.
Cabe destacar que, hasta ahora, la mayoría de los terroristas islámicos eran de origen egipcio, saudí, yemení o kuwaití. Marruecos no era considerado un foco peligroso, ya que los marroquíes siempre habían ocupado puestos subalternos en la organización de Al Qaeda, porque no se confíaba en su capacidad de organización.

A propósito del 11-M, los expertos sostienen que aunque son marroquíes quienes han ejecutado el atentado, el verdadero cerebro es el jordano Abu Mussab Zarkaui –colaborador de Osama bin Laden- asentado en Irak.

Infiel

Son para los islamistas radicales todos aquellos que no son musulmanes o que han caído en las redes de la perversión occidental.
Estos son, junto con los apóstatas (musulmanes que no respetan la sharia), los objetivos prioritarios del terrorismo islámico, siendo tan importante acabar con unos como con otros.
De forma que desean tanto matar a occidentales, como a musulmanes que hayan aceptado vivir en Occidente y sus costumbrres..

Jarijíes

Son los miembros de una secta minoritaria extremista formada por musulmanes que, a raíz de la decisión del califa Alí de buscar una solución al conflicto, se escindieron de la primera comunidad musulmana.

La postura de Alí fue interpretada como un incumplimiento de los deseos de Dios, por lo que, finalmente, convencidos de que había cometido apostasía, le asesinaron. Creían que el mundo estaba dividido en el reino del Islam y el de los infieles. Han servido de inspiración a movimientos actuales tales como la Yihad Islámica o Al Qaeda.

Khomeini

En 1979 triunfa la revolución que eleva al poder en Irán al ayatollah Ruhollah Khomeini. Se instaura entonces un régimen de naturaleza teocrática que presta respaldo material a organizaciones musulmanas que operan en el mundo islámico, muchas de las cuales admitían el empleo de la fuerza como método para lograr sus objetivos políticos.

Esta es la primera vez que las vertientes fundamentalistas del Islam comienzan a entenderse como un peligro. Diez años más tarde, Sudán se convierte en el segundo Estado musulmán en adoptar el modelo teocrático.

Ley

Los musulmanes entienden como objetivo prioritario el riguroso cumplimiento de la Sharia (Ley divina cuya traducción significa "camino o sendero que conduce a la fuente"), que debe ser fuente de las leyes humanas.
El problema es que es difícil distinguir entre esta ley y la jurisprudencia ya que, en el mundo musulmán, las disposiciones jurídicas fueron surgiendo según lo exigían las circunstancias a través de interpretaciones del Corán.

Dichas interpretaciones se convirtieron en prescripciones jurídicas o fiqhs concretas con límite temporal que se emitían en casos concretos y que eran difícilmente extrapolables a otros casos.
Así, las fiqhs funcionaban como medios finitos y temporales para alcanzar el objetivo atemporal que es la Sharia.
Con el tiempo, esa jurisprudencia fue elevada casi a rango de Sharia y, a menudo, cuando se habla de aplicar la Sharia, no se habla más que de aplicar un conjunto de fiqhs que han perdurado en el tiempo, pero no son la Sharia misma, sino interpretaciones con las que en algún momento se pretendió cumplir esta Ley Divina.

Mustafá, Sukhri

Es un teórico islamista de mitad del S.XX que llegó a convertirse en líder de gran movimiento terrorista religioso ‘Anatema y exilio’, nombre que la policía y la prensa egipcia dieron a un grupo surgido en los años setenta, cuya verdadera denominación es Jamaat al Muslimin.

Shukri Mustafa, elaboró una doctrina según la cual las sociedades musulmanas habían renegado en la práctica del Islam, lo que equivalía a lanzar un anatema contra el conjunto de los musulmanes, excepto sus propios seguidores.

Estos últimos debían afrontar, pues, el exilio, como hicieron Mahoma y sus compañeros en Medina, aunque en este caso se trataría de un exilio interior, consistente en el rechazo total de las leyes e instituciones del Estado impío.
Estimaban que sería necesaria una larga preparación antes de afrontar la lucha armada contra el Estado, pero en la práctica, un asesinato cometido por los Takfir atrajo sobre ellos la represión y el propio Shukri Mustafa fue ejecutado en 1978. Sus ideas se englobarían dentro del salafismo y sirven de inspiración al terrorismo islámico contemporáneo.

Osama Bin Laden

Bin Laden nació en Arabia Saudí en 1957. Fue el decimoséptimo de los 52 hijos que tuvo su padre, un magnate de la construcción, que murió al chocar un helicóptero pilotado por un estadounidense.

De está forma Bin Laden heredó a los trece años 80 millones de dólares. Licenciado en Ciencias Económicas e Ingeniería, tuvo una educación bastante occidental. Pronto entró en contacto con ideas radicales islámicas y su vida cambió completamente. Marchó a Afganistán, donde luchó contra los soviéticos con entrenamiento y ayuda norteamericana.

Pronto sus antiguos aliados se convertirían en sus nuevos enemigos. Bin Laden acusa a EE.UU y occidente de ocupar tierra santa, ser enemigos del Islam y apoyar la causa israelí, a la vez que llama a la unión de todos los musulmanes para la Yihad.
Los 1.000 millones de dólares que se le calculan como patrimonio, sirven para financiar Al Qaeda y guerrillas radicales islámicas en todo en el mundo.

Qutb, Said

Las obras de Sa’id Qutb han sido una de las bases del desarrollo del fundamentalismo islámico. Qutb entró en la cárcel debido a su oposición al régimen del Presidente Nasser y una vez en prisión escribió su obra más importante ‘Jalones en el camino’ (1964), cuya influencia aún se aprecia en muchos programas electorales de los partidos islamistas desde Marruecos a Egipto.

Said Qutb defiende la recuperación de la pureza del Islam, que coincide en el tiempo con las tres primeras generaciones desde Mahoma. Una utopía perfecta según Qutb que, a diferencia de las de Platón o Tomás Moro, es posible en la medida en que ya existió en el pasado.

El modelo social planteado tropiezan con una gran dificultad: la colonización y la hostilidad de Occidente. La solución, según Qutb está en manos de todos los musulmanes: 'el Corán que ayudó al llamamiento del Islam está ante nuestras manos. Incluso las resoluciones que había tenido el Profeta- que la paz y la bendición de Dios sean con Él- y su piadosa conducta, están también en nuestras manos como estuvieron entre las manos de la primera generación, que fue única en la Historia'.

Resentimiento

El antiamericanismo y más reciente antieuropeísmo es un sentimiento muy extendido en las sociedades árabes y musulmanas "incluso fuera de ellas-.
Dicho sentimiento ha sido alimentado por el odio ciego y el fanatismo religioso de los radicales, pero también por la frustración presente en el mundo musulmán generada por la política estadounidense y europea.

Salafismo

Es la doctrina de pensamiento de la cual que se alimentan la mayoria de los grupos terroristas islámicos. Entre los teóricos más importantes se destaca Ibn Taymiya, como creador de esta corriente en el S.XIV. En el S.XX los teóricos más influyentes fueron Said Qutb, Sukhri Mustafá y Abel Salam Faraj.

Taymiya, Ibn

Taymiya, Ibn (1263-1328) Este pensador puede ser considerado como el primer salafista de la Historia. Este filósofo defendió ya en el S.XIV la necesidad de creer en la unidad y la omnipotencia de Alá, entendiendo que la sharia (ley divina, fruto de la interpretación del corán) debe ser la única ley que impere en la tierra, por encima de cualquier ley humana.

Taymiya habló ya de expandir la yihad, es decir, de expandir la sharia como única forma de orden en el mundo. Explicaba a los combatientes que: 'Si morís o sois muertos combatiendo en el sendero de Dios, alcanzaréis la indulgencia y la misericordia de Dios. Esto vale más que todas las riquezas que podéis juntar. Ora muráis de muerte natural, ora seáis muertos, Dios os recibirá en el día del juicio'.

De su doctrina derivan las corrientes salafistas y wahabbistas posteriores, en las que se sustenta el terrorismo. Sin embargo, acusar a este pensador de apologista de terrorismo es un error teorico, con consecuencias politicas nefastas. Es un anacronismo historico que no se puede cometer, asi como de un tenor etnocentrista importante, que olvida las cruzadas cristianas y su justificacion teológica. El terrorismo no se desprende necesariamente de estas doctrinas.

Ulema

Son eruditos religiosos musulmanes, profundamente respetados. Pero no todos los ulemas siguen la misma doctrina, dadas las distintas interpretaciones del Corán. Algunos son radicales y emplean el poder que ejercen sobre los fieles como acicate del terrorismo islámico.

Wahabbismo

Ibn Abdul Wahhab (1731-1787). Fue el teólogo que, en la tradición procedente de Ibn Taymiya (1263 - 1328), formuló la corriente del wahabbismo en Arabia Saudí. La escuela jurídica -en realidad teológica- hanbalí es la más rigurosa de las existentes en el Islam sunnita.

Establece que la sharia (ley islámica) proviene de exclusivamente del Corán y de la sunna o seis compendios de hadits (tradiciones complementarias del Corán que recogen los hechos y las palabras de Mahoma). Rechaza la jurisprudencia no coránica. Sus postulados son prácticamente los mismos que los del salafismo combatiente, sólo que este último se ha ido radicalizando con el tiempo, mientras que el wahabismo es más moderado.

Yihad

Es un concepto que tiene dos significados posibles. El primero hace referencia a una lucha interna destinada a lograr mejores individuos, espiritualmente más elevados.

En un segundo sentido la yihad puede entenderse como lucha externa o defensa de la comunidad ante una agresión previa. Así dice el Corán: 'Combatid por Dios contra quien combata contra vosotros, pero no seáis vosotros los agresores. Dios no ama a los agresores'.

4.9.04

Traducción de la Película Submissión.

Sumissión:

El cineasta holandés Theo Van Gogh fue asesinado en su país por un musulmán tras el pase en televisión de su cortometraje "Submissión", con guión de la diputada Ayaan Hirsi Ali, de origen somalí y afincada en Holanda, quien se basó en sus experiencias de mujer bajo el yugo del Islam, Ayaan Hirsi Ali está amenazada de muerte.



SUMISSIÓN - un cortometraje de Theo Van Gogh, sobre guión de Ayaan Hirsi Ali.

Una mujer cubierta con un velo de pies a cabeza se aproxima a la cámara, se arrodilla, extiende una alfombrilla y comienza una oración.

Alá es grande. En el nombre de Alá, el Compasivo, el Misericordioso. Alabado sea Alá, Señor del mundo, el Compasivo, el Misericordioso, Rey del Día del Juicio. Te adoramos, y te pedimos ayuda. Guíanos por el buen camino, el de aquellos que has colmado de gracia, no el de aquellos que han sufrido tu ira, ni el de los que se han apartado del camino. Amén.

La mujer se incorpora y comienza su monólogo. Oh Alá, mientras yazgo aquí herida, mi espíritu roto, oigo en mi cabeza la voz del juez que me declara culpable (mientras habla, se escuchan latigazos y aparecen flashes de una mujer herida por el látigo). La sentencia a la que debo someterme está recogida en tus palabras: "La mujer y el hombre culpables de adulterio y fornicación sean golpeados con cien azotes, sin compasión, según el modo prescrito por Alá. Si crees en Alá y en el Último Día, entonces permite a los creyentes ser testigos de su castigo". (Corán 24:2)

Pausa.

Hace un año, en un día de sol, mientras estaba en el zoco, mis ojos fueron atraídos por los de Rahmán, el joven más guapo que jamás haya encontrado. Después de aquel día, no pude evitar sentir su presencia cada vez que me acercaba al mercado, y me ilusioné cuando descubrí que sus apariciones en el bazar no eran simple coincidencia.
Un día, él (larga pausa) sugirió que nos encontráramos en un lugar secreto. Y yo acepté. Y desde entonces nuestra relación se profundizó, y de nuestro amor una nueva vida comenzó a crecer. Nuestra felicidad no pasó inobservada. Tras no mucho tiempo, las miradas cedieron espacio a las lenguas malévolas. Ignorábamos a estas personas, Rahmán y yo nos entregábamos el uno al otro, y nos encomendábamos a la piedad de Alá. Ingenuos, jóvenes. Y enamorados, tal vez. Pero nosotros pensábamos que el Señor estaría de nuestro lado. Rahmán y yo compartíamos afecto, fé y un profundo respeto el uno por el otro. ¿Cómo podía Alá desaprobar todo esto?

Pausa.

Cuando cumplí los dieciséis años, mi padre vino a la cocina: "Te casarás con Haziz", me dijo (mientras habla se ven imágenes de una mujer desconsolada vestida de novia). "Viene de una familia virtuosa y sabrá hacerse cargo de tí". El día de mi matrimonio fue una celebración para mi familia, más que mía. Una vez juntos en casa, mi marido se me acercó, y desde entonces su roce me disgusta. Su olor me repele, aunque haga poco que se ha duchado. Con todo, oh Alá, obedezco sus órdenes según tus palabras, y dejo que me posea. Porque cada vez que yo le rechazo, él me recuerda tu voluntad: "El periodo de las mujeres es cosa impura, por lo tanto mantenlas lejos de tí mientras tengan el periodo, y no te acerques a ellas hasta que sean puras. Pero cuando se hayan purificado, puedes acercarte a ellas de cualquier manera, en cualquier hora o lugar permitido por Alá. Porque Alá ama a aquellas que se mantienen limpias y puras". (Corán, 2:222)

Aparece la imagen de una mujer que yace semivestida, con el rostro tumefacto, temblando en un rincón.

Oh Alá, Altísimo, Tú dices que los hombres son los protectores, el sostén de las mujeres, porque les has dado más fuerza. Pues bien, yo siento al menos una vez a la semana la fuerza del puño de mi marido sobre mi rostro (mientra habla, se ven flashes de la mujer golpeada). Oh Alá, Altísimo, la vida con mi marido es dura de soportar, pero yo someto mi voluntad a la tuya. Mi marido me mantiene con sus medios, y por éso yo le soy devota y obediente, y en ausencia de mi marido custodio aquello que me ordena custodiar. Pero mi marido, mi protector, teme que yo no le sea fiel, que yo tenga una conducta malvada. Me acusa de ser una ingrata y encuentra siempre una razón para poner en duda mi fidelidad. Y después de una serie de amenazas y advertencias, se decide a pegarme (se oye un latigazo).

Pausa.

Oh Alá, el Grande y Misericordioso, como Tú ordenas a toda mujer creyente, yo me cubro con el velo y custodio mi modestia. No muestro nunca mi belleza ni mis joyas, tampoco mi rostro ni mis manos, camino de modo que no llamo la atención sobre mis adornos escondidos, tampoco en las fiestas. No salgo nunca de casa, a menos que sea absolutamente necesario. Y aun en estos casos, siempre con el permiso de mi padre. Y cuando salgo, velo mis formas, según lo que ordenas. De vez en cuando, peco. Tengo la fantasía de sentir el viento a través de mis cabellos, el sol sobre mi piel, en la playa. Sueño con los ojos abiertos en un largo viaje a través del mundo, imaginando todas las personas y todos los lugares que existen allá fuera. Claro que yo no veré nunca estos lugares, ni me encontraré con mucha gente, porque es muy importante que yo custodie mi modestia, según tu voluntad, oh Alá. Así, con alegría, yo hago lo que tu ordenas, y cubro mi cuerpo de la cabeza a los pies (mientras habla se ven imágenes de una mujer rígida y silenciosa cubierta con velo de pies a cabeza). Salvo cuando estoy en casa con la única compañía de los miembros de mi familia. En general, estoy muy satisfecha con mi vida. No obstante las cosas han cambiado desde que el hermano de mi padre, Hakim, se vino a vivir con nosotros. Hakim espera a que yo esté sola en casa, entra en mi habitación (se expresa con creciente indefensión y desconcierto), y me ordena que le haga cosas, que le toque las partes íntimas de su cuerpo. Así que, desde que mi tío está con nosotros, he iniciado el hábito de llevar el velo incluso en casa, para desanimarlo. Pero ésto no lo detiene. Es más, esta vez me desgarra el velo, rasga mi ropa interior y me viola. Y cuando se lo he digo a mi madre, me dice que éso tengo que hablarlo con mi padre, pero mi padre me ordena que no ponga en duda el honor de su hermano. Yo siento un dolor profundo cada vez que mi tío se me acerca, me siento como un animal en la jaula que espera ser sacrificado, me lleno de sentimiento de culpa y de vergüenza. Me siento abandonada, aunque esté rodeada de mi familia y los amigos. Oh Alá, Hakim se ha marchado, ahora que sabe que estoy encinta.

Aparecen imágenes de la mujer maltrada, la novia y la mujer velada de pies a cabeza.

El veredicto que ha matado mi fé y mi amor se encuentra en tu libro sagrado. La fé en tí, la sumisión a tí, los veo como una traición a uno mismo. Oh Alá, Tú que das y que quitas la vida, has ordenado a todos los creyentes que se entreguen a tí... ¿para obtener ésto? (se oye un latigazo). En toda mi vida no he hecho otra cosa que entregarme a tí y, ahora, mientras bajo el velo te pido por mi salvación, Tú permaneces silencioso. Como la tumba que anhelo.
La mujer vuelve a arrodillarse y continúa su oración.Alá es grande. En el nombre de Alá, etc.

FIN