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20.11.05

París: Una crisis de amplio alcance


Fractura étnica, social, generacional y cultural

Dos semanas de incendios, muerte y violencias suburbanas están dejando al descubierto la emergencia traumática de una Francia multiétnica, multicultural, multirreligiosa, en profundo conflicto consigo misma, con sus raíces y traumático presente, angustioso, dramático, con estallidos de cólera, desesperación y nihilismo de distinta naturaleza.

A primeros de septiembre, Patrick Le Lay, presidente y director general (PDG) de TF1, primer canal nacional de televisión (privado), y una de las personalidades más influyentes de los medios de comunicación europeos, declaraba a la revista Bretons: «Me siento un extranjero en Francia. Y Francia, su sistema jacobino, su sistema administrativo, están consumando el genocidio cultural de la lengua bretona, a la que no se concede el derecho a la existencia.
Los bretones estamos en un país con una cultura oprimida. La cultura bretona sufre del terrorismo intelectual de Francia».

Para intentar comprender el alcance de una afirmación de ese tipo, en Francia, es necesario imaginarla en boca de un vasco que fuese director general de TVE, en Madrid, e hiciera tal afirmación refiriéndose al euskera.
El nihilismo de Patrick Le Lay no tiene nada que ver con la fractura étnica, social, generacional y cultural que ha precipitado dos negras semanas de disturbios suburbanos, pero sí subraya la «mala integración» de muchos franceses de distinto origen étnico, cultural y religioso en una Francia bloqueada por veinticinco años de inmovilismo de izquierda (Mitterrand) y derechas (Chirac).

La Francia de hoy, como la Francia de hace medio siglo, es sencillamente incomprensible sin la aportación capital de inmigrantes e hijos de inmigrantes.
En el gabinete ministerial de Nicolas Sarkozy hay hombres y mujeres de origen norteafricano. Durante muchos años, los discursos de Lionel Jospin, líder socialista, estaban escritos por el hijo de un emigrante español. La número dos de la alcaldía de París (Anne Hidalgo) es hija de españoles, como Manuel Valls, hijo de uno de los grandes pintores figurativos, españoles, de nuestro tiempo, Xavier Valls.
Uno de los presentadores de TV más famosos es de origen griego. Y en la selección nacional de fútbol hay quince jugadores originarios de Senegal, Costa de Marfil, Martinica, Camerún, el Zaire, las Antillas, Isla Mauricio.

Entre los grandes prefectos de Francia, hay varios de origen norteafricano. En los últimos JO, Francia se hubiese quedado muy fuera de juego sin la presencia de grandes atletas de distinta etnia y religión que ganaron el oro y la plata nacionales.
El tenis o el baloncesto francés serían insignificantes sin la presencia de grandes deportistas negros.
Roland Garros nació en La Reunión. En bastante medida, la cultura francesa del último siglo está marcada significativamente por los escritores de expresión francesa nacidos en Senegal (Senghor) o las Antillas (Aimé Cesaire).Ese mestizaje profundo no es nada nuevo. Los aficionados al fútbol recordarán que Raymond Kopa era de origen polaco, Platini de origen italiano. Zidane es berebere. Ben Barek era argelino-marroquí. Los padres de Luis Fernández son andaluces. Marcel Desailly, seleccionado en casi un centenar de ocasiones en el equipo nacional, nació en Ghana. Todos ellos se criaron en barrios de una pobreza angustiosa.

Entonces, ¿qué ha ocurrido?

¿Qué ha ocurrido? ¿Porqué estallan ahora las crisis de «inmigración» e «integración».
De entrada, los millares de detenciones están poniendo de manifiesto algo muy simple: no se trata de violencias consumadas por «inmigrantes». La mayoría de los violentos son franceses de distinta raza y confesión religiosa. Y, en esta ocasión, los musulmanes agresores son muy minoritarios.
Se trata pues de estallidos de violencia de niños, adolescentes y jóvenes franceses que viven en barrios mucho mejores que los barrios donde se instalaron sus padres, donde el Estado invierte cada año entre 6.000 y 8.700 millones de euros (2006) para aportar ayudas a la integración a unos 750 suburbios con problemas, en toda Francia.

A nadie se le oculta que el catastrófico hundimiento de la escuela pública francesa es uno de los elementos capitales de la crisis en curso. Pero hay otros indicadores significativos.
Las declaraciones de Patrick Le Lay a Bretons son sintomáticas como manifestación de nihilismo absoluto. El PDG de uno de los medios más poderosos de Europa, afirma que París está cometiendo un «genocidio» cultural en Bretaña.
Si eso es lo que piensa un hombre rico, culto e influyente, ¿qué puede pensar un joven desorientado en un suburbio? Desde hace años, los sociólogos estudian el problema de la «importación» de la tragedia de Oriente Medio a los suburbios franceses. Con una consecuencia bien conocida: estallidos recurrentes de violencia racista, perpetrada por jóvenes musulmanes «de izquierdas» contra sinagogas, escuelas y cementerios judíos. Ni la policía, ni las instituciones judías o musulmanas, ni los medios de comunicación, ni la opinión pública, han detectado problemas de ese tipo en la crisis en curso, que tiene otra naturaleza.

Hace días, un grupo de cantantes, artistas e intelectuales franceses -de origen norteafricano, caribeño y de Oriente Medio- publicaron un documento de protesta contra la violencia, convocando una manifestación en la explanada de los Inválidos, una de las panorámicas más excepcionales del mundo. Apenas 300 personas participaron en esa manifestación, apoyada por un centenar de asociaciones.

Ningún sindicato ni partido político consideró oportuno sumarse a la manifestación. Por el contrario, a esa misma hora, los Campos Elíseos, muy próximos, estaban «tomados» por la policía, los CRS (Compañías Republicanas de Seguridad, antidisturbios) y los gendarmes móviles, «blindados» contra la amenaza de bandas de adolescentes franceses, inmigrantes y no inmigrantes, de quienes se temía que pudieran precipitar una noche de disturbios en la legendaria avenida.

Históricamente, los Campos Elíseos empiezan en la Plaza de la Concordia, donde estuvo instalada la guillotina durante el Terror (1793). Esa avenida es el escenario de los grandes desfiles militares de la nación. Y es el espacio urbano que las fuerzas del orden intentan defender, marcialmente, contra las bandas que también sueñan con destruir y pegar fuego a los escaparates más lujosos.
¿Con qué fin? Se ha hecho célebre la versión actual de una reflexión canónica del racionalismo francés: «Mato a un vecino, prendo fuego a una escuela, incendio coches, luego existo».

Lo que piensan (y viven) niños y jóvenes franceses

En el corazón de París, las escuelas donde deben convivir alumnos judíos y musulmanes están siempre al borde de la más explosiva crisis, con incidentes permanentes.

Las familias que pueden huyen de las escuelas donde hay niños franceses de raza negra y origen caribeño o africano.
En algunas escuelas de referencia católica, dependientes directamente del arzobispado, se ofrecen menús especiales para musulmanes y judíos.

En barrios parisinos, judíos y musulmanes han abierto escuelas «propias», que niños y adolescentes de la confesión rival manchan con pintadas, cuando no atacan a pedradas.
El término «racaille» (basura, escoria, etc.) que se le reprocha a Nicolás Sarkozy, ministro del Interior, forma parte del lenguaje más habitual de los colegios más selectos y caros.

En los colegios menos selectos es de uso común decir: «yo f.. a tu madre». Frase célebre puesta en circulación por un famoso grupo de rap, hace años, defendido, en su día, por Jack Lang, ministro de Cultura. Las consecuencias de tales derivas han quedado bien ilustradas durante esta crisis.
Ante las cámaras de TV, un grupo de simpatizantes de los violentos intentaban explicar su visión de la crisis. Un periodista lanza esta percha: «... vuestros amigos han quemado una escuela, un polideportivo, e incendiado muchos automóviles... la escuela y el polideportivo se construyeron el año pasado, para combatir los problemas de inmigración, justamente...».
Y un cabecilla responde, airado, gritando: «... ¡y que...! ¡¿no se puede protestar porque nos construyan cuatro escuelas???!!!». Ni al periodista ni al joven se les ocurrió pedir una «explicación» por la «necesidad» de «protestar» quemando a una anciana paralítica, encerrada en un autobús ardiendo.

Juan Pedro Quiñonero (corresponsal en Paris)

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