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21.4.06

Españoles misioneros.... de Alá (2)

EL CUÑADO EMIR DE LA MINISTRA

Aureliano, ahora Mohamed, es la autoridad musulmana en la capital de Chiapas. Repudia la democracia, condena el terrorismo del 11-M, afirma que en el capitalismo los políticos son manejados como títeres, incluida, se supone, la mujer de su hermano, Carmen Calvo, la titular de Cultura.

«Lo que ha sucedido esta noche es lo más importante que ha acontecido en Chiapas en los últimos 500 años. Habéis participado en la ceremonia de purificación de la primera madrassa que existe en América Latina. Y, sin duda, a partir de hoy, habrá un antes y un después en la expansión del Islam en este continente».

Son las dos de la madrugada del jueves y el silencio es espeso en San Cristóbal de las Casas. Unas 80 personas contenemos la respiración sentados en el suelo del pequeño recinto que conforma la escuela coránica. Los hombres estamos en la sala grande. Las mujeres, a nuestras espaldas, se apiñan en una más pequeña. Ellos con chilaba blanca y gorro verde. Ellas también con chilabas de vivos colores y pañuelo en la cabeza.

La mitad de los asistentes tiene marcados rasgos indígenas. La otra mitad somos gueros, como llaman aquí a los de tez blanca y cara caucásica. Los hombres blancos lucen cuidadas barbas.Los indios apenas un vello ralo. El que habla es de los primeros: le sobran kilos y energía, su mirada es firme e incisiva y su voz es enérgica, con un acento español donde los haya.

Con el Corán ya cerrado es el centro único de todas las miradas.Por algo es el emir de esta comunidad islámica: Mohamed Nafi'a, «el útil», «el beneficioso» como indica su nombre árabe, don Aureliano Pérez Yruela para los que le conocen de toda la vida y según reza en su DNI español expedido en Granada.

El periodista, con las articulaciones doloridas después de cuatro horas sentado en el suelo y con el corazón todavía acelerado tras participar en la primera ceremonia sufí de su vida, vuelve la vista a su alrededor tratando de comprender cómo ha llegado toda esta gente aquí.

Hace 478 años que los indios chamula, nativos de la región, vieron aparecer a los primeros españoles al mando de Diego de Mazariegos, uno de los capitanes de Hernán Cortés. Los que no quisieron plegarse al poder de los conquistadores, se suicidaron (unos 2.000, según las crónicas) arrojándose al río.

Además del idioma y su cultura, los españoles dejaron en San Cristóbal la belleza arquitectónica de sus casas, una joya urbanística colonial hoy Patrimonio de la Humanidad.
Con ellos llegaron también los evangelizadores católicos, que con la cruz y la espada les contaban a los indiecitos las historias de sus inmediatos antepasados que acababan de echar de la Península Ibérica a los «infieles moros».
Y hoy, casi cinco siglos después, ¡paradojas del destino!, el Islam contraataca de nuevo a través de la palabra y obra de don Aureliano, o mejor, Mohamed Nafi'a, y su gente, convertidos en misioneros de Alá y empeñados en convertir a los descendientes de los mayas al Islam.

Aureliano, de 52 años, casualmente es el cuñado de la actual ministra de Cultura del Gobierno socialista, Carmen Calvo. Ésta está casada con uno de los cuatro hermanos del converso español:
Manuel Pérez Yruela, director del Instituto de Estudios Sociales de Andalucía, peso pesado en el ámbito universitario andaluz.

«Te voy a hacer una confidencia», dice soto voce Aureliano, «pero por favor no la publiques, uno de mis hermanos está casado con la ministra de Cultura...». «Ya lo sabíamos...», le responde el periodista. «Todo bien, en realidad apenas tenemos ningún trato. Hace siete años que no voy a España y ellos tampoco han venido a verme». La ministra Carmen Calvo también asegura que apenas tiene relación con su pariente emir.

Aureliano Pérez predica un Islam sufí, relajado en sus formas y profundo en sus contenidos. Por el día se le puede ver moviéndose de un lado a otro de la ciudad vestido de traje y corbata conduciendo un enorme coche azul. Su locuacidad se transforma en solemnidad al traspasar los muros de su Dawa, o comunidad, levantada en uno de los arrabales de San Cristóbal, donde vive con otra media docena de familias españolas, 50 miembros en total.

Se convirtieron al Islam hace 20 años en la lejana Granada donde se les conocía como los «morabitos».
Tiene nueve hijos, de dos matrimonios, y se muestra encantado por todo lo conseguido hasta ahora: medio centenar de indios convertidos, varios negocios gremiales (pizzerías, carpinterías, venta de miel) que prosperan poco a poco y el reconocimiento de sus acólitos para los que representa algo más que un pastor que cuida de su rebaño.

«En el Islam, el emir concentra todos los poderes de la comunidad.Ésta es la base de nuestra estructura. No entendemos la separación del poder divino y humano. Todos juntos formamos una asamblea transparente a los ojos de Dios. ¿Democracia? No, nosotros no creemos en ella.

El voto es la negación de la política, que es natural en el ser humano. Es el peor de los sistemas políticos, el mandamiento perverso del capitalismo que alimenta la injusticia social en el mundo y permite que manden unos pocos a los que nadie conoce y que manejan a los políticos como si fueran títeres.
Yo no he votado nunca y me enorgullezco de ello», dice reconociendo que no le importa nada la consecuencia de sus palabras en una sociedad que sí cree en la democracia.

«El Islam no es una religión, es una forma de vida, algo que escapa a tu elección. Es el mensaje definitivo. No hay más apertura espiritual que el mensaje de Alá y su profeta. Y no me importa que me llames excluyente porque, efectivamente, lo soy totalmente.
Alá me ha dado una misión, me ha ungido con su Din para predicar su palabra y llevar su verdad a este mundo perdido. Y no me importa que lo escribas porque ése es mi destino», continúa mirándome fijamente a los ojos.

Su peripecia vital no deja de ser paradójica. Nacido en el seno de una familia de clase media, se formó con los jesuitas de Granada y estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Valencia.
Bebió de las fuentes del marxismo y se hizo ateo tras una crisis de fe a los 15 años. «Esas crisis sólo se dan en el cristianismo.
Es imposible que eso ocurra en el Islam», afirma. Después se dedicó a la enseñanza hasta que una nueva crisis existencial le llevó a convertirse en artesano y se dedicó a fabricar cestos de mimbre en un aislado pueblo de Córdoba.

Aún así, su corazón seguía atormentado. Por eso decidió retirarse al monte, en la sierra de Huelva, donde vivió casi dos años.Como un eremita, esperó en una cueva una señal que reorientara su vida. «Ya tenía una inquietud espiritual que no me dejaba vivir. Y, sin embargo, no quería saber nada de las religiones estructurales.
En aquella época ya había hecho varios viajes a Marruecos y en aquel monte me asaltaban aquellos recuerdos y siempre me hacía la misma pregunta: "¿Por qué me siento tan bien allí?" Me acordaba, especialmente, de la paz en el tiempo de Ramadán, aunque no pensaba, ni por asomo, en convertirme al islam».

Hasta que una noche, Aureliano tuvo un sueño. «En él estaba volviendo a mi cueva cuando vi un círculo de ancianos vestidos de blanco que rodeaban un pequeño árbol verde que estaba en el centro.Me acerqué y uno de ellos me invitó a entrar en el círculo.

"Todo lo que estás buscando lo tienes en ese árbol", me dijo, y entonces me desperté muy sofocado. Tomé la decisión de partir en su busca.Cogí un autobús a Granada y el destino, ham du lih lah, quiso que en la misma estación, nada más bajarme, encontrase a un viejo amigo al que no veía desde hace más de 10 años y que se había convertido al islam.
Ahí decidí seguirle y tomé la sahada (conversión) y me rendí definitivamente», recuerda sin nostalgia.

En Granada formó piña con aquel puñado de conversos españoles que, siguiendo los pasos del Chej Abdul Qader al-Morabit -un converso británico llamado Ian Dallas- luchan desde entonces por recuperar la tradición musulmana malekita en Al Andalus de forma pacífica. Y, 10 años después, ya casado y con varios hijos, comenzó su epopeya mexicana...

VENDEDOR DE CORANES
A finales de 1994, Aureliano, ya Mohamed Nafi'a, se vino al país americano a vender coranes en la feria del libro de Guadalajara.El viaje no debía de durar más de tres semanas, pero el alzamiento zapatista puso a Chiapas de moda.
Seducido por la última revolución romántica del siglo XX, se plantó, junto a cientos de extranjeros inquietos, en San Cristóbal de las Casas para conocer más de cerca la doctrina de igualdad social que predicaban el subcomandante Marcos y su gente. «En cuanto puse el pie en Chiapas quedé deslumbrado y me dije: "Si no eres capaz de traer el Islam a esta gente, no puedes llamarte musulmán. Aquí está la paja y yo soy el tizón.Vamos a prender un fuego que nadie podrá apagar". Y decidí quedarme», recuerda el emir.

Mientras esperaba la llegada de su familia, Aureliano montó un diminuto locutorio telefónico con el poco dinero que tenía. Después llamó a sus compañeros del camino espiritual y al año siguiente llegó el otro pionero: Esteban López, Idriss, granadino como él, ahora con 54 años, de cristiano pintor artístico y de musulmán diseñador de muebles, que también se instaló en San Cristóbal con los suyos.

Juntas, las dos familias montaron la primera panadería de la ciudad (150.000 habitantes) en un pequeño almacén sin ventanas. El negocio creció como la espuma y acabó convirtiéndose en la pizzería La Alpujarra. Luego abrió una sucursal en la cercana ciudad de Comitán donde también pegó fuerte.

El siguiente en apuntarse a esta misión fue Javier Coy, Ibrahim, de 44 años, nacido en un pueblo de la serranía de Albacete y carpintero de profesión. El recién llegado sintió que estaba en su casa cuando, desde el avión, vio los enormes bosques que abundan en el estado. Una carpintería, hoy casi convertida en aserradero, fue el siguiente y próspero negocio levantado por los musulmanes españoles en San Cristóbal.

UN APICULTOR GALLEGO
Javier Lago, Suleiman, gallego de 40 años, vino a completar este cuarteto al cambiar su proyecto vital como empresario anticuario, por el de apicultor -entre otras cosas- para comercializar la miel chapaneca, la segunda más famosa del mundo después de la de la Alcarria. Tres gremios, varios pioneros y un sólo objetivo común: establecer la primera comunidad islámica en este rincón de América.

La primera conversión masiva sobre la población indígena chamula se produjo en septiembre de 1996, durante la celebración de la tradicional fiesta musulmana del cordero. Ahí fue cuando Anastasio Gómez, Ibrahim, 22 años, indio tzotzil, se convirtió en uno de los primeros nativos locales en tomar la sahada.

Los tzoziles o chamulas, más del 50% de la población de Chiapas y descendientes directos de los mayas, viven una convulsa etapa de conflicto religioso que los ha dividido. Influenciadas por misioneros norteamericanos, muchas familias de su aldea principal, San Juan de Chamula, abandonaron su tradicional y peculiar catolicismo para hacerse evangélicos.
Esto provocó enfrentamientos con el resto del pueblo y la expulsión finalmente de los evangélicos (unos 30.000 hasta ahora), que acabaron asentándose en las afueras de San Cristóbal.
Anastasio es nieto de Miguel Gómez, Caxlan (término que se emplea para dirigirse despectivamente a los extranjeros). Fue el primero de su tribu en hacerse evangélico y también uno de los primeros expulsados, con su familia. Acabó asesinado por unos caciques de su etnia. Su nieto, Anastasio, arrastró posteriormente a su familia hacia el Corán y hoy todos son mahometanos.

COMER DEL MISMO PLATO
«El Islam tiene un mensaje completo para nosotros porque en el momento en el que tocas con tu frente el suelo postrándote ante Alá, sientes que es algo sólido», asegura Ibrahim cuando le pregunto por los atractivos del Islam para un indio maya.

«Nuestros antepasados abrazaron la fe católica para camuflar sus antiguas creencias. Pero, poco a poco, el cristianismo hizo que perdiéramos algunas de nuestras costumbres básicas. El Islam nos ha devuelto, por ejemplo, el hecho de comer todos del mismo plato, el respeto a los ancianos, la posibilidad de tener varias mujeres y nuestro antiguo calendario lunar».

Anastasio acabó casándose con Yanna, de 20 años, a su vez hija de Esteban López, Idriss, el segundo pionero de los musulmanes en Chiapas. Tienen dos niños, Ismail y Laila, ya nacidos en el Islam y que forman la primera generación de chamulas y españoles musulmanes.
Hoy, junto con Anastasio y su familia, más de 300 indios tzoziles siguen la senda de la comunidad de Aureliano a través de el Corán. A algunos, el emir incluso se los ha llevado en sus peregrinajes a la Meca.

Durante la ceremonia del Dicra (la purificación sufí), en la inauguración de la Madrassa, los tzoziles se afanaban por cantar las suras del Libro sagrado en árabe. Y lo hacían sin demasiada dificultad. Incluso, los versos en árabe sonaban semejantes a su lengua maya. Aureliano los mira orgulloso. Se sabe su emir.Y ellos le respetan como tal.
El antropólogo local, Gaspar Morquecho, asegura que la comunidad musulmana de Chiapas, recibe apoyo financiero de países islámicos como los Emiratos Arabes Unidos, que también financiaron a los morabitos de Granada para la construcción de su mezquita.

Llega el momento de las preguntas incómodas: el 11-S, el 11-M, los suicidas, la yihad, el papel de la mujer... «El Islam que predicamos no tiene nada que ver con eso. Los talibanes eran gente odiosa que pervirtieron nuestra fe castigando a las mujeres, por ejemplo.
Y el terrorismo es deleznable. Alá no permite el suicidio. Él dejó dicho que la pena del suicida es repetir ese trance terrible eternamente en el fuego del infierno. Ése es el perfil del terrorista: un árabe, resentido, que no conoce el Islam y que castiga a las mujeres.
Yo siempre intento que no nos confundan con árabes. Por eso reafirmo mi españolidad. Ese islam del Golfo, como el wahabismo, nos está haciendo mucho daño a todos. Porque tienen al pueblo muerto de hambre mientras nadan en un mar de riqueza. Nosotros no recibimos dinero de ellos. Sólo donaciones particulares...».

Aureliano desemboca en un torrente cuando le decimos que en una página web de internet se le acusa de haber estado detenido en EEUU y España por integrista, de haber combatido en la guerra de Chechenia, de haber ofrecido armas a los zapatistas a cambio de que se convirtiesen al Islam o de haber intervenido en favor de ETA escribiendo panfletos terroristas.

«Sí, un Bin Laden vamos. A EEUU no le gusta nuestra presencia aquí, tan cerca de su frontera y está presionando a México para que nos echen. Esos artículos salieron en la prensa sensacionalista norteamericana y a mí me dan risa. Por eso no concedemos apenas entrevistas porque no corren buenos tiempos para los musulmanes en el mundo...».

-¿Y justifica la yihad?

-El profeta justifica la Guerra Santa cuando es una pelea noble y con reglas como respetar los días de oración y no atacar a inocentes. Los que hicieron esos atentados en Nueva York o Madrid estaban locos. La única guerra que hicieron fue contra sí mismos y contra el islam.

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