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28.5.06
"Islamización desde los suburbios"
"Detrás del discurso islamista sobre la mujer hay un proyecto político fascista"
ENTREVISTA: FADELA AMARA Presidenta del movimiento "Ni Putas Ni Sumisas"
Fadela Amara nació en un suburbio de Francia, en una familia obrera de origen argelino. Tenía 14 años cuando uno de sus hermanos murió atropellado por un conductor borracho que nunca fue juzgado. Desde entonces lucha por la igualdad de derechos para los inmigrantes, segregados en barriadas que, por el abandono del Estado, se han convertido en guetos en los que tratan de enquistarse los islamistas.
En 2003, con un puñado de jóvenes, Fadela creó el movimiento Ni Putas Ni Sumisas, toda una provocación que responde a una frase habitual de los chavales de los barrios (“Todas putas menos mi madre”) y que puso a Francia ante su propia vergüenza: el infierno que padecen las mujeres de los suburbios, víctimas de segregación, matrimonios forzados, violaciones colectivas e incluso asesinatos de honor.
En Madrid, invitada por el Instituto Francés, Fadela, de 43 años, asegura que sólo haciendo valer los principios de la república laica puede combatirse el islamismo.
Pregunta. La opresión de las musulmanas en los suburbios franceses se reproduce en otros países europeos. ¿Es un problema de los barrios o del islam?
Respuesta. Hay que distinguir entre religión y tradiciones arcaicas. La interpretación de los textos religiosos siempre se ha hecho por y para los hombres.
Yo soy musulmana creyente y considero el velo como un instrumento de opresión contra la mujer. La historia del velo está ligada no tanto al islam como a sociedades patriarcales.
En esa tradición arcaica, la virginidad representa el honor de la familia y, en los suburbios de hoy, el honor de todo el barrio. Por eso hablamos de una regresión.
Las mujeres de mi generación habíamos logrado un poco de libertad: podíamos elegir al compañero o estudiar la carrera en otra ciudad. Hoy una chica del suburbio ve cómo todos los muchachos, en nombre del honor, se convierten en guardianes de su virginidad.
P. ¿Qué influencia ejercen los imanes en ese comportamiento?
R. Hay dos etapas. A finales de los ochenta emerge en los barrios el “islam de los sótanos”, grupúsculos islamistas bajo la batuta de imanes autoproclamados, que usan un discurso muy radical en relación con la mujer y apelan a la intervención de los muchachos.
Y ellos controlan a sus hermanas: no te vistas así, el maquillaje y los vaqueros se han terminado, de la falda corta mejor ni hablar…
Hoy, los islamistas tienen títulos universitarios e instrumentalizan el islam con un proyecto que no tiene nada que ver con nuestra república laica.
P. ¿Incluye a [el académico suizo] Tariq Ramadán en ese grupo?
R. La gente como Ramadán ha contribuido a la desintegración de la república y a la implantación del proceso comunitarista. Mucha gente de los barrios, discriminada, sin trabajo, piensa que Francia no les quiere. Mi generación se rebeló y salió a la calle.
Pero Tariq Ramadán capitaliza nuestra frustración y nos lleva a otro discurso: en nombre del islam, reencontrad vuestra dignidad, afirmaos primero como musulmanes y después, eventualmente, como franceses.
Lo paradójico es que a Ramadán, como va todo atildado y es un intelectual, lo invitan en todas partes y ha podido propagar su doble discurso: “limpio”, delante de los periodistas, pero otro muy distinto en los suburbios, y sabemos de lo que hablamos porque estábamos allí: las chicas a un lado, los chicos a otro.
Su propuesta de una moratoria en la cuestión de la lapidación de la mujer es inadmisible. en Suiza, que jamás ha vivido en un país musulmán y que, como hijo de burgués, nunca padeció los problemas que tuvimos los hijos de obreros y tuvo acceso a todos los conocimientos. Su“islam moderno es para mí un islam fundamentalista.
P. Los manifestantes en favor del velo se envolvían en la bandera francesa y cantaban La Marsellesa. ¿Los islamistas usan los símbolos de la república para pervertir sus fundamentos?
R. Por supuesto. Usan las herramientas de la democracia para destruirla. Guardando las proporciones, es lo que hizo Hitler. Detrás del discurso de los islamistas sobre la mujer hay un proyecto político fascista. Yo le llamo el fascismo verde, lo que me ha valido una condena a muerte.
P. La prohibición del velo en las escuelas, en 2004, ¿fue una victoria para ustedes?
R. Fue una gran victoria. Sobre todo para mí, porque en 1989, cuando apareció el primer velo, lo defendí, apostando por la escuela republicana. Yo decía: cuidado, esas crías están bajo presión, pero la escuela republicana les va a ayudar, les dará las armas para que mañana puedan elegir.
Pasó el tiempo, de un caso pasamos a 100, a 400… Y de pronto ya no estábamos frente a niñas con una crisis de identidad, sino ante jóvenes captadas y formadas por los islamistas, que se habían convertido en activistas políticas aunque tuvieran 12 o 14 años. La idea detrás del velo era acostumbrar a la opinión pública a ver a jóvenes cubiertas. Asumido eso, se pasaría a otra reivindicación, y a otra, y a otra. Es la “islamización desde abajo”.
P. ¿Qué siente una mujer de izquierda ante ciertos sectores progresistas que aprueban el velo en aras del multiculturalismo?
R. Estoy totalmente en contra del relativismo cultural. Soy hija de inmigrantes y estoy orgullosa de ello. Y Creo que la libertad y la igualdad son valores universales, válidos para el estudiante chino de Tiananmen, para las mujeres de Soweto, para las madres de los desaparecidos en Latinoamérica, pero también para las mujeres de los suburbios franceses.
Lo que no acepto es que se redefinan los conceptos de libertad e igualdad en función del color de la piel.
P. El doble rasero de algunos intelectuales europeos.
R. Exactamente. Es el planteamiento del relativismo cultural me encanta tu cuscús y tu caftán, pero voy a cerrar los ojos si te someten a la ablación o si te casan a la fuerza, porque esa es tu tradición.
No estoy de acuerdo con el concepto de choque de civilizaciones del que hablan Bush y Bin Laden. Los dos bandos que se enfrentan en el mundo son, por un lado, los que están comprometidos con la libertad de conciencia y la universalidad de los valores, y por otro, los oscurantistas de todo tipo. Y en ambos lados puedes encontrar árabes, blancos…
P. En el mundo musulmán, el lado que defiende los valores universales es particularmente débil.
R. Y lo es aún más porque Occidente ha contribuido a debilitar las fuerzas de progreso. Por eso creo que es racista y colonialista decir:
“No vamos a exportar la democracia a esos países, y menos todavía nuestros valores de libertad e igualdad, porque ellos no tienen esa tradición y no están preparados”.
Para mí la democracia tiene una sola definición: un hombre, un voto; una mujer, un voto.
Y cuando dices esto, hay intelectuales de izquierda que dicen: “Fadela hace el juego a la clase blanca dominante”. Yo no soy una intelectual, soy una obrera, una mujer del terreno.
Para ellos, con sus prejuicios, es inimaginable que los hijos de los inmigrantes podamos afirmarnos como franceses y comprometernos con la república laica. La mejor forma de demostrar que no estamos en el choque de civilizaciones es que los jóvenes de la inmigración magrebí musulmana porten la bandera de la democracia, el estado de Derecho y los valores universales.
Fuente: El País
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