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11.9.06
La Junta Islámica denuncia la campaña mediática contra los conversos al Islam
Por Abdennur Prado y Yonaida Selam
(Junta Islámica /Asociación Intercultura)
Desde hace poco más de dos años asistimos a una campaña mediática de demonización de la conversión al Islam en occidente.
El punto de partida se sitúa en las declaraciones del entonces primer ministro israelí Ariel Sharon, quien el año 2003 aseguró que "una mayor presencia musulmana en Europa supone un peligro para la vida de los judíos".
A partir de este momento, asistimos a la proliferación de artículos vinculando la conversión al Islam al 'radicalismo islámico', incluso al terrorismo.
No por casualidad, la señal dada por Sharon dio paso a la aparición repentina de una serie de conversos supuestamente relacionados con el terrorismo.
Hay que señalar los casos de Richard Reid, quien habría sido detenido cuando pretendía cometer un atentado terrorista llevando una bomba en su zapato.
Y sobretodo el caso de Muriel Degauque, la ciudadana belga conversa al Islam que supuestamente se inmoló en Bagdad luchando contra la ocupación de Irak.
Todo esto ha sido convenientemente. A raíz del caso de Muriel Degauque, el llamado 'príncipe de la islamofobia', Daniel Pipes (admirado por el Sr. Benmatías) escribió un artículo titulado 'Conversos al terrorismo', que empieza con una frase que debió hacer las delicias de Sharon: "Los conversos al Islam están asumiendo el control de las operaciones terroristas." Y terminaba de forma lapidaria: "la conversión al Islam incrementa sustancialmente las probabilidades de implicación de una persona en el terrorismo." (Publicado en The New York Sun, 6 de diciembre de 2005, y reproducido en La Razón).
Sharon no hizo más que señalar la dirección, y Pipes abrió la veda. En perfecta sincronía escriben Phyllis Chesler y Nancy Kobrin, profesora de la Universidad de Haifa: "predecimos que un creciente número de conversos occidentales al Islam, tanto varones como mujeres, también elegirá convertirse en terroristas…
Es importante comprender que los conversos occidentales también son verdugos en plenitud de facultades." Los servicios secretos israelíes, británicos y estadounidenses se han encargado de 'confirmar estas predicciones', mediante la detención de presuntos 'radicales', de los cuales la prensa se encargó de señalar su condición de 'conversos'.
El hecho de que a los pocos días sean liberados sin cargos no evita que la relación entre conversión y fundamentalismo haya sido establecida.
En España, esta campaña contra los conversos ha sido liderada por la derecha radical. Se ha tratado de vincular la conversión al Islam con el 'separatismo vasco', con los atentados de Atocha como telón de fondo.
En su libro 'La yihad en España', Gustavo de Aristegui dedica una entrada al 'Islamismo radical autóctono y converso en España', donde encontramos lo siguiente: "Entre los antiglobalizadores, el movimiento okupa o incluso el movimiento callejero de ETA… ha visto como el extremismo islamista se ha instalado en su seno.
Se sabe que un número que oscila entre 200 y 450 cachorros de terrorista ETARRA se han convertido al Islam…" (p.189).
Esta propaganda está vinculada a la estrategia del PP de sembrar sospechas sobre la participación de ETA en el 11-M.
Esta línea fue seguida en una serie de artículos en ABC. En 'Islamistas y abertzales, juntos en San Sebastián', la cifra dada por Aristegui disminuye: "se estima que en la actualidad hay unos 180 conversos vascos al Islam, de los cuales una treintena son militantes de la ilegalizada Batasuna."
Sin embargo, el autor encuentra una explicación "prosaica" para este dato: muchos de ellos se han convertido al islam para casarse con inmigrantes marroquíes.
Desde el diario vasco Gara, Maite Soroa se burla con sarcasmo de todo este discurso, sin necesidad de comentarlo.
Dentro de esta campaña, destaca el libro de Rosa María Rodríguez Magda, 'La España convertida al Islam', en el cual se califica a los conversos como "lobos disfrazados de corderos, caballos de Troya acogidos por los tontos útiles en el parque temático ideológico del multiculturalismo" (p.161).
El libro es calificado como "terrible y esclarecedor" por Horacio Vázquez-Rial, quien arremete contra la teología de la liberación y Juan José Tamayo, afirmando que "La alianza perversa entre esta gente y el Islam puede ser deletérea para Occidente en su conjunto.
Al igual que las conversiones, que tienen el mismo origen ideológico". Vázquez Rial es incapaz siquiera de vislumbrar la apertura que el Islam representa, y por tanto se esfuerza en reducir un fenómeno espiritual profundo a una dimensión ideológica y espuria.
Para él, los conversos somos enemigos de la civilización occidental (léase: del imperialismo neoliberal) que "han reemplazado El capital por el Corán", frase absurda donde las haya.
Discursos similares encontramos en los escritos de Gabriel Albiac y Jon Juaristi. Todo esto explica la alianza entre el sionismo, los neocons americanos y el nacional-catolicismo ultramontano, que tuvo como punto culminante la participación española en la invasión de Irak (resulta significativo que las tropas españolas fueran enviadas con la Cruz de Santiago Matamoros como insignia).
Estos personajes hablan en nombre de la democracia y de occidente, pero apenas disimulan su profundo racismo y desprecio por el pluralismo.
Desde una perspectiva más amplia, la campaña contra los conversos españoles está relacionada con la demonización de al-Andalus y la defensa del catolicismo como 'esencia de la España eterna'. En esta línea se inscriben los escritos de Serafín Fanjul, Pío Mora, Gustavo Bueno y del propio Aristegui.
El hecho de que un número creciente de españoles se reconozcan musulmanes es visto con recelo por los sectores católicos nostálgicos de las glorias imperiales.
Para los defensores del nacional-catolicismo debe resultar insoportable darse cuenta de que el periodo de mayor esplendor cultural de nuestra historia corresponde al de la España musulmana.
Resulta significativo que muchos de estos ataques a los conversos se centren en los movimientos progresistas dentro del Islam. Esto es obvio en el caso del americano Daniel Pipes, quien ha arremetido contra la Progressive Muslim Union of North America, y contra eruditos de la talla de Khaled Abou El Fadl, a los que niega el calificativo de 'musulmanes moderados'.
¿El motivo? Se trata de musulmanes demasiado progresistas: apoyan el feminismo y critican la política americana respecto a Oriente Medio.
En España, Junta islámica y Webislam están siendo objeto de una campaña virulenta. Al ya citado libro de Rodríguez Magda, se suma un número creciente de blogs de nombres sonoros (En defensa de occidente, Es-Israel, Eurabia: la invasión islámica de Europa, Desde el exilio, La invasión, etc.), blogs que tienen a bien publicar los inicuos artículos del Sr. Benmatías, en los cuales somos calificados como "fundamentalistas", "islamistas radicales", y se nos acusa de todo tipo de patrañas.
El último episodio de esta campaña son las calumnias vertidas por Aristegui contra Yusuf Fernández, a raíz de unas presuntas amenazas de muerte. También el melillense José Benmatías se ha sumado a esta campaña de calumnias, obviando que Junta Islámica fue la entidad que emitió la fatua contra el terrorismo, en la que se declaraba que cualquiera que hubiese cometido un acto terrorista se había situado fuera del Islam.
Pero esto no importa: para Pipes, Aristegui y el resto de los sionistas españoles, todo musulmán que critique al Estado de Israel y no esté a favor de la invasión de Irak es un 'islamista radical'.
Dentro de esta campaña contra la conversión al Islam en occidente, hay que situar la increíble historia de los periodistas de la Fox que dicen haber sido secuestrados en Gaza, supuestamente obligados a convertirse al Islam, e inmediatamente liberados.
El mensaje de la Fox es claro: el Islam es una religión fanática que solo puede imponerse por la fuerza. Así pues: ¡no os convirtáis al Islam! ¿Qué objetivos persigue esta campaña? No hay que ser muy listo para señalar algunos de estos objetivos: Desde el punto de vista ideológico, se trata de demonizar a los conversos.
La propia existencia de un creciente número de ciudadanos occidentales que se reconocen musulmanes pone en cuestión el discurso oficial según el cual occidente y el Islam son incompatibles.
Y más si tenemos en cuenta que muchos de estos conversos son mujeres, personas cultas y con títulos universitarios, que no reniegan de su cultura occidental, y han visto en el Islam un camino que puede satisfacer sus aspiraciones espirituales.
Desde un punto de vista político, se trata de vincular la izquierda altermundista con la nebulosa del 'islamismo radical'. Esto tiene un doble efecto: deslegitimizar la lucha del movimiento altermundista y evitar su alianza con los sectores progresistas dentro del Islam. De ahí la virulencia de la campaña contra Tariq Ramadan, común a todos los autores citados.
Esta campaña se desató a raíz de la presencia de Tariq ramadan en el Foro Social, y de la publicación de su obra clave: 'Globalización: resistencias musulmanas'. Este punto actúa como elemento vertebrador de la islamofobia en occidente: todos los autores que hemos señalado vienen de personajes que se reconocen como 'liberales', y critican agriamente a la izquierda democrática.
Desde un punto de vista religioso, se trata de frenar la difusión del Islam en occidente. Los sectores más reaccionarios (tanto católicos como evangelistas) son conscientes del creciente interés del Islam para los ciudadanos de occidente.
La demonización de los conversos viene de la mano de la crítica del multiculturalismo, como una amenaza para la 'esencia de occidente', a su supuesta raíz judeo-cristiana (expresión absurda desde el punto de vista de la historia de Europa).
Al vincular la conversión a aspectos meramente ideológicos, se persigue eludir el tema de fondo: si el Islam es la religión con mayor proyección internacional en el siglo XXI habrá que analizarlo en relación a sus valores intrínsecos, y no en relación al 'separatismo vasco'.
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