Ocho mil musulmanes celebran durante este mes en Granada el Ramadán, un periodo que les servirá para purificar su alma, y también su cuerpo.
TODO un mes para poner en blanco la hoja, para redimirse y purificarse. Un ciclo completo de la luna para limpiar el cuerpo y el espíritu con algunos pequeños sacrificios. Mientras el sol alumbre, habrá que olvidarse de la sed y el hambre. Así lo harán las más de ocho mil personas que forman la comunidad musulmana en Granada durante todo el mes de septiembre, en el que celebrarán el Ramadán.
Este mes de oración se percibe en toda la ciudad, en la que conviven seis mezquitas. En el Albaicín, se nota por el olor de la sopa harira que prepara Aisha en la Mezquita Mayor. Ataviada con un gorro y un delantal, esta sevillana se afana desde las primeras horas del día en llenar una enorme cazuela con ternera y abundante verdura. Hace ya muchos años que se convirtieron al Islam ella y su marido y decidieron mudarse.
«Granada es el foco principal del aprendizaje del Islam», dice mientras arregla zanahorias y apio para la consistente sopa con la que romperán el ayuno cerca de las nueve de la noche. Esta psicóloga de profesión no se queja del calor que hace en la cocina, aunque el Ramadán también prohíbe no beber agua mientras dura el tiempo de ayuno. Al contrario, dice que «el Ramadán es algo que se espera con ganas todo el año».
Aisha hace hincapié en que este mes es un tiempo que se dedica a Allá, «pero que también es bueno para el cuerpo». Mientras ella cocina, en la amplia Mezquita Mayor, situada junto al mirador de San Nicolás, ya han terminado las oraciones hasta las 14.30. Ese será el segundo rezo, después desde el que celebran a las 06.30 horas de la mañana. Por la tarde, los tres restantes, a las 18.00 horas, a las 20.50 horas y a las 22.00.
Hablamos con ella entre las dos oraciones de la mañana, cuando en la moderna mezquita se respira una relativa calma. Un joven y su profesor repasan en la biblioteca y el personal que atiende la mezquita anda por allí, pero no hay muchos fieles.
«Vienen más por la tarde», explica Abdulhasib Castiñeira, director de la mezquita. Una vez que salen del trabajo, en el templo de San Nicolás se reúnen más de cien personas. Las dos últimas oraciones las harán tras haber roto el ayuno. «Primero unos dátiles y algo de leche, y después de la oración ya comemos más». Lo explica el segundo imán de la mezquita, Ahmed Bermejo.
Imán, a los 21
A sus 21 años, Bermejo es uno de los pocos imanes españoles –si no es el único– que hay en España. Este granadino, musulmán de segunda generación, comenzó a estudiar el Corán a los once años. «Nuestros padres nos mandaron a Marruecos a los diez años a un grupo de cinco, y a mi me enganchó aquello», dice Ahmed, que los siguientes ocho años los dedicó a memorizar el Corán.
«Al principio no sabía lo que era, pero cuando fui entendiendo lo que decía, aquello me gustó». Ahmed reconoce que cuando habla con otros jóvenes granadinos, no musulmanes, «primero les digo que me dedico al diseño gráfico –su ‘segunda’ ocupación– y luego ya voy explicando poco a poco lo de la mezquita».
Ahmed explica que nunca ha hecho botellón, ni tampoco siente interés por ese tipo de diversión. El Islam prohíbe el alcohol y el tabaco y él siempre ha tenido claro su camino. «Mi mujer siempre me dice que soy un caso especial», dice sonriente.
Mientras los de su generación se divertían en las fiestas de la primavera, él se preparaba para dar el discurso de los viernes, cuando el imán, tras la oración, dedica unas palabras a los asistentes. «Para el primero, estuve preparándome una semana, estaba muy nervioso. Pero conforme se acercaba el momento, más seguro estaba de lo que iba a hacer».
Algo parecido pasa con la celebración del Islam para este joven. «Si lo tienes claro, no cuesta tanto. No se trata de autocastigarte».
Una definición sencilla del Ramadán es la que ofrece el presidente de la Mezquita de la Paz, Abdul-Qader Abu Husni: «En realidad, se trata de adelantar el desayuno y retrasar la comida». En estos días de ayuno, dejan de comer a las seis de la mañana para romper ese ayuno a las ocho y media de la tarde.
«Mujeres embarazadas o que estén dando el pecho, los mayores o los niños están exentos». Abdul-Qader relata que las obligaciones del Islam comienzan con la pubertad. Charlamos con él en las alfombras de la mezquita, en la que habitualmente no entran mujeres.
El suyo es un templo «muy pobre». Desde luego tiene menos comodidades que la de San Nicolás y echan en falta alguna ayuda institucional. Pero Abdul dice que todos son hermanos.
El suyo es un templo «muy pobre». Desde luego tiene menos comodidades que la de San Nicolás y echan en falta alguna ayuda institucional. Pero Abdul dice que todos son hermanos.
Él, que ejerce como médico en urgencias de Traumatología y lleva ocho años en Granada, dice que la comunidad musulmana está integrada y aceptada en la ciudad. En su caso, por ejemplo, pide parte de sus vacaciones coincidiendo con el Ramadán, y el resto de días los cambia con los compañeros para estar libre, «acumulando muchos días de trabajo antes».
En el hospital, no sólo saben que es musulmán, sino que incluso respetan sus creencias hasta el punto de no beber alcohol cuando están juntos en la mesa.
En el hospital, no sólo saben que es musulmán, sino que incluso respetan sus creencias hasta el punto de no beber alcohol cuando están juntos en la mesa.
Tras la oración de las seis se sienta con él Mohamed Al Smadi, el segundo imán de la mezquita, que está actualmente haciendo el doctorado en Lingüística castellana en la facultad de Letras granadina.
Los dos desgranan muchas de las virtudes, a sus ojos, del Islam. «Hasta la crisis se resolvería si aplicaran el Islam», dice Mohamed. Porque el Islam no es sólo una religión. Incluye sistemas jurídicos (que se dividen en cuatro escuelas) y hasta un completo sistema económico. «Es un sistema de vida completo. Y en el aspecto económico, por ejemplo, no se cobran intereses financieros».
Los datos que hay respecto a los musulmanes de Granada no son coincidentes con los de esta fuente, los más bajos cifran esa cantidad en torno a los 35 mil, otras cifras hablan hasta cincuenta, si bien estos datos son estimativos, de la misma forma que lo serán los 8 mil que habla este informe. Por otro lado no es el ambiente tan relajado como ellos quieren aparentar, hay tensiones en los barrios porque la presión que ejercen sobre los munícipes no es gratuita, muchos ciudadanos ven agravio comparativo en la actitud municipal que cede en muchos casos a presiones musulmanas. Así de sencillo.
ResponderEliminarGracias por la observación iojanan, cada publicación nos da datos diferentes, esto quiere decir que todos son falsos.
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