Mientras una campaña pide el fin de la islamofobia en el Reino Unido, se acrecienta el antisemitismo en Europa de tal manera que sin argumentos convincentes, solo con mentiras, saltan las críticas más feroces acompañadas de una imaginación especulativa y sibilina y se difunden por la red sin recato contra [según su versión] el exceso de victimismo del pueblo judío.
Ver: El chantaje del holocausto aumenta a medida que pasan los años.
Ante tales delaciones gratuitas uno se pregunta qué consideran algunos un exceso de victimismo, ¿Es exceso de victimismo recordar el holocausto? ¿Es exceso de victimismo hablar y publicar las constantes amenazas provenientes de gobernantes fundamentalistas que según sus propias declaraciones centran su objetivo principal en hacer desaparecer a este pueblo de la faz de la tierra?
Otra critica muy común aparte del victimismo es encasillar a los judíos como personas improductivos, probablemente los judíos no araban la tierra, pero si sus mentes, y la cosecha fue muy fructífera, aunque el Mundo se resista a reconocerlo y mucho menos agradecerlo.
Seamos consecuentes con nuestras propias ideas y antes de levantar falsos infundíos y especular sin pruebas fidedignas analicemos la cronología histórica de este pueblo y la situación en la que se encuentra actualmente antes de arrojar como arma la critica despiadada y forjar criterios impropios, a menos que también queramos negarles el derecho de sentirse victimas de un aterrador pasado difícil de olvidar, necesario conmemorar e imprescindible tenerlo presente para que atrocidades de tal envergadura nunca se repitan.
Monmar
Ver la respuesta que ha merecido esta opinión:
Las “críticas feroces” indignan, pero las calumnias flagrantes no presentan mayor interés
Juan Ramón Rallo opina sobre el caso IRVING y sus mentiras en este artículo que titula:
Las mentiras no son delitos
Hay individuos despreciables que sólo profieren opiniones despreciables. Son la escoria de la sociedad, los alabarderos del mal y de la insidia. Pocas cosas remueven tanto el estómago como rebajar o negar el dolor de una víctima; pocas cosas son tan despreciables como burlarse del sufrimiento ajeno. Ninguna como frivolizar con el Holocausto, con uno de los mayores crímenes que ha perpetrado el Estado a lo largo de su sanguinaria historia.
La Shoá es la culminación de dos corrientes de pensamiento que, trágicamente, han estado y siguen estando presentes en la mente de millones de europeos.
La primera es una descarnada judeofobia, el odio al judío en tanto que judío.
La segunda es la fe ciega en el Estado, la creencia de que toda aspiración humana es legítima en tanto se encauce a través de los mecanismos políticos. Para los nacionalsocialistas, el Estado alemán era el único capaz de ofrecer la "solución final" al problema secular europeo, la dominación judía.
La primera es una descarnada judeofobia, el odio al judío en tanto que judío.
La segunda es la fe ciega en el Estado, la creencia de que toda aspiración humana es legítima en tanto se encauce a través de los mecanismos políticos. Para los nacionalsocialistas, el Estado alemán era el único capaz de ofrecer la "solución final" al problema secular europeo, la dominación judía.
El genocidio necesita de un soporte ideológico donde el individuo haya sido privado de sus derechos naturales, donde el Estado haya nacionalizado el ordenamiento jurídico. Si nuestra libertad emana de la Constitución o de las leyes y no las antecede, la Constitución o las leyes pueden derogar nuestra libertad.
La necesidad de evitar la repetición de semejante barbarie condujo a que muchas personas se replantearan su tirria antijudía y señalaran con el dedo a todos aquellos que siguieran blandiendo las opiniones racistas que sirvieron de caldo de cultivo a los nazis.
Se trata de una actitud loable y necesaria. La mentira debe de ser combatida siempre y en todos los campos. Es necesario sacar a la gente de su ignorancia, exorcizar sus supercherías, supersticiones y errores. Como sentenció acertadamente Ludwig von Mises: "Si ellos siguen repitiendo sus mentiras, nosotros tenemos que seguir repitiendo la verdad".
Sin embargo, no debería confundirse la lucha contra la mentira con el uso de la violencia para reprimir al mentiroso. La mentira sólo puede ser erradicada a través de la verdad. La represión sólo oculta las falacias: impide que se exhiban públicamente, pero no acaba con ellas.
En los últimos días hemos conocido la condena a tres años de prisión del supuesto "historiador" británico David Irving, por haber negado el Holocausto. Desde hace varias décadas se ha fraguado todo un movimiento, que incluye a los herederos ideológicos del nazismo y a socialistas tan renombrados como Noam Chomsky, dedicado a reelaborar, refinar y asentar sobre bases nuevas el ancestral odio hacia "lo judío".
La negación del Holocausto tiene como objetivo poner de relieve el victimismo judío sobre un falso genocidio, en virtud del cual se les habría concedido la prebenda del Estado de Israel. El sionismo habría planeado desde un principio la recuperación de la Tierra Prometida mediante la construcción de la Shoá. La construcción de una nueva conspiración tomaba cuerpo.
En consecuencia, Israel debe desaparecer por asentarse en la mentira. Los neonazis patrocinarán nuevos campos de concentración, y la izquierda el terrorismo palestino y los bombardeos iraníes, pero su objetivo es el mismo: alentar la aversión hacia los judíos para legitimar la violencia contra ellos.
Hemos de combatir semejantes mentiras y prejuicios; hemos de denunciar los brotes judeofóbicos cada vez que se produzcan. Pero no debemos justificar la violencia contra la mentira. No podemos permitir que los conceptos se confundan. No debemos conceder un poder sancionador para hacer prevalecer la verdad.
La condena a Irving es un error; no porque tuviera razón –que, obviamente, no la tenía–, sino porque la veracidad o la falsedad de unos hechos no pueden dar paso a la privación de la libertad. El juicio estaba viciado de origen: confundía la necesidad de refutar la mentira con la legitimidad para castigarla.
Y esto es particularmente peligroso por dos motivos. En primer lugar, porque no consigue eliminar la mentira. Como ya hemos dicho, sólo la verdad hace remitir las sombras de la ignorancia. Limitar determinadas expresiones sólo evita que se difundan por esa vía, pero no acaba con el error; es más, hace crecer una suspicacia que puede ser utilizada, de manera victimista, por quienes se ven censurados.
Pero, en segundo lugar, y sobre todo, porque refuerza la segunda de las corriente que hemos mencionado al principio. La Shoá no sólo fue posible por la judeofobia, también por la idea de que era legítimo encauzar el odio a través de la violencia, y particularmente a través de la violencia del Estado.
Considerar que una organización política tiene la obligación de sancionar a quien mienta abre el camino al control estatal del pensamiento. Si insuflamos a la ciudadanía la idea de que la libertad de expresión sólo es válida cuando se utiliza de manera correcta y responsable –cuando no se miente–, entonces estaremos enterrando la posibilidad de discrepar.
Por supuesto, la de Irving no era una discrepancia ingenua; sus mentiras se inscribían en una táctica difamatoria más amplia contra los judíos. Sin embargo, tampoco las intenciones pueden ser juzgadas: aun cuando tengamos la convicción de que Irving no era sincero en sus juicios históricos, de que mentía deliberadamente, no cabe acallarlo. Hay que ridiculizarlo y destapar sus mentiras, pero no confinarlo en prisión.
El Estado no debe subordinar la libertad de expresión a su juicio sobre la verdad ni a su opinión sobre las intenciones últimas de determinadas opiniones. La libertad no debe ser tamizada por controles administrativos. De hecho, sin libertad de expresión (de debate, de discusión y de contraste de opiniones) resulta imposible alcanzar la verdad, pues ésta queda petrificada en la forma arbitrariamente establecida por el Estado; sólo aquello que reciba el certificado público merece ser calificado como cierto.
En momento en que miles de musulmanes claman por censurar a los occidentales (recordemos la pancarta: "La libertad de expresión es el terrorismo occidental"), no podemos depositar en las manos de los políticos la capacidad para juzgar y censurar las opiniones de las personas. La tentación del uso y el abuso –la corrupción inherente al poder que detectara Lord Acton– es demasiado fuerte.
Pero hay que oponerse a cualquier género de censura no sólo porque carezcamos de garantías de que no vaya a ser utilizada en el futuro contra nosotros mismos, sino porque las ideas, en definitiva, no delinquen; lo hacen los individuos que utilizan las ideas para practicar la violencia.
Como decía hace unos días el rabino Daniel Lapin: "Perseguir a la gente que cree y dice cosas ofensivas es peligroso para todos nosotros. Coloca un poder ilimitado en manos del gobierno. Al fin y al cabo, una vez el Gobierno afirma saber qué es la verdad y se atribuye el derecho a castigar en función de las ideas, estoy siendo en la práctica esclavizado".
Las personas como Irving deben ser marginadas y excluidas de las sociedad libres, pero en ningún caso deben ser objeto de encarcelamiento. La mayoría no puede alzarse como juez de la verdad para luego linchar al condenado. La violencia sólo puede utilizarse a modo de defensa; la iniciación de la violencia nunca es legítima.
Libertad Digital complementos
Ver: Grandes mentiras
Pallywood es un documental que muestra cómo los territorios palestinos se convierten en auténticos estudios de cine para fabricar la propaganda anti-israelí que vemos cada día en los medios. En primicia en España, dentro de Documentalia, el nuevo espacio de documentales presentado por Fernando Díaz Villanueva en Libertad Digital Televisión.
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La propaganda antisemita está siendo muy efectiva. A diestro y siniestro...
ResponderEliminarJuan Ramón Rallo es genial. Le seguía en lo suyo, lo económico, sin saber que encima era defensor del estado de Israel. Genial.
El holocausto es una verguenza que nunca debe ser olvidada para que no se vuelva a repetir.No nos engañemos,no solo Israel esta en el punto de mira de Irán,todo occidente en general es repudiado por estos terroristas,los atentados en Mombay y hace poco en Indonesia tenían como objetivo TURISTAS OCCIDENTALES.Yo no creo que Israel sea bombardeada porque supondría una nueva guerra y .. mas que nada porque Israel no lo va a permitir,sus agentes secretos estan infiltrados en Irán.
ResponderEliminarUn saludo.
¿Olvidar una matanza de 6 millones de seres humanos? Nunca. Por otro lado ¿ese genocidio es cosa de un pasado no tan remoto? No. En la actualidad, el antisemitismo se ve en las calles de Europa, y en Irán amenazan con destruir a Israel y a todos los judíos. Por lo tanto, por un imperativo moral, debemos recordar a las víctimas de la Shoá.
ResponderEliminarDazibao-Ñ-.
Hola Monmar:
ResponderEliminarExcelente el artículo de Juan Ramón Rallo. Con respecto al post del sitio que citás, no voy a leerlo, no me interesa qué dice. No sé si allí se niega el holocausto, se lo minimiza o si se critica que algunos todavía lo recordemos con la misma sensación de horror, como si hubiera ocurrido ayer. Y no es una cuestión de números, se trata de la locura a la cabeza de un estado con el poder suficiente como para haber llevado a cabo un acto de maldad nunca igualado. Y si dejáramos de recordarlo volvería a ocurrir, con el pueblo judío o con cualquier otro pueblo señalado. Pero las cosas están muy claras, cada vez más; la gente se asocia con sus iguales, y cuando observamos lo que está ocurriendo hoy en el mundo, vemos que los dictadores, los verdugos, los salvajes, los que dependen de su ideología para analizar la realidad y mirarla bajo ese prisma que todo lo deforma aunque sean intelectuales, comprobamos que todos se unen para denostar a un país y a un pueblo que sigue elevándose por encima de su entorno, en las peores condiciones. Y nos deslumbra su carácter, su talento y su esfuerzo; su alegría de vivir a pesar de tener en su pasado las imágenes, los recuerdos, las historias de seres amados inmolados para satisfacer la sed de los malvados. Recordamos el holocausto para no olvidarlos, es todo lo que podemos hacer para calmar nuestra pena, nuestro dolor y también, cómo no, nuestra furia. La judeofobia existe porque la estupidez, la maldad y la ignorancia se pueden gestar en cada generación y multiplicarse al infinito, recordar es impedirlo. Así que el gran negocio lo hacen los que lo niegan, no nos engañemos, pocos son los que comprarán material sobre lo que de verdad ocurrió en el holocausto pero son muchos más los que se enriquecen minimizándolo, cada libro que se edita es un best seller porque de ese lado no hay muchos que puedan escribir un libro. Si no lo negaran no habría tanta necesidad de refutarlos. Se necesitan ríos de tinta para desfigurar la verdad histórica, para tapar la conciencia de una generación que fue partícipe por acción u omisión. Saludos.
Lo que he tenido oportunidad de leer en la página de corte fascista que algunos ya conocemos me ha parecido de denuncia, directamente, no la cito por su nombre, yo me he edespedido de ella para no volver jamás y me incluyan en sus estadísticas. Es un recurso muy fácil al que responden los iletrados con mucha facilidad los fascistas y los ignorantes. Ahora no tengo demasiado tiempo para hacer comentarios, volveré en otro momento, este tema es determinante para saber desde qué punto partimos en la historia del antijudaísmo. Siempre hubo antisemitas, pero nunca hubo una comunicación en la que una falsa noticia sea tenida por buena en menos de 24 horas y en todo el mundo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con vuestros mensajes, pero de todas las maneras lo que no acabo de entender, ni comprender, es como puede ser posible que personas supuestamente informadas puedan cambiar de ideología de la noche a la mañana, debido según entiendo, a la propaganda antisemita de personajes con una evidente animadversión hacia Israel como Noam Chomsky, este personaje lo que no cuenta y trata de evitar es la mención de su implicación en movimientos neo-nazis, a los que trata siempre de justificar. Los revisionistas que se limitan a la infamia sin lógica ni evidencia, con la intención de herir y denigrar, solo se merecen desprecio.
ResponderEliminarSaludos
El caso es que no se niega la persecución de los judíos. Yo nunca lo he hecho.
ResponderEliminarEn cifras no entro, que es cuestion peliaguda. Pero recordemos cómo se han abultado las victimas de la Inquisición.
Se denuncia que insistan en pasar la bandeja a estas alturas gentes a que consideran la muerte de 600.000 niños iraquíes un precio razonable a pagar para acabar con Sadam.
Razonemos en vez de embestir, Monmar, amigos.
Hoy va a caer otra noticia aún más repugnante.
Saludos.
Si discernir para ti es embestir, tu mismo…
ResponderEliminarLo que eliges para publicar es asunto tuyo, personalmente no me interesa.
Muy bueno, Monmar, te felicito por lo escrito y por todo el blog en su conjunto. Todo vale contra el judio, incluso despreciar la memoria de seis millones de asesinados con el unico objetivo de exterminar a un pueblo. Y si no pasamos por alli rapidamente a refutarle que lanzamos el meteorito que acabo con los dinosaurios, creera que realmente lo lanzamos.
ResponderEliminarUn abrazo
¿Y no será que lo que le tienen a los judíos es envidia?me pregunto yo....por cierto ¿esta entrada no la has repetido?.
ResponderEliminarUn saludo.