ABC.es Ariadna campos
El periodista y corresponsal en Oriente Medio durante más de treinta años, Tomás Alcoverro, ha presentado su nuevo libro "La historia desde mi balcón" (Destino), un recopilatorio de sus mejores crónicas, tanto antiguas como actuales, incluso algunas de ellas inéditas, en las que realiza un análisis sobre el mundo árabe y sus revueltas. Aún así, a lo largo del recorrido por Oriente aparecen pequeñas historias a través de las que da a conocer mejor la intimidad de la sociedad árabe.
El título de la obra, "La historia desde mi balcón", “no es sólo una metáfora, sino que también tiene parte de realidad”, ha asegurado Alcoverro. Ha sido a través del balcón de su casa situada en el centro de Beirut (Líbano) y junto al hotel Le Commodore desde donde ha presenciado muchos de los acontecimientos que narra en sus crónicas, especialmente los cambios políticos que ha tenido el país en los últimos años.
De la misma manera, ha establecido un paralelismo entre la fotografía de la portada del libro y su propia persona, pues se considera un “testigo sereno que observa la situación desde una situación tranquila y privilegiada”.
Durante la presentación del libro, Alcoverro ha realizado un rápido y breve análisis sobre la situación que viven los diferentes países árabes a causa de las revueltas. El corresponsal ha hablado de la importancia de las redes sociales en el desarrollo de las revoluciones, del papel de países como Siria o Turquía e incluso del de Estados Unidos, del que ha dicho que "el presidente Barack Obama quiso acompañar las revueltas de la plaza Tahrir y actuó en contra de los intereses de Israel, a quién no interesaba el derrocamiento de Mubarak”.
Por último, ha reconocido que como europeo se siente “indignado” en referencia al papel que está llevando a cabo la OTAN en Libia en las revueltas y considera que no es el mejor, además del hecho de que los países occidentales han tomado una postura de a ver qué pasa.
"Los Hermanos Musulmanes influyen en las revueltas en Túnez, Egipto y Siria"
Marina Meseguer - La Vanguardia
El periodista de La Vanguardia Tomás Alcoverro habla con la voz de la experiencia. Lleva décadas observando desde su privilegiado balcón (y esto no es precisamente una metáfora) la historia reciente de Oriente Medio. Conoce la región palmo a palmo y ha retratado a sus gentes con sus crónicas. Ermitaños, cantantes de moda, poetas o mujeres con hiyabs negros pero ropa interior sugerente. Ahora plasma su experiencia como corresponsal en La historia desde mi balcó (Editorial Destino), un libro en el que trata de reflejar los aspectos menos conocidos de países como Líbano, Egipto, Siria, Irán o Iraq.
¿Se podía prever el despertar democrático que está viviendo el mundo árabe?
De ninguna manera, ha sido una sorpresa que ni los sabios, ni los institutos estratégicos, ni los espías podían predecir. Recuerdo cuando cubrí las manifestaciones en Irán tras las elecciones de 2008 que todos decían que ese movimiento era imposible en los países árabes.
Entonces, ¿cómo ha podido pasar?
Por muchos factores, algunos muy conocidos, como la represión, pero también hay un elemento de espontaneidad, de liberación. Creo que se ha exagerado la importancia de las redes sociales. No olvidemos que la mayoría de la población de estos países, aunque Túnez podría ser una excepción, viven al margen de la red. Son las clases medias las que acceden. También ha sido sorprendente la reacción de EE.UU., no podemos olvidar su papel, aunque sea relativamente difícil de definir.
¿Ha sido EE.UU. promotor de las revueltas?
EE.UU. tiene un papel evidente en estas primaveras prematuras –las llamo así por que todavía no sabemos cómo acabarán-, están implicados en la ola de manifestaciones. No obstante, la Casa Blanca hace una distinción entre aquellos regimenes que no quiere que caigan y que apoya -los del Golfo, sobretodo en Bahréin y Arabia Saudita- y los que en su momento eran aliados pero les ha dejado caer - los regimenes árabes como Túnez y Egipto-. Podríamos pasar días especulando sobre sus motivos. EE.UU. dejó caer a Mubarak por que cambiaron las relaciones de fuerzas dentro del país, pero los objetivos de la política norteamericana en la región no están todavía muy definidos.
¿Cuál cree que será el futuro de esta prematura primavera árabe?
La situación sigue siendo muy incierta. En Túnez y Egipto los presidentes se fueron, pero todavía no se ha llegado a arreglar nada. En Libia hay una guerra civil con intervención occidental y la gran incógnita es Siria, que es un caso absolutamente distinto. Estratégicamente se trata de un país mucho más importante que Egipto, lo que pueda pasar tendrá mucha influencia en la región. Lo que está claro es que no por que estos movimientos sean de impulso democrático y popular, tienen que acabar desembocando forzosamente con la consolidación de un sistema democrático. No se logrará en medio año, los cambios llegarán poco a poco ya que la sociedad está más anquilosada que la europea.
¿Está el islamismo implicado en este movimiento?
Evidentemente. Hay una perspectiva occidental que niega su influencia y habla únicamente de fuerzas laicas e impulsos populares. Tanto en Egipto, como en Túnez, como en Siria, estas manifestaciones de alguna manera tienen que ver con la Cofradía de los Hermanos Musulmanes o con grupos más radicales, como las salafistas, que sin duda también están implicados en estas manifestaciones. En catalán diríamos “no hi ha un pam de net”.
¿Cuales son los próximos países que cree que se pueden contagiar de la revolución árabe?
Todo dependerá de la situación de Siria. El próximo país que está en la lista de espera es Líbano. Por ahora está aguantando la respiración, todo dependerá de cómo evolucione su vecino. Siria es un país muy influyente en el Líbano, nadie sabe lo que puede pasar este verano. Hay rumores sobre la instalación de campamentos por si hay un éxodo cristiano en la frontera siria. En Siria todas las minorías, empezado por los alauitas, que son chiítas, los cristianos o los drusos, tienen miedo de un cambio de régimen que podría conducir a la pérdida de la estabilidad en la que viven ahora. Esto también afectaría a la situación interna del Líbano.
¿E Israel, contiene también la respiración?
La situación en Siria les puede tocar muy de cerca en el Golan, en las fronteras. Entre ambos países hay una especie de acuerdo sobreentendido por el cual aceptan que una cosa son los discursos públicos y otra es garantizar la seguridad en las fronteras, cosa en la que Israel y Siria están interesados. Desde hacía un par de años Siria había empezado, a través de Turquía, una negociación con Israel para llegar a un acuerdo. Ahora Israel está muy preocupado sobre lo que le pueda pasar al régimen de Asad.
Su libro ha llegado en un momento óptimo. ¿Cuál ha sido su intención?
El libro contiene sobretodo crónicas que no tienen una intención política, aunque las primeras son las últimas que escribí en Egipto y Bahrein. Escribo sobre lo que más me interesa, la vida de la gente: en el libro hablo sobre una cantante de moda, la vida de los homosexuales, la ropa íntima de las mujeres en Teherán, sobre poetas, un ermitaño que conocí en la montaña del Líbano y que creo que es de los últimos del mundo… Trato de reflejar, con voluntad de estilo literario, temas muy poco conocidos sobre estos países.
¿Y el título? ¿Tan buenas vistas tiene su balcón?
El título no es sólo una metáfora, hay una parte de realidad. Yo vivo en un sitio muy céntrico de Beirut, cerca del Hotel Comodor, donde desde hace 30 años han pasado una serie de cosas que yo he podido ver directamente. Los palestinos, los israelíes, los sirios, Israel; todos han pasado, sin exagerar, bajo mi balcón. Por eso he puesto ese título. En periodismo lo que cuenta es vivir las cosas directamente, no a través de las fuentes, no a través de Internet. Eso es lo que, honestamente, he hecho. Lo que hay escrito son cosas que, si no he visto directamente desde mi balcón, he visto siempre con mis propios ojos.
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