Obama guarda silencio mientras el gran mufti de Arabia dirige el cristianismo.
El periódico The Washington Times reacciona ante esta fatua emitida por el jeque Abdul Aziz bin Abdullah . En un reportaje dice lo siguiente:
Si el Papa hubiera llamado a la destrucción de todas las mezquitas en Europa, el escándalo sería catastrófico. Los expertos fustigarían a la iglesia, la Casa Blanca se apresuraría a dar una declaración de profunda preocupación, y los manifestantes, en el Medio Oriente, se matarían unos a otros en su dolor. Sin embargo, cuando el líder más influyente en los asuntos mundiales musulmanes hace una condena a muerte para destruir las iglesias cristianas, el silencio es ensordecedor.
El jeque Abdul Aziz bin Abdullah, el gran muftí de Arabia Saudita, no es un predicador cualquiera, es la máxima autoridad religiosa en Arabia Saudit. No es un pequeño imán radical tratando de provocar a sus seguidores con el discurso del odio ardiente. Esta fue una evaluación, una decisión deliberada y específica de uno de los líderes más importantes del mundo musulmán. No basta con crear una obligación religiosa para aquellos sobre los cuales el muftí tiene autoridad directa, sino que es también una señal a los demás en el mundo musulmán que indica que la destrucción de las iglesias no sólo es permitida, sino obligatoria.
El gobierno de Obama ignora los peligros de este tipo de provocaciones. La Casa Blanca ha puesto una proyección internacional a los musulmanes en el centro de su política exterior en un esfuerzo por promover la imagen de los Estados Unidos como una nación amiga del Islam. Esto no puede ir en detrimento de defender los derechos humanos y las libertades religiosas de los grupos minoritarios en el Medio Oriente. La región es una encrucijada decisiva. Los islamistas radicales están liderando la creciente marea política contra el orden autoritario, viejo laicista. Están probando las aguas en su relación con el mundo exterior, en busca de señales de hasta dónde pueden llegar en la imposición de su visión radical de una teocracia basada en la sharia. Haciendo caso omiso de las declaraciones provocadoras como la del mufti, envía una señal a estos grupos para que puedan participar en el mismo tipo de la intolerancia y la violencia anti-cristiana sin consecuencias.
La campaña de difusión de Obama para el mundo musulmán no ha logrado generar la buena voluntad que él esperaba.
En parte, ésto fue porque él pensó que era mejor ceder a sus demandas que exigir respeto. Cuando los líderes islámicos piden el equivalente religioso de limpieza étnica, el líder del mundo libre debe responder o arriesgarse a legitimar la opresión que sigue. Estados Unidos no debe someterse a los dictados extremistas del gran muftí, no importa cuan desesperada esté la Casa Blanca para hacerse gustar.
El gobierno de Obama ignora los peligros de este tipo de provocaciones. La Casa Blanca ha puesto una proyección internacional a los musulmanes en el centro de su política exterior en un esfuerzo por promover la imagen de los Estados Unidos como una nación amiga del Islam. Esto no puede ir en detrimento de defender los derechos humanos y las libertades religiosas de los grupos minoritarios en el Medio Oriente. La región es una encrucijada decisiva. Los islamistas radicales están liderando la creciente marea política contra el orden autoritario, viejo laicista. Están probando las aguas en su relación con el mundo exterior, en busca de señales de hasta dónde pueden llegar en la imposición de su visión radical de una teocracia basada en la sharia. Haciendo caso omiso de las declaraciones provocadoras como la del mufti, envía una señal a estos grupos para que puedan participar en el mismo tipo de la intolerancia y la violencia anti-cristiana sin consecuencias.
La campaña de difusión de Obama para el mundo musulmán no ha logrado generar la buena voluntad que él esperaba.
En parte, ésto fue porque él pensó que era mejor ceder a sus demandas que exigir respeto. Cuando los líderes islámicos piden el equivalente religioso de limpieza étnica, el líder del mundo libre debe responder o arriesgarse a legitimar la opresión que sigue. Estados Unidos no debe someterse a los dictados extremistas del gran muftí, no importa cuan desesperada esté la Casa Blanca para hacerse gustar.
Fuente: The Washington Times a través de Bivouac
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Artículo relacionado: Todas las iglesias deben ser destruídas
Pero no solo Obama guarda silencio. Yo no he visto que se haya elevado voz alguna de protesta en toda Europa.
Yo sustuiría "negro traidor" por gobernante traidor. El color de la piel no tiene importancia. Que quiera ser amigo del Islam, pues antecedentes los tiene y hermano en esa religión también, pues que lo sea, pero que lo haga personalmente, fuera del gobierno de una nación. A EE.UU debería de defenderlo, no venderlo (eso mismo también lo digo para los dirigentes europeos).
ResponderEliminarVivimos en la época que nos ha tocado vivir y la condición sexual (por eso de maricones, si es que va por ahí) de cada uno es asunto suyo. Esos serán los más perjudicados si dejamos que reine el Islam.
Lo que quieres decir es que vivimos en un mundo de gobernantes apaciguados que solo se interesan por su poltrona, y por una serie de políticos que, por su odio a la iglesia, se arriman y dan paso a cualquiera con tal de destruirla. Y digo odio, porque con tanto el asco que le tienen a la religion, no pienso que sea precisamente su amor a Dios el que les acerque a ellos.
sustituiría, quise decir.
ResponderEliminarque ba aser obama si es un titere de los fundamentalistAS hussein obama no hara nada
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