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28.11.05

El choque de fascismos


La historiadora Bat Ye'or teme que ya pueda ser demasiado tarde para salvar a Europa del Islam, y que el continente se convertirá en Eurabia.
Si esto ocurre, Eurabia sufrirá la decadencia lenta hacia otro fracaso islámico superpoblado, o será utilizada como base de operaciones para la agresión islámica contra el resto del mundo infiel.
Con las armas nucleares y los recursos acumulados en Europa a su disposición, Eurabia sería tan peligrosa que los americanos, los israelíes, los indios, los rusos y quizás los chinos se verían forzados a machacarla.
Según este panorama, el Islam caerá, pero arrastrará a Europa con él. Ésta no es, sin embargo, la única posibilidad.

Algunos americanos tienen una opinión tópica de los europeos como apaciguadores. Ciertamente hay un instinto de apaciguamiento en Europa, pero ante todo es un continente de extremos, cambiando a veces rápidamente.

Las naciones que sólo hace algunas generaciones intentaron imponer su cultura a grandes zonas del planeta, ahora están asustadas y son incapaces de hacer valer sus valores culturales incluso en sus propios países.
El nacionalismo despiadado del pasado se ha sometido y se ha substituido por multiculturalismo anémico y pacifismo naïve. Esta situación no durará. El péndulo volverá hacia atrás. Si las autoridades son incapaces de tomar decisiones para parar la invasión islámica del continente en curso, la fe en el sistema democrático podría esfumarse.

Europa ahora tiene todos los ingredientes necesarios para que surja algo parecido a un nuevo movimiento nazi. Es una mezcla extremadamente peligrosa de nacionalismo suprimido, del altas tasas de desempleo y de economías fallidas, de desafección a la democracia y de una sensación de haber sido traicionados por las élites.

Millones y millones de inmigrantes llegan a Europa cambiando el aspecto del continente para siempre sin ninguna debate sobre el asunto. La gente se siente extraña en sus propias ciudades, pero se les silencia llamándolos "racistas" si se oponen a esto.

Hay una sensación extendida de que Europa se desliza hacia el caos y de que los gobiernos están poco dispuestos o son incapaces de parar esto. Si esta situación continúa, alguna gente gritará a voces para que un “hombre fuerte” "limpie a Europa de extranjeros" y restaure su honor y orgullo herido.

Y Él dará un paso adelante. Nunca hay escasez de hombres fuertes una vez que se les ha llamado. Para entonces, no habrá un "choque de civilizaciones" en Europa, sino un choque de fascismos: Euro-Fascismo contra Islamo-Fascismo

Ayaan Hirsi Ali teme que si no tomamos medidas eficaces, ahora, “los Países Bajos se podrían desgarrar entre las dos derechas extremas”: la islámica y la no-islámica." Ella tiene razón.
El parlamentario Geert Wilders en Holanda ha propuesto una moratoria para toda la inmigración no occidental en los Países Bajos por algunos años. Quizás es una decisión que se deba adoptar por otras naciones europeas también.

Las ciudades más importantes del continente ahora son barriles de pólvora de tensiones étnicas y religiosas, acumuladas después de décadas de políticas inmigración fracasadas y de una ausencia de debate genuino. El sentido común dice que cuando se tiene un barril de pólvora esperando a que estalle, la adición de más pólvora no es la cosa más sensata que se pueda hacer.

¿Cómo reaccionarán los demás europeos y los americanos si o cuando una nación de la UE entre en una guerra civil debido a la inmigración musulmana?
¿Sacrificarán a los no-musulmanes por miedo a que el conflicto se extienda, bombardearán a los infieles para que se sometan y establecerán un estado musulmán de facto en una tentativa inútil para salvarse a sí mismos?
Alguien argumentará que eso es lo que sucedió en los Balcanes en los años 90. La respuesta depende probablemente de qué nación se rompe primero.

Si resulta ser Francia que tiene armas nucleares, las reacciones pueden ser diferentes a las que serían si es Holanda, Bélgica o Suecia. Si los integristas consiguen poner sus manos en las armas nucleares francesas, entonces utilizarán estas armas como paraguas nuclear con el cual implantar la sharia en diversas partes de Europa. Esto no se puede permitir que suceda.

Algunos argumentarán que esta triste presunción no es acorde con mi predicción de que el Islam no sobrevivirá a este siglo como fuerza de alguna significación. Eso no es necesariamente verdad.

Debemos seguir teniendo confianza en que en la batalla del Islam contra la humanidad, la civilización puede triunfar. Postularé otra vez que el Islam se habrá esfumado del mundo antes de fin de este siglo, y que el proceso debe ser evidente para mediados de siglo, o aún antes.
Visto desde una perspectiva histórica, esto es un fallecimiento rápido para una religión que ha existido durante 1400 años. Pero todavía el mundo islámico seguirá siendo extremadamente convulso e inestable durante décadas o generaciones.

Es altamente improbable que haya una reforma islámica. El Islam no tiene una separación natural entre lo temporal y lo espiritual como lo hace el cristianismo, ni el ejemplo personal no-violento de Jesús, ni las enseñanzas éticas de la Biblia. En el supuesto inverosímil de que alguien pudiera reformar Islam, este proceso llevará tiempo y será sangriento.

La reforma cristiana no fue pacífica mientras que se produjo. Tampoco hay razón para esperar que una reforma islámica lo sea.
Las buenas noticias son que el Islam no es capaz de alcanzar la dominación del mundo que desea.
Las malas noticias son que puede ser capaz de provocar una guerra mundial.
Quizás el Islam "no entrará silenciosamente en la noche", sino que impulsara una confrontación final, decisiva. El Islam ha vivido por la espada, y puede morir por ella. Necesitaremos apoyarnos durante décadas de turbulencia que se avecinan.

Esto es inevitable ahora, pues el mundo islámico luchará, y fracasará probablemente, para llegar a un acuerdo con el mundo moderno. Tenemos que concentrarnos en intentar evitar que la nueva "guerra fría" acabe en una guerra mundial caliente, cataclísmica.
Podemos quizás acelerar el proceso, traduciendo una selección de la mejor literatura crítica con el islam disponible en los idiomas más importantes, propagarla a través de Internet y animar descargar y reimprimir los libros para que lleguen a los que no tienen conexión a Internet.
Otros gastos en los musulmanes se deben evitar en lo posible. No podemos comprar la voluntad musulmana, incluso si intentamos la ayuda económica a los musulmanes somos vistos como Jizya , el impuesto que los no musulmanes pagan como muestra de sumisión a la norma islámica.

La inmigración musulmana continuada conducirá al fallecimiento de la democracia en Europa, o bien por el establecimiento de una entidad totalitaria musulmana: Eurabia, o a la desintegración de Europa, con diversos grupos fascistas compitiendo por los despojos. La única manera por la que podemos evitar esto es impidiendo e invirtiendo la inmigración musulmana.

La inmigración musulmana es equivalente a jugar el ruleta rusa con nuestros propios hijos. El peor panorama es que las tendencias actuales continúan incrementándose, accionando guerras civiles en varias naciones mientras que la población musulmana alcanza la masa crítica para un Jihad armada . Una balcanización del continente sobrevendría.

Puede ya ser demasiado tarde para las áreas en peor situación, pero no para toda Europa. Si se produce un ataque nuclear islámico contra una ciudad americana, los acontecimientos podrían hacerse incontrolados.
Todavía tenemos una oportunidad de evitar que esto suceda, pero se necesita tomar acciones rápidas cuanto antes. No está claro si nuestros políticos tienen la visión y el valor de hacer lo que es necesario para evitar el desastre inminente. Tristemente el tiempo no está de nuestro lado.

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27.11.05

La asociación euro-árabe

Lo que se cuece en la Cumbre de Barcelona carece de legitimidad democrática.

La asociación euro-árabe

La asociación euro-árabe comenzó en noviembre de 1973 con el embargo árabe del petróleo: Este plan ha sido concebido y desarrollado por muy poca gente: Algunos políticos de alto nivel, los grandes hombres de negocios, la burocracia europea y una red de ONGs izquierdistas subvencionadas por la Comisión Europea. Por supuesto, todas estas negociaciones no han tenido transparencia: Los europeos nunca han sido consultados y nunca han apoyado esa política.

Los orígenes

1-En 1973, el embargo árabe del petróleo amenazó a Europa . Con negociaciones formales e informales, los países de europeos interrumpieron las exportaciones de armas a Israel. También aceptaron adoptar una política "más balanceada" hacia Israel y influir sobre los Estados Unidos. Finalmente, acordaron vender tecnologías occidentales a los países árabes (centrales nucleares, armas, etc.) a cambio de petróleo. Instituciones permanentes fueron establecidas para mejorar la cooperación euro-árabe.

2. Años después, los europeos aceptaron que se desarrollara en Europa la lengua árabe, la religión, las costumbres y del reconocimiento de la alta contribución de la civilización árabe a Europa. Los objetivos árabes eran clarisimos:

- Aumentar hostilidad europea hacia Israel y los E.E.U.U.

- Mantener las costumbres y la religión de las grandes comunidades musulmanas emigradas a Europa.

- Crear un movimiento cultural que favorece el Islam y la civilización árabe en los medios de comunicación, facultades, universidades, etcétera.
Claramente, era un chantaje, pero los europeos aceptaron todas estas demandas.

3. El asentamiento de millones de musulmanes en Europa durante este período tan corto es absolutamente un fenómeno único en la historia.

Según los acuerdos anteriores y en vez de integrar a los inmigrantes y hacer que adoptaran una nueva cultura, se desarrolló una política a lo grande para influenciar a las escuelas, las universidades y los medios de comunicación para crear una nueva cultura híbrida. Como resultado, esta política abrió el caminó al actual fundamentalismo. Otro resultado es el renacimiento de un semitismo nuevo que se extiende por toda Europa.

Un paso hacia delante: El proceso de Barcelona

1. La Conferencia Euro-Mediterránea celebrada en Barcelona el 27-28 de noviembre de 1995, marcaba el punto de partida oficial de la Sociedad Euro-Árabe (Proceso de Barcelona).
Hoy, esta asociación integra a 35 miembros, 25 estados miembros de la EU y a 10 socios mediterráneos (Argelia, Egipto, Israel, Jordania, Líbano, Marruecos, Autoridad Palestina, Siria, Túnez y Turquía). Libia tiene estatus de observador desde 1999.
En la Declaración de Barcelona , los socios euro-mediterráneos establecieron los tres objetivos principales de la sociedad:

- La definición de un área común de paz y de estabilidad a través del refuerzo del diálogo político y de la seguridad (Capítulo de política y seguridad).

- La construcción de una zona de la prosperidad compartida a través de una asociación económica y financiera y del establecimiento gradual de una zona de libre comercio. (Capítulo económico y financiero).

- La reconciliación entre pueblos con una asociación cultural y humana dirigida a animar el entendimiento entre las culturas y los intercambios entre las sociedades civiles. (Capítulo social, cultural y humano).

2. Comparado con otros tratados de política exterior, el proceso de Barcelona es el único que incluye un componente religioso: En su declaración, los ministros reafirmaron que el diálogo y el respeto entre las culturas y las religiones son la condición previa necesaria para la convivencia entre pueblos.

Generalmente, en países civilizados, un diálogo entre las religiones implica solamente a personas privadas y a organizaciones (tales como iglesias). En muchos países europeos, (notablemente en Francia), el estado y la religión se separan estrictamente: Eso significa que no se autoriza a un funcionario público para que se ocupe de asuntos religiosos.

De hecho, un diálogo entre las religiones solo tiene significado en los países árabes en donde se mezclan la religión, el estado y la sociedad a menudo .

Al entrar en tal diálogo, Europa ha modificado su comportamiento para adaptarse al concepto árabe anticuado de la sociedad y las costumbres.

Por DonaldRumsfeld

26.11.05

Relaciones Cristianismo/Islam

La misión de los cristianos para no sofocar bajo el Islam y el terrorismo.

Entrevista al P. Samir Khalil Samir, SJ, Profesor en Roma y Beirut.
Jesuita egipcio, nació en 1938 en El Cairo, se formó en Francia y, desde hace más de 25 años, enseña en el Pontificio Instituto Oriental (PIO) de Roma. Vivió 7 años en Egipto, enseñando y trabajando como encargado del desarrollo social y de la alfabetización de las aldeas. Actualmente, además de enseñar en el PIO, está empeñado en Beirut (Líbano) en la enseñanza islamo-cristiana, enseñanza que imparten dos enseñantes: uno cristiano y otro musulmán, ambos profesores de ambas religiones.

Su comentario:

"Este trabajo en común es importante. No hay nada que enseñes que el otro no escuche. Esto evita lenguajes ambigüos y dobles". Por estudio y experiencia, el P. Samir es uno de los máximos expertos en relaciones entre el cristianismo y el islam. Presentamos la transcripción casi integral de la conversación que tuvo con Fides:

Cristianos en ambiente de mayoría musulmana, ¿qué dificultades tienen y cuáles las razones de las discriminaciones que sufren?
Parto de mi experiencia egipcia y libanesa, donde vivo. La primera dificultad es que el Islam es a la vez política y religión, sin posibilidad de separación.
Esto lleva consiguientemente a la idea de un Estado islámico, a que en todos los particulares se aplique la sharia islámica, la ley civil inspirada por el Corán, en los dichos y hechos del Profeta y de la tradición musulmana de los primeros cuatro siglos: ésto constiuye una gran dificultad en afrontar la modernidad.
La referencia a tal pasado es, en efecto, difícil: otra cultura, otro contexto, en el que el pluralismo no era un principio, sino sólo un hecho esporádico.

La segunda dificultad es la omnipresencia del Islam en la vida. En Egipto, dondequiera que vayas oyes la radio que predica y canta el Corán: en el autobús, en el taxi, en la calle: las noticias, los filmes de la TV son interrumpidos 5 veces al día para la oración.
Los niños reciben la enseñanza coránica, aprenden el Libro de memoria (con la excusa de ser una buena base para la lengua). Por la mañana, tanto en las escuela como en el cuartel, se comienza con un encuentro de 10 minutos para un comentario islámico de la situación, o para narraciones de la historia islámica.
Todas las materias de enseñanza hacen referencias al islam. Algunos cursos históricos lo hacen de manera todavía más insistente.

El Islam influye también sobre las costumbres: si dos jóvenes caminan dignamente de la mano por la calle, sucede un accidente.
Si un cristiano lleva la cruz al cuello, los fundamentalistas se la arrancan, con frecuencia con la fuerza.. Esto sucede menos ahora, pero sólo porque los cristianos se auto-censuran para prevenir enfrentamientos.
En la Universidad, casi sistemáticamente, los exámenes son en Pascua o en Navidad. Los cristianos pueden tomarse vacaciones esos días, pero, a causa de los exámenes, no pueden dejar la universidad.

Hay, pues, una omnipresencia del Islam, que es su característica y su fuerza. El Islam es din, wadunya, wa-dawla: religión, sociedad y política. Penetra incluso en las cosas mínimas.
Bajo la influencia de la Arabia Saudí, que controla la distribución de las películas en el mundo árabe, el cine se hace cada vez más islámico. Los directores reciben reglas precisas: las mujeres deben estar veladas, en el film se debe escuchar varias veces la voz del muezín; los periódicos tienen siempre una o varias páginas dedicadas a la enseñanza islámica, etc.
Toda esta situación hace difícil incluso la respiración para el cristiano.

La vinculación entre religión, sociedad, cultura, no es un mal de por sí…
No, pero este estilo de vida no deja espacio, es invasor. Y los musulmanes dicen: "¿Por qué os lamentáis? Nosotros somos la mayoría.
En los países democráticos es la mayoría la que decide". Pero una cosa es la mayoría política y otra la religiosa. La política es contingente, puede cambiar con una elección, está ligada a las personas.
Las religiones, sin embargo, son más permanentes: no se cambian fácilmente. Esto hace que este estilo de vida islámico sea opresivo. El problema es que este estilo opresor no está codificado por leyes. Y así, los occidentales dicen a los cristianos de Oriente: "¿Por qué os lamentáis? ¡No hay leyes opresivas!".

Otro hecho muy pesante, no escrito en las Constituciones, es la discriminación en el trabajo.
Esto sucede ya desde hace decenios. Algunos sectores, como la ginecología, están prohibidos a los cristianos. Antiguamente, los ginecólogos eran casi todos doctores cristianos. Ahora, dado que los cristianos –con manos "impuras"- no pueden tocar a las mujeres, la casi total mayoría de ellos es musulmana.

En el sector militar, un cristiano puede llegar sólo a un cierto grado. Si asciende demasiado, aunque tenga 40 años, se prefiere jubilarlo antes que ascenderle. Si busca trabajo, en base al nombre se descubre que uno es cristiano o musulmán y, entonces. Se dice a los crisatianos: Lo siento, no tenemos trabajo. Si llega un musulmán, se encuentra un puesto.

¿Y la libertad de convertirse de una religión a otra?
Este elemento es absoluto. Según la enseñanza tradicional islámica, la apostasía es condenada con la pena de muerte, con frecuencia conmutada en cárcel.
También en países liberales, como el Líbano, es imposible abandonar el Islam.
En el Líbano, si una mujer musulmana se casa con un cristiano, no puede abandonar el Islam. Si una mujer cristiana se casa con un musulmán, la ley coránica prevé que la mujer permanezca siendo cristiana. Pero, si lo hace, por ley no puede heredar. Los hijos, aunque estén bautizados, son oficialmente musulmanes.

El Islam parece, pues, una religión totalizante…
El Islam es una fuerza asimiladora en sentido único: se estimula el ingreso, pero se impide la salida.
En Egipto, los cristianos –al menos el 10% de la población- para construir una iglesia deben pedir permiso directamente al Presidente de la República, además de otros permisos y condiciones, que se obtienen sólo con gran dificultad.
Y pensar los cristianos no piden nada al Estado: ni ayudas económicas, ni terreno, etc. (a diferencia de lo que sucede en Europa con los musulmanes).
Al final, gran parte de las iglesias que se han construido, se hicieron aprovechando apoyos, trucos legales, usando terrenos lejanos de la ciudad, etc.

¿Está creando la guerra en Afganistan dificultades a los cristianos, y cuáles perspectivas abre?
Esta guerra, para mí, es un error. No quiero entrar en política, pero, si el objetivo de esta guerra es eliminar el terrorismo, está produciendo precisamente lo contrario: está estimulando un terrorismo todavía más fuerte.

Millones de musulmanes, que antes no eran simpatizantes de Bin Laden, sienten ahora el deber de soldarizar con su terrorismo. Y después, aunque los Aliadoss consigan detener al grupo de terroristas en Afganistán, ese mismo día nacerán decenas de otros grupos.
Esta guerra sirve al máximo para vengarse o desahogarse, pero no para eliminar el terrorismo.

¿Es Osama Bin Laden un verdadero representante del Islam?
El atacar ciegamente y a cualquier no es algo representativo del Islam, pero los principios recordados por Bin Laden crean un vastísimo eco en el mundo islámico.
Recuerdan principios tradicionales del Islam, enseñados corrientemente. Hay que hacer notar, en efecto, que el terrorismo no es extraño al Islam, como con frecuencia se repite por "buenismo".
El terrorismo islámico, o mejor la violencia islámica, tiene su raíz en el Corán y en la Sunna, es decir, en la práctica del Profeta. Los textos coránicos favorables a la violencia son numerosísimos (yo he contado al menos 75). Los no violentos son muchos menos y pertenecen al período más antiguo.

En el Islam vige el principio interpretativo por el que las últimas revelaciones borran las precedentes. De tal modo, quien promueve un régimen islámico basado en el Corán y en la Sharia tiene las cartas en regla: la guerra, en casos definidos por el Corán, es una obligación de todo musulmán.

Mahoma, en sus 10 últimos años de vida en Medina, llevó acabo al menos 19 guerras, una práctica habitual. Por eso, es falso decir que en el Corán no existe la guerra, sino sólo paz.
Hay un principio de guerra, pero con reglas (como sucedía en el derecho romano): no en cualquier momento, no en ciertos períodos, no con algunas personas…Pero cuando hay que defender los derechos de Dios –oposición al Islam o el peligro de una rebelión- la guerra es una obligación.

Todo ésto hace la tradición islámica muy ambigua. Y tal ambigüedad va dicha y afrontada. Hay que afrontar también el problema de la incredulidad.
El Corán admite un espacio para los no musulmanes (cristianos y hebreos), pero no para los incrédulos, ateos y animistas.
En lugar de dialogar con claridad sobre éstos, se esconden. Algunos dicen: "El Islam es sólo violencia", y ésto no es verdad. Otros dicen: "Islam quiere decir sólo tolerancia y paz", pero ésto es también falso.

¿Qué espacio y qué seguimiento tiene el Islam liberal?
Pienso que la mayoría de los musulmanes es moderada. En el Islam árabe –que conozco mejor- la mayoría de los musulmanes desea vivir en paz con todos, con la libertad de practicar la propia religión.
El problema es que algunos insisten –según la tradición- en establecer un régimen islámico, con un gobierno que garantice la práctica religiosa islámica.

En esta división entre el Islam moderado y el fundamentalista, ¿no juegan también un papel las motivaciones económicas y políticas?

Los fundamentalistas pretenden la aplicación literal de las leyes del Islam, como eran concebidas por el mismo Mahoma.
Su pretensión es fundada, pero la mayoría musulmana se orienta ya hacia una relación menos rígida entre política y religión. Casi todos los países musulmanes tienen leyes inspiradas en las occidentales, modificadas allí donde eran incompatibles con el Islam.

Los fundamentalistas idealizan como modelo el período de Mahora y de los 4 califas, pero esta aplicación radical del Islam no existió nunca.
Según el Corán, quien no cree en Dios no tiene opción: o cree en el Islam o es eliminado. Pero ésto no fue nunca aplicado.
Todas las veces que el Islam se encontró con otras religiones, con el zoroastrismo en Persia, el hinduísmo en India, no eliminó a todos, sino que encontró un camino de salida, haciendo leyes (fatwa) que asemejaban a estos fieles a los cristianos o a los hebreos.

En todo caso, junto a un Islam moderado, hay otro "inmoderado", que mezcla religión y política. Este Islam fundamentalista quiere tomar el poder a toda costa. Su diseño es ante todo derrocar a los regímenes musulmanes apoyados por el Occidente, que son considerdos "traidores".
Si preguntamos: ¿Dónde están los regímenes islámicos soñados por los fundamentalistas? ¿En Arabia Saudí? No, dicen, ese es el peor régimen porque ha traicionado los principios de Mahoma. ¿En Irán? No, porque hay una base pre-islámica pagana que corrompe todo.
En la práctica, el ideal fundamentalista es una utopía inexistente que, sin embargo, hace imposible la convivencia.

En Europa e Italia aumenta la presencia musulmana y la convivencia a veces sufre…
En Europa un musulmán puede practicar su religión sin problemas.
Quien dice que hay problemas – son sobre todo los europeos convertidos, muy celantes- tiene otro objetivo: difundir el Islam poniendo en dificultad a otras religiones.

Es absurdo pretender que en una escuela se deban interrumpir las lecciones para la oración musulmana. Esto no se hace en ningún país islámico. O interrumpir el trabajo en la fábrica para la oración.
Pero también en Egipto se hacen pausas, períodos de descanso, rezando dentro de este período, aunque no sea la hora exacta. No se puede pedir al Estado cambiar las reglas de vida y de trabajo: garantizar la práctica de las religiones no es cometido del Estado.

Los juristas musulmanes pueden emanar un fatwa para permitir la oración en horas no canónicas. Aprovechándose de la ignorancia de la gente en Europa, los musulmanes pretenden cada vez más. Por consiguiente, los países que los reciben se impacientan cada vez más, y reaccionan.

En Europa, gente que antes era muy tolerante, se está convirtiendo ahora en racista. Pero ésto sucede porque ven que los musulmanes son el único grupo de pretensiones sin fin.

En Italia, por ejemplo, los inmigrados musulmanes son el 30-33% de todos los inmigrados. Todos los demás, filipinos, cingaleses, peruanos… no pretenden nada en nombre de su religión, viven tranquilos.
Sólo los musulmanes tienen pretensiones. ¿En nombre de qué? Sólo porque, en su mentalidad, la religión y la política estan unidas.

Un filipino que llega a Italia no pretende que haya una iglesia filipina. Los coptos, que ayunan al menos 200 días al año, sin comer ni beber nada, nunca han pedido en ningún país del mundo facilitaciones: el ayuno es un asunto personal.

En cambio, para el Islam, ésto es un asunto de política y, por tanto, de poder. Con esta posición se corre el peligro, por fuerza, de un enfrentamiento.

Frente a la polarización entre cristianismo e islam, ¿cuál es la misión de los cristianos?
Ante todo, no dejarse llevar por la emoción. En Italia hay cerca de 600.000 musulmanes. Éstos no son malos desde el 11 de septiembre.
Debemos continuar conviviendo, a condición de que los europeos sean conscientes de su identidad y de sus valores sobre la persona humana, sus derechos, la igualdad entre hombre y mujer, la distinción entre religión y política.
Estos son valores absolutos, humanos: fueron sacados a la luz por el Occidente, gracias a la tradición judeo-cristiana, pero valen para todos.

Hacer concesiones sobre ésto es malo, porque bloquea también el desarrollo del islam. La mayoría de los musulmanes desean los derechos humanos, el respeto de la persona, una distinción de poderes, la libertad de hacer opciones individuales.

Desgraciadamente, la pérdida de identidad por parte del Occidente hace mal también a los musulmanes, porque les hace sentir inseguros.Hay una misión más específica para los cristianos. Los musulmanes desean hoy la modernidad y, al mismo tiempo, la temen.
Los fundamentalistas adquieren las técnicas modernas, pero rechazan la mentalidad moderna. Ésta les parece atea, antirreligiosa (y, en cierto sentido, lo es).

El cometido de los cristianos es mostrar que la modernidad es compatible con la fe. Se puede ser al mismo tiempo creyentes y modernos.
Entonces, la vida cristiana se convierte en un modelo aceptable, también para los musulmanes, como individuos y comunidad.

Una última responsabilidad de los cristianos es ofrecer los valores del Evangelio, válidos para toda la humanidad, sin hacer proselitismo, pero sin esconderlos.
La alegría de vivir y la solidaridad de los cristianos no viene del Occidente, sino del Evangelio. Esto es lo que esperan los musulmanes.
Un musulmán, también el más moderado, permanece siendo un creyente. Cuando viene al Occidente, piensa encontrar otros creyentes y permanece bajo shock porque no los encuentra, o no los ve.
El musulmán quiere encontrar el Occidente no sólo en la técnica o en la comida, sino también a nivel de fe. Si, por ejemplo, la Caritas que trata con los migrantes musulmanes organiza sólo distribución de alimentos, sin hacer percibir la fuente de esta generosidad y disponibilidad, falta algo esencial.
En tal caso, incluso el ofrecer alimentos y hospitalidad puede ser un contra-testimonio.
Quien va a la Caritas debe poder encontrar el corazón amoroso del que nace toda esta generosidad, según el ejemplo de las religiosas de Madre Teresa.
Si triunfa sólo la organización, los musulmanes pueden blandir todo esto diciendo: Son más ricos que nosotros; es claro que pueden hacerlo… Nos devuelven lo que nos robaron en el período colonial…

¿Hay instrumentos políticos para ayudar a la convivencia islamo-cristiana?
Sí, sobre todo en el momento de la acogida en los países europeos. No debe dominar sólo la petición de los empresarios europeos, la necesidad de mano de obra.
Es necesario ayudar a los musulmanes a comprender las reglas europeas de convivencia.
El Estado debe prever infraestructuras para acoger a los miles de migrantes en Europa y en los países de su proveniencia. En los países de proveniencia (Norte de África, Albania, etc.) se necesitan cursos de integración para la convivencia, según un proyecto claro.

La multiculturalidad no es esa por la que cada uno llega y se las arregla como puede. Esta multiculturalidad salvaje crea solamente ghettos, sin ningún contacto.

Una verdadera multiculturalidad presupone un proyecto en el que hay una cultura dominante (la leitkultur, como dicen los alemanes, pero la palabra fue acuñada por un tal Ghassan Tibi, politólogo palestino musulmán), en torno a la cual se enganchan las otras culturas, que interactúan con la principal, se enriquecen y enriquecen.

Es como una polifonía: hay una melodía principal, en la que se integran las otras voces. La obligación del país receptor es aclarar su cultura fundamental.
En estos días se habla del crucifijo expuesto en las escuelas de Italia. Una maestra lo quitó como señal de respeto hacia un escolar musulmán. Esto es violencia. Un crucifijo es un dato importante en la cultura italiana. Si yo me siento oprimido, tengo problemas con mi identidad, no con el crucifijo.

En Navidad, en las escuelas –siempre "por respeto"- se intenta eliminar toda referencia al nacimiento de Jesús. En cambio, para el Ramadán, se ofrecen todas las explicaciones del caso. Todo esto demuestra que Europa, e Italia en particular, sufren la falta de identidad. Para alguno existe la voluntad de vengarse de la cultura cristiana usando el Islam.

(Fides 13/11/2001)


23.11.05

El enemigo lo tenemos en casa

Diez detenidos en España por sospecha de lazos con terrorismo Islamita.

La policía española detuvo el miércoles a diez sospechosos de estar relacionados con el terrorismo islámico, informó el ministro del interior.
Ocho personas fueron detenidas en las provincias españolas de Alicante y Granada, en el sureste del país, acusadas de prestar presuntamente apoyo logístico y financiero a grupos terroristas islamistas y vinculado con la red terrorista Al-Qaida, tanto en Europa como el norte de África, según dijeron fuentes judiciales.

Los detenidos formaban parte de una célula que dio respaldo logístico y financiero al Grupo Salafista para la Predicación y el Combate.
Este apoyo se realiza mediante el tráfico de drogas y la falsificación de tarjetas de crédito, indicaron a EFE fuentes jurídicas.

Los agentes armados registraron varias viviendas de la zona y algunos establecimientos comerciales, entre ellos locutorios telefónicos y una carnicería.
Los agentes confiscaron en las redadas computadoras, drogas y 35.000 euros (41.247 dólares) en dinero, según la Guardia Civil.

Los diez son acusados de financiar actividades terroristas mediante el narcotráfico y la falsificación de tarjetas de crédito, agregó uno de los funcionarios.
Un juez de la Audiencia Nacional - el tribunal encargado de los delitos de terrorismo y narcotráfico - ordenó las detenciones.
Una treintena de agentes fuertemente armados y enmascarados se desplegaron en el centro de Alicante y en una zona de Granada, según despachos de prensa.

Los diez serán trasladados a Madrid el sábado para ser interrogados por el juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu, el magistrado que ordenó los arrestos.Desde los atentados ferroviarios madrileños del 11 de septiembre, que las autoridades atribuyeron a extremistas marroquíes ligados a al-Qaida, han sido detenidos en España cerca de 200 personas relacionadas con el terrorismo islámico, y de ellas unas 50 en lo que va de año.

Más Información

21.11.05

«Las revueltas de Francia no tienen nada que ver con la injusticia»


Entrevista Alain Finkielkraut:

Los disturbios en los arrabales de Francia son resultado de la subcultura y del «odio» contra los valores de la «República». Tal es la opinión de Finkielkraut, quien cree que ni la igualdad ni la lucha contra la discriminación van a solucionar el vandalismo.
 

-¿Qué enseñanzas políticas e intelectuales extrae de las revueltas?
-Me aterra esta violencia, pero no me asombra. Había signos precursores, como la Marsellesa abucheada durante el partido Francia-Argelia. También había libros que lo advertían, como el de Emmanuel Brenner, «Les territoires perdus de la Répúblique». Se decía en él que algunos alumnos acusaban a la enseñanza de la historia de dar una visión judeocristiana deformada del mundo. Los ejemplos abundan, como el rechazo a estudiar la edificación de las catedrales o a oír hablar de religiones preislámicas.



-¿Había otros signos que anunciaran las revueltas?
-Aquí tiene una encantadora estrofa de rap: «Francia es una zorra, no olvides joderla hasta agotarla, como una cerda hay que tratarla, tío! Me meo en Napoleón y en el general De Gaulle».

-¿Los excesos de la subcultura musical tienen realmente una relación con la causa de estas violencias?
-Si los que prenden fuego a los servicios públicos o lanzan desde lo alto de las torres de pisos bolas de petanca contra los policías tuvieran el mismo color de piel que los alborotadores (ultras) de Rostock en la Alemania reunificada, la indignación moral prevalecería en todas partes.


-La indignación moral prevalece, al menos en algunos lugares.-
No, lo que prevalece es la comprensión, la disolución del sentimiento de lo injustificable en la búsqueda de las causas. En un caso como Rostock, todos gritarían: «¡El fascismo no pasará!». Pero como los que lanzan bolas y cócteles Molotov son franceses de origen africano, la explicación ahoga la indignación.
En lugar de sentirnos ultrajados por el escándalo de las escuelas incendiadas, pontificamos sobre la desesperación de los incendiarios.


-¿La cultura de la excusa?
-Los camorristas no reclaman más escuelas, más guarderías, más autobuses: los queman. Hijos del mando a distancia, lo quieren todo, enseguida. Y ese todo es la «pasta», las marcas de ropa y las «tías». Su solución está fuera del alcance de los políticos.


-¿La comunicación política ha abdicado ante la «videosfera»?-
La vulgaridad sin fin de los programas de tertulia, la brutalidad de los videojuegos, la educación diaria en la simplificación y la maldad graciosa de los «Guiñoles de la información»... todo eso está fuera del alcance de los políticos.


-En esos barrios hay una tasa récord de paro.
-Hoy el corazón del humanismo ya no late por la escuela, sino por sus incendiarios. Igual que la República debe recuperar sus «territorios perdidos», así la lengua francesa debe reconquistar el habla de los suburbios, esa simplista lengua franca, arisca, patéticamente hostil a la belleza y al matiz.


-Sin embargo, nadie inventa las discriminaciones.-
Yo, polaco nacido en Francia, me siento solidario con todos los alumnos, negros o árabes que, porque prefieren los títulos al oficio de camello, son perseguidos, tratados de «bufones».
La discriminación en la contratación debe combatirse; hay que luchar por la igualdad.
Y sin embargo, sería ingenuo imaginar que esas medidas acabarán con el vandalismo.


-¿Cómo puede estar seguro?-
La violencia actual no es una reacción a la injusticia de la República, sino una gigantesca agresión contra la República.


-¿Esta violencia no sería una respuesta al abandono de los «territorios perdidos»?-
Si esos territorios estuvieran abandonados, no habría autobuses, ni guarderías que quemar. Y lo que desde luego no se puede soportar es que se otorgue a los autores de estas hazañas el título glorioso de «indígenas de la República».
En lugar de eso, se habría tenido que decretar la ilegitimidad del odio y avergonzarles, igual que se avergüenza a los aficionados que van a los estadios para pelearse y que sueltan gruñidos de mono cada vez que un jugador negro tiene el balón.


-¿La expiación de los crímenes del colonialismo lleva a los disturbios de los suburbios?-
No, desde luego que no. Pero si se quiere calmar el odio diciendo que Francia es en efecto odiosa e inscribiendo este disgusto consigo misma en la enseñanza, nos dirigimos necesariamente hacia lo peor.

EDA©Le Figaro


20.11.05

París: Una crisis de amplio alcance


Fractura étnica, social, generacional y cultural

Dos semanas de incendios, muerte y violencias suburbanas están dejando al descubierto la emergencia traumática de una Francia multiétnica, multicultural, multirreligiosa, en profundo conflicto consigo misma, con sus raíces y traumático presente, angustioso, dramático, con estallidos de cólera, desesperación y nihilismo de distinta naturaleza.

A primeros de septiembre, Patrick Le Lay, presidente y director general (PDG) de TF1, primer canal nacional de televisión (privado), y una de las personalidades más influyentes de los medios de comunicación europeos, declaraba a la revista Bretons: «Me siento un extranjero en Francia. Y Francia, su sistema jacobino, su sistema administrativo, están consumando el genocidio cultural de la lengua bretona, a la que no se concede el derecho a la existencia.
Los bretones estamos en un país con una cultura oprimida. La cultura bretona sufre del terrorismo intelectual de Francia».

Para intentar comprender el alcance de una afirmación de ese tipo, en Francia, es necesario imaginarla en boca de un vasco que fuese director general de TVE, en Madrid, e hiciera tal afirmación refiriéndose al euskera.
El nihilismo de Patrick Le Lay no tiene nada que ver con la fractura étnica, social, generacional y cultural que ha precipitado dos negras semanas de disturbios suburbanos, pero sí subraya la «mala integración» de muchos franceses de distinto origen étnico, cultural y religioso en una Francia bloqueada por veinticinco años de inmovilismo de izquierda (Mitterrand) y derechas (Chirac).

La Francia de hoy, como la Francia de hace medio siglo, es sencillamente incomprensible sin la aportación capital de inmigrantes e hijos de inmigrantes.
En el gabinete ministerial de Nicolas Sarkozy hay hombres y mujeres de origen norteafricano. Durante muchos años, los discursos de Lionel Jospin, líder socialista, estaban escritos por el hijo de un emigrante español. La número dos de la alcaldía de París (Anne Hidalgo) es hija de españoles, como Manuel Valls, hijo de uno de los grandes pintores figurativos, españoles, de nuestro tiempo, Xavier Valls.
Uno de los presentadores de TV más famosos es de origen griego. Y en la selección nacional de fútbol hay quince jugadores originarios de Senegal, Costa de Marfil, Martinica, Camerún, el Zaire, las Antillas, Isla Mauricio.

Entre los grandes prefectos de Francia, hay varios de origen norteafricano. En los últimos JO, Francia se hubiese quedado muy fuera de juego sin la presencia de grandes atletas de distinta etnia y religión que ganaron el oro y la plata nacionales.
El tenis o el baloncesto francés serían insignificantes sin la presencia de grandes deportistas negros.
Roland Garros nació en La Reunión. En bastante medida, la cultura francesa del último siglo está marcada significativamente por los escritores de expresión francesa nacidos en Senegal (Senghor) o las Antillas (Aimé Cesaire).Ese mestizaje profundo no es nada nuevo. Los aficionados al fútbol recordarán que Raymond Kopa era de origen polaco, Platini de origen italiano. Zidane es berebere. Ben Barek era argelino-marroquí. Los padres de Luis Fernández son andaluces. Marcel Desailly, seleccionado en casi un centenar de ocasiones en el equipo nacional, nació en Ghana. Todos ellos se criaron en barrios de una pobreza angustiosa.

Entonces, ¿qué ha ocurrido?

¿Qué ha ocurrido? ¿Porqué estallan ahora las crisis de «inmigración» e «integración».
De entrada, los millares de detenciones están poniendo de manifiesto algo muy simple: no se trata de violencias consumadas por «inmigrantes». La mayoría de los violentos son franceses de distinta raza y confesión religiosa. Y, en esta ocasión, los musulmanes agresores son muy minoritarios.
Se trata pues de estallidos de violencia de niños, adolescentes y jóvenes franceses que viven en barrios mucho mejores que los barrios donde se instalaron sus padres, donde el Estado invierte cada año entre 6.000 y 8.700 millones de euros (2006) para aportar ayudas a la integración a unos 750 suburbios con problemas, en toda Francia.

A nadie se le oculta que el catastrófico hundimiento de la escuela pública francesa es uno de los elementos capitales de la crisis en curso. Pero hay otros indicadores significativos.
Las declaraciones de Patrick Le Lay a Bretons son sintomáticas como manifestación de nihilismo absoluto. El PDG de uno de los medios más poderosos de Europa, afirma que París está cometiendo un «genocidio» cultural en Bretaña.
Si eso es lo que piensa un hombre rico, culto e influyente, ¿qué puede pensar un joven desorientado en un suburbio? Desde hace años, los sociólogos estudian el problema de la «importación» de la tragedia de Oriente Medio a los suburbios franceses. Con una consecuencia bien conocida: estallidos recurrentes de violencia racista, perpetrada por jóvenes musulmanes «de izquierdas» contra sinagogas, escuelas y cementerios judíos. Ni la policía, ni las instituciones judías o musulmanas, ni los medios de comunicación, ni la opinión pública, han detectado problemas de ese tipo en la crisis en curso, que tiene otra naturaleza.

Hace días, un grupo de cantantes, artistas e intelectuales franceses -de origen norteafricano, caribeño y de Oriente Medio- publicaron un documento de protesta contra la violencia, convocando una manifestación en la explanada de los Inválidos, una de las panorámicas más excepcionales del mundo. Apenas 300 personas participaron en esa manifestación, apoyada por un centenar de asociaciones.

Ningún sindicato ni partido político consideró oportuno sumarse a la manifestación. Por el contrario, a esa misma hora, los Campos Elíseos, muy próximos, estaban «tomados» por la policía, los CRS (Compañías Republicanas de Seguridad, antidisturbios) y los gendarmes móviles, «blindados» contra la amenaza de bandas de adolescentes franceses, inmigrantes y no inmigrantes, de quienes se temía que pudieran precipitar una noche de disturbios en la legendaria avenida.

Históricamente, los Campos Elíseos empiezan en la Plaza de la Concordia, donde estuvo instalada la guillotina durante el Terror (1793). Esa avenida es el escenario de los grandes desfiles militares de la nación. Y es el espacio urbano que las fuerzas del orden intentan defender, marcialmente, contra las bandas que también sueñan con destruir y pegar fuego a los escaparates más lujosos.
¿Con qué fin? Se ha hecho célebre la versión actual de una reflexión canónica del racionalismo francés: «Mato a un vecino, prendo fuego a una escuela, incendio coches, luego existo».

Lo que piensan (y viven) niños y jóvenes franceses

En el corazón de París, las escuelas donde deben convivir alumnos judíos y musulmanes están siempre al borde de la más explosiva crisis, con incidentes permanentes.

Las familias que pueden huyen de las escuelas donde hay niños franceses de raza negra y origen caribeño o africano.
En algunas escuelas de referencia católica, dependientes directamente del arzobispado, se ofrecen menús especiales para musulmanes y judíos.

En barrios parisinos, judíos y musulmanes han abierto escuelas «propias», que niños y adolescentes de la confesión rival manchan con pintadas, cuando no atacan a pedradas.
El término «racaille» (basura, escoria, etc.) que se le reprocha a Nicolás Sarkozy, ministro del Interior, forma parte del lenguaje más habitual de los colegios más selectos y caros.

En los colegios menos selectos es de uso común decir: «yo f.. a tu madre». Frase célebre puesta en circulación por un famoso grupo de rap, hace años, defendido, en su día, por Jack Lang, ministro de Cultura. Las consecuencias de tales derivas han quedado bien ilustradas durante esta crisis.
Ante las cámaras de TV, un grupo de simpatizantes de los violentos intentaban explicar su visión de la crisis. Un periodista lanza esta percha: «... vuestros amigos han quemado una escuela, un polideportivo, e incendiado muchos automóviles... la escuela y el polideportivo se construyeron el año pasado, para combatir los problemas de inmigración, justamente...».
Y un cabecilla responde, airado, gritando: «... ¡y que...! ¡¿no se puede protestar porque nos construyan cuatro escuelas???!!!». Ni al periodista ni al joven se les ocurrió pedir una «explicación» por la «necesidad» de «protestar» quemando a una anciana paralítica, encerrada en un autobús ardiendo.

Juan Pedro Quiñonero (corresponsal en Paris)

19.11.05

“El fascismo Islámico en ascenso”


Al Zarqaui amenaza al rey de Jordania y advierte de que habrá más atentados

El supuesto líder de Al Qaeda en Irak, el jordano Abu Musab Al Zarqaui, ha amenazado de muerte al rey Abdalá II de Jordania y ha advertido de que hoteles, centros turísticos y embajadas en ese país serán objetivo de nuevos atentados.

En un mensaje sonoro atribuido a Zarqaui aparecido hoy en una página web islamista, cuya veracidad no ha podido ser comprobada, el terrorista jordano se dirige a sus compatriotas, a los que pide que "se mantengan alejados de las bases estadounidenses, los hoteles, lugares turísticos y embajadas de los que apoyaron la invasión de Irak", ya que serán el objetivo de su organización.

"Tu estrella está declinando. No escaparás de tu destino, descendiente de traidores. Seremos capaces de encontrar tu cabeza y cortártela", amenaza Zarqaui al monarca jordano.
Zarqaui pone una serie de condiciones para detener los ataques en Jordania, entre ellas la salida de los militares norteamericanos y británicos de territorio jordano, el cierre de las "cárceles secretas" y la clausura de las embajadas de Estados Unidos e Israel en Ammán.

En la grabación, el terrorista jordano dice a sus compatriotas que la gente de Al Qaeda "os quiere más que a sí misma", y es por ello que les advierte de los lugares que pueden ser objetivo de una atentado.

Además, Zarqaui dice que los atentados suicidas perpetrados la semana pasada en tres hoteles de Ammán y en los que murieron 57 personas y más de un centenar resultaron heridas no tenían como objetivo una boda musulmana que se celebraba en uno de los tres establecimientos atacados.

Según la grabación, el suicida que atacó el hotel Radisson Sas lo hizo en la recepción del hotel, pero la explosión hizo que "una parte del techo cayera sobre en el lugar de la celebración de la boda".
Zarqaui justifica el triple atentado porque "Al Qaeda tenía información de que eran las sedes de los servicios secretos de Estados Unidos, Israel y Jordania". "Elegimos esos hoteles después de más de dos meses de comprobar, con fuentes fiables, del interior y el exterior, que eran centros de los aparatos de seguridad judíos, estadounidenses y jordanos", afirma Zarqaui.
El líder terrorista asegura que las informaciones de que la boda había sido el objetivo del atentado son difamaciones lanzadas por las autoridades jordanas.

"La idea de que (los suicidas) se inmolaron en la celebración de una boda es una mentira del régimen jordano. El objetivo era una reunión de los servicios de inteligencia, pero el techo se derrumbo sobre la fiesta de la boda por efecto de la explosión", afirmó Zarqaui.
Además, el terrorista pide el perdón divino de los musulmanes que fallecieron a consecuencia del atentado. "Pedimos a Dios que sea misericordioso con los musulmanes. No eran nuestro objetivo, aunque se encontraran en hoteles que eran centros de inmoralidad", asegura Zarqaui en la grabación.

La denominada "Organización de Al Qaeda en Mesopotamia", liderada por Zarqaui se responsabilizó de los atentados, los cuales justificó con el argumento de que eran una represalia por la operación "Cortina de Acero", lanzada por el Ejército de Estados Unidos en el oeste de Irak.
La organización de Zarqaui es la responsable de la mayoría de los atentados más sangrientos perpetrados en Irak en los últimos dos años.
Zarqaui, nacido en 1966 en la ciudad de Zarqa, treinta kilómetros al este de Ammán, pertenece a la principal tribu jordana, los Bani Hasan, conocidos por su larga alianza con la familia real jordana.
El ahora hombre más buscado de Irak, por cuya cabeza Estados Unidos ofrece 25 millones de dólares, ganó fama como militante islámico en Afganistán, donde en la década de los ochenta se unió a los "muyahidín" que combatían contra la ocupación soviética.
Tras la retirada soviética de Afganistán, Zarqaui volvió a Jordania, donde continuó con sus actividades militantes con la creación de la organización "Monoteísmo y Yihad", grupo con el que comenzó a actuar después en Irak, para luchar esta vez contra la ocupación estadounidense.

Poco después, Al Zarqaui se declaró aliado de Bin Laden y cambió el nombre de su grupo por el de "Organización de Al Qaeda en Mesopotamia".
En 2002, Zarqaui fue condenado a muerte, en rebeldía, por un tribunal de Ammán, que le encontró culpable de diversos actos de terrorismo.

A.B.C.es

17.11.05

La República Islámica de Francia "Francislam"

Asomado a la ventana, el viento de la tarde en la cara y los pájaros volando, se diría que el mundo no tiene problemas. La tarde deriva en rojos intensos sobre el relieve del horizonte, en el que destacan los tejados de edificios harto conocidos, mientras en los altavoces resuenan los cantos árabes del imán de turno.

Podría encontrarme en cualquier parte de Oriente Medio, cerca de alguna de las millares de madrazas saudíes, solo que el edificio dibujado en el horizonte no es una cúpula coronada en una media luna, sino la Torre Eiffel, y la misteriosa ciudad árabe, es París.

El debate se está calentando en Francia acerca de las relaciones de la mayoría con la minoría musulmana, un debate que a todos los europeos debería interesarnos, dado que Francia no sólo es un país importante dentro de la UE, sino que a menudo es puesto de ejemplo ante el resto de miembros, y a menudo también es un auténtico oráculo de “lo que va a venir”.

Durante muchos años, la República de Francia, esa que Delacroix vio como una mujer con los senos al aire, fue un ejemplo de absorción de extranjeros. La nacionalidad era siempre “francés”, y el modo de unirse a la nación era la aceptación de la ciudadanía y la cultura francesas.

A través de los años, la República Europea por excelencia absorbió una enorme variedad de minorías. Muchos de sus héroes culturales han sido extranjeros; por citar algunos ejemplos, Eugene Ionesco, Marc Chagall, Leopold Sedar Senghor...
Los judíos franceses disfrutaron en general de igualdad de derechos, excepto por supuesto bajo ese agujero de amnesia selectiva que todo francés posee, junto con la afición por el vino y por el queso: Vichy.

Esta fue la realidad hasta hoy. Esta realidad se alteró con la creación de una enorme minoría de comunidad árabe musulmana, que comprende alrededor del 10% de la población, que se niega a aceptar los principios de la república secular.

Un choque de valores – fuente de un debate público turbulento – ha emergido en las aguas de la república en cuestión, y sus efectos han sido tan devastadores que, con toda probabilidad, el resultado va a ser más parecido a “la República Islámica de Francia” que a “la Republique Française”.

Por ejemplo, las mujeres musulmanas reivindican su derecho a cubrirse la cabeza en las escuelas públicas. En el pasado, fueron las alumnas, ahora son las maestras las que llevan su hijab. Algunos ven en esto el reflejo del pluralismo y la libertad religiosa.
Otros ven un gesto constitutivo de un acuerdo general de la represión de la mujer. Y los hay que piensan que esto es el primer paso hacia la situación en que todas las mujeres deban taparse la cabeza, independientemente de su opción, por respeto tal vez hacia la opción distinta de la inmensa minoría.

No en vano comienzan a aparecer las primeras denuncias de francesas laicas agredidas en plena calle por ser “demasiado liberales” para la moral musulmana con la que se cruzaron, o franceses laicos agredidos por beber, salir de una sala de bingo, o, sencillamente, mascar chicle o ir del brazo de otro hombre.

Dos de los de la segunda opinión son dos figuras socialistas públicas, el anterior Ministro de Educación Jack Lang y el anterior Primer Ministro Laurent Fabius, quienes creen que todos los símbolos religiosos deben ser eliminados de las escuelas públicas, empezando por el hijab y acabando por la kippa judía o el crucifijo católico – aunque ninguno de los dos últimos haya sido acusado de ser degradante para quien los lleva por ningún grupo social.

Tanto en la derecha como en la izquierda, están los que – en primer lugar, las feministas – señalan que el hijab, cubrirse la cabeza con un pañuelo, dista bastante de ser una expresión de fe religiosa, sino que es un claro signo de discriminación, humillación y subyugación de la mujer.
La comunidad árabe responde que el Islam es un camino de perfección que la mujer tiene que seguir, un argumento que responde mecánicamente cuando es increpada, por ejemplo, acerca de la nulidad de la mujer en los países árabes, por no hablar de los malos tratos, violencia colectiva, violaciones, asesinatos, apaleamientos, apedreamientos.....

Durante las últimas elecciones, Le Pen esgrimió un argumento que para muchos, es impepinable: “tendrán los mismos derechos que yo tengo en sus países de origen”. Sin llegar a dilucidar si los aeropuertos franceses deben contar con áreas árabes y áreas para el resto como tienen por ejemplo, los saudíes, estas son las mismas aguas en las que se sumergen dos feministas francesas en Le Monde. “Los fundamentos de la libertad individual no deberían ser extendidos a aquellos que dañan la igualdad de derechos y la dignidad de la mujer”, en un argumento que personalmente me parece exquisito, pero no es nuevo.

Recientemente, el señor Villepin redactaba una carta aparecida en también Le Monde, que podría resumirse en “¿qué sentido tiene respetar a quien no me respeta?”. Las feministas exigen que el hijab sea prohibido en todas las escuelas públicas de Francia, y lo que es más, “si la violencia árabe contra las mujeres que no se cubren el pelo continúa, el hijab debería prohibirse en las calles de Francia” (Le Monde, 30 de Mayo).

El rasgo fundamental que distingue al Islam frente a otras religiones es que el Islam no respeta.
Unos y otros pueden decirme lo que quieran, pero cuando tengo aviones estrellándose contra Torres Gemelas “porque Estados Unidos debe convertirse al Islam”, bingos volando por los aires “porque se bebe y se juega” y cafés siguiendo idéntico camino “porque esta tierra es nuestra y la entidad sionista debe ser expulsada”, creo que es el momento de pedir a alguien que me explique que sucede, y espero algo más convincente que “esto no es el Islam porque el Islam es una religión de paz”.

No digo que no lo sea, pero si yo soy cristiano, y como cerdo, los judíos no van a perseguirme por la calle con bates de béisbol a hacerme cumplir con Dios. Si soy budista, los cristianos no van a amenazarme de muerte si como carne un viernes de vigilia. Si practico el sexo, los budistas no van a perseguirme blandiendo antorchas y anunciándome que he violado el sentido de circulación del Chi, y que mis chacras están tan desviados que sólo quemarme vivo puede purificarme.

Pero, ¿y el Islam?. Si usted bebe alcohol o se encuentra en una sala de juego, sepa que puede ser objeto de un atentado. Remitiéndome a los hechos, el Islam no respeta, y es lógico que sea Francia, el lugar de la comunidad musulmana europea más grande, el primer foco de tensión, y muy seria.

Las mujeres musulmanas son golpeadas por la calle, a ojos vista de transeúntes. Yo lo he visto. Y tanto si es por no llevar el pañuelo, como si es por otros motivos, las exigencias árabes en Francia no acaban con la ropa.

Los alumnos árabes se niegan a aprender acerca del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial (no sólo por los judíos, muchos de los países árabes estuvieron del lado de Hitler), los grupos árabes exigen y presionan para lograr cambios en el código penal francés que incluyan la Ley Islámica, y se exige al gobierno que destine enormes partidas de fondos para algo que Francia nunca ha hecho: financiar la construcción de ostentosos edificios religiosos, en este caso, mezquitas.

La República generalmente no sólo ha obviado hasta la fecha este tipo de exigencias, sino que las ha prohibido. Ahora los musulmanes claman que como el Estado cubrió la construcción de iglesias y cubre la reconstrucción de las mismas (monumentos), por qué no puede cubrir mármol italiano para la nueva madraza.

Y mientras, la opinión pública francesa se pregunta, en medio de certeros cortes al estado del bienestar, por qué reconstruir y proteger la fachada de Los Inválidos es lo mismo que levantar enormes mezquitas. Y eso por no hablar de los altavoces de las mismas, llamando a la oración muy por encima de los límites del ruido, y sin ánimo de bajar el tono.

Respondiendo a la cuestión de las iglesias apareció Claude Allegre, el Ministro de Educación en la era Lionel Jospin: "el Cristianismo está impreso en Francia – como el sello del Cristianismo Ortodoxo lo está en Rusia, o el sello del Islam lo está en Arabia Saudí. Así que, la exigencia musulmana de asistencia paralela a Cristianos y Musulmanes no puede ser aceptada." (L'Express, 5 de Junio).

Tan extrañas como son estas declaraciones (básicamente Allegre está diciendo que Cristianismo es a Francia lo que Judaísmo a Israel, sin embargo Chirac ha despreciado en numerosas ocasiones a Israel por ser Estado Judío), las hay mucho peores, y demasiado fuertes para poner aquí.

No es difícil poner cualquier canal de TV en Francia para encontrar un debate con algún líder de la comunidad musulmana francesa, explicando que “como es mi mujer”, le puedo cruzar la cara en plena calle, y después denunciar al Estado porque dos guardias me detuvieran.

Eso por no hablar de los apaleamientos a homosexuales, esas parejas gays que antaño paseaban por los Champs Élysées, y que ahora corren a las sedes de grupos gays a refugiarse de la lluvia de pedradas (si los incendios nocturnos de estas sedes dejan algo en pie). O de las salas de juego. Etc, etc... ¿Alguien recuerda a ese árabe que estranguló y ahogó respectivamente a una pareja de lesbianas a orillas del Sena, y declaró en el juicio que “es que yo estoy en contra de ser gay, y Francia es una democracia”?.

Hace ahora casi un siglo, Los Elementos de Mill pronosticaban que esos inmigrantes iban a venir, se iban a quedar prendados de nuestras democracias, y se iban a transformar en ciudadanos ejemplares.
Si bien no puedo generalizar, es obvio ya que el tiempo ha dejado a Mill por mentiroso: esos inmigrantes vienen, alcanzan su masa crítica al más puro estilo caballo de Troya, y hacen todo lo posible por construir un segundo, un tercer, un cuarto Egipto, la quinta Libia o la sexta Siria.

Si bien no hablo de una expulsión generalizada, sino de cuidar más las cifras, añadir requerimientos de estudios algo superiores al idioma, y estudiar por qué el sistema falla tan estrepitosamente como para haber convertido al país europeo por excelencia en una versión (light, eso sí) de Argelia, en tan solo 10 años, el debate en Francia me impresionó sustancialmente.

De hecho, el artículo de las dos feministas me llama poderosamente la atención, porque estas dos feministas han dado precisamente en el clavo.

Los fundamentos de la libertad individual (no hablo de los Derechos Humanos esenciales) no deberían ser extendidos a aquellos que dañan los fundamentos de la libertad individual. O dicho de otro modo, no tengo por qué respetarte, si tú no me respetas. De otra forma, ¿qué sentido tiene?.

Por cierto, ¿alguien más ha notado que el país de la Unión Europea con mayor racismo contra judíos (Francia), la República de la UE que bramaba hace unos meses por sanciones contra el Estado de Israel (Francia), el país más antisemita en el pasado reciente de la Humanidad (del caso Dreyfus a Vichy, pasando por las manifestaciones “de paz”, Francia) recurre a un judío (Woody Allen) para recuperarse del ostracismo al que sus desproporcionadas posturas pro árabes (amén de su prepotencia y una larga lista de factores, el primero de los cuales es que Francia no tiene ningún problema en que una potencia domine el mundo, siempre que esa potencia sea Francia) le condenan?.

La historia del boycoteador boycoteado.
¿Alguien quiere interesarse por esa creencia budista de que todo lo que haces, te vuelve multiplicado varias veces?.

16.11.05

El discurso del odio

André Glucksmann (Boulogne, Francia, 1937) es uno de los filósofos europeos más importantes de nuestra época. Entre otras, ha escrito las siguientes obras: Le Discours de la guerre, El undécimo mandamiento, La estupidez: ideologías del postmodernismo y La fisura del mundo: ética y sida. Sus últimas obras, Dostoievski en Manhattan (Taurus, 2002) y Occidente contra Occidente (Taurus, 2004), obtuvieron un gran éxito en España.

La decapitación de las Torres Gemelas, la explosión de los trenes en la Estación de Atocha y el horror de Beslan nos conducen a un paisaje inédito. Hasta entonces, los Estados pretendían mantener al demonio dentro de la jaula. La devastación nuclear estaba bloqueada por la disuasión. Hasta entonces, ni la Bomba ni el Kaláshnikov habían trastornado de manera fundamental una concepción muy clásica del conflicto de intereses, que Rousseau bautizó como “estado de guerra”. A partir de ahora hay que pensar en un nuevo “estado de odio”. La facultad apocalíptica de pitar el final del partido, antes patrimonio de los dioses y, después, monopolizada por las superpotencias, se ha puesto al alcance del gran público.

Así describe André Glucksmann, con su perturbadora capacidad de anticipación --y su particular estilo literario, en el que lo inquietante se convierte en poético-- el mundo del siglo XXI. Un siglo que el hombre inició creyendo haber relegado los odios colectivos a los libros de historia.

Pero ¿por qué misterio insondable --se pregunta el autor--, por qué inconmensurable ingenuidad el pasajero del siglo XXI se hace el sorprendido cuando el odio fuerza su puerta? El odio existe, asegura Glucksmann. Todos lo hemos visto; tanto a la escala microscópica de los individuos como en el corazón de las colectividades gigantescas. Con el nuevo milenio nos hemos adentrado en otro mundo, que ya no se basa en las antiguas categorías. Un mundo en el que sobrevivir es sobrevivir al odio.

«Un odio incansable, tan pronto ardiente y brutal como insidioso y glacial, amenaza al mundo». Y el mundo se sorprende, porque creía haber pasado página, atrapado entre la euforia moderna que explica, comprende y excusa todos los comportamientos, y el olvido de la larga historia de horrores que el hombre provoca contra el hombre.

«Tesis mayoritaria y bien pensante: el odio mayúsculo no existe».

Tesis de Glucksmann: el odio existe, todos nos hemos encontrado con él. Y con sus frutos: la bomba humana es el ejemplo más devastador. Pero no el único. «El odio juzga sin escuchar. El odio condena a la medida de su deseo. No respeta nada, cree enfrentarse a un complot universal. Al final de la carrera, acorazado en su resentimiento, zanja el asunto con una dentellada arbitraria y soberana. Odio, luego existo.»

A lo largo de los siete capítulos del libro, que pretende «servir de introducción a una ciencia humana del odio del ser humano», desfilan el odio a Occidente de los suicidas islámicos, el antisemitismo, la misoginia y el antiamericanismo. Nos va haciendo seguir las raíces de cada uno de ellos, sus consecuencias, sus relaciones.
España tiene un protagonismo especial.

La matanza del 11-M, el resultado electoral tres días después, la retirada de las tropas españolas de Irak, son para el autor hechos que llevan a los terroristas a «vanagloriarse de haber ganado». Hacen suyo el grito legionario de «¡Viva la muerte!». El valor de Unamuno ante Millán Astray en el anfiteatro de la Universidad de Salamanca, cuando califica de «paradoja bárbara» repelente ese grito que se acaba de escuchar, ilustra la respuesta que Europa debería estar dando: unirse para atajar la debacle. En el capítulo titulado «El espectro del hiperpoderoso», también se utilizan ejemplos de la prensa española para ilustrar las tesis del autor sobre las limitaciones del antiamericanismo.

El libro no solamente analiza. También propone soluciones: para desactivar las angustias y los entusiasmos trascendentes, hay que renunciar a imponer, por la fuerza de las armas, la unanimidad político-teológica a la que conduce el divinizar los odios políticos y el politizar el sectarismo teológico.

De la bomba H a la bomba humana

El odio, en estos tiempos, habla a golpe de atentado. Un atentado solamente tiene éxito si queda grabado en el cerebro de los supervivientes.
Y los atentados de las bombas humanas son especialmente imborrables porque nos demuestran que el poder de destrucción masiva —que primero creíamos atributo de los dioses, quienes lo ejercían mediante diluvios y
terremotos, y después de los estados y sus ejércitos— está ahora al alcance del gran público, de cualquiera que, armado con un cúter, secuestre un avión y lo lance contra un rascacielos en horas de oficina.

«¿Cómo contener a una bomba humana, razonar con ella o paralizarla?»

Éste es nuestro problema filosófico número uno. El 11-S es una fractura que provoca la aparición de una condición humana demasiado turbadora. La idea de humanidad es casi equívoca: ¿qué pasa con lo inhumano del hombre? Cuando nos toca vivir grandes penalidades adquirimos la experiencia del sufrimiento, y con ella la inteligencia de la condición humana y de sus límites. Pero más a menudo, tropezamos con los límites de la inteligencia: apenas ha pasado lo peor de la tempestad nos apresuramos a alejarnos de la realidad y de sus verdades «ni fáciles de vivir ni agradables de decir».

¿Quién es terrorista y quién no lo es?

Glucksmann rechaza la respuesta que dan el déspota o el invasor (terroristas son las operaciones de guerra irregular llevada a cabo por combatientes sin uniforme contra otros de uniforme) y propone otra: terrorista es el ataque deliberado llevado a cabo por hombres armados (con o sin uniforme) contra poblaciones desarmadas. Y se subleva contra «los ingenuos, los falsos ingenuos y los sinvergüenzas» que practican la amalgama y bautizan como «resistentes» a los asesinos de inocentes.

El terrorista de hoy es nihilista, blande su odio como una varita mágica y multiplica así por diez el miedo que difunde. Mata a los suyos, a los otros, a los de uniforme y a los civiles, a hombres, mujeres, niños y ancianos. «El poseso de hoy se convierte en su furor, sin distancia, sin escrúpulo, sin vuelta atrás». No hay más que escucharle hablar mientras que, por ejemplo, anuncia ante las cámaras la inminente muerte de un rehén al que va a decapitar y explica por qué lo hace y quiénes son los responsables, entre los que no se encuentra, claro está, él mismo que es quien blande la espada y la precipita sobre el hombre indefenso.

La toma de la escuela en Beslan y la carnicería que allí se produjo le sirven para reflexionar sobre el nihilismo como patología moderna, en sus tres versiones: la del asesino suicida, nihilista último y absoluto que no distingue entre vida y muerte; la de Putin, que cree que puede permitírselo todo y no distingue entre mentira y verdad; y la pasiva, la nuestra, la de quienes, con los ojos cerrados, permitimos todo a los que se lo permiten todo.

En el taller de las bombas humanas

Una bomba humana funciona con odio. Sean cuales sean las razones de ese odio: la marginación, la pobreza, el analfabetismo, la sobredosis de fe, lo cierto es que no todos «los míseros, los humillados, los ofendidos, los incultos, los débiles, los parias, los perdedores y los drogadictos del planeta» se hacen estallar en un autobús de transporte público. La bomba humana es un ser pensante, con tantos conflictos internos y problemas como cualquiera, y su destrucción es una decisión que responde a una lógica.

Los autores clásicos ya la sacaron a la luz y, primero los griegos y después los romanos, nos legaron menis (la cólera de Aquiles), manía (locura furiosa de Ayax), jolos (rabia dolorosa de Electra) y de ellos aprendemos que el odio «no es ni accidente ni error de recorrido. Es una sed fundamental de destruir» que no está detrás de nosotros, sino en nosotros.

Cólera, el origen de todo; Dolor, el duelo de uno mismo; Furor, el duelo del otro; Nefas, el duelo universal, se nos hacen familiares a través de la Medea de Séneca que nos guía en un viaje alucinante por las raíces y las manifestaciones del odio absoluto, y consigue aterrorizarnos con su proximidad y su familiaridad: «Que se rivalice en toda especie de crímenes; que se maten unos a otros recíprocamente a golpes de espada; que no haya para esos odios ni límites ni remordimientos; que los espíritus sean aguzados por una rabia ciega; que la furia de los padres se perpetúe y que sus crímenes pasen en una larga continuación a sus nietos; que ninguno de ellos tenga la tranquilidad de detestar su crimen pasado, que nazcan
siempre nuevos y que se multipliquen de forma tal que hasta el castigo no haga sino aumentar los crímenes». Las palabras de la Furia de Séneca nos desvelan el secreto de la fuerza del odio: el furioso no retrocede horrorizado ante el horror. No teme por su existencia. «Y la muchedumbre condena la abominación mientras la contempla.»

El icono del rebelde exterminador, de Séneca a Genet

Los cuatro elementos del odio (cólera, dolor, furor, duelo universal)le sirven para mostrarnos que los «incendiarios planetarios», los palestinos,son los calcos de los trágicos romanos. El texto redactado por Jean Genet,Cuatro horas en Chatila, en el que éste enaltece a los fedayin, heraldos de la revolución total, es la guía para conducirnos por la historia de los asesinatos cometidos por los fedayin desde el principio del conflicto, un conflicto convencional por una tierra, hasta su transformación en «lucha metafísica», en lucha contra el sistema, en un maniqueísmo teórico y una práctica radical de rechazo a la civilización occidental.

Cuando, en los Juegos Olímpicos de Múnich en 1971, «Septiembre negro» asesina atletas israelíes, «el ejército del terrorismo inaugura su dimensión propiamente cósmica» al ampliar a Europa su teatro de operaciones.
Y nunca ha abandonado su carácter de espectáculo universal. Hace decenas de años que convivimos cada día con lo que ya se ha convertido en una «serie familiar de una violencia total, totalmente mítica y por tanto totalmente tranquilizadora». Esa presencia no tiene una relación directa con el número de muertos ni con el tamaño de la desgracia.
De hecho, ésta no es mayor que el genocidio tutsi de 1994 o que las masacres de chechenos que se suceden desde hace ya diez años. Todos están sometidos a una ley
del silencio, todos menos el «problema palestino». Se han convertido en
«estrellas terroristas», en mitos del telediario de la noche.

¿Por qué a los peluqueros?

—Esta noche matamos a los
peluqueros y a los judíos.
—¿Por qué a los peluqueros?


El odio hacia los judíos tiene la extraña capacidad de aglutinar delirios y rabias en una furia linchadora colectiva. No es una obsesión malsana de los integristas musulmanes en la que recuperan el antisemitismo secular de occidente. Es un sentimiento que se tolera con complacencia y que se extiende por doquier, suplantando la crítica a las decisiones de quienes en cada momento ocupan el gobierno del Estado de Israel, críticas que se transforman en una retórica sistemática de demonización.

El conflicto de Oriente Próximo parece ser la causa única de todos los males, desde las guerras civiles en Yemen o Argelia, la guerra Irán-Irak o la del Golfo, al exterminio de chechenos. «El pretendido centralismo de la querella israel -o-palestina ¿es de verdad la razón, o más bien la coartada, de los odios que encienden la región y amenazan el planeta?»

Tal como repitió Sartre, la clave del antisemitismo es el antisemita, no el judío. El judío no es la causa del odio que le rodea y por ello no necesita ni reformarse (caso del judío avergonzado), ni sacar prestigio de él (caso del judío glorioso). Si ha padecido Auschwitz, no es en absoluto culpa suya. El crimen pertenece al criminal. Auschwitz no revela nada sobre el judío, pero mucho sobre los mundos que le rodean.
La primera cuestión judía la plantearon los cristianos: el Antiguo Testamento se resiste a la Buena Nueva; la segunda, los estados nación emergentes: ¿qué hacer con estos apátridas que circulan entre Estados? El secreto de la tercera cuestión judía está en que, después de 1945, los judíos dan testimonio de que lo imposible es posible. Por eso, «¡Qué ganga para la Conciencia universal, los judíos al fin no eran exterminados sino exterminadores!»

Para tratar el conflicto de Oriente Próximo no sirve seguir preguntándose ¿quién empezó?, sino ¿cómo parar? «La paz no es natural, hay que construirla, utilizar artificios y arbitrariedades.» El autor propone cinco: afirmar el derecho a la existencia de las poblaciones implicadas (condena del terrorismo); existencia de un estado israelí y de un estado palestino; reconocer las fronteras (una frontera es buena porque es, no existe porque sea buena. Es necesaria para evitar los conflictos que engendra su falta); considerar nulo el problema de los refugiados, como hizo Europa tras la Segunda Guerra Mundial; y Jerusalén: separar cielo y tierra, es decir, autoridades civiles de autoridades religiosas.

El espectro del hiperpoderoso ¿Por qué tanto odio?, se preguntan los estadounidenses. Y al preguntar: «¿Qué he hecho mal?» están suponiendo que el objeto odiado es la causa del odio, cuando, de nuevo, el odio precede y predetermina al objeto que se fabrica.

El antiestadounidense no admite que los estadounidenses sean autocríticos, titubeen, evalúen sus errores, rectifiquen. Construye sus argumentos con abundancia de sofismas, revelaciones sin pruebas y suposiciones gratuitas, para llegar a conclusiones gratificantes sobre el cretinismo del presidente o para convencerse de que el 11-S «no fue más que un juego de Estado Unidos consigo mismo».

La cuna del antiamericanismo es Europa. Y la hostilidad aumenta desde el fin de la guerra fría. Hay una divergencia anterior que explica ya muchas cosas: para los americanos, el desembarco de Normandía era la liberación por las armas del nazismo; para los franceses y los alemanes, era el fin de tres siglos de guerras entre ellos. «Para unos, la Libertad es lo primero, produce y garantiza la paz. Para los otros, la Paz prima y la libertad, tarde o temprano, viene a continuación.»

La segunda gran diferencia es cómo se vivió la guerra fría a ambos lados del Atlántico. Y la tercera y más reciente, que mientras para Estados Unidos el 11 de septiembre es la fecha clave, la fecha de entrada en guerra contra el terrorismo, para la comunidad europea es la caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, la que inaugura una nueva era en la que la fuerza cede ante la ley. Europa «vuelve la espalda a su aliado de más allá del Atlántico, decide vivir poshistóricamente». La consigna fue «abstente»: en el genocidio de los tutsis, al apoyar a Yeltsin y después a Putin, al ignorar la escalada del islamismo terrorista.
El aislacionismo es ahora privativo de una Europa que condena el intervencionismo americano.

El antiamericano resume su fe en una tesis: el mal no existe. Y su corolario: el único mal es que los americanos creen en el mal. Esta Europa vive búdicamente más allá del Bien y del Mal, instalada en el Bien, puesto que el Mal no existe. Seguro en esta Buena Nueva, el nihilista activo se lo permite todo, al estilo del islamista degollador, mientras que el nihilista pasivo lo permite todo, al estilo del europeo que se desinteresa, ajeno a todo lo que no sean sus realidades interiores.

Cherchez la femme!

«El odio más largo de la historia, más milenario aún y más planetario que el del judío es el odio a las mujeres.» Menos evidente y estruendoso que otros, se viste con máscaras diferentes según los lugares y las épocas.
Y su falsedad suprema es el exceso de amor.
En 1979 el ayatolá Jomeini llega a Teherán a ocupar el poder que ha conquistado con el apoyo de liberales, revolucionarios y religiosos, y ordena de inmediato el uso obligatorio del chador. Las mujeres de Teherán que salieron a la calle en la primera manifestación antiislamista de la historia, fueron menospreciadas. Las mujeres iraníes se convirtieron en el daño colateral de la revolución triunfante, con la complacencia de los progresistas.

El ayatolá hizo escuela en Argelia y en Afganistán, el burka se convirtió en el símbolo de la dictadura de los talibanes. El odio antioccidental estigmatiza la feminidad.
La cruzada sexista de Jomeini podía haberse alimentado, además de con el Corán, con la Ilíada. Helena le sirve al autor para recorrer la posición de la mujer a lo largo de la historia: en las sociedades tradicionales, donde todo estaba resuelto por los usos, las costumbres y las reglas de parentesco; en las sociedades de transición, en vías de occidentalización, la resistencia femenina «socava la estrategia del gran encierro»; y en las sociedades de estilo occidental, Helena cede a una misoginia corriente a la que no escapa ninguna cultura.

Pandora, en cambio, nos introduce en la separación del tiempo de los dioses y el tiempo de los hombres. Pero a diferencia de Eva, ella no es la pecadora que provoca el castigo divino y eterno sobre la humanidad. El pecado del hombre fue castigado con el final del parentesco entre hombre y dios, y la aparición de Pandora sobre la tierra simplemente sanciona ese hecho. Ella no es la causa del mal.

La historia del reino de Lidia o de Antígona da lugar a reflexiones que terminan conduciendo a la fuerza de las mujeres: el philein, la alianza entre enemigos potenciales contra la adversidad común, la lucha no por conquistar el poder, sino por «imponer límites infranqueables a una voluntad de omnipotencia». La condición de las mujeres es testimonio de la condición humana y las Suplicantes, cantando su debilidad, anuncian el «poder de los sin poderes», la subversión suplicante que estuvo en el origen de las revoluciones de terciopelo que ponen fin a las dictaduras totales.

¡Buenos días, señor Montaigne!


A partir del 11 de septiembre, ya no hay campo de batalla ni frente.
No hay retaguardia. El «estado de guerra» en el que los estados vivían tradicionalmente (estado de rivalidad, de conflicto de intereses, que permitía, paradójicamente, asentar el alto el fuego y construir la paz) ha sido sustituido por el nuevo «estado de odio».

En él se produce la alianza entre una crueldad sin límites y un discurso que la legitima, pero «las carnicerías llevadas a cabo en nombre de Dios no son religiosas, sino terroristas». Hay que «despojar la crueldad de las palabras que la maquillan. Hacer aparecer lo inhumano en su sórdida desnudez». Tomemos como ejemplo el comunicado en el que Al Qaeda reivindica la masacre de Madrid: «respuestas a los crímenes que ustedes han cometido en el mundo […] en Irak, en Afganistán».

El 11-M y el 14-M «confirmaron la íntima convicción de los asesinos: cuanto mayor es el horror, más eficaz resulta. El crimen paga».
El proyecto para salir del «estado de odio» consiste en «aliarse disuasoriamente, negativamente, contra los peligros que amenazan el hogar, y no persuasivamente, positivamente, especulando sobre nuestras múltiples esperanzas extraterrestres». Este proyecto no pueden realizarlo solos los poderes públicos y sus estado mayores. «Es necesaria la participación de ciudadanos resueltos a romper con el terrorismo nihilista e interrumpir sus estrategias de caos».

Las siete flores del odio

1. El odio existe. Aunque los bienpensantes, la universidad, incluso los que odian, no admitan «que la rabia de destruir por destruir reina en estado puro […] hasta que se los come».

2. El odio se maquilla de ternura. Quizá me equivoco, reconocerá el suicida, pero creía que estaba haciendo bien, voy de buena fe.

3. El odio es insaciable. Al pedir lo imposible, se promete permanentemente insatisfecho y se asegura de no ser jamás interrumpido.

4. El odio promete el paraíso.

5. El odio pretende ser Dios creador. Perturba los tres ejes: vida, lenguaje y trabajo, que identificaban al europeo de las Luces como ser vivo.

6. El odio ama a muerte.

7. El odio se nutre de su devoración.

«¿Sentiría yo odio hacia el odio? Ni una pizca. […] La gente honesta, los religiosos sinceros, los realistas sin ilusiones, tienen la inteligencia de sus límites, no necesitan odiar el odio para combatir su locura asesina y sonreír con su ridículo.»

Por André Glucksmann

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15.11.05

Europa observa con recelo el fuego francés

LA REBELIÓN DE LOS SUBURBIOS

ALEMANIA, FRANCIA Y REINO UNIDO VEN FRACASAR SUS MODELOS DE INTEGRACIÓN


El escaparate de una agencia de viajes anuncia vuelos a "Algesiras", Tánger, Asilah, Larache y Tetuán.
En el cristal, una foto de La Meca a rebosar en pleno peregrinaje.
Los hombres con bigote comen carne halal y beben té en las cafeterías, y las mujeres, veladas o no, pasean cargadas con bolsas de la compra por la avenida de Stalingrado.
Es el centro de Bruselas, en el corazón de Europa, y, a pocas manzanas de allí, jóvenes desbocados han incendiado esta semana más de una decena de coches en los barrios con mayor concentración de población árabe de Bruselas.

Tres palabras se repiten en Bruselas: discriminación, trabajo y escuela. Piensan que la violencia es la respuesta rabiosa a una situación insostenible

"La forma de la revuelta es discutible, pero el fondo es legítimo. A veces es la única manera de que los políticos se den cuenta de que existimos", dice Ahmed

El modelo opuesto al francés es el británico, el del multiculturalismo, donde las autoridades han reforzado la identidad de las distintas comunidades

En Alemania está el modelo 'gastarbeiter' o del trabajador invitado, en alusión a los obreros que reactivaron la economía en los años sesenta y setenta

¿Puede saltar la llama francesa al resto de Europa? ¿Ha fracasado el Viejo Continente en la integración de los inmigrantes y de sus hijos? La Europa que acogió a millones de inmigrantes hace décadas con trabajo para todos se encuentra hoy con bolsas de excluidos en los principales países, independientemente del modelo de integración. Y el reto, otro reto más, estalla en un momento en que la propia Europa acumula problemas de crecimiento, de Constitución y de futuro.

Europa recibió en 2004 a 1,9 millones de nuevos habitantes. Con ellos suman ya 16 millones, sin tener en cuenta a los que no tienen papeles. Políticos y académicos ven en la entrada de mano de obra joven la solución al preocupante envejecimiento de la población europea y un revulsivo para la maltrecha economía europea. Pero es una oportunidad que Europa, a juzgar por la explosión social francesa, no sólo no ha sabido aprovechar, sino que, por el contrario, ha generado bolsas de exclusión -gran parte de ellas nutridas de ciudadanos de origen árabe- en las grandes ciudades europeas, que ahora tiemblan ante un posible contagio de la crisis francesa.

Alemania (7,3 millones de inmigrantes), Francia (3,2 millones) y Reino Unido (2,7 millones), según fuentes europeas [junto a España (4,1 millones, cifra del INE)], son los mayores receptores. Cada país ha ensayado un sistema diferente de integración de los nuevos habitantes en sus sociedades, pero ninguno de ellos ha logrado la inserción deseada. Los tres se enfrentan a serios problemas de exclusión y alienación que se extienden no sólo a los recién llegados, sino también a las segundas y terceras generaciones. Algo falla, los suicidas londinenses fueran en su mayoría jóvenes nacidos en el Reino Unido, supuestamente integrados y dispuestos a asesinar a decenas de compatriotas. Y como lo ha puesto de manifiesto la delincuencia desatada esta semana en Saint Denis.

Volvamos a Bélgica. Las autoridades belgas, como las de otros países europeos, temen que la llama francesa que ha abrasado ya más de 6.600 coches acabe por prender en sus ciudades. Los expertos insisten en que el modelo francés de integración -cimentado en la asimilación de la cultura francesa- no se repite en otros países de Europa, pero a la vez advierten de que en el resto de países la situación no es mucho mejor.

Mohamed, Nadia, Ahmed y Otman viven en Cureghem, el núcleo duro de Anderlecht, el gran barrio magrebí de Bruselas, donde esta semana han volado los cócteles molotov y ardido unos pocos coches. Los cuatro son belgas e hijos de marroquíes. Discuten acaloradamente sobre lo que está pasando en Francia y lo que pasa en su barrio todos los días. Tres palabras se repiten en la destartalada habitación de la asociación Alhambra: discriminación, trabajo y escuela. Piensan que la violencia es la respuesta rabiosa a una situación que consideran insostenible. "Aquí sólo falta un político como Sarkozy [Nicolas, ministro del Interior francés] para que todo salte por los aires", dice Ahmed, un joven con perilla que estudia trabajo social. Se sienten excluidos y quieren que se les trate como a los demás.

Llamar la atención

"Desde pequeño creces con ello. Estás jugando al fútbol en la calle y llega la policía. Si no eres blanco y con ojos azules, te mandan a casa. La policía no dialoga, no escucha, sólo amenaza. Desde el 11-S es todavía peor. Ahora somos todos terroristas que oprimimos a nuestras mujeres", dice nervioso Otman. No les gustaría que Bruselas se convirtiera en Saint Denis, pero dicen comprender a los que queman coches en Francia. "La forma de la revuelta es discutible, pero el fondo es legítimo. A veces la violencia es necesaria, es la única manera de que los políticos se den cuenta de que existimos. Gracias a que están quemando coches, en Francia el Gobierno ya ha empezado a ofrecer dinero para los barrios. Las revueltas son así", sostiene Ahmed. Otman está de acuerdo, pero piensa que la situación en Francia es muy distinta. "El sistema francés es un atraso, es arcaico. Lo de la asimilación no funciona. Pretenden que todo el mundo sea laico y se identifique con la cultura francesa".

Como Otman, son muchos los que piensan que el sistema francés hace aguas, pero también reconocen que los otros dos grandes modelos de integración europeos -el británico y el alemán- tampoco han corrido mucha mejor suerte. "Hay una especificidad del modelo francés, pero la precariedad en las grandes ciudades y la exclusión social hace que el riesgo exista en otras ciudades", explica Andrea Rea, director del centro de investigación sobre la etnicidad, el racismo, las migraciones y la exclusión de la Universidad Libre de Bruselas.

Rea se refiere a la llamada ley del velo, que prohíbe el uso de signos religiosos en las escuelas públicas francesas y que ha generado un fuerte malestar en las comunidades musulmanas. "Los musulmanes deben entender que el laicismo también rige para ellos", decía Sarkozy en una entrevista el año pasado. Pero también se refiere Rea a que el Estado francés no permite que el origen de los ciudadanos -latino, asiático, magrebí...- quede plasmado en las estadísticas, lo que impide conocer la situación en la que se encuentran estas comunidades. "Piensan que si reconocen la etnicidad vulnerarían la unidad del pueblo francés; pero así es imposible ver si se les está tratando de manera diferente, si se les discrimina a la hora de encontrar un empleo", sostiene Sarah Spencer, directora de investigación de Compas, el Centro de Migración, Política y Sociedad de la Universidad de Oxford.

Examen de ciudadanía

En el lado opuesto del modelo francés se encuentra el británico, el del multiculturalismo y el laissez faire, donde, como en Estados Unidos, las autoridades han reforzado la identidad de las distintas comunidades. La idea que subyace es que los inmigrantes llegan para quedarse y, por tanto, tienen derecho a desarrollar su identidad cultural en su nueva residencia. Muchos piensan que es esto precisamente lo que ha contribuido también a la formación de guetos en los que tampoco han faltado las revueltas, como las ocurridas en 2001 en el norte de Inglaterra. "Es cierto que hay demasiada segregación en los barrios, divididos por grupos étnicos, pero no creo que nuestros problemas estén causados por el multiculturalismo. Nadie tiene la fórmula mágica", dice Spencer. No obstante, el Gobierno británico ha dado un paso hacia el modelo de asimilación al instaurar hace pocos días el examen de ciudadanía británica que deberán aprobar los 140.000 aspirantes anuales a obtener el pasaporte británico. El examen incluye preguntas de idioma, de costumbres y estructura política del país.

Junto al francés y el británico se encuentra el alemán, que se basa en considerar al inmigrante una fuerza de trabajo coyuntural y temporal. Es el denominado modelo del gastarbeiter o del trabajador invitado, en alusión a los obreros que reactivaron la economía alemana en los años sesenta y setenta. Tampoco está exento de tensiones. "Nuestro primer problema es la obtención de la nacionalidad, seguido de la discriminación tanto en la calle como en el trabajo. El 45% de los turcos de Kreuzberg está en el paro". El que habla es Ahmet Iyidirli, el único candidato turco al Parlamento del partido socialdemócrata alemán en las pasadas elecciones. Kreuzberg es el gran barrio turco de Europa. En él viven 38.000 turcos y un total de 2,6 millones en todo el país. De ellos, sólo 600.000 tienen la nacionalidad. La percepción de temporalidad se percibe además en los escasos esfuerzos que el Gobierno alemán ha realizado para transmitir a los extranjeros la lengua y la cultura alemanas. Iyidirli considera que esto explica en parte el fracaso escolar de los chavales turcos.

La segregación desde la escuela no es un problema exclusivo de Alemania. Es un tema que también preocupa a los jóvenes de Cureghem, en Bélgica. "A esta asociación vienen jóvenes de 12 y 15 años que no saben escribir en francés. No saben nada. Son los hijos de las escuelas basura, escuelas donde estudian los inmigrantes, no los que van a dirigir el país", dice Otman, que ya ronda la treintena. Su amigo Mohamed es también voluntario de Alhambra y hace poco que terminó la escuela. Muchos de sus compañeros de pupitre no pueden decir lo mismo. De los 60 que estaban al principio sólo terminaron la escolarización 18.

Datos elocuentes

Faltan datos que constaten claramente la marginación que abona el conflicto, pero los pocos disponibles son elocuentes. Mientras que en 2001 la tasa de empleo en la UE era del 64,4%, la de los nacionales de países no comunitarios rondaba el 52,7%. Las cifras reflejan además que esta distancia se acorta en los empleos de riesgo y trabajos asociados con la exclusión social. Es un problema europeo y transfronterizo, al que el Ejecutivo comunitario no puede dar respuesta. Por un lado, la Comisión Europea considera el fénomeno migratorio una de las soluciones al problema del envejecimiento de Europa -entre 2010 y 2030, la UE perderá 20 millones de trabajadores-, pero, por otro, los Estados no están dispuestos a ceder soberanía a la Unión en materia de integración, donde la Comisión no tiene competencia.

Lo que Europa puede hacer por la integración se limita a la financiación de proyectos y a recomendaciones a los Estados miembros para adoptar medidas en materia de empleo, educación o enseñanza de las lenguas europeas, entre otras. El proyecto de Constitución europea sí contempla que la legislación puede tomar medidas, incentivos y apoyo para promover la integración, pero la Constitución está aplazada sine die.

Comunitarias o no, las soluciones urgen. Porque, conforme a lo que sostiene el investigador Rea, "el hecho de que en Europa haya masas de jóvenes discriminados, sin futuro, sin trabajo, sin vivienda y sin ideales sociales y políticos constituye el germen de la revuelta continua".

Ana Carbajosa
El País

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