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11.11.06

El Islam como parte de Occidente

El Viejo Continente debe decidir cómo encajar la cultura musulmana en su civilización occidental


Meses atrás, un semanario suizo publicó en portada la foto de la mezquita de Berna con miles de personas bajo un título que decía "¿Quién hará la ley en este país?".

En el artículo, un líder musulmán afirmaba que a los suizos no les quedaría otra opción que permitir a las mujeres usar el chador y construir piscinas para hombres y para mujeres. "Existe en Europa un miedo cultural enorme", dice Mario Yutzis, presidente del comité de expertos sobre racismo y xenofobia de Naciones Unidas, al rematar el relato de esta anécdota.

Como en Suiza, en muchos países europeos las proyecciones que dan cuenta de una Europa poblada por musulmanes a medio plazo promueven un intenso debate entre los que ven en el islam una amenaza y los que consideran que ésta es una lectura signada por la intolerancia o la búsqueda de un chivo expiatorio a diversas dificultades, como la falta de cohesión en la Unión Europea.

Distintas estadísticas oficiales coinciden en que hoy el islam es la segunda religión mayor del mundo (1.300 millones de personas), mientras que el cristianismo, con sus variantes, sigue siendo la primera (2.100 millones). Aunque la mayoría de los gobiernos europeos no difunde estadísticas oficiales sobre la "inclinación religiosa o credo" de sus habitantes, según datos de Naciones Unidas y del Departamento de Estado de Estados Unidos, el islam se convirtió en la segunda religión más numerosa en gran parte de Europa. Entre 15 y 25 millones de europeos son musulmanes y se estima que esta cantidad se duplicará en los próximos 25 años.

Asma Jahangir, especialista en cuestiones de libertad religiosa de Naciones Unidas, afirma que actualmente viven en Francia seis millones de musulmanes. El último censo realizado en Reino Unido - que incluía una pregunta voluntaria sobre inclinación religiosa- indica que 1,6 millones de los censados son musulmanes; y según el Gobierno alemán, 3,3 millones de sus habitantes profesan el islam. Pero la idea de que en los próximos 50 años Europa será tan cristiana como musulmana no surge sólo del crecimiento generacional, la extensión de la Unión Europea a países de mayoría musulmana o la tasa de conversión al islam, sino también del persistente envejecimiento de Europa: en el norte, el crecimiento demográfico de los últimos años es cero.

La Europa musulmana

Según el informe del 2005 de la Conferencia sobre Población de la Unión Europea, de mantenerse la tasa de fertilidad actual de 1,5 hijos por mujer, en el 2050 la población europea habrá decrecido de 728 millones a 632 millones de personas. Y los mayores de 65 años habrán aumentado casi un 50%. En tanto, las familias musulmanas mantienen una tasa de natalidad de más de dos hijos por mujer, superada además en los países de origen y en Europa del Este. En Albania, por ejemplo, donde la población musulmana alcanza el 70%, la tasa de fertilidad es de 2,8, la más alta de Europa.

No es difícil entonces imaginar el cambio de las proporciones poblacionales en Europa. "Un tercio de los seis millones de musulmanes de Francia tiene menos de 20 años, un tercio de los de Alemania tiene menos de 18 y un tercio de los de Reino Unido no supera los 15 años. Se espera que la población musulmana de Europa se duplique para el 2015, y la no musulmana descienda un 3,5 %", advierte Timothy Savage en el periódico The Washington Quarterly,en un artículo titulado "Europa e islam: creciente aumento, estallido de culturas".

Más allá de las estadísticas, la cuestión se encuentra salpicada por convulsiones sociales. El aluvión de inmigrantes que intentan llegar a Europa, el aumento del desempleo, el resurgimiento de grupos neonazis y racistas, el rebrote periódico de conflictos locales - como las protestas callejeras recientes en Francia- o la visibilidad mediática de ciertas demandas sociales de la población musulmana se convirtieron - con el 11 de setiembre como telón de fondo- en el eje de lecturas islamofóbicas que encuentran un tinte religioso para explicar todo conflicto.

Y en ellas, Europa proyecta una cantidad de fuerzas contradictorias en pugna. Por un lado, el desafío de una sociedad multicultural basada en la profundización democrática y, por el otro, el proceso de secularización como un pilar inamovible, donde cada cultura revive uno de los miedos colectivos más antiguos: el temor al otro cultural.

El debate se vuelve más complejo por la mediación de prejuicios. Por ejemplo, entender al islam como una unidad y ligarlo sólo con lo árabe. "El mundo musulmán es mucho más amplio que el mundo arábigo musulmán", explica Juan Gabriel Tokatlián, especialista en relaciones internacionales y profesor de la argentina Universidad de San Andrés. "Hablar de una única unidad musulmana no es real, porque la asimilación y adopción del islam ha sido muy distinta en el contexto africano, asiático e incluso europeo". Estos desaciertos están muy emparentados con lo que el profesor Hamurabi Noufourillama "incongruencias conceptuales" que originan la islamofobia.

Nacionalidad y religión

Ejemplo de ello es la distinción entre europeos y musulmanes. "Es evidente que no son categorías equiparables: una depende del espacio y la otra del pensamiento. Pero producen la ilusión de que existe garantía genética de que los hijos de los primeros no se adherirán al islam y los otros, sí". Según Noufouri, autor de la sección arabo-fobia e islamo-fobia del Plan Nacional contra la Discriminación argentino - documento en el que este país es pionero en el mundo-, esa falsa dicotomía conduce a la negación de la nacionalidad de las personas, ya que esos musulmanes suelen ser franceses, italianos, alemanes e ingleses, de segunda o tercera generación.

"De hecho - dice Vittorio Beonio Brocchieri, especialista en filosofía medieval y profesor de la Universidad de Calabria-, sobre todo en los últimos años, la opinión pública de muchos países europeos tiende a identificar el fenómeno migratorio con la presencia islámica. Sea porque en muchos países la mayoría de los inmigrantes proviene de estados principalmente islámicos o porque, mal o bien, se cree que los inmigrantes musulmanes son los que más difícilmente se integran en sociedades europeas.

Pero no es necesariamente así. No siempre los inmigrantes islámicos viven su propia identidad cultural y religiosa de origen incompatible con la de la sociedad que los recibe. Depende de las políticas. Un estudio reciente, por ejemplo, señala que los musulmanes franceses se identifican con su país de adopción en medida mucho mayor, casi el 50%, que en Reino Unido".

Tras perder 42 millones de personas en dos guerras mundiales, en Europa se inició un proceso que apuntaba a la construcción de una identidad que amalgamara diferencias. "El proceso de gestar una comunidad en paz fue un gran logro europeo - explica Tokatlián- que hoy sin embargo se enfrenta a una realidad distinta en la que interviene la incorporación de Turquía como nuevo miembro. Pero ¿está suficientemente integrada, fortalecida y cohesionada hoy Europa para incorporar un miembro fuertemente musulmán, o, por el contrario, fragmentada, debilitada y enflaquecida en sus recursos?".

Seguridad y libertad

Europa enfrenta hoy la tensión entre seguridad y libertad, afirma Tokatlián. Frente a la situación en Oriente Medio, "una hoguera de confrontaciones cuyo entramado geopolítico encierra una guerra civil muy profunda que, por su cercanía, tiene una reverberación muy fácil en Europa", los distintos gobiernos europeos se debaten entre una tendencia hacia la criminalización del islam y la revisión de sus políticas en función de las demandas de los grupos locales.

"La democracia es un proceso que ha estado sometido a varias regresiones. Como resultado del 11-S, EE. UU. y Reino Unido son los que más han orientado sus políticas a cubrir la seguridad a costa de sacrificar la libertad: preanuncio de una regresión en la avanzada democrática". Tokatlián afirma que el camino de Europa frente a este dilema tiene final abierto. Y esta regresión democrática se profundiza por lo que Noufouri llama "identidades congeladas y herméticas".

La segunda generación

En un documento elaborado por Robert Leiken, director del programa de inmigración y seguridad nacional del Instituto Nixon de Estados Unidos, se plantea la existencia de jóvenes disconformes, descendientes de inmigrantes musulmanes en Europa como un problema muy serio para la seguridad norteamericana. Leiken toma el caso del asesinato del cineasta holandés Theo Van Gogh, en 2004, por "un musulmán holandés, descendiente de marroquíes, nacido y socializado en Europa.

La incómoda verdad - dice Leiken- es que la radicalización ocurre aun en lugares como los Países Bajos, que hicieron mucho por acoger a inmigrantes musulmanes. Orgulloso de una legendaria tolerancia de las minorías, este país dio beneficios sociales y cursos gratis de idiomas. Con los impuestos de los neerlandeses se fundaron escuelas religiosas musulmanas, mezquitas y programas en árabe en la televisión pública.

Mohammed Bouyeri recibía el subsidio de desempleo cuando mató a Van Gogh.

"El gran problema de Europa es el de los terroristas en potencia que pasan de ser brillantes estudiantes a miembros de la yihad global". Análisis como éste reavivan la teoría del choque de civilizaciones de Samuel Huntington. Directamente relacionada con ella aparece también la idea de que el islam representa una amenaza para el mundo e incompatible con la forma de gobierno democrático. "La otra cara de este razonamiento - afirma Tokatlián- es que se cree que la única alternativa que queda es imponer la democracia a través de fuerzas exógenas en los países árabes musulmanes; y ya estamos viendo la catástrofe que esto conlleva en Iraq."

Vittorio Beonio también reniega de esta incompatibilidad: "No, no creo que exista una incompatibilidad genética, por así decirlo, entre islam y democracia; y es ingenuo pensar que entre cristianismo y democracia exista una afinidad electiva. A lo largo de los siglos, el cristianismo se reveló perfectamente compatible con formas de organización política y social muy diversas, como la autocracia burocrática del tardoimperio romano, el feudalismo europeo medieval, las monarquías absolutas de los siglos XVI y XVII o las democracias liberales contemporáneas. Cristianismo, islam, hinduismo, budismo... cualquier religión extendida es una organización compleja, que recoge potencialidades históricas quizá contradictorias".

El chador de Marlene Dietrich, la prohibición de que las niñas musulmanas usen el chador en las escuelas públicas francesas, así como la creciente demanda de los musulmanes en Europa de piscinas distintas para cada sexo estimulan un debate en el que están en juego la definición de sociedad multicultural y la misma identidad europea. En el caso del uso del chador hay un elemento curioso que había pasado desapercibido. Según explica Hamurabi Noufouri, el uso de este elegante pañuelo se remonta a los tiempos en que Marlene Dietrich era estrella del cine mundial.

El chador de Marlene

"En los años 40, las mujeres musulmanas lo tomaron de sus películas, que se exhibían en El Cairo: las chicas reemplazaron con el chador la pañoleta larga - el mandil- que se usaba tradicionalmente". Así, un elemento que no pertenece a los preceptos del islam clásico se convirtió en gesto de reafirmación de la particularidad de esta cultura en Europa. "Estos grupos asumieron el pañuelo como un desafío al Estado, como una forma de manifestarse musulmanes; pero el Estado (francés) cayó en la trampa y perdió la neutralidad que lo legitima como tal al prohibir su uso, dándole así al pañuelo una representatividad islámica que nunca antes había tenido".

"El chador o las piscinas separadas no deben considerarse amenazas al modo de vida occidental - opina Beonio-. Creo que la prohibición francesa de exhibir símbolos de pertenencia religiosa en la escuela ha sido errada.

Es la escuela pública la que debe ser laica, no los que la frecuentan. El punto es otro: las autoridades de los países occidentales que reciben a los inmigrantes no deben abdicar en ningún caso de la tutela de los derechos individuales de los inmigrantes mismos, sobre todo respecto de sus comunidades étnicas, religiosas o familiares de pertenencia. Si una chica quiere ponerse chador o frecuentar piscinas separadas debe poder hacerlo, pero hay que garantizar que no la obliguen presiones familiares o ambientales. Hace poco horrorizó a Italia el caso de una chica pakistaní asesinada por su padre y su tío porque quería vivir a lo occidental. Ahí no debe haber ambigüedades en nombre de un mal entendido relativismo cultural".

Aunque no sean amenazas, estas demandas constituyen un desafío al concepto de identidad europea que se refleja en reiteradas muestras de pánico colectivo (como las de aquel diario suizo). La pregunta es si Europa estará dispuesta a pulir algunos aspectos más rígidos de su identidad para volverla más incluyente o si se pretende que el proceso de secularización avance inmutable.

Pero una vez ocurridas las demandas, las decisiones a posteriori que genera cada Estado pueden ser simbólicamente eficaces para calmar los ánimos o pueden apuntar a un proceso a largo plazo dirigido a lograr un mayor equilibrio social, ético y religioso. "Mi impresión - dice Tokatlián- es que la vía que están eligiendo algunos países de Europa es la de la eficacia simbólica".

Jimena Vallejo.

La Vanguardia 05-11-06

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