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12.1.08

El Regreso del Islam


Nadie con un mínimo de conocimiento y medianamente perspicaz puede ignorar a estas alturas que el imparable y acelerado avance musulmán en España es la manifestación de un proceso de islamización, este proceso no puede ignorarlo nadie ni pasar desapercibido ni para el mas despistado.
Que nadie se equivoque, no estamos ante un fenómeno demográfico temporal y reversible de carácter económico y laboral: una inmigración de mano de obra extranjera hacia un país desarrollado en una fase de crecimiento, no, estamos en una planificada cruzada invasora.


Resulta evidente que la presencia de un millón/millón y medio de moros en España al día de hoy no resulta de la contratación en origen de una fuerza de trabajo necesaria a nuestra economía y solicitada por nuestro mercado laboral; no estamos ante la aplicación de una política diseñada a la medida de nuestros intereses y objetivos nacionales, ni de la concreción de algún acuerdo bilateral entre el gobierno del país receptor y aquellos de los países emisores de esta migración masiva.
España no esta solicitando trabajadores para cubrir puestos de trabajo bacantes, son los invasores ilegales los que se están colando por nuestras fronteras para apoderarse de ella.
En efecto, se trata de una invasión en toda regla, una empresa de conquista, una colonización poblacional, una expansión territorial de una cultura enemiga que desborda su marco geográfico histórico, alentada por la debilidad de un vecino rico y reblandecido, aparentemente idiotizado y ciertamente incapaz de poner freno al empuje de una fuerza adversa.

La mal llamada inmigración ha traído a suelo español a millones de extranjeros de pueblos no europeos, una oleada masiva, salvaje, sin control, generadora de muchos problemas y de escasos beneficios para nosotros. Sobre esto ya no hace falta insistir, sería como repetir una y otra vez que el mar es salado. Para mayor credibilidad solo es necesario salir a la calle y observar nuestro entorno.

El grupo más perjudicial para nuestros intereses, más peligroso para nuestra seguridad, más hostil hacia nuestra identidad y más agresivo hacia nuestros valores es el compuesto por elementos de cultura y religión musulmanas, sobre todo los ahora llamados magrebíes, pero sin olvidar que cada día hay mayores contingentes llegados de otras comarcas del orbe islámico, árabes de distintas procedencias, paquistaníes, mahometanos del África negra y cien etnias más: un conglomerado conflictivo y dañino que nunca hubiéramos debido dejar instalarse en nuestro país, al que llevarán a la catástrofe mucho antes de lo que la mayoría de los españoles se imaginan. La colonización musulmana es una bomba de relojería con el minutero en marcha.

Estos moros [los llamaremos así, ya que la mayoría de este contingente viene del norte de África, y por extensión así designamos en España a los musulmanes en general] que retornan por sus fueros por caminos ya recorridos vuelven a ser notorios entre nosotros, en este regreso que nunca hubiera de haberse consentido, y que gracias a las simpatías, complicidades y ayudas de esos infaltables renegados, traidores y colaboracionistas que todo invasor siempre encuentra entre los peores elementos de un país en bancarrota, una infame escoria con alma de esclavo siempre dispuesta a ponerse al servicio de un nuevo amo y prosternarse ante la fuerza bruta.

Entre el cúmulo de noticias que se producen a diario y que vienen a reforzar la percepción de que estamos ante una voluntad inequívoca y un proyecto perfectamente diseñado, es de destacar, como botón de muestra, un par de novedades recientes:

1) La propuesta, lanzada en un congreso internacional islámico celebrado en Libia a finales del 2006, de solicitar del Gobierno de España la aplicación de medidas de "discriminación positiva" en la concesión de permisos de inmigración para los musulmanes que quieran venir a vivir en Al-Ándalus, teniendo en cuenta que muchos magrebíes, desde Mauritania [e incluso Malí] hasta los confines de Egipto, son [o pretenden ser] de "origen andalusí".

La idea ha encontrado partidarios de este lado del Mediterráneo, y en los días siguientes a la difusión de esa noticia no pocas voces se han hecho eco de la "pertinencia de esa oportuna y necesaria reparación histórica" [otra "materia pendiente" de un país repleto de culpas artificiales] a la que se han adherido inmediatamente diversas ONGs, varios pogres señalados y hasta un partido político llamado Izquierda Unida y cuyo secretario general, según insistentes rumores no desmentidos, estaría en vías de convertirse al islam], el mismo que ha creído conveniente mejorar la puja al exigir, ni más ni menos, la nacionalización de los descendientes de los moriscos expulsados por Felipe III a principios del siglo XVII (¿cuantos? ¿10, 20, 30 millones? ¡Que vengan, aquí cabemos todos!).

2) En los primeros días de enero del 2007, se ha sabido de la pretensión de la Junta
Islámica de España de "compartir" entre musulmanes y cristianos la Mezquita-Catedral de Córdoba [como si fuera un parque temático, un Pizza Hut o un bingo de barrio], así como de la propuesta de la FEERI [Federación Española de Entidades Islámicas] de iniciar "un diálogo franco y abierto" con la Iglesia Católica en vista de la "restitución" del patrimonio cultural de origen islámico actualmente propiedad de la Iglesia a los musulmanes, sus "legítimos dueños" según nos recuerdan.

El Islam en España no sólo ha asomado el rostro por nuestra puerta entreabierta o ha entrado tímidamente de visita invitado por los dueños del lugar: ya ha echado de nuevo raíces en nuestro solar patrio. Convencidos de la fuerza que les da nuestra propia tolerancia, estos presuntuosos inquilinos no deseados ya levantan el tono reclamando, exigiendo, amenazando incluso sin ningún complejo ni temor.
Si un extraterrestre llegara mañana a este rincón del planeta sin ningún conocimiento previo de nuestra realidad, tendría cierta dificultad para identificar a los dueños del país y a los extranjeros que en él habitan, tan subvertidos están los roles y las actitudes de unos y otros.

El elemento musulmán, extraño a nuestra nacionalidad, a nuestra cultura, a nuestro sentimiento, a nuestra alma, a nuestra sangre [extraño y radicalmente opuesto a todo lo nuestro] expresa sin disimulo no sólo una fuerte vocación de poder, sino además de apropiación, basada en los "títulos de propiedad" que el Islam reclama para sí de la tierra de Al-Ándalus.
Su objetivo, a mediano plazo, es la disolución de la cultura occidental, la erradicación de su sistema de valores, sus leyes, sus costumbres, etc..., porque esa es la vía más segura y directa para la desintegración nacional de España y su reemplazo por otra cultura, otras creencias, otra civilización, otro pueblo: la umma. Se trata, en definitiva, de desarmar al enemigo para someterlo a gusto y ponerle el yugo.

No es posible admitir que en la sociedad española existan grupos étnicamente agresivos que no son españoles [ni en lo cultural, ni en lo político, ni lo social, ni en lo moral, ni en lo religioso,...] pero que sin embargo están empeñados en poseer ventajas sociales y derechos políticos, no sólo iguales, sino superiores a los de los autóctonos. Y eso en virtud y aplicación de dos principios: el de su superioridad de naturaleza "divina" como adeptos de Alá, el verdadero Dios, y el de sus "derechos antiguos" sobre lo que ellos llaman Al-Ándalus.
Estos grupos no vienen como extranjeros dispuestos a someterse a la ley y los intereses de los legítimos dueños del país: vuelven a casa, a recuperar lo suyo, a retomar posesión de un bien largamente expoliado.

Esta realidad, claramente expuesta en un discurso perfectamente estructurado [que no por solapado es menos evidente] que se viene difundiendo sin mayores obstáculos en España, con la complacencia bobalicona de los tontos útiles y la entusiasta colaboración de los "compañeros de viaje" de esta marabunta, exige la respuesta política y social adecuada.
Resulta urgente plantear a la sociedad entera la necesidad perentoria de la expulsión de esos grupos étnicos hostiles. Ellos no son integrables al conjunto social-nacional: son su mayor amenaza, un ejército enemigo acampado dentro de nuestros muros.
Es vital que sepamos identificar el quién, el cómo y el porqué de esta amenaza de conquista, de esta voluntad de dominación, y conocer los motivos y las herramientas del regreso del islam a tierra española.

El islam reaparece entre nosotros de la misma manera que ya lo hizo hace 1300 años: una avalancha demográfica. La primera vez, violenta, a punta de cimitarra; en esta ocasión a golpe de pateras y embarazos. España no adopta el islam, es el islam que la invade. Otra vez. Para alcanzar el objetivo de la conquista, cuenta con tres instrumentos:

- La inmigración [traer cuantos más moros posible a nuestro país],
- La reproducción in situ [tasa de natalidad que dobla o triplica la española]
- El continuo goteo de las conversiones, que no influye numéricamente de manera significativa aún en el crecimiento de la "comunidad de los creyentes", pero que evidencia el estado mental de algunos españoles y por ende la penosa degradación de la sociedad capaz de producir a estos renegados.
España se ha convertido en una playa de desembarco y el grueso de las legiones enemigas espera frente a nuestras costas el momento y la orden del asalto definitivo.

La insuperable repugnancia y hostilidad que desde los albores de la Historia sintieron los pueblos europeos hacia este compuesto norteafricano-medio oriental se manifiesta nítidamente en la larga pugna hispano-musulmana de la Reconquista. Y este multisecular enfrentamiento, que se prolonga hasta nuestros días, a pesar de la retórica hueca y falaz del Nuevo Evangelio de la Multicultura, la Tolerancia y la Diversidad que se viene a superponer a la sobada fábula de las "Tres Culturas", es la confirmación de un antagonismo fundamental, la prueba concluyente de la insalvable incompatibilidad de estas dos estirpes y sus respectivos sistemas.

La derrota final del islam en la península ibérica, marcada por la caída de su último bastión andalúz en 1492, trajo como consecuencia obligada y bienvenida, no la simple subordinación del vencido a la autoridad de los amos del momento, sino su erradicación completa que se cierra con la deportación en 1609 de los moriscos, falsamente convertidos al cristianismo, quintacolumna beligerante del Turco y maldición permanente de aquella época.

El fracaso islámico no significó únicamente el fin de la idea, constituye realmente la extirpación de nuestro territorio del elemento portador de la misma. Los moros no fueron "absorbidos", integrados, incorporados de alguna manera al cuerpo nacional: fueron echados como indeseables, tratados como un mal que no se podía sufrir por más tiempo, arrancados como un cuerpo extraño que había que desterrar sin titubeos ni contemplaciones, so pena de tener que resignarse a vivir eternamente con el organismo envenenado por la ponzoña de la traíción enquistado en el propio seno, y ver malogrados para siempre los destinos que la Providencia le reservaba todavía a una pueblo que ha protagonizado a lo largo de su andadura multisecular una de las historias nacionales más gloriosas de Occidente. "Expulsado el moro, se acabó el islam".

La toma de Granada por Fernando e Isabel tuvo como primera consecuencia el regreso de España a la escena del mundo. Algo más de cien años después del desenlace triunfal de una jornada épica, la drástica medida, lógica y acertada por demás, de la limpia final ordenada por Felipe III, acabó con aquel lastre y baldón y garantizó la supervivencia y la estabilidad de la nación española durante los siguientes 400 años. España vivió porque se sacó de encima la brutal tiranía que la esclavizaba. España puede morir si sus hijos llegaran a carecer del valor y la inteligencia que la conyuntura presente exige para librarse de la nueva opresión que se está gestando en las entrañas mismas de nuestra patria.

Definitivamente, no hay afinidad posible entre el español y el moro. Ni la hay ni la puede haber, pues la rivalidad es demasiado marcada, la diferencia de temperamentos es excesiva: nos separa un abismo moral y espiritual insalvable. Entre el español y el moro existe una hostilidad profundamente arraigada que limita fatalmente el campo de nuestras relaciones comunes a un conflicto latente, cíclico, inevitable. Entre ellos y nosotros no hubo ni podrá haber nunca unión, cooperación, amistad, sino desconfianza, rechazo y enemistad.

El peligro que nos viene de ese lado no es, por lo tanto, el de una improbable fusión con ese elemento indeseable y nocivo, sino la realidad de una invasión en curso, una colonización avanzada que busca la suplantación de los españoles y la dominación musulmana en la recobrada Al-Ándalus.
Este es el verdadero dilema que se nos plantea en los albores del tercer milenio: un desafío real, una amenaza cierta, un peligro inminente, una conquista en marcha. Así pintamos un cuadro que no surge de ninguna especulación ociosa ni constituyeun ejercicio gratuito de política-ficción. La realidad es proclamada por los hechos mismos que perciben los sentidos y no escapan a la inteligencia.

Puestos ante una situación tan sorprendente como inesperada, sometidos al interrogante de su razón de ser, nos hemos detenido a observar el fenómeno para intentar comprenderlo a través del examen de sus manifestaciones más señaladas y del estudio de sus métodos ejercidos y sus objetivos anunciados, buscando desentrañar la lógica de este movimiento y tratando de encontrar, por encima de nuestro asombro y angustia, una respuesta a esta agresión, una esperanza ante este desafío, una solución a este dilema. Hemos identificado el mal, hemos descrito el problema, hemos propuesto un remedio. Ahora conviene hacer algo. Y pronto.

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2 comentarios :

  1. Anónimo13/1/08

    Todo eso ya no se da en las escuelas. Y cada vez somos menos los que lo sabemos. Como no empecemos pronto a enseñarlo a nuestros chicos estamos condenados a la desaparición. Un saludo.

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  2. En las escuelas solo se preocupan por enseñar el Multiculturalismo, esa es la única preocupación de este gobierno.
    La hipocresía de los multiculturalistas no tiene limites, mucha alianza de civilizaciones, para acabar pidiendo a Sarkosy la colaboración para la extradición de inmigrantes.
    Es vergonzoso, indigno y despreciable.

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