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8.2.08

Kurt Westergaard: una furia imborrable



Entrevistado por el editor responsable del Jyllands-Posten, el diario danés que publicó sus dibujos de Mahoma, el caricaturista Kurt Westergaard habla de la detención de la célula islámica que planeaba matarlo y de cómo transformó su temor en ira ante la posiblidad de morir sólo por hacer su trabajo

El dibujo realizado por Kurt Westergaard del profeta Mahoma usando una bomba en su turbante tuvo consecuencias explosivas. Poco después de la publicación de su dibujo y otros once similares en un diario danés en septiembre de 2005, se produjeron disturbios masivos en todo el mundo musulmán en protesta contra la presentación de una imagen del profeta, una blasfemia de acuerdo a la ley islámica. Hubo embajadas danesas atacadas. Más de 50 personas murieron durante los disturbios.

Westergaard, que ahora tiene 73 años, recibió amenazas de muerte en aquel momento, al igual que otros dibujantes y algunos miembros del personal del Jyllands-Posten , el diario que publicó originalmente los dibujos. Dos años más tarde, la vida de Westergaard sigue corriendo peligro.

El martes la policía danesa arrestó a tres personas en la ciudad occidental de Aarhus, donde se edita el Jyllands-Posten , por complotar para asesinar a Westergaard. Según la policía danesa, dos de las personas arrestadas son tunecinas y serán expulsadas de Dinamarca, y de la tercera, un danés nacido en Marruecos, se sospecha que violó leyes nacionales contra el terrorismo.

"El dibujo y los sucesos posteriores a su publicación son parte del equipaje que cargo conmigo, incluyendo el posible riesgo", dice Westergaard. "Sin embargo, antes de esta nueva amenaza el riesgo se había desvanecido un poco. Imaginé que si me iba a suceder algo, tendría que haber sido hace tiempo".

El servicio de Seguridad e inteligencia danés, conocido como el PET, informó a Kurt y su esposa, Gitte, acerca del complot el 8 de noviembre. Gitte Westergaard, de 66 años, recuerda la escena: "Cuando llegué a casa, me esperaban tres guardaespaldas armados. Nos dijeron que teníamos que dejar nuestra casa".

Una investigación policial había revelado que un grupo islámico tenía planes concretos para atacar a Kurt Westergaard en su casa. Incluso es posible que los terroristas ya hubiesen estado dentro de esa casa. Habían logrado obtener un plano preciso, aunque tosco, del edificio.

Los agentes les dijeron a los Westergaard que evacuaran la casa inmediatamente. A la pareja se le ofreció un viaje alrededor del mundo financiado con fondos públicos, pero rechazaron la propuesta. "En tal situación uno no quiere viajar por el mundo. Uno quiere mantener sus rutinas, estar cerca de sus hijos y nietos, trabajar, llevar una vida normal. De modo que decidí que debíamos quedarnos cerca", explica Gitte Westergaard.

El PET inmediatamente procuró un chalet para la pareja y dejaron la casa bajo una fuerte vigilancia. Agentes de seguridad armados encabezaron la marcha en otro auto; la caravana de autos dio varias vueltas para ver si alguien los seguía.

"Es extraño pensar que alguien quiera matar a mi marido", dice Gitte Westergaard. "Kurt es una persona de lo más pacífica e inofensiva".

La pareja sólo habló de la situación con sus hijos y nietos. La policía esperaba que los supuestos conspiradores intentaran llevar a cabo el ataque contra la casa ahora vacía, permitiendo al PET pescar a los supuestos conspiradores in fraganti. En las siguientes semanas el PET hizo grandes esfuerzos por mantener el engaño de que la pareja seguía viviendo en la casa, ahora llena de dispositivos de vigilancia. Se encendían y apagaban regularmente las luces. Se vaciaba el buzón todos los días. El auto de la pareja estaba estacionado fuera de la casa y de vez en cuando se lo movía.

Temor e ira

El PET aconsejó a Kurt Westergaard no ir a trabajar. Luego de unas cuantas semanas en la primera casa segura, la pareja se fue a un departamento que posee en otra capital europea. Cuando volvieron a casa dos semanas más tarde, se los trasladó a otro chalet y Kurt Westergaard retomó su horario habitual en el Jyllands-Posten , pese a la amenaza contra su vida.

"Transformé mi temor en ira contra la amenaza que recibí simplemente por hacer mi trabajo", dice Kurt Westergaard. "De algún modo uno siente una indignación moral que es, al mismo tiempo, una especie de actitud desafiante. Siento una ira terrible contra la gente involucrada en esto".

A mediados de diciembre hubo un punto de viraje. Mucho antes de que se supiera de la amenaza, unas 50 personas habían sido invitadas a la casa para celebrar el cumpleaños de Gitte Westergaard.

"Seguimos el consejo del PET de celebrar mi cumpleaños como de costumbre", dice ella. "No hacer la fiesta después de invitar a tanta gente hubiese sido riesgoso. Se pudo haber sabido la verdad".

Para los Westergaard fue un gran esfuerzo hacer la fiesta. Gitte Westergaard siempre decoraba la casa por dentro y por fuera, por lo que los invitados se hubiesen dado cuenta de que algo andaba mal si no mantenía la tradición. Ese fin de semana la pareja volvió a su casa para preparar la fiesta. Dos agentes del PET vigilaron la casa desde una camioneta estacionada afuera, mientras otros dos permanecieron en un cobertizo en el jardín.

Se hizo la fiesta de cumpleaños tal como estaba planificada ese domingo, y los invitados no advirtieron la fuerte presencia policial. "Al menos nadie dijo nada en ese sentido. Pero toda la escena era surrealista", recuerda Kurt Westergaard.

Gitte Westergaard dice sentirse avergonzada de las medias verdades y mentirillas que se vio obligada a decir para ocultar la estrategia del PET. "He estado diciendo mentiras flagrantes a mis vecinos mientras trato de explicar por qué no estamos en casa. Eso se siente mal Es un alivio que el público conozca ahora la situación, porque ya no necesitamos mentir".

El PET tiene que asegurarse de que los arrestos destruyeron la célula terrorista antes de que la pareja pueda volver a su casa. Recién entonces se podrá evaluar el daño, según Gitte Westergaard.

"No sé si podré querer a mi casa nuevamente", dice. "Primero necesito volver a casa y a las tareas cotidianas, convencerme de que ya no hay peligro. No quiero pasarme el resto de mi vida mirando por encima del hombro. Si va a ser así, prefiero mudarme a otra parte. No valdría la pena quedarse. Tampoco sería agradable, sin embargo, que se salieran con la suya, si logran obligarnos a irnos de nuestra casa", añade. Pero Gitte Westergaard está segura de una cosa: "Nuestra situación nunca volverá a la normalidad. Nunca. Puede calmarse la situación por un período, pero entonces sucederá algo y todo volverá a comenzar".

Ha sido una situación que asusta, dice Kurt Westergaard. "Incluso se puede decir que es un shock. Por dos años pensé que alguien me mataría por mi dibujo. De pronto se volvió una realidad".

Kurt cree que los complotados quieren convertirse en mártires y ganar prestigio: "Algunos fanáticos presuntamente esperan lograr gran fama y quizás también un gran premio en el más allá si tienen éxito en matarme Hay varios premios por un acto de este tipo", señala. "Estoy seguro de que matarme sería algo grandioso en su esfera cultural", continúa. "Yo hice justo el dibujo que no pueden perdonar".

Por John Hansen
AARHUS, Dinamarca

Doce musulmanes trataron de raptar a la hija de uno de los caricaturistas de Mahoma

COPENHAGUE,  La noticia que un grupo de hombres musulmanes había ido a un colegio a buscar de la hija de uno de dibujantes que hicieron las caricaturas de Mahoma, se había mantenido en secreto con el fin de no crear más tensiones entre daneses e inmigrantes de confesión musulmana.

Jens Rohde, portavoz del partido liberal danés que lidera el primer ministro, Anders Fogh Rasmussen, en un descuido en una entrevista en directo, que se emitía en los informativos de la DR1, el canal de la televisión público, acabó contándolo.

Mientras el político explicaba ante las cámaras, la difícil situación en que se encuentran los dibujantes de las caricaturas y sus familias, que ahora viven escondidos con protección policial, debido a las amenazas de muerte recibidas, Rohde dijo también que doce musulmanes han ido a buscar a la hija de uno de los dibujantes al colegio, pero no la encontraron ese día, porque la niña no estaba en la escuela.

Estas declaraciones que han levantado ampollas entre los daneses que, tras el conflicto creado por la publicación de las caricaturas, se muestran cada vez más reacios a tolerar los actos de los inmigrantes de origen islámico.

Los daneses saben muy bien, por otros casos ocurridos en países islámicos, que cuando un hombre musulmán se siente ofendido, son los miembros de la familia del ofensor, casi siempre las hijas, las que tienen pagar por la ofensa.

Por el momento, ni la Policía ni los servicios secretos daneses que protegen a los caricaturistas, han querido hacer comentarios sobre lo sucedido, y oficialmente se mantiene un silencio sobre el caso.

Pese a las amenazas, el Gobierno danés mantiene la prevalencia de la libertad de expresión.

Fuente: LA RAZÓN. Redacción: ACPress.net

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