El Islamismo debe llevar un Precio

Los islamistas han jurado hacer la guerra a Occidente, expulsar la libertad y la democracia sustituyéndolas por la tiranía bajo el mandato de la ley islámica. Ellos declaran inválidas todas las leyes y todas las naciones que no tienen su origen o que no cumplen con la ley islámica. Se reservan el derecho a declararles la guerra por cualquier medio necesario, desde lo político a lo económico o a lo terrorista. Y sin embargo, puede sorprenderle a mucha gente darse cuenta de que la mayoría de los islamistas no son demacrados fanáticos viviendo de carne de cabra seca en cuevas.
En vez de eso muchos de ellos son médicos y abogados que trabajan en las principales ciudades europeas y americanas, que sirven como asesores de los políticos occidentales y escriben columnas de los periódicos. Sus organizaciones son tratadas con respeto y poder de veto sobre las políticas de los gobiernos cuya existencia rechazan.

Eso en pocas palabras es el problema de todo. El islamismo debería llevar un precio, sin embargo, sólo lleva premios. Los islamistas en Europa y Estados Unidos en realidad no tienen que ser aislados ermitaños trabajando desde unos pocos guetos. Al contrario, son capaces de obtener todos los beneficios de Occidente, desde licenciaturas avanzadas o empleos bien remunerados hasta el reconocimiento político, al mismo tiempo manteniendo su odio hacia Occidente.

Los resultados son inevitables. La investigación de un físico del CERN por contactos con Al Qaeda, y un médico y dentista de Glasgow mostró el intento de llevar a cabo un atentado con coche bomba en el aeropuerto. Estos no son inmigrantes alienados o privados de sus derechos, una descripción que la prensa utiliza habitualmente para convertir a los autores a su vez en víctimas. No, algunos son incluso nacidos en Europa. Más bien son islamistas que viven mezclados con éxito en la sociedad de los infieles, con su propio fanatismo religioso. Y han sido capaces de hacerlo porque la tolerancia al Islam ha eliminado las barreras y los obstáculos para poder ser ambas cosas, Islamistas y profesionales de clase media.

La cuestión no es casual, porque en realidad la mayoría del terrorismo deriva de los hijos de la clase media y alta. Los inmigrantes en los guetos pueden crear disturbios, lanzar cócteles molotov contra la policía, robar y violar -, pero tienden a ser los licenciados universitarios los que en realidad se unen a grupos internacionales de terroristas musulmanes y comienzan a planificar ataques. Tradicionalmente, la clase media siempre ha provisto los rangos superiores de los grupos terroristas, y no es diferente con los terroristas islamistas.

El líder atacante del 7 / 7, Mohammad Sidique Khan era un graduado de la universidad. El líder terrorista del 9 / 11, Mohammed Atta, era hijo de abogado y de estudiante graduada. Ninguno de los cuales eran inmigrantes oprimidos y desventurados. Por el contrario habían dominado las normas de sus países de acogida, y las utilizaron para su provecho. Si hubieran estado viviendo en los márgenes de la sociedad, habrían planteado una amenaza relativamente mucho menor, excepto en la manera de delitos menores. En vez de eso su educación y su capacidad para insinuarse en la vida de sus países de destino les hizo más peligrosos de lo que normalmente hubieran sido.

La tolerancia al Islam significa que los islamistas no tienen que elegir entre el Islamismo o entre tener las características de una vida occidental con éxito. Pueden tener ambas, mojándose sus pies en los baños de pies especialmente instalados, rezando por la muerte de los Judíos y los Cristianos en los comedores convertidos en salas de oración, trabajando en entornos sin comida durante el Ramadán ... y planeando maliciosamente sin que nadie se entere, hasta el ocupado día en el que todo estalla y los resultados salpicados de sangre salen en todas las noticias de televisión.

Francia es el país que mas se ha acercado tratando de obligar a los islamistas a elegir una u otra manera con la prohibición del burka. Naturalmente eso ha dado lugar a una reacción desagradable, porque los islamistas no quieren renunciar a los privilegios que vinieron buscando a Europa, lo quieren todo y se sienten con el derecho a tomarlo todo. Ven el imponer la ley islámica, primero a compañeros inmigrantes y a sus hijos, y luego en el país y el continente en general, como un deber religioso obligatorio. Y gracias a la tolerancia del sistema jurídico y político que han jurado derrocar, nada se interpone en su camino.

Mientras tanto, el régimen islamista de Turquía sigue presionando a la UE, a pesar de alimentar el odio hacia los infieles y del ascenso del islamismo en el país. Los islamistas en Ankara desean las ventajas económicas y políticas de la UE, aunque internamente siguen rechazando el imperio de la ley atacando a sus adversarios políticos seculares y procurando recrear Turquía como un estado islámico.

Erdogan y Gul no son diferentes a los islamistas americanos y europeos que llevan a cabo su guerra contra el mundo civilizado al amparo de la política. Salvo que no giran alrededor de un parlamento o unos pocos representantes elegidos, sino que dirigen a una nación entera en la oscuridad del islamismo ... y conscientemente proporcionan un modelo para que los islamistas europeos hagan lo mismo en Francia e Inglaterra, en Bélgica y Suecia, y por todas partes. Su modelo se basa en la premisa de que el Islam se puede combinar con todos los beneficios de la vida occidental, mientras que el Islam esté en la vanguardia en todo momento.

Cuando florece la traición, nadie se atreve a llamarla traición. Cuando el islamismo prospera, nadie se atreve a llamarlo lo que es, un movimiento básicamente fascista, supervisado por políticos astutos y manipuladores y tripulado por profesionales prósperos que opinan que las sociedades de acogida deben ser sometidas a la voluntad de Alá. La tolerancia europea y americana han eliminado todos los obstáculos para el islamismo, de ese modo promocionándolo. Después de todo, si un estudiante de Pakistán o Siria no tiene que elegir entre la prosperidad material de la vida occidental y la fidelidad religiosa de tipo Islámico, fácilmente elegirá ambas. Y ya hemos visto hacia donde lleva ese camino. De un coche en llamas en el aeropuerto de Glasgow, a bombas en las mochilas y aviones volando bajo en Nueva York.

Y peor aún todavía es que allana el camino para el sometimiento del mundo libre a la bota de clavos del Profeta del asesinato y la esclavitud, por la clase graduada de todas las universidades del mundo libre. Eso es exactamente lo que sucederá, mientras que el islamismo no tenga un precio alto. Un alto y pesado precio político y económico. La traición prospera, siempre y cuando nadie se atreve a llamarla traición a causa de su misma prosperidad. El delito aporta beneficios siempre y cuando las medidas que van en contra no se hagan cumplir. Para derrotar al islamismo, sus naciones de acogida deben asegurarse de que ya no es una propuesta con beneficios, de que no es tolerado, y de que se convierta en una carga económica, política y una fea carrera alrededor del cuello de cada musulmán y naciones musulmanas que lo practican.

.