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26.9.11

Cristianos en tierra adversa

Cómo viven los 350 millones de fieles a Jesús que sufren persecución o discriminación
De los 350 millones de cristianos amenazados, 200 millones afrontan peligro de muerte
"Occidente parece no darse cuenta, sólo reacciona cuando hay muchos muertos"

El cristiano no puede opositar, y se impide vender Biblias y abrir seminarios o escuelas

En los primeros tiempos de sus nuevas vidas en países occidentales, se extasiaban ante las iglesias abiertas e iban a misa cada día, incluso más de una vez, para apurar el cáliz del tiempo perdido. Miles de cristianos, tanto católicos como evangélicos y ortodoxos, han abandonado en los últimos años sus países de origen, algunos de ellos musulmanes, donde la radicalización del islam ha consolidado una persecución religiosa. Otros muchos se quedan por falta de recursos económicos para emigrar, por convicción religiosa o porque, en definitiva, se trata de su patria.

Es difícil atinar con las cifras del acoso, debido a la poca democracia, las deficientes estadísticas y la opacidad informativa de los países en cuestión. Con todo, según el Informe 2010 de libertad religiosa en el mundo –que elabora cada año Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), asociación internacional dependiente de la Santa Sede–, unos 350 millones de cristianos sufren persecución o discriminación en el mundo, de los cuales 200 millones afrontan peligro de muerte. Un tercio de la población del planeta es cristiana: 2.100 millones de fieles, de los que 1.180 millones son católicos.

"Allí donde no hay libertad religiosa, no hay tampoco libertad democrática", alerta Javier Menéndez Ros, director de AIN-España, que en la reciente Jornada Mundial de la Juventud de Madrid con el Papa organizó en la capital una exposición fotográfica sobre cristianos perseguidos. Fueron a verla 8.000 personas en una semana. Las masas de jóvenes católicos que tomaron Madrid en agosto constituyen una estampa de normalidad inconcebible en otros lugares del planeta (véanse el mapa y el recuadro).

Los cristianos de Iraq lo saben bien. "Durante la dictadura de Sadam Husein los cristianos no éramos ciudadanos de primera clase, pero no éramos perseguidos –explica Raad Salam, iraquí nacionalizado español, que vive aquí desde hace casi veinte años tras escapar del régimen de Sadam–. Desde la guerra del 2003 que llevó al gobierno a los chiíes, el radicalismo islámico persigue cada vez más a los cristianos".

Para Salam, recordar a los europeos el riesgo que arrostran los cristianos en algunos países es imperativo moral, porque "la sociedad occidental parece no darse cuenta, está adormecida, sólo reacciona cuando hay muchos muertos". Con todo, se ha visto una toma de conciencia al respecto tras las matanzas en Iraq, los asaltos a iglesias coptas en Egipto, o los asesinatos de políticos cristianos pakistaníes que defendieron a Asia Bibi, católica condenada por la ley de blasfemia.

En tales países ocurre que los cristianos –aunque tengan presencia histórica allí hace siglos– son percibidos como "amigos de Occidente", lo cual los convierte en sospechosos. Esta presunción castiga especialmente a los evangélicos, a quienes se relaciona más con Estados Unidos –potencia detestada por muchos regímenes musulmanes– que a los católicos. En muchas ocasiones, la integridad física no peligra, pero se ven perjudicadas las perspectivas vitales de los fieles porque la ley crea mecanismos opresores: el cristiano no puede opositar o ejercer ciertas profesiones, el clero es acosado, se prohíbe la venta y circulación de Biblias o se impide abrir escuelas y seminarios.

En países musulmanes donde el cristianismo es tolerado, la práctica de la fe conlleva complicaciones, como relata desde Argelia por correo electrónico A.A. (iniciales ficticias), convertido al catolicismo. "El cristiano argelino debe ir siempre a la misma iglesia para ser reconocido por la comunidad; es frecuente que el sacerdote acoja a los fieles en la puerta para reconocerles, pues hay verdadero temor a que entren personas ajenas", explica. No es raro que la policía pare a personas de aspecto físico argelino para preguntarles por qué entran ahí y si son cristianas; "es una vigilancia policial que incomoda a los argelinos y les desanima si quieren ir a iglesias por temor a represalias; en general, los europeos y otros extranjeros no son objeto de tal interrogatorio".

La misa dominical en Argelia es a las seis de la tarde, pues el domingo en el mundo islámico es día laborable; y los viernes suele ser a las diez o las once de la mañana. "Esa es mucho más frecuentada porque el viernes es festivo –aclara A.A.–, pero muchos no pueden asistir por la lejanía de los lugares de culto respecto a sus domicilios (hay personas que recorren 60-70 kilómetros para ir a misa) y porque hay menos transporte público por ser día festivo". Pero lo más duro es el contexto social y familiar: "Las obligaciones familiares del fin de semana en una sociedad donde la vida social es muy invasiva pueden impedir a los fieles ir a misa, sobre todo a quienes viven su fe a escondidas. La ausencia de una persona cada viernes, día de plegaria colectiva para los musulmanes, puede suscitar preguntas en el seno de las familias y levantar sospechas". El converso se mueve en terreno resbaladizo.

Raad Salam, caldeo iraquí, vive en España hace veinte años: "Los caldeos vivíamos en Iraq antes de que llegara el islam"

Llegó a España en 1992, con estatus de refugiado político según la ONU, al haber sido sentenciado a muerte por Sadam Husein y tras haber huido de Iraq. "No me apresaron por cristiano; me condenaron por pacifista subversivo, yo escribía artículos, promovía actos", explica Raad Salam, que por movilización general de reclutas tuvo que participar en la guerra con Irán (1980-88) y en la primera guerra del Golfo (1991). Logró evadirse de prisión porque su padre sobornó a sus carceleros.
Como refugiado pasó por España de camino a Estados Unidos, pero al final se instaló aquí. Raad Salam, soltero, de 51 años, vive en Cobeña, una localidad cercana a Madrid. En su país se había licenciado en Economía y en Estudios Árabes e Islámicos, y ya aquí se doctoró en Filología Árabe e Historia del Islam por la Universidad Complutense de Madrid.
 Es caldeo de nacimiento (la Iglesia caldea, antiquísima, es obediente al Papa), y en octubre viajará al norte de Iraq para convencer a los cristianos iraquíes de que no se marchen al extranjero. "Sé que es egoísta, porque yo sufrí en mi país, allí fui secuestrado y condenado aunque por otros motivos, pero ahora estoy a salvo en España, y les pido a ellos que se queden", dice. Asesinatos y ataques a iglesias han aumentado desde la guerra. En época de Sadam había en el país 1.500.000 cristianos –entre siriacos, caldeos y ortodoxos–, y se calcula que quedan entre 300.000 y 500.000.
Los que huyen buscan un lugar seguro en Europa, Estados Unidos o Australia. A Salam le duele también la pérdida cultural que ese éxodo implica. "Los caldeos tenemos una historia antigua, estamos en Mesopotamia desde el siglo I, somos de la Iglesia de santo Tomás, el islam llegó después, y no tenemos por qué irnos de nuestra tierra", recuerda. Los caldeos hablan arameo, pero "la segunda generación que se está criando en Francia o en Alemania ya no conoce el idioma", lamenta. Aunque el islam prohíbe el consumo de alcohol, en época de Sadam se toleraba; excluidos de ese precepto, los cristianos solían vender alcohol. "Empezaron los ataques a tiendas y las amenazas", relata Salam, cuya familia se dedicaba a ese negocio.

Paul, converso argelino, ahora reside en París: "Internet y las redes sociales permiten sentirse menos aislado"

Para un converso, internet es una gran herramienta. "Yo la uso; internet ha sido muy importante en mi camino –explica Paul, argelino residente en Francia que se convirtió al catolicismo–, porque permite escapar del corsé familiar musulmán y consultar otras fuentes, hacerse preguntas". Al convertirse, eligió llamarse Paul por ser san Pablo el apóstol de los gentiles: "Con él, se percibe aún más cuánto sufrió Cristo por todos los hombres, sea cual sea su raza o su condición geográfica". Por correo electrónico desde París, Paul –que prefiere no dar su apellido– alaba internet para quienes se inician en su nueva fe. "Permite contactar con cristianos que pueden acompañarnos en nuestro camino –escribe–. Una de las primeras cosas que hice tras mi conversión fue teclear en Google 'musulmanes convertidos al cristianismo' para ver si otras personas estaban viviendo lo mismo que yo". E insiste: "Cuando uno se ha convertido desde el islam, se empieza siempre por estar solo y por sufrir aislamiento. Internet y las redes sociales permiten sentirse menos aislado". En la foto, Paul –con el rostro pixelado– recibe el saludo del cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París.

Un converso amigo suyo que viajó a Madrid en agosto para una charla de Ayuda a la Iglesia Necesitada explica que le impactó la pregunta de un asistente sobre una niña musulmana escolarizada junto a su hijo, a la que su familia sacó de la escuela cuando se interesó por el cristianismo. El interpelado dice que le respondió que "todo cristiano debe abrir su corazón y su casa a toda persona de otra religión y no debe dudar en compartir su fe con esa persona".

A.A., argelino convertido, vive en Argelia: "El converso es visto como un traidor"

Argelino y converso, como vive en Argelia prefiere no dar su nombre; le llamaremos A.A., y responde por correo electrónico desde su país sobre la diferencia de trato entre cristiano de origen y converso. "La situación no es fácil para ninguno de ambos en un mundo donde la fe cristiana es considerada blasfema –relata–. El converso procedente del islam ha cambiado de religión, lo cual hace que sea visto como un traidor a ojos de la comunidad.

 Un converso nacido en una familia laica tiene quizá menos dificultades porque la familia puede tolerar su conversión. Pero está la sociedad (amigos, compañeros de trabajo, conocidos...), hostil a que un musulmán traicione el islam para abrazar otra religión. Un converso nacido en una familia musulmana muy practicante se encuentra en una situación más difícil, que un cristiano nacido en una familia cristiana no puede conocer".

Entre los obstáculos que afronta, está "el riesgo de las persecuciones morales y físicas". Así, "tiene que vivir su fe a escondidas bajo pena de ser rechazado por su familia, lo que equivale a la muerte social –escribe–. El converso se plantea cuestiones que no se le presentan al cristiano de origen, que es una minoría más o menos aceptada: ¿cómo hacer para vivir, casarse y morir cristianamente a escondidas o perseguido?" Además, lo tiene peor para integrarse en una parroquia. "El cristiano nacido en familia cristiana no tiene problemas de acogida en la Iglesia y en la comunidad cristiana –aclara–, mientras que los conversos son acogidos con mucha prudencia por las iglesias locales, por los problemas ligados a la seguridad y a las persecuciones".

El converso que acudió a la charla de Madrid añade que "la influencia y la intimidación de las familias y del entorno musulmán" obstaculizan la opción individual de cambiar de religión.

1 comentario :

  1. Mientras en Europa los musulmanes van ganando terreno en áreas tanto políticas como sociales, por no hablar de la constante construcción de mezquitas, los cristianos no solo son ciudadanos de segunda clase, están obligados a vivir como “Dhimmis” sin derechos, lo peor es que ni como dhimmis pueden encontrar la tranquilidad, llevan años siendo perseguidos, amenazados y obligados a abandonar su residencia por miedo a ser asesinados, no hay vida parea ellos en tierras del islam.

    Mientras esto ocurre ¿Qué medidas toma Europa ante esta situación? Sorda y ciega Europa calla y no se entera de nada, eso sí, continua con su filosofía de que al islam hay que permitirle y respetarle todas y cada una de sus imparables exigencias. Va a ser que no, que muchos no estamos dispuestos a aceptar esta doble vara de medir y exigimos reciprocidad.
    Si es cierto que con el islam se puede convivir que lo demuestren, si es cierto que esta actitud corresponde solo a los fundamentalistas y que el islam es tolerante que lo demuestren, que salgan a la callee, que den la cara, que organicen manifestaciones con pancartas y griten en contra de estos actos, que exijan respeto pora los cristianos en tierras del islam, que se pronuncien y se dejen oír por los gobiernos de sus países que permiten “mirando para otro lado” las persecuciones y asesinatos de los cristianos.

    Mientras no veamos por parte de los musulmanes que viven en Europa esta defensa hacia los cristianos y demás religiones, no solo los rechazamos en Europa, es que no los queremos entre nosotros, no queremos que nuestros hijos compartan enseñanzas con los intolerantes, no queremos, y no nos gustan las mezquitas. Cuando los cristianos puedan vivir libres y con dignidad en sus países, entonces, y solo entonces, aceptaremos el islam en Europa, mientras tanto continuaremos rechazándolo sistemáticamente.
    Primero RECIPROCIDAD, después tolerancia, y por ultimo dialogo para lograr una convivencia respetuosa, que es el máximo que se puede llegar con el islam.

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