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31.8.12

Héroes de la Libertad de Expresión, un retrato de la activista yemenita, Bushra Almaqtari.

El levantamiento de la Primavera Árabe ha traído nuevas libertades para muchos, pero no para todos. Algunos temas siguen siendo tabú, y hablar de ellos todavía puede ser peligroso. En nuestra serie Héroes de la Libertad de Expresión, un retrato de la activista yemenita, Bushra Almaqtari.

Algunos datos sobre Bushra Almaqtari

Su mayor logro: No claudicar. A pesar de haber sido golpeada amenazada y víctima de una fatwa posiblemente letal, ella todavía levanta su voz.

¿Su declaración más controvertida?: Que Dios puede no haber estado presente en determinadas circunstancias.

¿Quién la admira?: Nadie se atreve a decirlo en público por miedo a ser declarado un apóstata. Una fatwa puede ser un mal contagioso.

¿Quién la odia?: La sociedad religiosa pero también muchos camaradas que la encuentran muy radical.




Ella pide un Nescafé, un jugo de mango y un paquete de Kamaran suaves, la versión yemenita de Marlboro “light”. Mientras enciende un cigarrillo, Bushra Almaqtari, de 31 años, sonríe y dice: “¡Kafira!”. La palabra significa infiel, y la profesora, escritora y periodista Bushra se la aplica a sí misma. De su cuello cuelga una diadema del Che Guevara. “También kafira”.

Apóstata

La ironía parece ser su defensa contra la realidad de que una parte de la sociedad yemenita la considera una infiel. Como tal, los ulemas, los auto declarados líderes religiosos del país, han promulgado una fatwa (sentencia islámica) contra ella en la cual es acusada de apostasía.
Bushra Almaqtari es una férrea opositora al antiguo régimen de Ali Abdollah Saleh. Es divorciada, no tiene hijos, y proviene de Taiz, el centro intelectual de Yemen. Allí es donde se inició el levantamiento y es la ciudad que Bushra ama. Pero ¿qué fue lo que esta diminuta mujer, de 1 metro 60, hizo para ganarse una sentencia de muerte?

“Simplemente sacaron algunas palabras y frases de un artículo que escribí.” Esas palabras decían que al parecer Dios no había estado presente en Khidar, un pueblo donde sus paisanos de Taiz fueron maltratados durante una marcha de 260 kilómetros desde su ciudad a la capital Saná, en diciembre de 2011.

El islam de la muerte

Más tarde intentó explicar que no quiso decir que Dios no existe, en general, sino que ponía en duda su presencia en ese lugar en ese momento. Pero su aclaración se estrelló contra oídos sordos. En principio, una fatwa tiene una vigencia eterna, a menos que sea retirada por los ulemas.

“Ellos usan la fatwa por razones políticas, porque no les gusta lo que escribo acerca de ellos,” dice Bushra. Ella se opuso a Saleh, pero tampoco es en absoluto una seguidora de Islah, el partido musulmán de oposición. Islah incluye tanto a moderados como a representantes de la línea dura musulmana, como el Jeque Abdulmajeed Al Zindani, un importante miembro de la comunidad ulema. “Su Islam es el Islam de la muerte”.

Sin apoyo

La Premio Nobel, Tawakel Karman, fundadora de la organización, Periodistas sin Cadenas, también es partidaria de Islah. De todos los yemenitas, se esperaría que esta “madre de la revolución” se manifestara contra la fatwa pero, dice Bushra: “Nada. No dice absolutamente nada sobre esta fatwa o algún punto importante en esta materia.”

En general Bushra está decepcionada con la atención que ha recibido su caso en Yemen. Se queja de que la gente está más preocupada de recibir su dosis diaria de qat que de la libertad de expresión. “Cuando se cierra la página de Facebook de alguien en Egipto, toda la gente se vuelve loca; aquí a nadie le importa”.

Pasaje al cielo

El Yemen Times, uno de los pocos periódicos que escribió sobre el tema, dice que la fatwa es una invitación abierta para extremistas para asesinar a Bushra. “Por supuesto que tengo miedo”, dice. Yo duermo en una casa distinta todas las noches y ya no puedo andar por las calles.” El niqab, la ropa que cubre todo el cuerpo, sería de utilidad en este caso pero Bushra se niega a usar uno.

Poco después de que se promulgara la fatwa, Bushra fue golpeada por mujeres en la Plaza del Cambio, el centro del levantamiento de Taiz, y 85 imanes organizaron una marcha hacia su domicilio donde amenazaron a su familia. “Para ellos, matarme es un pasaje al cielo”. Vuelve a sonreír. Y luego suspira: “Nadie escucha a Bach o a Mozart en este país. Lo único que se escucha es la violencia.”

Demasiado

Sus opiniones son demasiado extremas para determinada gente. Compañeros activistas contra el régimen frecuentemente pertenecen al partido Islah, y la ven más como un enemigo que como un camarada. Los manifestantes independientes tampoco se sienten siempre cómodos con ella. Para ellos es demasiado feminista, demasiado radical y quizás no suficientemente casta para su gusto. Vuelve a reír. “Yo soy una musulmana hasta el día de hoy”.

Mientras tanto un pequeño grupo de muchachos y muchachas se ha congregado alrededor de la mesa donde Bushra bebe su Nescafé y fuma su cigarrillo. Para ellos es un héroe local y quieren ser fotografiados junto a ella. “En Taiz no hay tantos extremistas,” dice. Pero evita ir a Saná. “Demasiados salafistas por allá." Sonríe

Judith Spiegel
Fuente: Radio Netherland

2 comentarios :

  1. Se puede entender que los hombres grandes beneficiados del islam defiendan esta religión totalitaria, lo incompresible es que las musulmanas en el siglo XXI se conformen con el papel de sumisas mujeres abnegadas y con la mitad de derechos que los hombres.
    Mientras ellas no levanten la voz y se revelen por la situación injusta a la que están sometidas, continuarán siendo seres inferiores sin derechos, solo a ellas les pertenece el derecho de revelarse, ellas tienen que elegir su propio futuro y luchar por su libertad sin intervenciones extranjeras.

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  2. Anónimo31/8/12

    Que se cuide que esos son como la mafia, no perdonan.
    Saluditos.

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