La política holandesa de origen somalí reclama a las democracias occidentales firmeza contra el islamismo radical
Ayaan Hirsi Ali la feminista y política holandesa de origen somalí, amenazada de muerte por los integristas islámicos, habla en la sede del Círculo de Lectores en Madrid, sobre su ultima obra "Nómada", una especie de memorias de su salto del mundo musulmán a Occidente.
"He sido nómada toda mi vida". Esa es la primera frase del libro. Y una verdad acreditada por su agitada biografía. Nació en Mogadiscio, en 1969. A los ocho años huyó a Arabia Saudí porque su padre, opositor contra la dictadura que oprimía al país, estaba en el punto de mira. Allí duraron poco: un año. Fueron expulsados y dieron con sus huesos en Etiopía. Luego llegaron a Kenia. A los 22 años su padre le ordenó que se casara con un pariente que vivía en Toronto, un completo desconocido para ella. Aprovechó la escala en Alemania para escapar: cogió un tren y se plantó en Holanda.
Su integración fue meteórica. Aprendió el neerlandés en cuatro días, apostató del Islam e inició su carrera política en las filas socialistas como defensora de los inmigrantes y de las mujeres. En 2003 acabó como diputada del parlamento nacional, pero ya encuadrada en el partido liberal holandés. En todo este tiempo fue desarrollando un discurso cada vez más crítico contra la teología islámica. Tenía a los radicales encendidos, sobre todo después de escribir el guión de Sumisión, película que rodó Teo Van Gogh y en la que retrataba las humillaciones que sufrían las mujeres sujetas a la sharia.
Firmar la cinta fue como firmar su sentencia de muerte. Van Gogh acabó asesinado, con un cuchillo clavado en el pecho. Y Hirsi Ali ahora tiene que vivir bajo continua vigilancia. Su caso resulta muy llamativo. Es una inmigrante que reclama a Europa ser más dura con los inmigrantes. "Occidente, sobre todo Europa, ha sido muy ambigua. Los que llegaban a ella tenían muy claro que gozaban de unos derechos pero las obligaciones, en cambio, eran exigidas de manera muy vaga", explica. Cree que "los partidos establecidos" deben ser más severos. Precisamente para que los "partidos populistas" no aprovechen el descontento, como ha ocurrido en Finlandia con la ultraderecha, que ha salido vencedora en las elecciones de ayer.
"No podemos ser ingenuos. Islam y democracia son incompatibles. El Islam es una teología que rige todos los aspectos de la vida: las costumbres sociales, la casa, el vecindario, el país, es una receta que sirve para todo", advierte. "Es muy complicado que evolucione hacia valores democráticos". Por eso rechaza el multiculturalismo (celebra que Cameron, Sarkozy y Merkel lo den por muerto) y demanda firmeza a los políticos continentales. "La economía de Europa está en crisis pero no sus principios ilustrados y su respeto a los derechos humanos. Prohibir los minaretes como en Suiza o el burka, como se ha hecho en Francia, es simplemente intentos de solucionar puntos concretos de un problema global, el del choque entre dos culturas, una democrática y otra teocrática".
'El burka debería ser el punto de partida de un debate más amplio'
El burka debería ser el punto de partida de un debate más amplio: la manera de vivir de las personas en general', ha afirmado Ayaan Hirsi Ali, con motivo de la publicación de su nueva novela, 'Nómada' (Galaxia Gutemberg-Círculo de Lectores), en el que vuelve a criticar los preceptos del Islam.
Ayaan Hirsi (Mogadiscio, Somalia, 1969) recibió una educación islámica ortodoxa y sufrió la ablación, una experiencia traumática que relató en su primer libro publicado, 'Yo acuso'. Con 22 años escapó a Holanda, donde, tras licenciarse en Ciencias Políticas, comenzó a lanzar críticas contra el Islam.
Su lucha contra la opresión y la sumisión de la mujer musulmana llegó hasta el Parlamento holandés, en el que fue elegida diputada en 2003 por el Partido Liberal. Desde entonces viaja con escoltas, según ha confesado este lunes en la presentación de su nuevo libro, ya que sus críticas desataron amenazas de muerte contra ella.
Ahora la autora vuelve a poner de manifiesto su experiencia a través de un itinerario 'personal y político' que comienza con el relato de su familia, un entorno que describe como 'problemático'. Su padre, hermanastra, madre, hermano, sobrino, primos y abuela le sirven a Hirsi como marco para abordar el Islam, no sólo como creencia, sino como medio de vida.
El sexo, el dinero y la violencia son también los ámbitos en los que la escritora pone el acento para demostrar la distinta forma en que se afrontan estos temas en Occidente y el mundo musulmán, lo que marca la diferencia entre el mundo democrático y el teocrático. 'El nivel de separación entre iglesia y estado es totalmente diferente', indica.
Que esto ocurra también en el Islam 'depende de los musulmanes', afirma. En el norte de África el pueblo se ha rebelado contra las dictaduras, pero la población se divide en dos: los seculares y los que están a favor de aplicar la 'sharia' (ley musulmana que dicta Alá). En su opinión, este último grupo es el que tiene 'más fuerza', y para ella la 'sharia' es una 'violación de los derechos humanos'.
EL ERROR DE OCCIDENTE: 'LA AMBIGÜEDAD'
En cuanto a la ley francesa contra el burka, Hirsi ha indicado que se trata de una norma 'muy simbólica', ya que en este caso se usa el argumento de preservar la seguridad y evitar la opresión de la mujer, pero lo que hacen es enfatizar que Francia es una cultura muy diferente con valores distintos, y se lanza un mensaje: 'Si estáis aquí tenéis que adaptaros'.
A su juicio, el mayor error de Occidente con los inmigrantes ha sido la 'ambigüedad'. 'Las personas que han llegado gozaban de muchos derechos, pero tenían vagas obligaciones', señala. Por ello, la manera de parar ahora a los partidos populistas es aplicar la fuerza de la ley a todos por igual, para que los inmigrantes cumplan 'lo mismo que todos los ciudadanos'.
En este sentido, destaca que es muy importante que la cultura de acogida exija a la persona que llega que no sólo aprenda el idioma, sino que acepte el sistema de valores. 'Cuando llegue tendrá libertades que no tenía en su país, pero también tendrá unas obligaciones', destaca. Además, indica que aunque el alcance del poder de Occidente esté 'en declive', no significa que los derechos humanos lo estén.
'En las dos últimas generaciones de Occidente se ha desarrollado un cierto relativismo que ha llevado a pensar que nosotros (occidentales) no debemos meternos en cómo viven y piensan los demás', ha manifestado Hirsi. Para la somalí, esto lleva a que la actitud del sistema occidental de los Derechos Humanos y la Ilustración 'no se aplique de la misma manera a estas otras personas'.
En cuanto a la violencia de género, señala que no sólo hay que erradicarla en el Islam, sino en todos los ámbitos. Sin embargo, matiza, hay una diferencia clara con Occidente: 'Cuando se descubre un maltrato el entorno e incluso los familiares de la víctima se preguntan qué habrá hecho mal'.
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Holla,Me Disfruta su pagina,muy informativo, Te falta sólo una herramienta de traducción el resto tudo ok!
ResponderEliminarhasta
excusa mi horrible espanol!