CARTA A LOS SALAFISTAS EGIPCIOS

¿Por qué no entierran ustedes vivas a las mujeres para tener paz?

En Egipto, la  rompiente electoral islamita ha remitido al centro de debate político y social la cuestión del "status" de las mujeres y sus libertades. Reproducimos AQUI, traduccido del árabe, este artículo del diario egipcio Al-masri El Youm (12 de diciembre de 2011), en el que la escritora Fatima Naout (1) protesta contra la «Obsesión del cuerpo femenino" que tienen los salafistas. "En el cerebro de un salafista ¿No hay otra cosa que las mujeres? Pregunta ella.

Normalmente, los seres humanos se complacen por ser el centro de las discusiones de otros. Este no es el caso de las mujeres con los salafistas. Están hartas de ser el único sujeto de sus tesis, su obsesionante preocupación. Todas las fatwas salafistas consagran una única idea, que las mujeres, y el buen sentido común, rechazan. A saber: Una mujer no es más que un cuerpo, envuelto en carne y no dotado de razón; un instrumento de placer; un hogar ambulante de tentación.

Encienda la televisión, seleccione cualquier cadena, no importa el momento del día y usted verá un salafista predicando sobre los bikinis, los shorts, los cabellos y prometer enseñar a los turistas extranjeros las buenas maneras, las virtudes del velo sobre esta tierra virtuosa, nuestra tierra. La verdad es que una turista en short no cree en absoluto lo que piensan los hombres con síndrome de "consciencia hypertrófica de los cuerpos (femeninos)". Todo lo que desea es comunicar con la naturaleza, que su piel absorba los rayos del sol, fuente de vida. Se encuentra aquí toda una filosofía de retorno a la naturaleza, comparable a la de la nutrición dietética a base de legumbres y fruta fresca y no de conservas, frituras y otros alimentos cancerígenos que tienen un buen lugar sobre la mesa de los honorables árabes. Lo que pasa por la cabeza de los hombres cuando ven el cuerpo de una turista en short es el signo de enfermedades de las que las mujeres no sospechan su existencia y, sobre todo, de las que ellas no tienen ninguna responsabilidad.

Un coche nos sirve de medio de locomoción pero también puede atropellar a niños en los caminos. No se puede por eso, prohibir los coches con el pretexto de que siegan la existencia de los jóvenes. Al contrario, se puede aprender a conducir bien. Es por eso que el Islam nos recomienda el pudor, pero no sepultar vivas a las mujeres. ¿Hay virtud sin lucha contra si mismo, contra la tentación del pecado?. Cuiden sus enfermedades, la concupiscencia de sus hombres en lugar de enseñar a otros (…) a odiar la naturaleza como la hemos odiado (…) para no vernos caer en los males del cáncer, de insuficiencia renal, hepatitis, osteoporosis, obesidad, patologías cardíacas, embolias cerebrales y otras calamidades de este tercer-mundo que hace festín de comida basura y, aletargado, se tiende durante horas delante de la televisión, que odia el caminar, la natación, resumiendo toda práctica deportiva y no tiene más respeto por la otra que el que no tiene por la naturaleza.

Es verdaderamente triste que la vista de los cabellos descubiertos de una mujer atormente a los salafistas cuando no les atormenta el espectáculo de un niño que busca, pies desnudos, en los cubos de basura, con los perros y los gatos, en busca de un mendrugo de pan. No pensamos emitir fatwas a favor de niños errantes que abarrotan las calles de Egipto y que se reproducen para dar origen a otros como ellos, predestinados a la mendicidad y a la delincuencia. En revancha, nos machacan día y noche con esas voces a propósito del cabello de las mujeres, de la prohibición para ellas de llevar tacones altos, del impudor de su voz (salvo cuando se conceden a Hizb El-Nour !), de su incompetencia, de la necesidad de pegarlas y desairarlas para ponerlas en el camino recto.

Cuanto más obsesionados estamos por una cosa, más lo prohibimos, enseñaba Michel Foucault. ¿Los salafistas están tan obsesionados por las mujeres que las tienen como objeto para sus fatwas? ¿No hay nada en el cerebro de un salafista, sino ellas? ¿ Señores salafistas, saben a cuántas mujeres, en Egipto, proveen a las necesidades de sus niños, esposos y parientes? ¿Por qué se esfuerzan tanto en desfigurar el Islam, en darle una imagen tan reductora? ¿Por qué su mensaje se limita solo  a las mujeres, el cabello y el cuerpo? Callense un poco, sus palabras les condenan y hacen ofensa a la vida. O entierren entonces vivas a las mujeres para que el mundo solo les pertenezca a ustedes. Así, encontrarán ustedes la paz al fin, y nosotras también.

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NOTA DEL AUTOR DEL POST: 
Me alegra ver que se elevan voces. Y como esta carta va dirigida a los Salafistas, yo se la dedico a Abdel Aziz, salafista que de vez en cuando viene a visitarnos para intentar llevarnos por el camino correcto. Salam Aleikum, Abdel.


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(1) Fatima Naoot (El Cairo, 1964) es una arquitecta de las palabras. No sólo de las palabras: licenciada en Arquitectura en la universidad egipcia de Ain Shams trabajó durante una década en este sector. Y no reniega de él: ser una mujer de Ciencias, asegura, enriquece su universo poético.

El lenguaje de Naoot es clásico en todos los sentidos: escribe en el árabe formal (fus·ha) e incluso vocaliza sus textos, un mimo de la palabra escrita que no es habitual en la literatura árabe (normalmente se prescinde de escribir los vocales). Imágenes cotidianas, íntimas, con cierto eco juanramoniano (no será casual encontrarnos con un verso que habla de la soledad sonora), que trazan un retrato emocional de la autora. El amor reflejado en la ausencia de quien ayer estuvo aún aquí, el futuro que pudo ser, la reflexión sobre la armonía en la Historia.

Naoot, una de las voces más conocidas de la poesía egipcia, ha dirigido la revista literaria Qaus Quzah, hoy desaparecida, que reunía diferentes voces de la poesía y narrativa egipcia. Ha publicado siete poemarios, entre ellos A un centímetro del suelo (2003), Sobre la palma de una mujer (2004), Un bote de pegamento (2007, premiado en Hong Kong) y Mi nombre no es difícil (2009). Además, es traductora. Egipto le debe las versiones árabes de algunos libros de Virginia Woolf y John Ravenscroft, así como antologías de poesía anglosajona.

La poeta escribe como columnista regular para varios periódicos de Egipto y Omán. Aunque en su poesía no hay obvias referencias políticas o sociales, se considera comprometida con una visión abierta e ilustrada de la sociedad, frente al avance del fundamentalismo religioso.