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12.5.04
El Obispo guardian de la Catedral de Córdoba
COMO UN nuevo Recaredo, el obispo de Córdoba, Asenjo, está dispuesto a plantar la cruz en el templo catedralicio y defenderla hasta el final. Se opone a ceder la mezquita al rezo musulmán.
Sus curas le llaman pastor prudens. Y la verdad es que Juan José Asenjo Pelegrina (Sigüenza, 1945) encarna a la perfección la virtud de la prudencia. Por carácter, por forma de ser y por recorrido vital. Una virtud de la que tuvo que hacer gala en la Casa de la Iglesia, cuya sala de máquinas pilotó durante más de una década. Una virtud que sigue derrochando a raudales como titular de la diócesis de Córdoba, donde sustituyó a un obispo defenestrado, dirigió la transición de Cajasur y, por si fuera poco, plantó sólidamente la cruz en la mezquita-catedral.
Porque los musulmanes quieren recuperarla. Aunque sólo sea para poder rezar en ella. Y hasta se han dirigido al Papa. Pero Juan José Asenjo, cual nuevo Recaredo, está dispuesto a plantar la cruz en su templo catedralicio y defenderla hasta el final. Aunque le acusen de talibán, que no lo es y nunca lo fue. Porque una cosa es ser ecuménico y apostar por el diálogo interreligioso y otra, que un obispo ceda su "cátedra" a los fieles de otra religión.
«Los musulmanes han dado en hueso. No conocen a Don Juan José. Si lo conocieran, sabrían que es un hombre de mano de hierro en guante de terciopelo. Tiene muchas tablas, está acostumbrado a mandar y, aunque da muestras de un estilo dialogante y suave, es de los que no se apea de sus convicciones ni un milímetro», dice un cura madrileño que lo conoce desde sus tiempos de secretario del episcopado.
No es la primera vez que los musulmanes reivindican su derecho a rezar en ella. En plena llegada del solsticio de verano de 1985, la Iglesia - Mezquita -Catedral de Córdoba recogía una estampa inédita. Un grupo de unas 30 personas de confesión islámica se postraban de rodillas ante el mihrab para realizar el salat (rezo) ante la mirada curiosa y atónita de numerosos participantes y asistentes al decimosegundo centenario de la construcción del monumento.
Tal expectación generó el evento, que las decenas de televisiones de países árabes que recalaron aquellos días por Córdoba televisaron para millones de musulmanes la simbólica imagen de la vuelta al hito andalusí de siglos pasados. Aquellos minutos de oración, entre lo anecdótico y lo metafórico, provocaron un auténtico quebradero de cabeza para el Obispado, que por entonces dirigía José Antonio Infantes Florido.
Posteriormente, se produjo una avalancha de peticiones de musulmanes de todo el mundo para rezar en la mezquita. El enésimo y último intento, hasta ahora, de Mansur Escudero, presidente de la Junta Islámica, con ese fin obtuvo la tajante respuesta de monseñor Asenjo: «Es inviable y, además, no contribuiría a la convivencia pacífica de los diferentes credos pues sólo generaría confusión en los fieles dando pie al indiferentismo religioso».
El debate se reavivó a principios de este mes tras unas declaraciones de Ricardo Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española, en las que afirmaba, a título personal, que no habría ningún problema si los musulmanes quieren rezar en la mezquita. Sin embargo, al día siguiente un comunicado oficial de la Conferencia afirmaba que Blázquez no recomendaba «de ningún modo» que los musulmanes rezasen en la Catedral de Córdoba. Pero Mansur no desistió y poco después mandaba una carta al Papa con sus reivindicaciones. Por fin, el pasado jueves, Escudero volvió a realizar una oración reivindicativa en el exterior del templo para pedir su uso conjunto.
CONSIDERADO
Asenjo estaba predestinado para ser cura. Nació en Sigüenza el 15 de octubre de 1945, justo al lado de la catedral y, desde pequeño, escuchaba la salmodia de los canónigos y olía a incienso y a cera. Y con apenas 9 años entró en el seminario. Ya de niño era serio y, sobre todo, aplicado. El 21 de septiembre de 1969 alcanzó su gran sueño: ser consagrado sacerdote.
Pasó por Burgos y Roma, donde se doctoró en Teología. A su regreso, pronto comenzó a escalar puestos en la diócesis. Y no porque los buscara, sino porque se los ofrecían. Primero fue profesor y vicerrector del seminario de Sigüenza. Después, director de la residencia universitaria de Magisterios...
Su techo podría haber sido la canonjía, pero en su camino se cruzó un obispo joven, recién llegado de Oviedo y con una amplia trayectoria en Alemania: José Sánchez. Era el año 1991. Nada más llegar, Sánchez repara en la eficacia del canónigo archivero y especialista en patrimonio. Y dos años después, cuando los obispos lo eligen secretario de la Conferencia episcopal se lo lleva a Madrid como su vicesecretario.
Asenjo llegó a la cúpula de la iglesia con 52 años y con la intención de continuar la línea de su predecesor y amigo. Aceptó el cargó «con temor y temblor», pero consciente de contar con el apoyo del episcopado y con la ayuda de «mi padre y mi hermano, del que lo he aprendido todo», monseñor Sánchez, del que dijo admirar sobre todo «su entusiasmo y su temple».
Pero ya en su primera comparecencia reconoció que lo que más le asustaba era el «trato con la prensa». Y de hecho, durante sus años de secretario, cada vez que tenía que intervenir en una rueda de prensa, se ponía malo. Y lo cierto es que tuvo que dar la cara en momento sumamente difíciles, como el caso Mantero, el sacerdote que hizo pública su homosexualidad, y, sobre todo, el caso Gescartera.
Juan José Asenjo fue nombrado obispo de Córdoba el 28 de julio de 2003. Una diócesis peculiar, en la que el obispo es el superjefe de un banco -Cajasur- y nombra a su director, que es un canónigo. Solucionado el tema de los dineros, Asenjo puede dedicarse ya de lleno a lo que más le gusta: pastorear de cerca su diócesis.
TESORO HISTORICO
La historia de la mezquita de Córdoba se inicia hacia el año 786 cuando Abderramán I ordena la construcción de una sala de oración sobre la basílica visigoda de San Vicente.
Sus descendientes fueron ampliándola hasta convertirla en la tercera más grande del mundo -tras la de Casablanca y La Meca- con sus 23.400 metros cuadrados construidos.
En el siglo X es el santuario más importante del Islam Occidental, no sólo desde el punto de vista religioso sino también artístico. Era la referencia, el modelo de todas las demás mezquitas aljamas de al-Andalus, y llegaba también su influencia a las del Norte de Africa.
Tras la conquista cristiana de Córdoba, en 1236, la mezquita sufrirá diversas alteraciones que acabarán componiendo la actual configuración, criticada por unos y alabada por otros, pero magnífica en cualquiera de los casos, un híbrido arquitectónico que sintetiza a la perfección una buena parte de los valores artísticos de Oriente y Occidente.
José M. Vidal
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