Ayaan Hirsi Ali
Traducción de Sergio Pawlowsky
Barcelona, Círculo de Lectores
Barcelona, Círculo de Lectores
Galaxia Gutenberg, 2006.
La autobiografía de Ayaan Hirsi Ali: Mi vida, mi libertad, es un doble y trágico viaje, con final –relativamente– feliz. El primer viaje va de la edad de piedra hasta uno de los países más desarrollados del mundo, Holanda. El segundo consiste en el descubrimiento de lo que corre por debajo del paraíso tolerante y multicultural neerlandés. El final feliz, matizado con una punta de amargura, es el salto al otro lado del Atlántico, donde la protagonista podrá vivir con algo de libertad.
La autobiografía de Ayaan Hirsi Ali: Mi vida, mi libertad, es un doble y trágico viaje, con final –relativamente– feliz. El primer viaje va de la edad de piedra hasta uno de los países más desarrollados del mundo, Holanda. El segundo consiste en el descubrimiento de lo que corre por debajo del paraíso tolerante y multicultural neerlandés. El final feliz, matizado con una punta de amargura, es el salto al otro lado del Atlántico, donde la protagonista podrá vivir con algo de libertad.
Como la historia es muy conocida, vale la pena centrarse en el asunto principal del libro, un asunto que presenta dos caras que Hirsi Ali conoce y retrata con elegancia, amenidad y una valentía fuera de serie. El asunto de fondo es la aspiración a la libertad de un individuo y su lucha por conseguirla. Las dos caras son el islamismo, por una parte, y el nihilismo cultural occidental, por el otro.
En cuanto al primero, Mi vida, mi libertad empieza en el mundo de la abuela de la autora, una mujer que vive, literalmente, en un mundo tribal, prehistórico. Conviene matizar, sin embargo: Hirsi Ali se cría en un ambiente donde se hablan dos idiomas, el somalí y el inglés, y en el que las personas podían haber tenido acceso a formas de vida distintas, más adelantadas, civilizadas y abiertas.
Toda la primera parte, que relata la peripecia de la protagonista y su familia en Somalia, Arabia Saudita y Etiopía, es un viaje al corazón del islamismo, que va tomando posiciones y arraigando incluso en el alma de la autora. Las páginas en que describe la primera vez que se pone el velo con la pretensión de llegar a ser una musulmana ejemplar son tan memorables, por lo que significan, como las del relato de la mutilación a la que fue sometida, como tantas otras musulmanas de la región.
La toma de conciencia y la huida de semejante esclavitud –no siempre vivida como tal, y eso es de los aspectos más fascinantes del libro– sitúa a la protagonista y al lector en Holanda, en apariencia el paraíso de la libertad y la tolerancia.
Hirsi Ali comete, una tras otra, todas las tonterías, casi inevitables en estos casos, como hacerse socialdemócrata. Hasta que se da cuenta de lo que está ocurriendo a su alrededor y empieza a tomar conciencia de que la tolerancia a la holandesa es, en realidad, una abdicación moral, y que la sociedad en la que cree haber encontrado la libertad practica, en nombre de esa misma tolerancia y esa misma libertad, una forma de fanatismo tan cerril como aquél del que ha venido huyendo.
Es éste el segundo gran asunto del libro, en el que el islamismo juega otra vez un papel protagonista, propiciado ahora por el nihilismo de una Europa que ha decidido no darse por enterada de una realidad que le incomoda y le llevaría, de tenerla en cuenta, a comprometerse y actuar.
Cuando una amiga, con la mejor intención del mundo, le avisa de lo "explosivo" que resulta lo que está diciendo en público sobre el islam, Hirsi Ali comenta:
En cuanto al primero, Mi vida, mi libertad empieza en el mundo de la abuela de la autora, una mujer que vive, literalmente, en un mundo tribal, prehistórico. Conviene matizar, sin embargo: Hirsi Ali se cría en un ambiente donde se hablan dos idiomas, el somalí y el inglés, y en el que las personas podían haber tenido acceso a formas de vida distintas, más adelantadas, civilizadas y abiertas.
Toda la primera parte, que relata la peripecia de la protagonista y su familia en Somalia, Arabia Saudita y Etiopía, es un viaje al corazón del islamismo, que va tomando posiciones y arraigando incluso en el alma de la autora. Las páginas en que describe la primera vez que se pone el velo con la pretensión de llegar a ser una musulmana ejemplar son tan memorables, por lo que significan, como las del relato de la mutilación a la que fue sometida, como tantas otras musulmanas de la región.
La toma de conciencia y la huida de semejante esclavitud –no siempre vivida como tal, y eso es de los aspectos más fascinantes del libro– sitúa a la protagonista y al lector en Holanda, en apariencia el paraíso de la libertad y la tolerancia.
Hirsi Ali comete, una tras otra, todas las tonterías, casi inevitables en estos casos, como hacerse socialdemócrata. Hasta que se da cuenta de lo que está ocurriendo a su alrededor y empieza a tomar conciencia de que la tolerancia a la holandesa es, en realidad, una abdicación moral, y que la sociedad en la que cree haber encontrado la libertad practica, en nombre de esa misma tolerancia y esa misma libertad, una forma de fanatismo tan cerril como aquél del que ha venido huyendo.
Es éste el segundo gran asunto del libro, en el que el islamismo juega otra vez un papel protagonista, propiciado ahora por el nihilismo de una Europa que ha decidido no darse por enterada de una realidad que le incomoda y le llevaría, de tenerla en cuenta, a comprometerse y actuar.
Cuando una amiga, con la mejor intención del mundo, le avisa de lo "explosivo" que resulta lo que está diciendo en público sobre el islam, Hirsi Ali comenta:
¿Explosivo? ¿En un país en que la prostitución y las drogas blandas están legalizadas, donde se practica la eutanasia y el aborto, donde los hombres lloran en televisión y por la playa la gente se pasea desnuda y en el canal público de televisión se ríen del Papa? ¿Donde el famoso escritor Gerard Reve es conocido por haber fantaseado con hacer el amor con un mono, un animal que empleaba como metáfora de Dios?
Conocemos las consecuencias de la obcecación de Hirsi Ali en seguir los dictados de su conciencia y del sentido común, y de su negativa a dejarse amedrentar: el asesinato de su amigo y colaborador Theo van Gogh, las amenazas, las protestas del vecindario por las molestias causadas por los escoltas, incluso la decisión judicial según la cual, efectivamente, sus escoltas violaban los derechos humanos de los vecinos… Al final, no le quedaba más salida que acogerse a la protección que le brindaban en Estados Unidos.
Del libro destacan la amenidad y la claridad con que Hirsi Ali cuenta una historia clásica de emancipación. Hay que agradecérselo doblemente, porque la aparente sencillez disimula la sutileza con que expone un juego muy complejo, en el que se reflejan y se van reforzando las dos grandes formas contemporáneas del fanatismo: el nihilismo occidental y el islamismo.
La claridad, en este caso, es algo más que una virtud estética o intelectual. La elegancia del libro y de su autora consiste en relatar una historia propiamente atroz sin caer en el resentimiento, ni siquiera en el sarcasmo. Motivos no faltaban, al contrario, pero hay en esta contención, en esta distancia, el signo de una profunda seriedad. La de quien le ha tomado la medida al enemigo y ha decidido plantarle cara con todas las consecuencias.
Un libro extraordinario.
José María Marco. (Libertad digital)
admirable su adtitud de esta mujer,y la fuerza que tiene para defender la verdad, siempre habra gente que este de parte de ella y son los que defendemos la verdad.
ResponderEliminarDe esta manera pensamos muchos, la lastima es que por hacer uso de la libertad de locución se vea obligada a dejar Europa, el continente donde nos jactamos del disfrute de todas las “libertades” y de máxima tolerancia hacia todas las corrientes ideológicas.
ResponderEliminarSin embargo la cruda realidad nos dice que no basta con parecer, hay que ser, y Europa esta demostrando que no es lo idílica que nos han hecho creer, y que las libertades no son un bien comun para todos.
Para que los malos triunfen, sólo hace falta que los buenos no hagan nada. Ed. Burke.
ResponderEliminarEl Islam arruina todas las naciones y culturas donde se implanta. Ibn Jaldún que pasa por ser el primer filósofo de la Historia