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27.5.06
Historia de los Dhimmies
La dhimma
Un siglo después de la muerte del profeta, los jurisconsultos musulmanes del siglo VIII fijaron su política para con los pueblos del libro sobre la base de las decisiones tomadas por Mahoma contra los judíos de Arabia.
Estos habían sido expulsados o masacrados, sus mujeres y sus hijos vendidos como esclavos y todos sus bienes habían sido repartidos entre los musulmanes.
Estos procedimientos constituyeron reglas normativas aplicables a todos los vencidos de la yihad. Asimismo, la dhimma de Khaybar sirvió como referencia a los jurisconsultos para establecer tratados con las poblaciones que se sometían a la dominación islámica.
La condición dhimmi, que resulta directamente de la yihad, está ligada a este pacto de protección que suspende el derecho inicial del conquistador sobre los adeptos de las religiones toleradas, mediante su sumisión al tributo...
La primera ola de conquista islámica se extendió victoriosamente en los países cristianos, desde Armenia al noroeste hasta el África del Norte y España para subir hasta Poitiers y los Alpes. Recubrió la Persia sasánida y llegó hasta el Indo.
Los musulmanes se encontraron confrontados así a las civilizaciones más prestigiosas, disponiendo de sistemas complejos administrativos y jurídicos. Así fueron obligados a crear un modo de gobierno propio para administrar este botín colosal constituido por tierras y pueblos.
Se volvieron hacia el Corán, palabra de Allah revelada por su profeta y fuente sagrada de la ley islámica. Pero como Mahoma había muerto, los jurisconsultos se dedicaron a descubrir la voluntad de Allah en los menores actos y palabras (hadices) del Profeta, relatados por una cadena de transmisores (isnad), compilados en el hábeas de las Tradiciones (Sunna) acabado hacia el fin del siglo IX.
Las diferentes interpretaciones de la Sunna fueron codificadas por las cuatro escuelas principales de derecho musulmán ortodoxo (hanafita, malikita, chafiíta, hanbalita).
[Bat Ye’or, Juifs et Chrétiens sous l’Islam, les dhimmis face au défi intégriste, 21-22]
Dhimma, fay, kharaj, jizya
Las cuatro categorías esenciales que presidieron el destino y la historia de los dhimmíes son las de dhimma, de fay, de kharaj y de jizya.
De orden jurídico y económico, responden a una guerra religiosa y constituyen un cuadro dogmático funcional inalterable por su anclaje en la teología... La noción de dhimma incluye las demás categorías...
En Irak, las destrucciones y la esclavitud se abatieron al comienzo de la conquista sobre el conjunto de las poblaciones sin salvarse ni los eclesiásticos ni sus monasterios.
A pesar de la colaboración de los cristianos, “los árabes se alojaron en las iglesias y los conventos que profanaron horriblemente.”... En Egipto, los musulmanes saquearon un gran número de ciudades en los confines de Fayum... En Palestina, la conquista destruyó un número considerable de ciudades y de pueblos. La destrucción o el abandono, debido a la inseguridad de la mayoría de las iglesias y de las sinagogas próximas al desierto, data de esa época.
En este contexto de guerra, la dhimma constituye un pacto de salvaguardia acordado por los vencedores y que asegura a los vencidos un cuadro jurídico institucional garantizando sus libertades, sus derechos y sus deberes, mientras procura a los vencedores la supremacía política y económica.
Se debe remarcar que esta protección es invocada como la del Profeta, es decir conforme a la voluntad de Dios... El origen del fay se encuentra en los versículos coránicos... Representa el botín indivisible y administrado en su totalidad por el califa, a beneficio de la umma (comunidad).
El kharaj funda su justificación en los acuerdos entre Mahoma y los agricultores judíos de Jaybar, Fadak, Taima, Wadi Qura.
En cuanto a la jizya, procede del versículo coránico IX, 29. “Haced la guerra a los que no creen en Dios ni en el último día... hasta que paguen el tributo de sus propias manos y que sean humillados.”
Bajo los Omeyas (661-750), la legislación islámica no se había constituido todavía en ese hábeas homogéneo y definitivo que adoptó a lo largo de los siglos siguientes... El periodo omeya representa una fase transitoria de adaptación mutua entre un ejército de ocupación arabo-musulmán minoritario y una mayoría cristiana vencida, que disponía de toda la tecnología y el prestigio de las más brillantes civilizaciones... Dos mundos estancos parecen entonces superponerse, colaborar sin penetrarse.
Los invasores, sus combates fratricidas, sus costumbres, su religión desconocida, su lengua mucho tiempo incomprensible, eran sentidos como manifestaciones de un mundo exterior y distinto.
Desarme de los dhimmíes
Otras servidumbres de orden militar incumbían a los dhimmíes, como la prohibición de llevar armas o de poseerlas... La prohibición de llevar armas para grupos específicos colocó en una situación de inseguridad permanente y de inferioridad humillante a las masas indígenas en relación a poblaciones alógenas...
La anarquía permanente que azotaba a las provincias de "dar al-islam", (casa de la sumisión, es literalmente un término usado para referir a las tierras bajo gobiernos musulmanes). En la tradición conservadora del Islam el mundo se divide en dos componentes: al-Islam dar, la casa de la sumisión y al-Harb dar, la casa de la guerra), las invasiones o las rebeliones tribales, la inseguridad endémica de los caminos y la violencia de las costumbres, contribuyeron a debilitar considerablemente la demografía de poblaciones desarmadas...
Esta prohibición determinó una amplia corriente de islamización (serbios bosnios) o de éxodo de los nobles cristianos y constituyó, en el plano psicológico, un factor esencial del síndrome dhimmi... En las ciudades sometidas a las violencias y a la anarquía albanesas, la población serbia no se atrevía a salir de la ciudad sin un vigilante albanés... Relegados a los oficios inferiores despreciados por los turcos y los albaneses, estos cristianos... representaban hasta 1912 una población de parias descendida al más bajo escalón social.
La prohibición de llevar armas, ligada a un dogma religioso, es una innovación impuesta por el islam, porque es inexistente en los imperios romano, bizantino y sasánida.
Deportaciones
Las deportaciones y transferencias de poblaciones aunque no mencionadas en la dhimma dan cuenta del estatuto de vencidos.
Las rebeliones de dhimmíes o medidas de seguridad como el alejamiento de cristianos y judíos de zonas fronterizas o estratégicas motivaban estos desplazamientos, frecuentes sobretodo con los otomanos en Anatolia, en los Balcanes y en Armenia.
La última deportación masiva de los armenios, ordenada por los turcos, se inscribe en la planificación de su genocidio después de 1915. Estas deportaciones desarraigaban a las poblaciones, rompían la cohesión del tejido social y rompían las resistencias. El reemplazo de los deportados por grupos musulmanes o por otras etnias facilitaba por el aislamiento el control de los vencidos y el desarrollo de antagonismos étnicos.
Las deportaciones obedecían también a imperativos económicos, tal como la revitalización del comercio y la revivificación agrícola de regiones totalmente destruidas por las guerras... Otras obligaciones incumbían a los dhimmíes, como el alojamiento y manutención de la tropa, hombres y caballos, el deber de guiar correctamente a los musulmanes correctamente por los caminos, absteniéndose de toda colaboración con el enemigo. Esta cláusula... envenenó las relaciones entre los cristianos dhimmíes y harbis (europeos)
Despojo territorial
Todo territorio arrebatado a los infieles se convertía en propiedad (fay) del Estado. Constituía la dar al-islam, tierra administrada por la ley islámica en beneficio de los musulmanes y de sus descendientes. Este principio establecido por la conquista árabe instituyó un dogma político y jurídico enraizado en la teología... A comienzos de la conquista árabe, las reivindicaciones sobre el botín de guerra, tierras y pueblos, provocaron guerras tribales y revueltas contra el poder hegemónico del califa.
Estos conflictos ensangrentaron todo el periodo omeya (881-750)... La ley islámica prohibía a los no musulmanes la propiedad de bienes raíces que era transferida al tesoro público musulmán administrado por el califa.
Este delimitaba las circunscripciones militares que cedía en calidad de feudos, bajo forma temporal o a perpetuidad, a miembros de su familia, a las tribus o a los jefes militares, a cambio de proveer una tropa y participar en los combates.
Esta jerarquía militar administrativa se perpetuó hasta el siglo XIX en el imperio otomano.
En Bosnia, sólo los musulmanes podían ser dueños de tierras “libres”... En el siglo XIX, en el momento de la emancipación de los dhimmíes y la reforma del derecho otomano, los ulemas prohibían la venta de tierra a los serbios cristianos. Cuando estos últimos conseguían comprarla, les era quitada “bajo no importa qué pretexto injusto”.
Una situación semejante hacia los judíos y cristianos en Palestina y Siria fue mencionada por los cónsules ingleses en la misma época.
Rebeliones y Gente del Libro
Las rebeliones asimiladas a una ruptura del pacto de protección entrañaban la matanza de los insurgentes y la esclavitud de las mujeres y los niños... “El infiel que ha roto el pacto a mano armada, debe ser combatido y muerto in situ...”
Los cronistas mencionan levantamientos en el Líbano, en Egipto, en Armenia.
En España las revueltas de muladíes (neoconversos) fueron casi permanentes contra los árabes inmigrados, que se habían adjudicado latifundios explotados por cristianos, siervos o esclavos.
Las extorsiones fiscales y las expropiaciones encendían focos insurreccionales continuos de muladíes y de mozárabes (cristianos dhimmíes) en toda la península ibérica. Los jefes rebeldes eran ejecutados por crucifixión y los insurgentes pasados por el filo de la espada. Durante toda la época del emirato omeya hasta el siglo X, estos conflictos ensangrentaron España y alimentaron odios religiosos endémicos... Ibn Hafsun, muerto en 918, jefe de la rebelión muladí al sur de Andalucía, levantaba a los campesinos contra el gobierno que les había quitado sus bienes y los sometía a pesados tributos y contra los árabes que les agobiaban con humillaciones y los trataban como esclavos...
La situación insurreccional endémica agravaba la condición de los dhimmíes, aunque no estuviesen directamente apuntados por los combates. Así, la eliminación de los omeyas por los abasidas suscitó la anarquía en todo el imperio. En su huida ante las tropas abasidas, Marwan, último califa omeya de Oriente, practicó la política de la tierra quemada.
Ciudades, pueblos, cosechas fueron incendiados, innumerables personas perecieron en el éxodo general, mientras que, preso en su campamento, el patriarca Miguel acompañado de algunos eclesiásticos sufría cada día la tortura: golpes, arrancamiento de la barba y otras humillaciones destinadas a sacarle el dinero.
Los conflictos dinásticos y las revueltas tribales destruían los pueblos. La población era extorsionada por los rebeldes que torturaban a los notables, eclesiásticos y monjes, sospechosos de esconder los tesoros en iglesias y conventos.
Jizya
El versículo coránico IX, 29, vincula la obligación del yihad a la exigencia de la jizya.
La jizya era una capitación graduada sobre tres tasas, 12, 24 y 48 dirham, correspondiente a la fortuna del contribuyente.
Igual que el kharaj, la capitación se inscribe en una relación de clientela en una población desarmada por derecho de guerra con una casta guerrera que se encarga de defenderla mediante retribución... Teóricamente las mujeres, los indigentes, los enfermos y los lisiados estaban exentos de la capitación; sin embargo las fuentes armenias, sirias y judías prueban abundantemente que la jizya era exigida a los niños, las viudas, los huérfanos e incluso los difuntos.
“Nuestro rito obliga a la capitación de las personas enfermizas, los viejos, incluso en estado de decrepitud, los ciegos, los monjes, los obreros y los pobres incapaces de ejercer un oficio. En cuanto a las personas que, a fin de año, parecen ser insolventes, el montante de la capitación es una deuda a su cargo hasta que sean solventes.” (rito chafiíta)
Los que salían sin el recibo de la jizya, o lo habían perdido, corrían los peligros mayores. En el Imperio otomano el recibo debía enseñarse bajo pena de prisión inmediata, a petición de los agentes del fisco que detenían en la calle a los dhimmíes reconocidos por sus vestidos distintivos.
Los jurisconsultos musulmanes determinaban el ceremonial del pago de la jizya. En el rito chafiíta: “El infiel que quiere pagar su capitación, debe ser tratado por el receptor con desdén: el receptor permanece sentado, y el infiel de pie ante él, la cabeza baja y la espalda curvada. El infiel debe en persona poner el dinero en la balanza, mientras que el receptor lo sostiene por la barba y le golpea en las dos mejillas. Estas prácticas sin embargo, según la mayoría de los letrados, son recomendables, pero no obligatorias, como algunos opinan.”
En Palestina los jefes beduinos devastaban los campos y sometían a los dhimmíes a un régimen de extorsiones constantes. Documentos judío-palestinos del XI mencionan los impuestos sobre la comunidad judía bajo pena de malos tratos, por entrada en Jerusalén, la protección de los peregrinos, el derecho a rezar en el monte de los Olivos, de rezar en voz alta.
Las tasas usurarias de los musulmanes para despojar a la comunidad de sus bienes son evocadas en todas las crónicas dhimmíes a lo largo de los siglos.
La ley musulmana prevalecía sobre las jurisdicciones de los dhimmíes en caso de litigio entre musulmanes y dhimmíes. Ahora bien, el testimonio del dhimmi ante los tribunales islámicos no era admitido, el dhimmi no podía testimoniar contra un musulmán. Todos los jurisconsultos reconocían que nadie puede ser testigo si no es musulmán, libre y mayor de edad... Por razones fiscales, la mayoría de edad de un niño infiel, según el jurista Nawawi, se adelanta a la de un niño musulmán.
Esta exclusión no sólo obligaba a los dhimmíes a comprar a testigos musulmanes y a sobornar a los cadis, sino que les quitaba toda posibilidad de defenderse contra las usurpaciones, las acusaciones, los robos o los abusos y sobre todo, los secuestros de mujeres y niños.
Más que toda otra medida, esta vulnerabilidad desproporcionada infligida por la ley grabó en la mentalidad del dhimmi el temor y el servilismo.
Según la jurisdicción islámica, la igualdad entre los pueblos del Libro los somete entre ellos a la ley del talión... El musulmán no podría ser ajusticiado por haber matado a un infiel que incluso fuera súbdito de un príncipe musulmán”. El delito de sangre no puede ser infligido si la víctima del musulmán es un esclavo, un judío o un cristiano.
“El musulmán no es ajusticiado por el asesinato de un infiel, pero el infiel lo es por el asesinato de un musulmán. No hay talión entre hombre libre y esclavo, ni entre musulmán e infiel”
La ley islámica condenaba a muerte al musulmán y al dhimmi acusados de blasfemar o de criticar la religión islámica, el Corán y al Profeta
Los bereberes... no sienten gran odio respecto a los judíos, pero los judíos se humillan ante los bereberes que constantemente les exigen muestras de cortesía, aunque los judíos mismos sean los pilares de la sociedad, los artesanos y los comerciantes.
En el dominio religioso y el de las relaciones humanas se imponen con mayor fuerza los principios rectores que formaron toda la estructura ideológica de la dhimmitud. Estos se fundan en tres exigencias: 1) la humillación obligatoria del dhimmi; 2) la diferenciación entre musulmanes e infieles; 3) su segregación.
Durante la conquista árabe y durante los dos o tres siglos siguientes, los cronistas rememoran destrucciones considerables a las que se añadieron las causadas por sismos violentos. Desde el VIII al X, antes de las cruzadas, desde Andalucía a Irak, magníficas basílicas, innumerables conventos de Egipto, de Siria y de Mesopotamia, no eran más que ruinas...
Sería imposible contar todos los lugares de culto judíos y sobre todo cristianos que fueron islamizados.
Las destrucciones borraban el genio, la cultura y la civilización de los dhimmíes.
A los impuestos legales pagados por los dhimmíes se añadían las extorsiones ruinosas exigidas como “derecho de protección” para los monasterios y las sinagogas por los jefes beduinos regionales cuyos encuentros exponían a los dhimmíes y los peregrinos a la inseguridad permanente y a los saqueos.
Un análisis un poco atento de la condición del dhimmi revela que, en ciertos aspectos, fue inferior a la del esclavo.
Este en efecto, aunque privado de libertad no sufría como el dhimmi una humillación obligatoria y constante prescrita por la religión.
El desprecio de la persona humana y su degradación erigida en principio teológico y político, constituyen un aspecto primordial de la civilización de la dhimmitud.
Es la ignominia de la infidelidad lo que vuelve lícito la sangre del harbi y legitima el yihad y la degradación de los dhimmíes... Se debe distinguir entre las degradaciones legales... y el principio de humillación, llevado hasta la negación del derecho a vivir para el harbi o el pagano.... El esclavo sufre una disminución de derechos, es incluso mutilado en su persona si se convierte en eunuco, pero no está obligatoriamente humillado y puede en la civilización islámica... elevarse a las funciones más altas.
Por el contrario el oprobio impuesto al dhimmi, que representa un deber religioso, constituye un elemento esencial de su estatuto de protegido.
Las medidas humillantes fueron siempre aplicadas a los dhimmíes judíos y cristianos en el conjunto del dar al-islam... Los teólogos musulmanes justificaban la humillación de los dhimmíes citando versículos coránicos y hadices, acusándoles de falsificar la Biblia y de negar la superioridad del Corán con su perseverancia en el error.
Cuatro concepciones básicas han determinado y modelado estos comportamientos:
1) el dhimmi no tiene derechos más que los que la comunidad islámica le reconoce; para gozar de ellos debe comprarlos con la humillación;
2) los dhimmíes constituyen colectivamente el fay de la umma;
3) la invalidez del testimonio;
4) el principio de la separación entre creyentes e impíos.
Conducta recomendada para con los dhimmíes
La obligación de tolerar en las tierras conquistadas la existencia de los dhimmíes, y de estar junto a ellos en las actividades cotidianas, desarrolló una reflexión, una especie de código de saber-vivir prescribiendo los comportamientos y el lenguaje que debía adoptar el verdadero creyente respecto a los dhimmíes...
1) Prohibición de tener amistad con judíos y cristianos y adoptar sus opiniones;
2) prohibición de discutir con ellos;
3) obligación de humillarlos.
Era una obra pía para el creyente expresar públicamente su aversión hacia el dhimmi. Las fórmulas de saludo eran distintas si se dirigían a un musulmán o a un dhimmi.
Las condolencias igualmente difieren según la religión. En la calle, el dhimmi... no debe dar la cara al musulmán sino pasar a su izquierda, lado impuro...
En Palestina los judíos y los cristianos eran humillados e insultados en las calles de Jerusalén, Hebrón, Tiberiades y Safed hasta mediados del XIX. Frecuentemente en Palestina, Tripolitania y Yemen las injurias acompañadas a veces de pedradas, aunque estas últimas no hubiesen sido prescritas por la ley, marcaban estas manifestaciones hostiles.
Dhimmitud y estatuto de Omar
Estatuto de Omar: estipula un “estado de humillación” del dhimmi y le impone una ciudadanía de segunda clase... Sus disposiciones restringen primeramente el ejercicio del culto no musulmán y el uso de los edificios de culto: la posesión de iglesias, conventos y sinagogas existentes es garantizada, pero está prohibido construir otras nuevas, incluso en caso de destrucción o de ruina.
La exposición de cruces está prohibida en los caminos y mercados frecuentados por los musulmanes.
Una vez al año sólo los cristianos están autorizados a hacer una procesión con la cruz fuera de la ciudad.
Medidas discriminatorias conciernen el vestido y el comportamiento cotidiano de los no-musulmanes: éstos están obligados a llevar cinturones y marcas distintivas en sus vestidos, cuyo color variará según las épocas pero será generalmente azul o gris para los cristianos, amarillo para los judíos y marrón para los zoroastrianos.
Les está prohibido a los dhimmíes montar a caballo y les es recomendado ponerse en pie respetuosamente frente a los musulmanes cuando se cruzan con ellos. Por todas partes deberán ceder el paso a los musulmanes.
Los días festivos, no deberán blandir ni estandartes ni armas.
Les está también prohibido conservar armas en casa.
No deberán nunca oponerse a la entrada de un musulmán en una iglesia o una sinagoga.
Las casas o edificios públicos de los dhimmíes deberán ser menos elevados que los de los musulmanes.
En el plano militar, deben una cierta ayuda a los musulmanes: encender fuegos para guiar a sus tropas e indicar la ruta a los musulmanes extraviados, construir puentes a su coste y dado el caso, acordar hospitalidad a los musulmanes durante tres días... No deben traicionar a los musulmanes revelando sus puntos débiles a sus enemigos.
Les dhimmíes no deben aceptar la apostasía de un musulmán sino que deben, al contrario, respetar la conversión de uno de los suyos al islam.
El matrimonio de un dhimmi y de una musulmana está proscrito y castigado severamente, lo inverso, permitido, a condición de que los hijos sean musulmanes. Los no-musulmanes se ven, además, sometidos a una incapacidad jurídica: la de dar testimonio ante tribunales musulmanes en asuntos que conciernen a los musulmanes... El dhimmi no debía poseer ni esclavo musulmán ni ejemplar del Corán...
Aunque a partir del califa omeya Omar II (717-719) se haya registrado un endurecimiento respecto a las Gentes del Libro, los elementos de este “Estatuto de Omar” tan restrictivo no parecen haber sido aplicados más que a partir de los Abasidas...
Ha permanecido anclado en la memoria colectiva de los no-musulmanes como el fundamento de un estatuto humillante de ciudadanos de segunda clase.
Los dhimmíes que se negaban a convertirse debían comprar la garantía de su vida, de sus bienes y de su autonomía religiosa por una imposición doble: la “capitación” o jizya, exigida a los adultos varones a cambio de su existencia y de su libertad personal, y el kharaj, impuesto de la tierra que, convertida en propiedad indivisa de la comunidad musulmana, no podía ser cedida en usufructo a los no-musulmanes más que mediante compensación financiera.
Gracias a la historia tenemos la oportunidad de comprobar, que esa supuesta relación de una convivencia pacifica entre cristianos y musulmanes, es una pura falacia, que musulmanes y progresistas estan empeñados en hacernos creer, ignorando la historia.
Jamás en siglos ningún pueblo ha convivido pacíficamente con los musulmanes, nunca, siempre han acabado en guerras, solo hay que repasar los siglos de historia.
Extractos de libros:
[Bat Ye’or, Juifs et Chrétiens sous l’islam, les dhimmis face au défi intégriste.]
[Chabry, Politique et minorités au Proche-Orient, ]
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