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2.12.06

Europa, un árbol en la tempestad. Siglo XXI

Permítanme una “metáfora arqueofuturista” en torno al símbolo eterno del árbol, al que yo personalmente compararía con el del cohete. Pero antes, evoquemos la dura imagen del siglo que se nos viene encima.

MARTE Y HEFAISTOS: EL RETORNO DE LA HISTORIA

El siglo XXI será un siglo de hierro y de tempestades. No se parecerá en absoluto a esas predicciones armoniosas proferidas hasta los años setenta. No tendrá lugar la aldea global profetizada por Marshall MacLuhan en 1966, ni el planeta en red (network planet) de Bill Gates, ni la civilización mundial liberal y sin historia, dirigida por un único Estado “onusino” descrita por Francis Fukuyama.

Será el siglo de los pueblos en competición y de las identidades étnicas. Y paradójicamente, los pueblos vencedores serán aquellos que permanezcan fieles o que retornarán a los valores y realidades ancestrales, ya sean éstos biológicos, culturales, éticos, sociales o espirituales, y que, al mismo tiempo, serán también quienes dominen con maestría la tecnociencia.

El siglo XXI será aquél en el que la civilización europea, prometeica y trágica mas eminentemente frágil, operará una metamorfosis o llegará a conocer su propio e irremediable crepúsculo. En definitiva, será un siglo decisivo.

En Occidente, los siglos XIX y XX han sido los de la creencia en la emancipación de las leyes de la vida, en los que se ha creído que era posible alcanzar la mente después de haber alcanzado la Luna. El siglo XXI muy probablemente reubicará las cosas en el sitio que les corresponde y operará el “retorno a lo real”, también muy probablemente a través del camino del dolor.

Los siglos XIX y XX han visto el apogeo del espíritu burgués, esa pequeña sífilis mental, monstruosa y deformada fotocopia de la noción de elite.
El siglo XXI, tiempo de tormentas, verá cómo se renuevan conjuntamente los conceptos de pueblo y aristocracia.
El sueño burgués se hunde en la podredumbre de sus propios principios y de sus promesas pusilánimes: No son, necesariamente, tiempos de bonanza y felicidad para el materialismo y el consumismo, el capitalismo transnacional triunfante y el individualismo.
Y no mucho más para la seguridad, la paz o la justicia social.

Cultivemos el optimismo pesimista de F.-W. Nietzsche. «Ya no hay ningún orden al que salvar, es necesario rehacer uno nuevo», escribía Pierre Drieu La Rochelle.

Y surgen las preguntas: ¿Acaso va a ir todo mal durante los primeros pasos del siglo XXI?
¿Acaso están todos los indicadores al rojo vivo? Pues tanto mejor.
¿Acaso no nos predecían el fin de la historia tras el hundimiento de la U.R.S.S.?
Estamos asistiendo justamente a su retorno atronador, belicoso y arcaico.

El Islam reemprende sus guerras de conquista. El imperialismo americano se desencadena. La China y la India ambicionan llegar a ser superpotencias, etc.

El Siglo XXI estará emplazado bajo el doble signo de Marte, el Dios de la Guerra, y de Hefaistos, el Dios forjador de espadas, maestro-patrón de las técnicas, de los fuegos telúricos.

HACIA LA CUARTA EDAD DE LA CIVILIZACIÓN EUROPEA

A la civilización europea, civilización superior, no hay que dudar lo más mínimo en afirmarla como tal frente a los cantores lánguidos del etnomasoquismo xenófilo, y deberá, para poder sobrevivir en el Siglo XXI, operar una revisión desgarradora de ciertos de sus principios.
Y sólo será capaz de ello si permanece anclada en su eterna personalidad metamórfica: Deberá transformarse toda ella permaneciendo como ella misma al mismo tiempo, cultivar el enraizamiento y la desinstalación, la fidelidad identitaria y la ambición histórica.

La Primera Edad de la civilización europea reagrupa a la Antigüedad y la Edad Media: Momento de gestación y de crecimiento.

La Segunda Edad va desde los Grandes Descubrimientos hasta la Primera Guerra Mundial:
Es la asunción. La civilización europea conquista al mundo.
Pero del mismo modo que Roma o el Imperio de Alejandro el Magno, ella misma se hace devorar por sus propios hijos pródigos: Occidente y América, y por aquellos pueblos que ella misma ha (superficialmente) colonizado. Se abre entonces, en un trágico movimiento de aceleración de la historia, la

Tercera Edad de la civilización europea tras el Tratado de Versailles y el fin de la guerra civil de 1914-18: El funesto siglo XX ¡Tan sólo cuatro generaciones fueron suficientes para precipitar en la decadencia el trabajo ascendente, la labor solis de más de cuarenta generaciones!

La historia se parece a las asíntotas trigonométricas de la “teoría de las catástrofes”: Es en el pináculo de su esplendor cuando la rosa marchita, es tras un tiempo asoleado y calmado cuando el ciclón estalla. ¡La roca Tarpeya está ya cerca del Capitolio!

Europa fue víctima de su propio prometeismo trágico, de su propia apertura al mundo. Víctima de ese exceso de toda expansión imperial: El universalismo, olvidadizo de toda solidaridad étnica interna global, víctima en consecuencia también de los micro-nacionalismos.

La Cuarta Edad de la civilización europea se abre hoy. Y será la del renacimiento o la perdición.
El siglo XXI será para esta civilización heredera de los pueblos-hermanos indoeuropeos, el siglo fatídico, el del fatum, del destino que distribuye o la vida o la muerte.
Pero el destino no es el azar absoluto. Contrariamente a las religiones del desierto –el cual simbólicamente no representa más que a la nada absoluta– los pueblos europeos saben en el fondo de sí mismos que el destino y que las divinidades no son siempre todopoderosos frente a la voluntad del hombre (1).

Como Aquiles, como Ulises, el hombre europeo de los orígenes se mantiene en pie y nunca acostado, posternado o arrodillado frente a sus dioses. No hay sentido de la historia.

Incluso herido, el Árbol puede continuar creciendo. Con la condición de que reencuentre la fidelidad a sus propias raíces, a su propia fundación ancestral, al suelo que nutre su savia.

LA METÁFORA DEL ÁRBOL

El Árbol, son las raíces, el tronco y el follaje. Es decir, el germen, el soma y la psique.

1) Las raíces:
Representan al “germen”, el zócalo biológico de un pueblo y su territorio, su tierra materna. Ellas no nos pertenecen, las transmitimos. Ellas pertenecen al pueblo, al alma ancestral y porvenir del pueblo, denominada por los griegos Ethnos y por los germanos Volk. Vienen desde los ancestros y están destinadas a las nuevas generaciones. (Es por ello que todo mestizaje es una apropiación indebida de un bien a transmitir y, de nuevo, una traición).
Si el germen desaparece, ya no es posible nada más. Podemos talar el tronco del árbol, mas podrá eventualmente rebrotar. Pero si arrancamos las raíces o contaminamos la tierra, todo ha terminado.
Es por ello que las colonizaciones territoriales y las desfiguraciones étnicas son infinitamente más graves y mortales que las lacayas servidumbres culturales o políticas, de las que un pueblo puede, llegado el caso, reponerse perfectamente.

Las raíces, principio dionisíaco, crecen y se hunden en el suelo, a través de nuevas ramificaciones: Vitalidad demográfica y protección territorial del Árbol contra las malas hierbas. Las raíces, el “germen”, jamás llegan a estar yertas. Profundizan en su esencia, tal y como lo entendía Martin Heidegger.
Las raíces son a la vez “tradición” (lo que se transmite) y “materia ígnea” (fuente viva, eterno reinicio). Las raíces son pues en conjunto la manifestación de la memoria y lo ancestral más profundos y del eterno carácter juvenil dionisíaco. Y tal manifestación nos remite al concepto capital de profundización.

2) El tronco:
Es el “soma”, el cuerpo, la expresión cultural y física de un pueblo, siempre en constante innovación mas alimentada por la savia venida desde las raíces. No está cuajado o petrificado, gelificado. Engorda en capas concéntricas elevándose todo él hacia el cielo.

Hoy en día, aquellos que quieren neutralizar y abolir la cultura europea intentan “conservarla” como si fuera un monumento del pasado, como si estuviera dentro de un frasco de formol, destinada a los eruditos “neutros”, o bien abolir la memoria histórica para las jóvenes generaciones.

El tronco, sobre la tierra que lo mantiene, es, edad tras edad, crecimiento y metamorfosis. El Árbol de la larga cultura europea está a un mismo tiempo enraizado y desinstalado (socavado). Un roble de diez años no se parece a un roble de mil años. Mas es siempre el mismo roble. El tronco, aquél que recibe y afronta al rayo, obedece al principio jupiterino.

3) El follaje:
Es el más frágil y el más bello. Muere, se marchita y renace como el Sol. Se expande en todos los sentidos. El follaje representa a la “psique”, es decir a la civilización, a la producción y la profusión de nuevas formas de creaciones diversas. Es la razón de ser del Árbol, su asunción.

Por otro lado, ¿a qué ley obedece el crecimiento de las hojas? A la fotosíntesis. Es decir a “la utilización de la fuerza de la luz”. El Sol nutre a la hoja que, en cambio, produce el oxígeno vital. El eflorescente follaje sigue pues al principio apolíneo.
Pero atención: Si crece desmesurada y anárquicamente (como es el caso de la civilización europea que ha querido al convertirse en el Occidente mundial extenderse al planeta entero), será sorprendido por la tempestad, como si de una vela mal cardada se tratase, y hará abatir y desenraizar al Árbol que le mantiene.

El follaje debe ser podado, disciplinado. Si la civilización europea quiere subsistir, no debe abrirse a toda la Tierra ni practicar la estrategia de brazos abiertos..., al igual que un follaje en exceso curioso que se extiende por todas partes o se deja asfixiar por las hiedras. Deberá concentrarse sobre su propio espacio vital, es decir la Eurosiberia.

De ahí la importancia del imperativo de etnocentrismo, término políticamente incorrecto pero que ha de ser preferido al modelo “etnopluralista” y de hecho multiétnico que algunos equivocados o calculadores intentan teorizar desorientando al espíritu de resistencia de la elite rebelde de la juventud.

Podemos comparar la metáfora tripartita del Árbol con la del Cohete, extraordinaria invención europea. Correspondiendo los reactores ardiendo y los propulsores a las raíces, al fuego telúrico. El cuerpo cilíndrico del ingenio se parece al tronco del árbol. Y la cofia del proyectil, desde la que se desplegarán los satélites o las naves alimentadas por la energía de los paneles solares, hacen pensar en el follaje.

¿Es acaso verdaderamente un azar si los grandes programas de cohetes espaciales construidos por europeos -incluso expatriados en EE.UU., adivinándose, obviamente, de quién hablamos- se han denominado respectivamente Appolo, Atlas, Mercury, Thor y Ariane?
El Árbol, es el pueblo. Al igual que el cohete, sube hacia el cielo, pero parte de una tierra, de un suelo fecundo en el que ninguna otra raíz parásita puede ser admitida. En una base espacial, se asegura una protección perfecta, una limpieza total de la área de lanzamiento.
Del mismo modo, el buen jardinero sabe que para que el árbol crezca en altura y en fortaleza, es necesario que al mismo tiempo se libere la base sobre la que se asienta de las inoportunas malas hierbas que secan sus raíces; liberar su tronco de la opresión de las plantas parásitas; pero también desramar los ramajes demasiado prolijos que carecen de verticalidad.

DEL CREPÚSCULO AL ALBA

Este siglo será el del renacimiento metamórfico de Europa, como el Fénix, o de su desaparición en tanto que civilización histórica y su transformación en Luna Park cosmopolita y estéril, mientras que los otros pueblos, por lo que a ellos respecta, conservarán sus identidades y desarrollarán su poder.

Europa está amenazada por dos virus emparentados:
El del olvido de sí mismo, de la desecación interior, y el de la “apertura al Otro”, excesiva.

En el siglo XXI, Europa, para sobrevivir, deberá al mismo tiempo reagruparse, volver de nuevo a su memoria y perseguir su propia ambición, fáustica y prometeica. Tal es el imperativo de la coincidentia oppositorum, la convergencia de los contrarios, o la doble necesidad de la memoria y de la voluntad de poder, del recogimiento y de la creación innovadora, del enraizamiento y de la desinstalación. Heidegger y Nietzsche...

El inicio del Siglo XXI será como esa medianoche del mundo, desesperante, de la que hablaba Friedrich Hölderlin. Pero en lo más obscuro de la noche, sabido es que por la mañana, el Sol regresará, Sol Invictus.
Tras el crepúsculo de los dioses: El alba de los dioses. Nuestros enemigos han creído siempre en la Gran Noche, y sus banderas están ornadas con símbolos de estrellas nocturnas.
Por el contrario, sobre nuestras banderas está acuñada la Estrella de la Gran Mañana, con rayos arborescentes: La rueda, la flor del Sol de Mediodía.

Las grandes civilizaciones saben pasar de las tinieblas de la decadencia al renacimiento: El Islam y la China lo han demostrado. Los Estados Unidos de América no son una civilización, en absoluto, si no una sociedad, la materialización mundial de la sociedad burguesa, al igual que un cometa, con un poder tan insolente como efímero. No tienen raíces. No son nuestros verdaderos competidores en lo que corresponde a la escala de la historia, en absoluto, simplemente son parásitos.

El tiempo de la conquista ha terminado. Ahora viene el de la reapropiación interior y exterior, la reconquista de nuestra memoria y de nuestro espacio: ¡Y qué espacio! Catorce husos horarios sobre los cuales el Sol no se pone nunca. Desde Brest hasta el Estrecho de Béring, qué duda cabe, éste es verdaderamente el Imperio del Sol, y es de hecho el espacio vital y de expansión propio de los pueblos indoeuropeos.
Sobre el flanco sureste, tenemos a nuestros primos hindúes y sobre nuestro flanco este, a la gran civilización china, que podrá ser según ella determine aliada o enemiga.
Sobre el flanco oeste, venida desde más allá del Océano: La América cuyo objetivo será siempre impedir la unión continental (del espacio eurosiberiano). Mas, ¿Lo podrá eternamente?

Y además, sobre el flanco sur: La principal amenaza, resurgida desde el fondo de las épocas del pasado, aquélla con la que no podemos transigir (absolutamente para nada).

Ciertos leñadores intentan abatir el Árbol. Entre ellos se hallan muchos traidores, muchos colaboradores. Defendamos a nuestra tierra, preservemos a nuestro pueblo. La cuenta hacia atrás ha comenzado. Todavía tenemos tiempo, si bien esta vez no por mucho tiempo.
Es más, aun cuando logren cortar el tronco o si la tempestad lo abate, quedarán todavía las raíces, siempre fecundas. Una sola brasa es suficiente para reavivar el incendio.


Puede darse, evidentemente, que abatan al Árbol y troceen su cadáver, en un canto crepuscular, y en tanto que anestesiados, los europeos no sientan el dolor. Pero la tierra es fecunda y una sola semilla es suficiente para relanzar al retoño. En el siglo XXI, preparemos a nuestros hijos para la guerra. Eduquemos en la juventud una nueva aristocracia, incluso aunque sea minoritaria.

Mucho más que la moral, es necesario practicar a partir de ahora mismo la hipermoral, es decir la ética nietzscheana de los tiempos difíciles: Cuando uno defiende a su pueblo, es decir a sus propios hijos, cuando uno defiende lo esencial, sigue la regla de Agamenón y de Leónidas mas también de Carlos Martel (2): Es la ley de la espada la que prevalece, aquélla en la que el bronce o el acero refleja al brillo del Sol. El árbol, el cohete, la espada: Tres símbolos verticales que parten del suelo hacia la luz, erguidos desde la Tierra hacia el Sol, animados por la savia, el fuego y la sangre.

Guillaume Faye

(1) El europeo se afirma a sí mismo propiamente como hombre, como ser también portador de la divinidad, capaz, mediante su voluntad, de dominar y señalar el destino a seguir (N del T).
(2) Y nuestro Jaime I (N del T).

[Traducción y notas por Enrique Bisbal-Rossell. El texto precedente apareció originalmente en el número 2, del solsticio de invierno de 1999, de la revista hermana gala Terre et Peuple.

7 comentarios :

  1. Anónimo4/12/06

    Interesante, pero desigual.
    Ya he observado en otros artículos del señor Faye su obsesión con el "imperialismo norteamericano", igualándolo al islámico.

    A mí como español, me preocupa más el imperialismo francés, uno de los principales protagonistas del desaguisado que tenemos en Europa.

    Entiendo que a él, como buen gabacho, ya le está bien el espíritu napoleónico.

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  2. No es necesario retroceder a la época de Napoleón para afirmar causa-efecto que Francia es la principal causante de lo que sucede en Europa.

    De Gaulle dijo que la colaboración de Francia con los países Árabes sería un elemento fundamental en política francesa.
    http://alianzacivilizaciones.blogspot.com/2005/01/dilogo-euro-rabe.html
    Desde entonces, Francia ha adoptado una política altamente amable hacia el mundo árabe y una actitud hostil hacia Israel, una hostilidad extensiva hacia países democráticos como EEUU.
    Francia y sus tratados con los árabes, sus negocios petrolíferos y sus sueños de grandeza están arrastrando a Europa hacia la nada.
    Sin embargo nunca ha estado mas lejos de convertirse en la gran potencia que sueña.

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  3. Anónimo4/11/07

    TIERRA DE ACOGIDA

    Los robles estaban allí desde hacía más de 100 000 años, bien plantados en la tierra generosa, regados por las lluvias, saludables y robustos. Formaban una magnífica floresta. Eran árboles a los que les gustaba vivir a sus anchas y para poder estirarse confortablemente dejaban entre ellos grandes espacios. Traídas por los vientos del sur, unas semillas de pino vinieron a caer en el bosque majestuoso. Resecas por el viaje, castigadas por las fatigas del camino, daba pena verlas. Decían que eran las supervivientes de terribles incendios y otros cataclismos y que todas sus semejantes habían perecido. A los robles se les saltaban las lágrimas ante el relato de esas tragedias, y las dejaron instalarse en el humus a la sombra de su protector ramaje.

    Hoy el bosque secular se ha transformado en un denso pinar. Las noches de verano los pinos se rememorean entre risas la historia de los terribles incendios y de esos grandes imbéciles de robles que se la creyeron, y de los que ya sólo queda unos tocones carcomidos, mudas reliquias de un antiguo esplendor.

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  4. Y añado a tu genial mensaje.
    Los robles estaban allí desde hacia muchos años, acostumbrados a disfrutar de las generosidades de la madre naturaleza, llego un dia que se creyeron sempiternos y eliminaron el sustento necesario para mantener las raíces fuertes y robustas, a medida que se debilitaban las zarzas que los rodeaban se hacían mas fuertes, se reproducían y crecían con vigor y entusiasmo disfrutando de todo lo que los robles desecharon en su día.
    Y así se escribe la historia, lo que unos desprecian, las raíces, la religión, la cultura, la identidad […] dejando un vacío, otros lo llenan y no solo se benefician, imponen sus creencias y sus propias leyes la "Sharia".

    No se puede hacer nada contra una sociedad enferma por lo material e incapaz no solo de defender su identidad, también aquejada de ceguera y sentido común para reconocer que Europa esta construyendo los cimientos de un futuro muy conflictivo.
    Un saludo.

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  5. Anónimo8/11/07

    "Rios de Sangre"
    Enoch Powell (20 de Abril de 1968)

    "Como los Romanos, veo el Rio Tiber con mucha espuma ensangrentada"

    La funcion suprema de un estadista es tomar precauciones contra los males previsibles. En su intento de hacer esto, se encuentra con obstáculos que están profundamente enraizados en la naturaleza humana. Uno de ellos es que por regla general, estos males no son demostrables hasta que no han ocurrido: en cada comienzo de una etapa hay un espacio para la duda y para la discusión de si estos males serán reales e imaginarios.
    Aun es más, reciben muy poca atención en comparación con los males y problemas actuales, que son al mismo tiempo acuciantes y reales: es por ello que la tentación obsesiva de todos los políticos sea dedicarse al inmediato presente a costa del futuro. Sobre todo, la gente esta dispuesta a equivocarse en su pronostico de los problemas para que no se la acuse de crear esos problemas o de haberlos deseado: "Si tan solo...", les encanta pensar. "si tan solo la gente no hablara sobre ello, probablemente no llegue a ocurrir"
    Quizás este hábito se remonta a la primitiva creencia de que la palabra y la cosa, el nombre y el objeto, son idénticos. En todos los eventos, surge la discusión sobre el futuro, pero ahora con más fuerza, los males evitables son la cuestión más impopular y al mismo tiempo más necesaria para los políticos.
    Aquellos que conscientemente eluden su responsabilidad, recibirán el castigo de los que vienen después. Hace una o dos semanas, conversé con un votante de mediana edad, un obrero empleado en una de nuestras industrias nacionalizadas. Después de una o dos frases sobre el tiempo, de pronto dijo: "Si tuviese el dinero para irme, no me quedaría en este país". Yo le respondí jocosamente que, aunque el gobierno actual lo haga mal, no durará para siempre en el poder, pero ni me escuchó y continuó "Tengo tres hijos, todos han pasado por la escuela y dos de ellos están ahora casados y tienen familia. Yo no estaré satisfecho hasta que no les haya visto establecidos en el extranjero. En este país, en 15 o 20 años los negros serán los que dominen a los blancos".
    Todavía puedo oír el coro de la abominación de estas ideas en mi cabeza. ¿Cómo puede atreverse alguien a decir una cosa tan terrible? ¿Cómo iba a arriesgarme yo a buscar problemas e inflamar los sentimientos repitiendo semejante conversación? La respuesta es que no tengo derecho a no hacerlo. Ahí estaba un decente hombre corriente inglés, que a plena luz del día en mi propia ciudad me dice a mi, Miembro del Parlamento, que en este su país no merece la pena que vivan sus nietos. Simplemente yo no tengo derecho de cruzarme de hombros y pensar en otra cosa. Lo que él dice lo pensarán y diran cientos y miles de personas, quizás no en toda Gran Breta�a, pero sí en la áreas que actualmente están sufriendo una transformación para la que no existe ningún paralelismo en cientos de años de historia inglesa. En 15 o 20 años, de continuar la actual tendencia, en este país habrá tres millones y medio de inmigrantes de la Commonwealth junto con sus descendientes. Y esta no es una cifra que me haya inventado yo. Es una cifra oficial ofrecida al parlamento por el representante de la Oficina General del Registro Civil. No hay una cifra oficial para el año 2000, pero seguramente pueda ser de entre 5 y 7 millones de inmigrantes, aproximadamente un 10% del total de la población, lo que equivaldría a la población total del Gran Londres. Por supuesto se distribuirán por todo el país desde Margate a Aberystwyth, y desde Penzance a Aberdeen. �reas enteras, ciudades y partes de ciudades a lo largo de Inglaterra serán ocupadas por población inmigrante y descendiente de inmigrantes.
    Según vaya pasando el tiempo, la proporción sobre el total de los que son descendientes de inmigrantes, los que nacieron en Inglaterra, crecerá rápidamente. Aún en 1985 los descendientes de nativos ingleses constituirán la mayoría. Este factor es lo que crea la extrema urgencia de actuar ahora, de llevar a cabo ese tipo de acción que es más difícil de llevar a cabo por los políticos; una acción cuyas dificultades radican en el presente, pero los males futuros que deben ser prevenidos o minimizados radican en los parlamentarios situados por delante de mi.
    La natural y racional primera pregunta que se habrá una nación confrontada frente a un futuro tal, será preguntar: "¿Como puede ser reducida la dimensión de este problema?" Reconozcamos que no puede ser prevenido del todo, pero puede ser limitado, teniendo muy presentes en la mente que los siguientes números son la esencia de la pregunta: la significación y consecuencias de la introducción de un elemento extraño en la población de un país es profundamente diferente dependiendo sí este elemento es el 1% o el 10%. Las respuestas a esta sencilla y racional pregunta son también sencillas y racionales: parando más afluencias de inmigrantes, y promoviendo al máximo la salida de estos. Ambas respuestas son parte la política oficial del Partido Conservador.
    Cuesta creer que en este momento 20 o 30 nuevos niños inmigrantes están llegando del extranjero a la región de Wolverhampton cada semana, pero es cierto. Y eso representa muchisimas familias adicionales de aquí en una o dos décadas más. A aquellos a los que los Dioses quieren destruir primero les vuelven locos. Y nosotros debemos estar locos, total y literalmente locos, al ser una nación que permite la llegada anual de 50.000 inmigrantes, que son en su mayor parte el material constitutivo del futuro crecimiento de la población descendiente de inmigrantes. Es como ver a una nación atareada apilando leña para su propia pira funeraria. Somos tan dementes que actualmente permitimos a personas solteras que se establezcan en el país con el propósito de formar una familia con novias y cónyuges a los que jamás han visto. Supongamos que este flujo de llegada de inmigrantes no se corta autom�ticamente. Al contrario, incluso con la actual cuota de solo 5.000 personas admitidas con permisos, hay suficiente para 25.000 nuevos inmigrante por año y así hasta el infinito; eso sin tener en cuenta la gran cantidad de parejas inmigrantes que ya se encuentran en nuestro país, y estoy suponiendo que es una situación en la que que no se permite de ningún modo la entrada ilegal o fraudulenta al país. En estas circunstancias nada será suficiente, pero la llegada total de inmigrantes para establecerse debería reducirse a proporciones absolutamente mínimas, y por ello deben tomarse medidas legislativas y administrativas sin demora alguna.

    Vuelvo a la re-emigración. Si la inmigración terminase mañana mismo, la tasa de crecimiento de los inmigrantes que están aquí y de sus descendientes se podría reducir sustancialmente, pero el tamaño futuro de este elemento en la población seguiría manteniendo intacto su carácter de peligro nacional.
    Esto sólo puede ser afrontado mientras una considerable proporción de los inmigrantes todavía se encuentre comprendida en el total de personas que han llegado en los últimos diez años. De aquí la urgencia de aplicar el segundo elemento de la política del Partido conservador: la incentivación del retorno a su tierra de origen. Nadie puede estimar el numero de personas que, con una generosa ayuda y asistencia, elegirían bien retornar a sus países o trasladarse a otros países que necesiten la fuerza de trabajo, la destreza y las habilidades que ellos representan. Nadie lo sabe porque nunca se ha intentado una política semejante. Yo sólo puedo decir que, incluso ahora, inmigrantes de mi propio distrito electoral de vez en cuando vienen a verme, preguntándome si les puedo encontrar asistencia para volver a su verdadera casa. Si una política así fuese establecida y continuada con la determinación que justifica la gravedad de la situación, el flujo de salida resultante podría alterar significativamente las perspectivas futuras.
    El tercer elemento de la política del Partido Conservador es que todos los que están en este país como ciudadanos deberían ser iguales ante la ley y no hacer ninguna discriminación entre ellos por parte de las autoridades públicas. Como el Sr. Heath ha dicho, no tendremos "ciudadanos de primera clase" y "ciudadanos de segunda clase". Esto no significa que todos los inmigrantes y sus descendientes deban ser elevados a una clase privilegiada o especial, o que a los ciudadanos se les impida su derecho a discriminar en la administración de sus propios asuntos entre un conciudadano y otro, o que deba estar sujeto a imposiciones en lo relativo a sus motivos y razones legitimas para comportarse de una manera o de otra.

    No puede haber mayor concepto erróneo de la realidad que la que es mantenida por esos que, a voz en grito, demandan una legislación "contra la discriminación", ya sean los escritores de artículos de fondo de la misma índole (e incluso a sueldo de aquellos mismos periódicos) que aquellos que, a comienzos de los años 30, año tras año intentaban ocultar a este país del creciente peligro al que se enfrentaba; o los arzobispos que viven en palacios, de maneras delicadas y a los que la ropa de cama de seda les tapa los ojos. Lo han conseguido exactamente y diametralmente mal. La discriminación y la depravación, el sentimiento de alarma y de resentimiento no tienen relación con la población inmigrante establecida, sino con aquellos que han venido y siguen viniendo sin cesar. Es por ello que promulgar unas leyes de este tipo en el parlamento en estos momentos es como tirar una cerilla a un barril de pólvora. Lo más suave que se pude decir de quienes proponen y apoyan esto es que no saben lo que hacen.
    Nada es más engañoso que las comparaciones entre los inmigrantes de la Commonwealth en Gran Bretaña con el negro americano. La población negra en los Estados Unidos, que ya existía antes de que los Estados Unidos se formasen como nación, empezó literalmente como esclava, y más tarde se le concedió el derecho de voto y otros derechos inherentes a la ciudadanía, cuyo ejercicio solo han alcanzado parcialmente y de forma gradual y aún no han completado del todo [N. del T. Recuerde el lector que este discurso se pronunció en abril de 1968]. El inmigrante de la Commonwealth llega a Inglaterra como un ciudadano integral, a un país que no conoce la discriminación entre un ciudadano y otro, y entra instantáneamente en posesión de los derechos que tiene todo ciudadano, desde el voto hasta el tratamiento gratuito en el Servicio Nacional de Salud.
    Cualquier inconveniente relacionado con los inmigrantes no deriva de la ley, o de las políticas publicas o de la administración, sino de las circunstancias personales y los accidentes que crean, y siempre crearon, del mismo modo que la fortuna y la experiencia de un ser humano es diferente a la de otro.
    Pero, mientras que para el inmigrante entrar en este pa�s era el ingreso a privilegios y oportunidades que surgían de un modo ilusionaste y atractivo, el impacto para la población autóctona es muy distinto. Por razones que no pueden comprender, y en cumplimento de decisiones en las que nunca fueron consultados, se encuentran con que han sido convertidos en extraños en su propio país.
    Se encuentran con que les es imposible encontrar camas en los hospitales en las maternidades, que sus hijos no pueden obtener plazas en las guarderías y colegios, sus casas y barrios cambiados de tal modo que son irreconocibles, sus planes y proyectos para el futuro frustrados; en el trabajo se encuentran con que los patrones vacilan a la hora de pedir a los inmigrantes los mismos estándares de disciplina y competencias requeridas a los trabajadores autóctonos de Inglaterra; empiezan a o�r, mientras el tiempo pasa, más y más voces que les dicen que ahora ellos son a los que no quieren. Entonces aprenden que un privilegio unilateral se establece por una ley del parlamento; una ley que no puede, y no está diseñada para actuar en su protección ni para hacer justicia o reparar su quejas. Sin embargo sí está promulgada para otorgar al extranjero, al descontento, refunfuñoso y agente provocador, el poder para humillar y acusar al honrado ciudadano inglés por sus acciones privadas.

    En las cientos y cientos de cartas que recibí la ultima vez que hablé de este tema hace dos o tres meses, había una impactante característica que era completamente nueva y que encontré premonitoria y preocupante. Todos los Miembros del Parlamento están acostumbrados a la típica correspondencia anónima; pero lo que me sorprendió y alarmó fue que una alta proporción de gente normal, sensible, que escribía una carta sensata, y casi siempre correcta y bien escrita, pensaba que tenían que omitir su dirección porque era peligroso comprometerse con una carta enviada a un Miembro del Parlamento mostrándose de acuerdo con los puntos de vista que yo había expresado, y que podrían sufrir algún castigo o represalia si se llegaba a saber que ellos habían hecho eso. La sensación que está creciendo entre la gente inglesa corriente de ser una minoría perseguida, en aquellas áreas del país que están afectadas, es algo que aquellos sin una experiencia directa pueden difícilmente imaginar. Voy a permitir tan sólo a una de esas cientos de personas que hable por mí:
    "Hace ocho años en una respetable casa de Wolverhampton se vendió una casa a un negro. Ahora sólo un blanco (una anciana pensionista) vive allí. Esta es su historia. Ella perdió a su marido y a sus hijos en la II Guerra Mundial, y convirtió su casa de siete habitaciones, su única posesión, en una casa de huéspedes. Trabajó duro y lo hizo bien, pagó la hipoteca y empezó a guardar algo para su vejez. Entonces los inmigrantes se mudaron al barrio. Con una preocupación creciente, vio como una casa tras otra era ocupada. Aquella calle tranquila se volvió un lugar de ruido y confusión y pesarosamente sus inquilinos blancos se trasladaron. El dia después de que se fuese el ultimo inquilino, fue despertada a las 7 de la mañana por dos negros que querían utilizar su teléfono para llamar a su patrón. Cuando se negó como se lo hubiese negado a cualquier extraño a tales horas, fue insultada y temío que si no hubiese sido por la cadena de la puerta habría sido atacada. Familias inmigrantes habían intentado alquilar habitaciones en su casa de huéspedes, pero ella siempre se negó. Cuando sus pequeñas reservas de dinero se agotaron, y después de pagar los impuestos municipales, ella solo tenía menos de dos libras por semana. Fue a pedir una reducción de la cuota de sus impuestos, y fue vista por una chica joven que, al oír que tenia una casa de huéspedes de siete habitaciones, la sugirió que podr�a alquilar una parte de ella. Cuando la anciana dijo que los únicos que la alquilar�an serian los negros, la chica dijo "En este país los prejuicios raciales no te conducen a ninguna parte". Y la anciana volvió a casa. "
    "El teléfono es su cordón umbilical. Sus hermanos pagan la factura, y la ayudan sobrevivir lo mejor que pueden. Los inmigrantes la han ofrecido comprarle su casa de húespedes, pero a un precio que cualquier propietario con un poco de vista seria capaz de recuperar de sus inquilinos en semanas, o a lo sumo en unos pocos meses. Ahora esta empezando a tener miedo de salir. Le rompen las ventanas. Encuentra excrementos en el buzón. Cuando va a comprar a las tiendas, la siguen niños pequeños mulatos que la hacen muecas. No saben hablar inglés, pero hay una palabra que conocen. "Racista" la cantan. Cuando se apruebe la nueva
    "Ley de Relaciones entre Razas" (1), esta mujer está convencida de que irá a prisión. Y yo me pregunto:
    ¿Estará equivocada?"

    El otro peligroso engañoo de aquellos que son testarudos, o bien que están ciegos ante la realidad, se aglutina en torno a la palabra "integración". Estar integrado en una población significa ser para todos los fines prácticos indistinguible frente a los otros miembros. Hoy en día, y desde siempre, cuando hay diferencias culturales y f�sicas, especialmente el color, la integración es dif�cil durante un largo periodo, cuando no imposible. Hay entre los inmigrantes de la Commonwealth personas que han venido aquí en los últimos 15 años, cientos de ellas cuyos propósitos y deseos son integrarse y cuyos únicos pensamientos y esfuerzos se dirigen en esa dirección. Pero imaginar que tal cosa pueda entrar en la cabeza de una gran y creciente mayoría de inmigrantes es una absurda equivocación, y además es peligrosa.
    Estamos justo en el limite de un cambio. Hasta ahora ha sido la fuerza de las circunstancias y el entorno los que han proporcionado la idea de que la integración es inaccesible para la mayor parte de la población inmigrante, que ellos nunca han concebido ni intentado tal cosa, y que sus numeros y concentración física significan que la presión hacia la integración que normalmente apunta hacia cualquier pequeña minoría no funciona.

    Actualmente estamos viendo el crecimiento de fuerzas poderosas que actúan contra la integración; de intereses creados en la preservación y agudización de las diferencias raciales y religiosas con vistas a ejercer su verdadera tiranía, primero entre sus conciudadanos inmigrantes, y después sobre el resto de la población. La nube no mayor que el tamaño de la mano de un hombre, que puede encapotar el cielo tan rápidamente, se ha visto recientemente sobre Wolverhampton, y ha dado señales de expandirse rápidamente. Las palabras que voy a usar ahora mismo, las cito tal cual aparecieron en la prensa local el 17 de febrero. No son mías, sino de un Laborista Miembro del Parlamento, que es Ministro en el Gobierno actual: "La campaña de la comunidad Sikh para mantener costumbres inapropiadas en Inglaterra es muy deplorable. Al trabajar en Gran Bretaña, especialmente en los servicios públicos, deben estar preparados para aceptar los términos y condiciones de su trabajos. El pedir derechos especiales para su comunidad (¿o deberïan decir ritos?) [N.del T. Aqui se hace un juego de palabras en inglés entre" rights" y "rites"] conducen a una peligrosa fragmentación de la sociedad. Este régimen de autonomía comunitaria es un cáncer, ya sea practicado por personas de un color o de otro, y debe ser duramente condenando." Todo el mérito para John Stonehouse por tener la perspicacia para verlo, y el coraje para decirlo.

    Para estos peligrosos y divisivos elementos, la legislación que se propone en la "Ley de Relaciones entre Razas" es el mejor abono que necesitan para florecer. Con esto que acabo de exponer he querido mostrar que las comunidades de inmigrantes pueden organizar a sus miembros, agitarlos y hacer campañas contra sus conciudadanos, y sobrepasar y dominar al resto con las armas legales que los ignorantes y los mal informados les han proporcionado. Según miro hacia adelante, me llena un presentimiento: como los Romanos, me parece ver "el Rio Tiber con mucha espuma ensangrentada". [N.delT. Esta es una cita de Virgilo prediciendo la guerra] Ese trágico e intratable fenómeno que contemplamos con horror al otro lado del Atlántico, pero que esté entretejido con la misma historia y existencia de los Estados Unidos mismos, esta viniendo aquí hacia nosotros por nuestra propia voluntad y nuestra propia negligencia. De hecho, ya ha llegado plenamente. En términos numéricos, será de la misma proporción que en los Estados Unidos para el fin del siglo XX. Sólo una firme resolución y acciones urgentes podrían evitarlo todavia hoy. Si la gente será quien demande esas acciones y las obtenga es algo que no sé. Lo único que se es que verlo, y no decirlo, será la gran traición.
    Notas:
    (1) Race Relations Bill

    Este es el famoso discurso del parlamentario británico Enoch Powell (Partido Conservador)conocido como "El discurso de los rios de sangre". Su lucidez para ver lo que le esperaba a su país y su coraje para decirlo le costaron su carrera política. Es de completa justicia decir hoy que: "Enoch Powell tenía razón". Los "rios de sangre" ya han empezado a fluir. En Gran Bretaña, pero también en España y en otros lugares. Y esto apenas ha empezado.

    A.P.D

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  6. Muchas gracias Anónimo por tu colaboración, aunque por el Blog existen artículos que lo nombran, http://alianzacivilizaciones.blogspot.com/2005/09/europa-musulmana.html
    me parecen de gran importancia las predicciones de Enoch Powell, sobre todo por qué se han ido cumpliendo. Lo publicaré para el resto de los lectores lo antes posible.
    Saludos

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  7. Anónimo19/6/08

    Que si la culpa es de los franceses, que si de los alemanes... ¿Y en España qué?
    Pues todo empezó con el Generalísimo, no sé si por exotismo, por agradecimiento, o por imitación de los antiguos caudillos godos o emperadores romanos o yo qué sé, pero el caso es que se montó su propia Guardia Mora, y tan contento.
    A Franco le sucedió el actual Monarca (cronológicamente, me refiero, no seáis mal pensados), y como los políticos demócratas no querían ser menos, se trajeron una cabila entera.
    Luego, sin solución de continuidad, llega ZP, y como es más de las alianzas civilizadoras que nadie, pues se las arregla para meter a todas las cabilas en casa.
    El problema es que no es "su" casa. ¡Es nuestra casa, de todos los españoles, y mira cómo la ha puesto!

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