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30.4.06

República Islámica de Europa


Los mejores cerebros de Europa tuvieron el dinamismo, al igual que la propia Europa, para cruzar el océano. Se asentaron y progresaron en tierras más libres tales como Estados Unidos y Australia. Otros entre la mejor descendencia de Europa murieron patrióticamente en la carnicería en masa de 500 años de guerras civiles y religiosas en Europa, dejando atrás residuos principalmente.

La civilización arruinada de Europa, pervertida por el socialismo y la falta de fe, parece haber perdido la voluntad y la pasión por mantenerse en pie. Si continúa practicando el izquierdismo multicultural de hoy, la catástrofe democrática de Europa estará sellada. 


Algunos vaticinios:


* En Bruselas, Bélgica, el nombre más popular hoy para los bebés varones es Mohammed. Sostener la población de una nación exige que de media, cada pareja tenga 2,1 hijos.
La pareja media europea tiene hoy menos de 1,4 bebés en comparación con los 3,6 bebés nacidos de la pareja musulmana inmigrante media de Europa. A lo largo de Europa Occidental, entre el 16 y el 20% de los bebés nace en familias musulmanas. 


*En Francia, al menos el 12% de la población ya es musulmana, los frutos sobre todo de antiguas colonias francesas en el norte de África.
Si las presentes tendencias de natalidad continúan, hacía el año 2030, un cuarto de la población de Francia será musulmana, más que suficiente para determinar quién controla el parlamento nacional y ejecutivo.
Como observaba recientemente este columnista, el ejército francés con armas nucleares ya es un 15 por ciento musulmán.


*La vecina Suiza es hoy musulmana en un 20%. 


*El diario alemán Deutsche Welle informaba hace unos días de que la tasa de natalidad de Alemania descendió en el 2005 por debajo del nivel de finales de la Segunda Guerra Mundial, hasta un "mínimo histórico", más del 50% por debajo de la de Francia o Gran Bretaña.
 

Pero en una reunión en Berlín esta semana que reunió a los Ministros del Interior de seis naciones europeas, los socialdemócratas izquierdistas de Alemania continúan oponiéndose a la aplicación de cualquier examen como rasero que restrinja quién puede emigrar a Alemania.


La emergente población musulmana dentro de Europa no está distribuida uniformemente. Se concentra en gran medida en, y alrededor de, las grandes ciudades, cuyos políticos locales sienten su presión marcadamente, y a menudo ceden a esa presión. En Holanda, las ciudades de Ámsterdam y Rótterdam tienen hoy casi mayorías musulmanas.

Estos enclaves islámicos ya adquieren el carácter de provincias islámicas que ya no pertenecen más a los países europeos que las rodean. Como citaba recientemente FrontPage Magazine del nuevo libro Mientras Europa dormía, del liberal americano expatriado Bruce Bawer:



En Francia, una funcionaria pública se reunió con un imán a las afueras del barrio musulmán de Roubaix por respeto a su declaración del vecindario como territorio islámico al que ella no tenía derecho a acceder. 


En Gran Bretaña, los imanes han ejercido presión sobre el gobierno para que designe oficialmente determinadas zonas de Gran Bretaña como bajo la ley musulmana, no el derecho británico. 


En Dinamarca, los líderes musulmanes han buscado el mismo tipo de control sobre determinadas zonas de Copenhague.


En Bélgica, los musulmanes residentes en el barrio de Sint-Jans-Molenbeek, Bruselas ya no lo ven como parte de Bélgica, sino como una zona bajo jurisdicción islámica en la que los belgas no son bienvenidos.


Europa tiene varias elecciones potenciales ante el flujo de inmigrantes y familias dentro de sus fronteras que rehúsan asimilar los valores europeos de tolerancia mutua y política social liberal.

La polarización cultural de Europa vis-à-vis su estrato musulmán es exacerbada por políticas socialistas que están dando lugar a economías estancadas y paros elevados. 

Estos frutos del euro-socialismo también han creado un polvorín de frustración musulmana, y, como vimos en los últimos días en las manifestaciones de París, un rechazo furibundo por parte de muchos europeos tradicionales a las reformas o a arriesgar su estado del bienestar y beneficios sociales laborales.
Este clima disuade a los inversores y enfrenta a los europeos tradicionales contra los nuevos.


Si Europa continúa como actualmente, el ascenso de la oleada musulmana, poco a poco, transformará a los miembros de la Unión Europea en Repúblicas Islámicas bajo la ley islámica shari'a conforme los musulmanes se conviertan en la mayoría de la población.


La riqueza de los europeos tradicionales ya está siendo esquilmada y transferida a los nuevos inmigrantes musulmanes y sus hijos. Un mecanismo para esto es el estado europeo del bienestar

En Dinamarca, observaba Bawer, apenas el 5% de la población es musulmana, pero esta minoría exige y recibe el 40% de los pagos sociales totales del gobierno danés y otros beneficios sociales financiados por el contribuyente.
Hasta el progresista New York Times Magazine informaba en febrero del impacto social de este creciente trasvase islámico de los recursos de estados europeos del bienestar tales como Suecia o Dinamarca.


Otro método utilizado para transferir riqueza de los europeos a los musulmanes de Eurabia es el robo. Algunos mulás fundamentalistas han dicho a sus congregaciones europeas que la shari'a justifica el hurto en tiendas y otras formas de robo a comerciantes y compañías europeas como modo de cobrarse de los no musulmanes la jizya, el impuesto discriminatorio que procede de ciudadanos no musulmanes en países musulmanes.


Y en los crecientes vecindarios islámicos de Europa, donde a menudo la policía tiene miedo de adentrarse, el derecho europeo está siendo suplantado por la shari'a.

Las mujeres europeas que se aventuran en o se aproximan a, tales enclaves han sido atacadas y, en algunos casos, violadas por pandillas de varones islámicos por transgredir el código de vestimenta musulmana o no mostrar la posición servil que las subculturas islámicas exigen a las mujeres.


El 40% de los musulmanes residentes en Gran Bretaña quiere que la shari'a sea introducida en ese país por regiones, según una encuesta difundida el mes pasado por el London Sunday Telegraph.


La shari'a difiere de manera dramática de las naciones occidentales modernas del derecho y la sociedad. La shari'a carece de separación entre iglesia y estado; por el contrario, bajo la shari'a, el Corán es el código federal y la constitución definitiva, y el mulá islámico es el magistrado que castiga a los que violan esta ley. 


Bajo la shari'a, tal como se practica en el mundo islámico, la igualdad existe solamente entre los varones musulmanes; las mujeres son inferiores a los hombres, y cristianos y judíos son inferiores a todos los musulmanes. La inversión arriesgada y la usura, es decir, el préstamo de dinero para obtener beneficios, están prohibidos, de modo que podemos despedirnos del capitalismo.


La libertad religiosa no existe bajo la shari'a. Se permite que un cristiano o un judío se conviertan al Islam, pero la pena para cualquier converso musulmán a un credo distinto es la muerte. 


En el Afganistán de liberación americana, un ex musulmán de 41 años de edad, Abdul Rahmán, está siendo juzgado en Kabul por el crimen de convertirse al cristianismo.

El fiscal del caso, Abdul Wasi, ha pedido la pena capital, según exige la shari'a. Wasi, informaba Associated Press, decía que "había ofrecido renunciar a los cargos si Rahmán volvía a convertirse al Islam, pero el acusado rehúsa".
El veredicto del juez musulmán se espera hacia mediados de mayo.


Parece valer la pena preguntar a las autoridades americanas si Estados Unidos intervendría para evitar el asesinato de un afgano cuyo único crimen fue convertirse al cristianismo.


Los musulmanes europeos exigen tolerancia y respeto y acomodo para sus leyes, el garb, (el harén), las normas dietéticas Halal (el "kosher" islámico), las costumbres y la fe.

Pero como ha visto el mundo en los últimos meses, los musulmanes radicales carecen de respeto hacia tradiciones occidentales tales como la libertad de prensa. Las viñetas representando al profeta Mahoma provocaron disturbios, asesinatos y amenazas de muerte a periodistas europeos.


(Extrañamente, como indicaba este columnista en solitario, la tradición de prohibición de las representaciones del profeta comenzó con el propio Mahoma, que dio tal orden con el fin de evitar convertirse en objeto de idolatría por parte de musulmanes mal encaminados tentados de adorarle a él en lugar de a Alá. 


Lógicamente, por tanto, un musulmán devoto debería objetar a cualquier representación positiva de Mahoma, pero las representaciones negativas de Mahoma, como en las viñetas europeas, no suponen tal peligro de provocar adoración idólatra. 


Fueron los islamistas que objetaron fanáticamente a las viñetas europeas del profeta los que estaban practicando idolatría al convertir a Mahoma en una imagen demasiado sagrada para ser representada de cualquier manera).

La shari'a islámica es incompatible con la tradición occidental de tolerancia. Gran parte del Islam de hoy en día predica "ojo por ojo", pero no "vive y deja vivir".

No es raro que a comienzos de este mes, el presidente de la Comisión para la Igualdad Racial de Gran Bretaña, Trevor Phillips, respondiera a la encuesta del Telegraph animando al 40% de los musulmanes de su nación que quieren que parte del país esté gobernado por la shari'a a mudarse a otra parte. "Tenemos un único conjunto de leyes" en Gran Bretaña, decía Phillips. "Son decididas por un único grupo de personas, los miembros del Parlamento, y ese es el final de la historia". (En febrero, el Tesorero Federal de Australia, Peter Costello, decía lo propio sugiriendo en un discurso público que los defensores de la shari'a se sentirían mucho más cómodos residiendo en Arabia Saudita o en Irán).



Inmigrante en Noruega, el mulá iraquí Krekar, ex líder del grupo guerrillero kurdo Ansar-al-Islam, ha dicho a los noruegos "nuestro modo de pensar... demostrará ser más poderoso que el vuestro" y describió al cerebro del terror de Al Qaeda, Osama bin Laden, como "una buena persona". Esto invitó al Ministro de Trabajo e Inclusión Social de Noruega, Bjarne Hakon Anisen, a manifestar que pretendía deportar al mulá Krekar de vuelta a Irak en el futuro próximo. La deportación selectiva de incendiarios islamistas radicales (como los que inspiraron el terrorismo musulmán en Londres reciente) por toda Europa podría reducir las tensiones sociales de manera inmediata.

Lo que Europa está haciendo en el ínterin es elogiar la necesidad de libertad de prensa y de tolerancia al tiempo que se prepara este junio para procesar, en París, a la aclamada periodista italiana Orianna Fallaci por atreverse a escribir un libro, La fuerza de la razón, crítico con la inundación inmigrante musulmana de Europa. 


En la Europa de hoy en día, la libertad de expresión está acotada por leyes que prohíben la Incorrección Política en un amplio y arbitrario abanico de maneras.

Y Francia, en el corazón de Europa, está promoviendo barreras comerciales con un celo dogmático nunca visto desde la histeria de la construcción de castillos de piedra en la Edad Media. 

En el nombre de preservar la seguridad nacional, como informaba Daniel Schwammenthal en el Wall Street Journal del 13 de marzo, el pasado invierno Francia declaraba a 11 de sus sectores industriales al margen de compras por parte de inversores de otras naciones europeas; estos sectores, observaba Schwammenthal, varían "desde seguridad de datos hasta casinos (barrocos)". ¿En qué podría convertirse Francia si sus ruletas y sus dados pasan a ser daneses... o rusos?


Francia está también haciéndose de rogar a propósito de los acuerdos de permitir que la mano de obra de la Unión Europea se mueva con libertad de un país de la UE a otro. Los franceses no tienen fobias solamente a los granjeros musulmanes, sino también a lo que llaman "el fontanero polaco", la mano de obra europea con formación que podría mudarse a París y recortar el elevado salario atesorado hoy por los escasos trabajadores franceses. El incentivo francés para trabajar es frustrado por una alternativa fácil y cómoda: un abultado cheque social.

Si Europa puede comprar tiempo de alguna manera, entonces podría ser capaz en teoría de hacer una vuelta a escena. Lo que necesita es la clonación y tecnologías de fertilidad, agresividad, importaciones de su material genético más sano y fuerte procedente de Estados Unidos y Australia con el fin de restaurar su vigor seminal y una renovación del sistema. Europa fue capaz de restaurar su población perdida con bastante rapidez tras la Peste Negra y extendió Baby Booms tras las dos guerras mundiales.



Las políticas responsables podrían facilitar esto. Cuando Francia fue capaz de reclutar a muchos colonos para su colonia llamada Nueva Francia, conocida hoy como Canadá, ofreció enormes pensiones a cualquier pareja casada allí que tuviera seis hijos. Hasta la fecha, Quebec conserva el espíritu de fecundidad al que dieron lugar esas pensiones.

El pasado septiembre, el primer ministro francés Dominique de Villepin propuso acelerar el cobro de beneficios con el fin de que las mujeres estuvieran atendidas. Este es otro tipo más de bienestar flojo, pero al menos varía del vago al emplear más tiempo criando y menos mirando la televisión. De Villepin no propuso restringir éstos u otros beneficios gubernamentales a la natalidad a los no musulmanes, aunque podría haber hecho el argumento de que los no musulmanes franceses son una especie en extinción que merece ayuda especial.


Europa ha detenido oleadas islámicas en ascenso anteriormente, en la batalla del sur de Francia en el 732 por los caballeros de Charles Martel, "el martillo", y dos veces a las puertas de Viena en 1529 y 1683 conteniendo a los turcos otomanos. España hasta hizo retroceder a sus ocupantes musulmanes con la Reconquista de 1492, y Grecia, la cuna de la democracia occidental, logró su independencia del gobierno musulmán en 1829.

Con el tiempo, el Islam podría colapsar igual que hizo el comunismo. Lo que es más probable, esta religión que atraviesa hoy su oscuro siglo XIV podría florecer en un Renacimiento y seguir el modelo ilustrado de la Turquía de Ataturk. La Turquía moderna es miembro de la Organización del Tratado Atlántico Norte, amigo de Israel y candidata a la entrada a la Unión Europea. Las mujeres tuvieron el derecho de sufragio en la Turquía de Ataturk antes de lograrlo en Inglaterra. Turquía podría convertirse en el modelo para el futuro mundo islámico, reemplazando a la ideología medieval del islamismo, la estrechez de miras, el odio y la violencia predicados por Osama bin Laden y sus acólitos.

Una postura europea valiente frente a ese nido de serpientes islamistas y sus huevos atómicos en Teherán sería una oportunidad para que Europa manifestase ante sí misma y ante el mundo que tiene la voluntad y la habilidad para sobrevivir.



Lowell Ponte es columnista presenta un programa de tertulias los lunes en Genesis Communications Network.

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28.4.06

Lo multicultural como mitología y como coartada del racismo


Lo multicultural como mitología y como coartada del racismo (Resumen)

La noción de cultura en tanto que conjunto de caracteres de un colectivo nacional, tribal o religioso, ha venido a reemplazar por equivalencia la noción de raza, desprestigiada por la experiencia nazi. Pero su funcionamiento objetivo es el mismo. Raza, nación y cultura son constructos nacidos a la sombra del Romanticismo, de la reacción antiiluminista. El multiculturalismo es la ideología llamada a justificar en el plano teórico la perduración de divisiones entre seres humanos, de exclusiones más o menos voluntarias, y de la explotación derivada de la constitución de ghettos étnicos. Ha servido para hacer olvidar el derecho a la igualdad, en nombre del derecho a la diferencia.

Siempre hay un fantasma recorriendo Europa. Uno, cualquiera, no constantemente el mismo. En tiempos de Marx y Engels, era el del comunismo. Sobre la base de esa ficción, de esa enorme ingenuidad que convirtió una expresión de deseos en una desgracia universal, se organizaron los aparatos ideológicos de justificación de la guerra fría, a partir de la formalización de uno de los dos grandes mitos del siglo XX: el mito del proletariado universal revolucionario. La claudicación de la Unión Soviética a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, dio por tierra con el invento. Con un dolor infantil, los militantes se quedaron mirando las entrañas mecánicas del juguete al que habían confundido con un niño de carne y hueso.

En El judío imaginario, Alain Finkielkraut (1990) trata con amplitud del otro mito secular: el de la raza aria. El pensador francés no comete el error de darlo por liquidado: en política, y sobre todo en el ámbito de los imaginarios políticos, la razón cuenta poco; y no basta con abordar las estructuras enfermas desde el sentido común, la conciencia y la memoria para alcanzar su curación, como Freud pretendía hacer con las neurosis en el espacio individual. Si bastó con el desastre ruso para acabar con la ficción del proletariado, fue porque con la caída de las fronteras de la autarquía stalinista se alcanzó el establecimiento del mercado mundial, fin último del capitalismo.
La ficción de la raza aria, que después de la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial, se generalizó en una primera etapa en la ficción de las razas y, en una etapa posterior y superior, en la ficción de las culturas, goza, en cambio, de buena salud. Lo que se llamó raza hasta 1945, se llama ahora cultura. Es la denominación políticamente correcta de una aberración que hunde sus raíces en el pensamiento de Lutero y de la reacción antiiluminista. Cabe apuntar aquí que la expresión "políticamente correcto" se deriva de la noción de "ideológicamente correcto" acuñada por Goebbels con idéntico sentido.

La revolución burguesa en Europa y América tuvo su expresión ideológica en dos movimientos intelectuales: la Ilustración y el Romanticismo. Se trata de posturas contrapuestas, que conviven, contradiciéndose, en el proceso de institucionalización del poder burgués. La Ilustración prohija la Carta de los Derechos de Virginia, de 1776, y la Declaración de losDerechos del Hombre de la Revolución Francesa de 1789. El Romanticismo, los Estados nacionales modernos. De la Ilustración procede la idea de la igualdad universal. Del Romanticismo, la de la particularidad nacional. La Ilustración está asociada a lo racional y a la noción de progreso. El Romanticismo, a lo irracional, a lo instintivo, a lo hereditario, a lo inmanente y a lo esencial. La Ilustración es universalista y, por emplear una expresión que irritaba especialmente a José Stalin, cosmopolita (en 1784, Kant escribió su Idea de la historia universaldesde el punto de vista cosmopolita, sosteniendo que, por encima de las diferencias entre razas y naciones, entre grupos y entre individuos, era racionalmente imprescindible la paz universal y la sociedad de naciones, para que los individuos fuesen a un tiempo legisladores y sujetos en un reino de fines). El Romanticismo es relativista.

Conviene revisar aquí sucintamente la historia de las dos tendencias y sus proyecciones concretas en el pensamiento contemporáneo, bastante notorias, por otra parte, en la medida en que las condiciones que generaron la divergencia original no sólo se han mantenido inalteradas, sino que han rebasado los límites de su geografía inicial para extenderse por la mayor parte del planeta, y las diferencias han tendido a acentuarse. Tal revisión histórica puede realizarse a través de tres obras en las que ha sido elaborada y documentada, y que cito por el orden de su publicación en español: El asedio a la Modernidad, de Juan José Sebreli (1991), El mito de la cultura, de Gustavo Bueno (1996) y Las raíces del Romanticismo, de Isaiah Berlin (2000). Lo que sigue es un esbozo de síntesis, destinado a echar cierta luz sobre el camino que va de los inicios de los Estados nacionales modernos y de los imperios coloniales, a la época actual, señalada por los mayores movimientos migratorios de la historia, en el territorio de las ideologías.

La huella de la Ilustración puede rastrearse a lo largo de todo el pensamiento occidental, desde los presocráticos, pasando por Aristóteles y, en la Edad Media, por lo que Ernst Bloch denominó "la izquierda aristotélica", hasta el Renacimiento y la era de los descubrimientos. Pero el siglo XVIII, el de las Luces, es el de su formalización organizada y su consolidación: la consolidación de la razón como eje de una weltanschauung. Voltaire atribuía a Roger Bacon (1214-1249) la paternidad, en pleno siglo XIII, de la filosofía experimental. Bacon reclamaba "las felices bodas del intelecto humano con la naturaleza de las cosas", bodas a las que se oponían la credulidad, la aversión respecto de la duda, la precipitación en las respuestas, la pedantería cultural, el temor a contradecir, la indolencia en las investigaciones personales, el fetichismo verbal, la tendencia a detenerse en los conocimientos parciales, todos elementos perfectamente identificables en la vida intelectual de nuestros días. En el XVII, Descartes colocaba en el pensamiento el sentido de la existencia.

Kant (1958) define la ilustración como "el hecho por el cual el hombre sale de la minoría de edad [...] La minoría de edad estriba en la Incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esa minoría, cuando su causa no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión para servirse con independencia de él, sin la dirección de otro [...] ?Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! Tal es la divisa de la ilustración".

Hegel, ya en el siglo XIX, resume su sentido en la expresión "todo lo real es racional y todo lo real es racional".

Veamos, en ajustada síntesis, los principios de la Ilustración: a) La razón, informada por los sentidos, permite el acceso a la verdad. b) La razón debe servir para la búsqueda de un modo de vida justo para el conjunto de la humanidad. c) Tanto la naturaleza como la sociedad obedecen a leyes, que el hombre puede y debe conocer por la ciencia. d) Nada hay que sea inherente a la naturaleza, ni individual ni social, del hombre, que es infinitamente perfeccionable.

Todo ello se actúa en diversos campos, en las obras de pensadores y científicos como Newton, Buffon, Beccaria o Condorcet. Idénticos principios alientan en Montesquieu y en Rousseau, y van a culminar en los grandes trabajos críticos y de ordenación del saber de Voltaire y Diderot. Los estudios genealógicos del pensamiento contemporáneo vinculan a Rousseau con Marx, a Kant con Marx, a Hegel con Marx, al joven Hegel con el joven Marx.

El gran precedente del Romanticismo es el llamado "movimiento de los genios", conocido por la fórmula sturm und drang (que, aproximadamente, significa "tormenta e ímpetu"), título de una pieza dramática de Klinger que, en una primera versión, había sido Confusión. En una historia de la literatura (Capítulo Universal, 1968) encontramos la siguiente apreciación: "Fue significativo el que sus integrantes provinieran de diferentes regiones de Alemania y de capas sociales muy distintas: el joven de rancio abolengo se codeaba con el hijo del proletario. Su rebelión se dirigió tanto contra el riguroso predominio de la razón --a la cual se opusieron los poderes irracionales del corazón-- como contra la estrechez de la vida político-social [...]" En el siglo XX hemos aprendido mucho, y con mucho dolor, acerca de los movimientos policlasistas lanzados al asalto a la razón, íntimamente relacionados con aquel original alemán. Para quienes no lo hayan percibido aún, cabe apuntar desde ya que la Ilustración es madre del derecho a la igualdad, en Tanto el Romanticismo prohija el derecho a la diferencia.

La Ilustración, naturalmente, dialécticamente, engendró un opuesto: el antiiluminismo. Maistre y Bonald, modelos de reacción a la revolución de 1789 en Francia; Burker, que suele ser tratado cono "prerromántico", en lnglaterra, y Herder y Möser en Alemania, son buenos ejemplo de esa tendencia.

Juan José Sebreli (1991) resume así lo que siguió al sturm und drang: "Los románticos antiiluministas oponían al universalismo las particularidades nacionales, étnicas y culturales; a la razón abstracta, la emoción; al progreso, la tradición; al contrato social, la familia; a la sociedad, la comunidad. El iluminismo buscaba todo lo que los hombres tienen de común, en tanto que el Romanticismo antiiluminista enfatizaba todo lo que tienen de diferente: la nacionalidad, la raza, la religión. Contra lo racional, aquello en que todos los hombres pueden ponerse de acuerdo, los románticos antiiluministas priorizaban lo irracional, la parte singular e incomunicable de cada hombre [...] el antiiluminismo romántico pretendía ser portavoz de las masas ingenuas y espontáneas, de los pueblos primitivos, de los campesinos analfabetos." Para quienes tengan presentes las consignas populistas de los fascismos, huelga todo comentario.

La Idea de la historia desde el punto de vista cosmopolita de Kant, corresponde a su polémica de 1784-1785 con Herder, desatada a propósito de la reseña que el filósofo realizó de la obra tenida por cumbre del sturm und drang: Filosofía de la historia para la educación de la humanidad, reivindicada por el ideólogo del nazismo Alfred Rosenberg en El mito del siglo XX. Ya Kant advertía de los riesgos que implicaba el exaltado particularismo de Herder, quien establecía en su texto, como ventajas a conservar, las diferencias nacionales y un supuestamente esencial aislamiento del individuo.

"Hasta la imagen de la felicidad", escribía Herder, "varía con cada Estado y latitud, pues ?qué otra cosa es la felicidad, sino la suma de las satisfacciones, de deseos, de realización de fines, y esa dulce superación de las necesidades que dependen todas del país, del tiempo y del lugar?, y por lo tanto, en el fondo falla toda comparación [...] ?quién puede comparar la diferente satisfacción de sentidos diferentes de mundos diferentes? [...] El hombre se ennoblece por medio de bellos prejuicios [...] El prejuicio es aceptable en su momento, pues hace feliz. Impulsa a los pueblos hacia su centro, los fortalece en su tronco, los hace más florecientes en su idiosincrasia, más apasionados y por lo tanto más felices en sus tendencias y fines. La nación más ignorante, más llena de prejuicios suele ser, en este sentido, la primera" (citado en Sebreli, 1991).

Y propone Herder una disciplina para la preservación del individuo conformado según esa noción de lo particular nacional: "No mirar más lejos; que la imaginación apenas exceda de ese círculo. Deseo todo lo que esté de acuerdo con mi naturaleza, lo que pueda asimilarse; aspiro a ello, me apodero de ello. Para lo que está afuera, la bondadosa naturaleza me armó de insensibilidad, frialdad y ceguera. Hasta puede llegar a ser desprecio y repugnancia, pero la única finalidad es que yo me vuelva sobre mí mismo, que me baste dentro del centro que me sostiene."

J. De Maistre, por su parte, decía que "todos los pueblos conocidos han sido felices y poderosos en la medida en que han obedecido más fielmente a esa razón nacional que no es otra cosa que la destrucción de los dogmas individuales y el reino absoluto y general de los dogmas nacionales, es decir de los prejuicios útiles." Y Barrés, ideólogo del fascismo en Francia: "El rol de los maestros consiste en justificar los hábitos y los prejuicios de Francia."

El particularismo y la exaltación particularista pueden rastrearse a lo largo de las décadas. La mención de algunos nombres resulta esclarecedora: Arnold Toynbee (civilizaciones), Oswald Spengler (culturas), Max Scheller.

No puede sorprender que el protonazi Oswald Spengler (!983, 1922) escribiese que nosotros, "hombres de la cultura europea, occidental, con nuestro sentido histórico, somos la excepción y no la regla. La historia es nuestra imagen de la 'humanidad'. El indio y el antiguo no se representaban el mundo en su devenir. Y cuando se extinga la civilización de Occidente acaso no vuelva a existir otra cultura y, por lo tanto, otro tipo humano para quien la historia universal sea una forma tan enérgica de la conciencia vigilante [...] En realidad, la configuración de la historia universal es una adquisición espiritual que no está garantizada ni demostrada." (La decadencia de Occidente, Espasa, Madrid, 1983, 1ª edición española en 1922).

Menos natural parece que un pensador asumido por buena parte de las Izquierdas, como Michel Foucault (1968), suscriba idéntica afirmación: "[...] el hombre [...] es indudablemente sólo un desgarrón en el orden de las cosas, en todo caso una configuración trazada por la nueva disposición que ha tomado recientemente el saber [...] una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueología de nuestro pensamiento y quizás también su próximo fin [...] Se comprende el poder [...] que pudo tener [...] el pensamiento de Nietzsche cuando anunció [...] que el hombre dejaría de ser pronto".

Decididamente contra natura resulta que quien se reclama marxista, como Althusser (1974), sostenga que "el hombre es un mito de la ideología burguesa. La palabra 'hombre' es sólo una palabra".

No pocos estudiosos han asociado a Rousseau con el Romanticismo, o lo han tratado cono prerromántico. Su contractualismo, su gran proyecto pedagógico, su preocupación por el problema de la igualdad, todos ellos elementos definitorios de una actitud universalista, deberían bastar para situarlo en la línea de la Ilustración. Su sensibilidad o, más exactamente, su sentimentalidad, corresponde a una época, antes que a una elección intelectual.

También Marx ha sido y es disputado para la tradición romántica. La lectura del excelente trabajo de Ludovico Silva (1968) sobre El estilo literario de Marx despeja toda duda acerca de ello: de la exterioridad de un estilo no se puede inferir un contenido.

En el Romanticismo, en tanto que filosofía política de las juventudes revolucionarias de los nacientes Estados nacionales, el particularismo se expresa en la noción de volkgeist, espíritu de los pueblos o espíritu nacional. Esta noción, a su vez, es heredada, con ropaje verbal científico, por el relativismo de la antropología estructuralista, desde Levy-Strauss hasta Marshal Sahlins. Todas las culturasson iguales porque son distintas, en un análisis, claro está, sincrónico. La abolición de la idea de humanidad trae aparejada la abolición de la idea de historia y de la idea de progreso, es decir, de desarrollo en el tiempo. Los románticos de principios del XIX carecían del valor, del poder político y de la claridad suficientes para proceder sin ambages a la liquidación de la Historia, cono lo ha hecho hace poco el publicista Francis Fukuyama. Lo que hicieron fue suspenderla, releerla y escribirla para sus propios fines: el viaje a Italia de Goethe marca el inicio de la experiencia más asombrosa, por su amplitud y eficacia, de la historiografía: la invención de una Antigüedad clásica acorde con las necesidades de pasado de los nuevos Estados. La misma Antigüedad que convierte a Séneca en español y a Alcuino de York en inglés o francés, según los casos, y que en Ricardo Wagner, autor de Parsifal y de Los judíos y la música, entre otras obras, se resuelve en la mitología racial germánica.

El lingüista y antropólogo Martin Bernal, autor de Atenea negra, Las raíces afroasiáticas de la civilización clásica (1993), vivió dolorosamente la experiencia del racismo y de los mitologismos románticos que persisten en el pensamiento del Occidente actual. De hecho, el ataque frontal que su obra recibió por parte de la crítica académica y paraacadémica en España fue tal que el editor obvió la publicación del segundo volumen. En el prólogo del primero, al narrar el proceso de elaboración de su trabajo, explica Bernal: "... ¿cómo es que, si todo es tan simple y tan evidente como tú sostienes, no ha habido nadie que se haya dado cuenta antes? La respuesta la encontré al leer a Gordon y a Astour. Estos autores consideraban que el Mediterráneo oriental constituía un todo cultural, y Astour demostraba además que el antisemitismo era la explicación de que se negara el papel desempeñado por los fenicios en la formación de Grecia."

¿De qué modo la noción de relativismo cultural, o de multiculturalismo, como se ha elegido llamarlo últimamente, está asociada al antisemitismo en particular, por la historia del Romanticismo alemán, y al racismo en general? La negación de la noción de humanidad, y su sustitución por la de un conglomerado de "culturas" abre la brecha de la diferencia. Y el racismo no se construye sobre la superioridad o la inferioridad de una determinada raza: eso viene después, en segundo término: lo primero es la diferencia de esa raza respecto de otras. Para aceptar la idea de que los arios son superiores, o la de que los judíos son inferiores, tengo que aceptar primero que son diferentes. Es tan racista afirmar que todos los judíos son malos como afirmar que todos los judíos son buenos. O los árabes, o los chinos, o los sioux, lo mismo da. Al diferenciarlos, los separo de la idea de humanidad.

Las diferencias entre culturas suelen ser mostradas por los interesados en términos de espacio, en virtud de las mitologías de Estado. Los franceses tienen una cultura y los japoneses otra, elaboradas en función de su territorio y del ámbito de su lengua, dicen inicialmente los multiculturalistas. Porque si definieran esas diferencias en términos de tiempo, si desplazaran de su seudoanálisis lo sincrónico en favor de lo diacrónico, tendrían que empezar a hablar de niveles de desarrollo de una misma, única cultura humana. Lo que es fácil de aceptar en la esquematización económica, que establece niveles de desarrollo y de subdesarrollo, parece imposible de aceptar en una esquematización antropológica. Nunca, a lo largo de la historia, estuvieron tan separadas como ahora la estructura económica de la superestructura ideológica.

Tomemos un ejemplo candente: el de la ablación de clítoris. Los espacios en que se practica de modo habitual corresponden a zonas económicamente deprimidas, profundamente atrasadas, incorporadas al mercado mundial por sus mercancías, pero con modos de producción anteriores al capitalismo. Los multiculturalistas radicales afirman que es posible y hasta deseable que tal costumbre sea respetada cuando los que hasta ahora han vivido en el pasado histórico se desplazan hacia el presente, es decir, pasan del subdesarrollo al desarrollo. Y, en sociedades que, a partir de las revoluciones burguesas han incorporado con más o menos lentitud a cotas cada vez más amplias de libertad individual, de utilización del propio pensamiento y del propio cuerpo en función del deseo, pretenden insertar estilos represivos correspondientes a modos de producción superados. Así, el derecho a la igualdad ante la ley, sobre el que se han fundado todos los progresos hacia la libertad individual, viene a ser desplazado por el derecho a la diferencia ante la ley, según la elección del que la viola, sea el testigo de Jehová que niega la transfusión a su hijo o a su padre, sea el musulmán o el hindú que aprueba la ablación del clítoris de su parienta. Lo curioso es que grupos que han conquistado nuevos grandes territorios de libertad, como es el caso de ciertos grupos feministas, sobre la base de la potenciación de la igualdad ante la ley, por un sentimiento de marginalidad común, puedan de pronto inclinarse por la defensa del derecho a la diferencia, olvidando que no se trata del derecho a ser diferente en general, sino del derecho a ser diferente ante la ley.

El auge del multiculturalismo coincide con el punto más alto del proceso migratorio más variado y generalizado de toda la historia humana. Aparentemente, los multiculturalistas están al servicio del respeto por las características del otro. El Estado tiene que construir templos para los miembros de todas las religiones que lo exijan, como si el culto no fuese una cuestión privada en sociedades y Estados no confesionales. La escuela pública, factor unificador de los Estados nacionales desde su nacimiento, debe enseñar en lenguas distintas de las del Estado, poniéndose en posición suicida, abdicando de su función de formación de ciudadanos y pasando a ser una penosa obligación sin fundamento alguno. En realidad, lo que se logra con esa política de rechazo explícito de la integración de los inmigrantes en los países de acogida, es perpetuar la marginalidad, fomentar el gheto y la endogamia, aislar al objeto de respeto conservándolo en su salsa, favoreciendo la explotación, porque quien no se integra en sus deberes para con el Estado mal puede defender sus derechos en ese marco, y el florecimiento de mafias. Piénsese en los pakistaníes que explotan pakistaníes, en los magrebíes que explotan magrebíes, y se tendrá la suma quintaesencial de esta aberración. Todas la emigraciones produjeron situaciones similares: los gallegos explotaban gallegos en la Argentina, y los polacos explotaban polacos en los Estados Unidos, pero eso duró exactamente una generación, porque los hijos de los inmigrantes fueron, en la Argentina como en los Estados Unidos, ciudadanos de pleno derecho en los países de acogida, hablaron la lengua del Estado y se organizaron sindicalmente para defenderse de sus patronos, fuesen del origen que fuesen.

El multiculturalismo es, así, racismo marginalizador, políticamente correcto en sus enunciados y, en consecuencia, profundamente reaccionario en su práctica.

Bibliografía

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BERLIN, Isaiah (2000), Las raíces del Romanticismo, Taurus, Madrid.

BERNAL, Martin (1993), Atenea negra, Las raíces afroasiáticas de lacivilizaciónclásica. Volumen 1: La invención de la Antigua Grecia, 1785-1985, Crítica, Barcelona.

BUENO, Gustavo (1996), El mito de la cultura, Prensa Ibérica, Barcelona.

Capítulo Universal, historia de la literatura mundial, fascículo 6, redactado por Ilse Brugger, "El Romanticismo alemán", CEDAL, Buenos Aires, 1968.

FINKIELKRAUT, Alain (1990), El judío imaginario, Anagrama, Barcelona.

FOUCAULT, Michel (1968), Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México.

KANT, Immanuel (1958), Filosofía de la Historia, Vol. I, Nova, Buenos Aires.

SEBRELI, Juan José (1991), El asedio a la Modernidad, Sudamericana, Buenos Aires.

SILVA, Ludovico (1968), El estilo literario de Marx, Siglo XXI, México.

SPENGLER, Oswald (1983, 1922), La decadencia de Occidente, Espasa, Madrid.

Horacio Vázquez Rial
Scripta Nova.
Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona

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25.4.06

Los coptos, minorías religiosas en Egipto

Los coptos representan un 10% de la población egipcia.

Egipto es un país de fuerte religiosidad, poblado principalmente por musulmanes sunitas. Los chiitas son una minoría, pero también lo son los cristianos, que constituyen la comunidad más antigua y grande del Medio Oriente.

La cédula de identidad egipcia indica la pertenencia religiosa del ciudadano, algo que para muchos contribuye a una discriminación religiosa casi institucionalizada.
A pesar de siglos de coexistencia pacífica, desde hace un par de décadas se han dado enfrentamientos recurrentes entre musulmanes y cristianos, resultando en heridos y muertos.

Los hechos violentos de octubre del 2005, cuando tres personas murieron en un ataque de manifestantes musulmanes a una iglesia, volvieron a repetirse durante la misa del pasado viernes en el puerto de Alejandría.

Pasado lejano

Los cristianos egipcios son conocidos como "coptos", palabra que proviene de "Aegyptos", que significa literalmente Egipto. Su origen se remonta al primer siglo DC, cuando San Marco introdujo la fe cristiana en el país.
La mayoría son cristianos ortodoxos, pero también hay coptos católicos y evangélicos, y juntos representan un 10 por ciento de los setenta millones de egipcios. A su cabeza está el papa Shenouda III , independiente de la Santa Sede en Roma.

Varios analistas coptos han notado que la religión ha adquirido cada día más espacio, pasando de su lugar espiritual a ser un "invitado pesado" en la vida cotidiana, y preferirían un estado que no incluyera el código islámico, o "sharía", como fuente para legislar.

Muchos responsabilizan a la revolución de 1952 y en especial al ex presidente Anuar Sadat, quien decidió a principios de los ochenta hacer una enmienda a la Constitución para redefinir a Egipto como un estado oficialmente musulmán.

No somos minoría

Siete millones es una cifra que rebasa la población de Paraguay, por lo que muchos coptos no se consideran minoría.

Así se lo hizo saber a BBC Mundo Yusef Sidhom, editor "copto" del semanal Al Watani.
"Lo que es descrito como una minoría no debería serlo, porque los coptos desde siglos vivimos distribuidos y entremezclados con los musulmanes en todo el país".
El Padre Ángel Rodríguez pertenece a la orden de los carmelitas descalzos y ha vivido tres décadas a cargo de la iglesia de Santa Teresa, en el barrio popular de Shubra. Para él, hay distintos factores que provocan fricciones interreligiosas.
"Hay una gran ignorancia recíproca, porque hay prejuicios recíprocos. Pero la razón principal de que en Egipto haya más violencia que en Jordania, Siria o Kuwait es la gran religiosidad. Y otra razón son las injerencias extranjeras, algo más delicado", dijo el padre Ángel a BBC Mundo.

La gran religiosidad, según "Abuna Malak", como le llaman en árabe, data de tiempos faraónicos. De las injerencias extranjeras prefirió no hablar.
Por su parte, el analista político de la Universidad del Cairo, Mustafa Kamal al Sayed aseveró que "hay una tendencia hacia una mayor radicalización religiosa en el Medio Oriente y esto afecta las relaciones entre ambas comunidades".

Marginación política

En general, los coptos prefieren evitar hablar de la polémica relación entre religión y política en Egipto. Y es que a pesar de casos destacados como el ex secretario de la ONU Boutros Ghali, o su hijo Yusef quien se desempeña actualmente como ministro de Finanzas, el papel de los coptos en la vida pública es reducido.

"Se puede describir el problema como si fuéramos ciudadanos de segunda clase", admitió a la BBC Yusef Sidhom, editor en jefe de Al Watani.

"En las tres últimas décadas ha habido una serie de agravios que afectaron los derechos ciudadanos coptos, en parte por una legislación desigual y por las actitudes oficiales opuestas a que seamos nominados en puestos ejecutivos del Estado o como candidatos en elecciones políticas", explicó Sidhom desde sus oficinas en el centro del Cairo.
Por ahora, el gobierno intenta remediar este desequilibrio social a través de iniciativas como presentar familias cristianas en las telenovelas transmitidas por las cadenas estatales o nombrar un gobernador cristiano en una provincia del sur de Egipto.

"No creo que la solución, por parte de los coptos, sea aislarse más, y conformarse con cuotas. Tienen que salir de las iglesias para entremezclarse con el resto de la sociedad, los partidos políticos y la vida pública en general", concluyó Yusef Sidhom.

Chispa violenta

Los atentados con cuchillo en las iglesias de Alejandría en viernes santo parecen una provocación perfecta para causar nuevos enfrentamientos y sembrar más semillas de la discordia.
Se calcula que al día siguiente tres mil cristianos asistieron al funeral del hombre de 78 años que murió por las puñaladas recibidas en la iglesia y la policía tuvo que dispersar a cristianos y musulmanes que se enfrentaron con piedras y palos.

Si bien el gobierno atribuyó la autoría de los atentados a un "hombre loco", muchos coptos creen en la primera versión, según la cual tres militantes islámicos habrían coordinado un ataque simultáneo.

Con tanto despliegue de seguridad en el país, no es extraño que los cristianos se sientan agraviados ante la facilidad con que se realizaron los ataques, a tan sólo una semana de la Pascua copta.
Pero otros argumentan que detener a un hombre determinado a apuñalar a alguien en una iglesia no es tarea fácil, sobretodo si no hay detectores de metales, y que la convivencia milenaria entre coptos y musulmanes no puede ni debe venirse abajo por hechos aislados.

Por: Karim Hauser
BBCmundo.

23.4.06

La fascinación de la izquierda por el Islam


A propósito de Tariq Ramadán y de la “Alianza de Civilizaciones”

Poco a poco, a fuerza de subvenciones, foros pagados e insistencia gubernamental, se abre paso, como debate intelectual y político, la propuesta de “alianza de civilizaciones” del presidente Rodríguez Zapatero, cada día más entusiasmado con haber encontrado una especie de lámpara maravillosa, en espera de que alguien la frote por azar y surja de ella un genio capaz de organizar un nuevo orden mundial donde reine la paz perpetua.

Moratinos lo ha expresado con palabras casi mágicas, después de escuchar al presidente de Irán su reciente discurso sobre la necesidad de borrar del mapa a Israel.

Más o menos, antes incluso de escuchar a Tariq Ramadán en Madrid y de convocar al embajador iraní en el Palacio de Santa Cruz, nuestro inefable ministro nos ha venido a decir lo siguiente:
“¡Ven ustedes! Si la “alianza de civilizaciones” fuese ya efectiva, el señor Ahmadineyad hubiera corrido a abrazar al señor Sharon, en lugar de querer arrojarlo al mar!”
Permítanme una ironía encadenada, encuadrada en una interrogante. ¿No creen que es una pena que esa “alianza”, concebida por Zapatero a la vista de la sala vacía de las Naciones Unidas, no se haya establecido ya como norma de convivencia mundial?
Porque, fíjense en algunas de las cosas que el mundo se está perdiendo sin esa alianza maravillosa: la paz entre israelíes y los países islámicos; la renuncia iraní a sus proyectos nucleares por carecer ya de sentido; la disolución de la red de Al Qaaida al proclamar Ben Laden su repentina conversión al racionalismo laicista de Occidente; la detención por Siria de los autores del asesinato de Rafic Hariri y el desarme de las organizaciones terroristas que cobija y alienta; la consolidación de la democracia en Iraq, convertida en ejemplo de todos los países árabo-islámicos para abrazar el pluralismo y, lo que acaso sería mejor aún, la proclamación de la libertad religiosa en Arabia Saudita; la retirada de Bush de Iraq acompañada por el anuncio del desmantelamiento de todas las bases americanas por el mundo; el abandono por China de todas las lacras de la doctrina maoísta además del reconocimiento de la independencia de Taiwán; el abrazo de Castro a sus disidentes con la consiguiente convocatoria de elecciones libres en Cuba; el acuerdo de Marruecos y Argelia para entregar el Sahara Occidental al Polisario; la integración de Rusia, Turquía y de todos los ribereños del Mediterráneo sur en la Unión Europea; la entrega de Ceuta y Melilla a Marruecos...

Todo ello y mucho más con el añadido de la consagración de Zapatero como nuevo emperador universal de la paz y con Moratinos de embajador volante para ajustar flecos de posibles conflictos sin resolver...
¡Qué mundo feliz nos estamos perdiendo, amigos míos, por la lentitud con que la ONU está afrontando el reto de esa maravillosa “alianza”-lámpara de Aladino- superadora de la vieja Carta fundacional de las Naciones Unidas, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y hasta del mismísimo Decálogo.

Ironías y sueños aparte, y reconociendo la necesidad de un permanente diálogo entre todas culturas dominantes en las distintas partes del planeta para un mejor conocimiento mutuo, la realidad que el propio Tariq Ramadán ha venido a presentar en Madrid es que una de esas culturas, la islámica, padece desde hace décadas una profunda crisis de identidad cuya primera consecuencia ha sido el nacimiento del terrorismo islamista.

Tanto Al Qaaida como los demás movimientos “reformistas” surgidos en el mundo árabe, desde el wahabismo saudita del siglo XVIII a los más modernos “yihadistas” palestinos, afganos, pakistaníes, argelinos, marroquíes o sirios, alimentados por las doctrinas de Hasan Al Banna, fundador de los Hermanos Musulmanes egipcios, pretenden una sola cosa: el restablecimiento del califato, la reislamización del mundo árabe y, finalmente, la conversión del decadente mundo occidental al Islam.

Tariq Ramadán, como nieto de Al Banna, como filósofo, islamólogo y teólogo islámico, así como por su conocimiento de la cultura europea, está plenamente convencido de la decadencia espiritual de Occidente y de su pérdida de la fe en Dios, manifestada en hechos tan concretos como “la tolerancia de la homosexualidad, el adulterio, el aborto, la eutanasia, la masonería, los intereses bancarios de usura y otros males que gangrenan la sociedad” en palabras de otro islamólogo polemista, el profesor Ibrahim Hane, de la Universidad de Dakar.

De ahí la necesidad, proclamada hace años por uno de ideólogos islámicos, el sudanés Hasán El Turabi, de “redimirlo” mediante la expansión pacífica y paciente de un Islam europeo, desprovisto, eso sí, de algunos postulados coránicos “revisables”, al menos durante una larga moratoria propuata por Ramadán, como la igualdad de género, los castigos corporales a la mujer y la pena de muerte.

No me uno a quienes han criticado la presencia de Ramadán en Madrid por sus ambigüedades en la condena de los atentados terroristas de Nueva York, Washington y Madrid.
Al contrario, resulta un ejercicio muy didáctico para los españoles ajenos a su existencia, el conocimiento del pensamiento de este personaje, aclamado por buena parte de las nuevas generaciones de islámicos europeos como uno de sus líderes espirituales más prestigiosos.

Ramadán tiene un objetivo: la “europeización” del Islam... para islamizar Europa. En eso consiste todo su progresismo.

Condena el terrorismo islamista, pero lo comprende no solo por la humillación encadenada que han sufrido los árabes desde el reparto colonial por Francia e Inglaterra después de la I Guerra Mundial hasta la “nabka” o desastre, sufrida tras la proclamación de Israel como Estado independiente en tierras palestinas.

No le he escuchado a Ramadán ningún palabra de reconocimiento de Israel; en cambio no desaprovecha ocasión de atacar a los judíos europeos... y de considerar a los musulmanes como víctimas de una persecución parecida a la sufrida por los judíos desde el “affaire” Dreyfus.

El discurso de Ramadán se nutre de otra idea: corresponde a los musulmanes europeos “realizar un profundo trabajo de educación contra el extremismo y explicar que el mejor medio de ayudar a los palestinos no consiste en matar inocentes en Londres o Madrid sino en hacer oír la voz del Islam por medios democráticos” En otras palabras: la mejor forma de imponer el Islam no es por el terror sino por la persuasión, mediante la integración de los musulmanes en la sociedad occidental... utilizando sus instituciones pero sin asimilar su forma de ser.

Por supuesto, Ramadán no ignora la retórica occidental: hay que hacerse amable para un mundo que ha dejado de ser creyente y reconocer que los problemas actuales del Islam no derivan de su odio a Occidente sino de la triple crisis que padece: la ausencia de democracia en los países islámicos, la incomprensión de los textos coránicos fundamentales y el escaso diálogo existente entre musulmanes.
Y añade: “El Islam padece tal crisis de autoridad que no importa quién puede decir lo que quiera, desde lo más extremista hasta lo más piadoso y auténtico”... Más aún: de acuerdo con las nuevas tendencias que se manifiestan en el seno de los Hermanos Musulmanes egipcios, Ramadán se permite autorizar a los musulmanes a abandonar su fe, siempre y cuando la respeten una vez abandonada...

Por supuesto, la voz de Ramadán es tan solo una más de las muchas que se alzan dentro de este curioso debate intra-islámico sobre la mejor forma de llevar su fe al desahuciado Occidente.
Los hay mucho más radicales que critican al profesor suizo su “blandura” en la prédica de un Islam europeo, como el citado Ibrahim Hane, y otros que no dudan en suscribir una profunda reforma del Islam para adaptarlo a la laicidad europea.

Es el caso del profesor de Filosofía del Liceo de Niza, Abdennur Bidar, que propugna nada menos la supresión del Corán de todos los versículos que van en contra de los derechos humanos, especialmente los relativos a la supuesta superioridad islámica sobre las demás religiones, la violencia y la guerra santa.

Curiosamente, Bidar no ha sido invitado a Madrid a presentar su manifiesto por un auténtico Islam europeo, independiente de todas las corrientes integristas y reformistas islámicas.
Sin duda se debe a esa especie de fascinación que buena parte de la izquierda europea siente por el Islam histórico, el de las conquistas de los siglos VII y VIII, el que se asentó desde La India a España.

Por cierto que Tariq lleva su nombre en honor del caudillo que desembarcó en Algeciras y llamó a la Roca Yebal-tarik, nuestro Gibraltar... Hay que leer al converso islamista Roger Garaudy, viejo ideólogo del Partido Comunista francés en cuyo comité central militó durante más de once años, para entender la seducción que el Islam comunitario ejerce sobre quienes combaten la idea misma de la identidad europea como fruto de la cultura cristiana.

Garaudy, como tantos agnósticos y masones españoles de nuestro tiempo, combate el humanismo cristiano interpretado como fundamento del imperialismo y del colonialismo, del que dice no haber aprendido nada bueno pero que, en cambio, se embelesa con una religión, el Islam, por su fundamento comunitario que considera muy cercano al triunfo de la lucha de clases... El Islam, ya se sabe, o es comunitario o no es nada.

En esencia sería, por tanto, un comunismo que admite la existencia de Dios, un Dios lejano e impersonal que deja su mensaje para hermanar a todos los hombres sin distinción de clases o etnias... siempre y cuando todos ellos se sometan a su última revelación: el Corán.

Y no deja de resultar llamativo, en sentido contrario, la “sintonía” que algunos teólogos islamistas reformistas ignorantes de la religión cristiana, creen encontrar entre el Alá del Islam y el “Arquitecto universal” que reconoce la masonería, gracias a lo cual no cae en la “idolatría” cristiana que admite “tres” dioses...

Recordemos de paso que el mayor pecado que puede cometerse, según el Corán, es precisamente, la “asociación” del Dios único a otros “dioses” (en el caso cristiano, el misterio de la Trinidad que rechazan de plano porque Mahoma no lo entendió).

Se trataría, por tanto, de ver en el Corán un ariete definitivo contra la cultura cristiana, esa que ahora quiere erradicar de España el señor Zapatero, en unión de otros dirigentes europeos que llevan su cristofobia a escribir “cristo” con minúsculas para ignorar definitivamente la figura de Cristo como Dios encarnado.

En este sentido cabría preguntarse hasta qué punto la “alianza de civilizaciones” supone un malicioso intento de Zapatero de facilitar la invasión de Europa por el mismo Islam derrotado en Granada y Lepanto al objeto de borrar, poco a poco, las huellas del pensamiento cristiano de Europa y en la ingenua creencia de que los nuevos musulmanes se diluirán también en el relativismo laicista.

La respuesta a esta pregunta podríamos encontrarla en el entusiasmo que han mostrado por la iniciativa del presidente español tanto el rey de Marruecos como el ex presidente iraní Mohamed Jatami, precursor por cierto de otro “diálogo de culturas” que quedó en agua de borrajas...
La “alianza”, en este caso, consistiría esencialmente en una especie de pacto para facilitar la islamización de Europa a cambio de una supuesta paz, en la medida que podrían apaciguarse los anhelos islamistas de conquistar para Alá al descreído Occidente.

No se crea, sin embargo, que con ello se alcanzaría la soñada paz perpetua, porque aquél Islam de los nazaríes granadinos y de los otomanos de la Sublime Puerta, no es el mismo que profesan los miles de secuaces de Ben Laden, los islámicos europeos de Tariq Ramadán o los islamistas que acechan el trono del propio Mohamed VI...
La crisis islámica proseguiría, pero ya sería una mera lucha interna en la que Europa no sería el enemigo.

Puede que todo esto que escribo sea una mera fábula, aunque esté basada en hechos reales. No creo que Zapatero esté preparado para aceptar el Islam como hizo Garaudy, pero tampoco creo que la izquierda esté dispuesta a renunciar a su cristofobia como motor del cambio social que se propone en su proyecto laicista.

Al mismo tiempo, los afanes del Islam radical de ocupar el supuesto vacío espiritual de Occidente, son evidentes.
De acuerdo con lo que afirmaba el cardenal Siri, Europa puede ser islámica mañana mismo, pero no será porque la izquierda no lo impida sino porque los católicos no estemos preparados para recuperar su identidad cristiana.

Lo que nunca será Europa es un continente descreído y laicista, a imagen de quienes hoy nos gobiernan. Al final, esta es nuestra esperanza, el triunfo será de Cristo.

Manuel Cruz
Periodista y Analista Internacional

22.4.06

Europa está en peligro de extinción.

Excelente articulo sobre el vaticinio del futuro europeo. Nos explica el autor Mark Steyn por qué motivos Europa dejara de existir en los próximos años, ¿2032?, al menos la Europa tal y como la concebimos hoy en día.
Para llegar a estas conclusiones el autor hace uso de estadísticas, llegando a culpabilizar en parte a la falta de fertilidad de las mujeres occidentales, sin olvidarse de arremeter contra los mandatarios culpabilizándolos entre otras cosas de irresponsables.
Reconozco que el artículo es un poco extenso, pero espero que el éxito en la lectura sea parecido al de “LA COLONIZACIÓN DE EUROPA” por: Guillaume Faye, ambos abordan el tema con criterios similares.



It’s the demography, stupid
Es la demografía estúpida, la verdadera razón por la que Occidente está en peligro de extinción.


La mayoría de los que leen esto tienen la mente curtida, así que permítanme exponerlo tan libremente como pueda: Mucho de lo que generalmente llamamos mundo occidental no sobrevivirá este siglo, y gran parte de él desaparecerá de hecho durante nuestras vidas, incluyendo si no la mayoría, muchos de los países de Europa occidental.


Probablemente existirá un área geográfica en el mapa señalada como Italia, o Países Bajos -probablemente- así como en Estambul hay todavía un edificio llamado Catedral de Santa Sofía. Pero no es una verdadera catedral, sino meramente una designación para una pieza inmobiliaria.

Igualmente, Italia y los Países Bajos serán meramente designaciones inmobiliarias. Para los que consideran que la civilización occidental está en la balanza más que las alternativas, el reto es imaginar una forma de salvar al menos algunas partes de Occidente.

Un obstáculo para hacerlo es que, en una elección típica en nuestras democracias industriales avanzadas, las plataformas políticas de al menos un partido en Estados Unidos y casi todos los partidos en el resto de Occidente, tratan de lo pudiéramos llamar impulsos secundarios de la sociedad - atención gubernamental de la salud, guarderías gubernamentales (que Canadá está pensando en establecer), licencia paternal gubernamental (que Inglaterra acaba de establecer). Hemos dado prioridad al impulso secundario sobre los primarios -defensa nacional, familia, fe y, el más básico de todos, la actividad reproductiva -"Creced y multiplicaos"- porque si no lo hace, no será capaz de permitirse todos los otros impulsos secundarios, como el bienestar de la cuna hasta la tumba.

Los norteamericanos no entienden cuán lejos ha ido por ese camino la mayor parte del mundo desarrollado: En el gabinete canadiense y la mayor parte de los europeos occidentales, el ministerio de defensa es una etapa por la que pasa un político ambicioso en su ascenso a otros trabajos importantes como el Departamento de la Salud. No creo que Donald Rumsfeld consideraría un ascenso el que lo trasladaran al departamento de Salud.

El fallo en el diseño del estado social democrático secular es que, para sostenerlo, requiere la tasa de nacimientos de una sociedad religiosa.
El hiperracionalismo post cristiano es, objetivamente, mucho menos racional que el catolicismo o el mormonismo. En verdad, al confiar en la inmigración para asegurar su futuro, la Unión Europea ha adoptado una variación siglo vigésimo primero de la estrategia de los shakers, a quienes se les prohibió reproducirse, y sólo mediante la conversión podían aumentar su número. El problema está en que las sociedades de impulso secundario confunden sus debilidades con fortalezas o -al menos- virtudes, y es por eso que están demostrando ser tan débiles al enfrentar una fuerza primaria como el Islam.

Hablando de lo cual, si estamos en guerra -y la mitad del pueblo norteamericano y porcentajes significativamente más altos en Inglaterra, Canadá y Europa no aceptan esa definición- entonces ¿sobre qué es, exactamente, la guerra?

Sabemos que no es realmente una "guerra contra el terrorismo". Ni es, en el fondo, una guerra contra "El Islam", ni inclusive contra el "Islam radical". La fe musulmana, cualquiera que sean sus méritos para los creyentes, es un asunto problemático para el resto de nosotros.

Hay muchos puntos conflictivos en el mundo pero, por regla general, es fácil hacer una conjetura ilustrada sobre uno de los participantes:- musulmanes contra judíos en "Palestina", musulmanes contra hindúes en Cachemira, musulmanes contra cristianos en África, musulmanes contra budistas en Tailandia, musulmanes contra rusos en el Cáucaso, musulmanes contra turistas mochileros en Bali.

Estas gentes, igual que los ambientalistas, aunque de pensamiento global, actúan localmente.

Sin embargo, aunque el Islamismo es el enemigo, no es de eso de lo que se trata. El islamismo radical es una infección oportunista, igual que el SIDA: no es el VIH lo que le mata, es la neumonía que usted adquiere cuando su cuerpo está demasiado débil para combatirla.

Los yihadistas pierden cuando se enfrentan con los militares norteamericanos -como lo hicieron en Afganistán e Irak Si esto fuera como la Primera Guerra Mundial con unos en una trinchera y otros en otra, todo se terminaría muy rápido. De lo que se han dado cuenta los yihadistas más astutos. Ellos saben que no nos pueden ganar en el campo de batalla, pero creen que hay una gran posibilidad de que puedan prolongar las cosas hasta que la civilización occidental colapse por si misma y que el Islam herede por defecto.

Y la guerra gira sobre eso: sobre la falta de confianza en nuestra civilización.


Como lo dice una cita famosa de Arnold Toynbee: "Las civilizaciones mueren por suicidio, no por asesinato" - como puede verse ahora mismo en parte del "Mundo occidental".

La agenda progresista –espléndido bienestar social, aborto, secularismo, multiculturalismo,- es colectivamente el único verdadero ataque suicida. Tomen el multiculturalismo.
El multiculturalismo no implica saber algo sobre otras culturas -la capital de Bután, las exportaciones principales de Malawi, ¿a quién le importa? Lo único que requiere es sentirse bien acerca de otras culturas.

Fundamentalmente es un fraude, y yo diría que, subliminalmente, fue aceptado sobre esa base. La mayoría de los adherentes de la idea de que todas las culturas son iguales, no quieren vivir en ningún otro lado que no sea una sociedad occidental avanzada.
El multiculturalismo significa que su hijo tiene que aprender un canto fúnebre terrible para el concierto del día festivo escolar en lugar de cantar un villancico tradicional o que su masajista holística use técnicas de los indios americanos, pero no que usted vaya a tener que vivir en una sociedad africana o india. Es una verdadera maravilla de idiotez progresista.

Entonces ocurrió lo del 11 de Septiembre. Y, extraño, la reacción de casi todos los líderes occidentales fue visitar una mezquita: Lo hizo el presidente Bush, lo hizo el príncipe de Gales, lo hizo el primer ministro del Reino Unido, lo hizo el primer ministro de Canadá, etc.
El primer ministro de Ontario no, y por lo tanto 20 líderes comunitarios musulmanes tuvieron una reunión cumbre para denunciarlo por no haber visitado una mezquita. No sé por qué no lo hizo. Quizá tenía muchos asuntos atrasados, eran momentos de mucho tráfico hacia las mezquitas.

Primeros ministros en congestiones de tráfico arriba y abajo de las carreteras tratando de llegar a la mezquita de la Espada del Ejecutor de los Infieles. Pero, por alguna razón, no lo pudo incluir en su agitado itinerario.
El ministro de la ciudadanía de Ontario sí asistió a una mezquita, pero los Imanes lo tomaron como un gran insulto, como si la Reina hubiera enviado a Fergie a inaugurar los juegos de la Comunidad Británica.
De suerte que el Primer Ministro de Ontario tuvo que celebrar una nutrida reunión con los ofendidos Imanes, para excusarse por no ir a una mezquita y, como informó el periódico Star de Toronto, "asegurarles enfáticamente de que el gobierno provincial no los ve como enemigos"

De todas formas, la fiebre de "lléveme-a-la-mezquita-a-tiempo" desapareció, pero creó la tónica para nuestro enfoque general a esas atrocidades. La vieja definición de nanosegundo era el lapso de tiempo que transcurre en Nueva York entre el cambio de luces del semáforo y el primer bocinazo del carro de atrás.
La nueva definición es el lapso entre un bombazo terrorista y la declaración de prensa de un grupo islámico advirtiendo contra una reacción violenta contra los musulmanes.

En la mayoría de las circunstancias, sería considerado de mal gusto vergonzoso desviar la atención de un verdadero "crimen de odio" para alarmar sobre otro puramente hipotético. Por supuesto que no hay ninguna campaña de crímenes de odio islamofóbicos.

Más bien el Occidente está inundado por una epidemia de crímenes de odio contra si mismo. Un comentarista de la página de Internet de Tim Blair, en Australia, lo resumió con una parodia perfecta de un titular de The Guardian:- " Líderes de la Comunidad Musulmana advierten contra las reacciones violentas por el ataque terrorista de mañana por la mañana". Esos líderes comunitarios han sabido medirnos..

El islamismo radical es lo que el multiculturalismo ha estado esperando todo este tiempo. En "La supervivencia de la cultura", yo cité a la eminente abogada Helena Kennedy, del Consejo de la Reina.
Poco después del 11 Septiembre, la baronesa Kennedy arguyó, en un programa de la BBC, que era demasiado fácil menospreciar a los "fundamentalistas islámicos". "Nosotros, como liberales occidentales, somos fundamentalistas con demasiada frecuencia", se quejó. "No observamos nuestro propio fundamentalismo".

Bien, dijo el entrevistador, ¿qué sería exactamente ese liberalismo fundamentalista? "Una de las cosas en que insistimos demasiado es que somos gente tolerante, y que la intolerancia es propia de otros países como los islámicos. Y yo no estoy segura de que eso sea cierto".


Caramba. Lady Kennedy argumentaba que la tolerancia de nuestra propia tolerancia nos está haciendo intolerantes de la intolerancia de otra gente, lo que es intolerable.
Y, aunque pueda sonar improbable, esto se ha convertido ahora en la más alta y rarificada forma de multiculturalismo.
¿Así que usted es delicado con los homosexuales y los esquimales?
Eso no tiene mérito. Cualquiera puede ser tolerante con gente así, pero tolerancia con la intolerancia da a los masoquistas multiculturales un estremecimiento de placer aun más intenso.

En otras palabras, al igual que el SIDA pandémico facilitó grandemente la rendición social a la agenda de los homosexuales, el 09/11 está facilitando grandemente nuestra rendición a los aspectos más extremos de la agenda multicultural.

Por ejemplo -un día de 2004, una par de canadienses en regreso a su hogar, llegaron al aeropuerto internacional Lester B. Pearson, en Toronto.
Eran el hijo y viuda de un sujeto llamado Ahmed Said Khadr que, en la frontera de Pakistán-Afganistán era conocido como "al-Kanadi". ¿Por qué? Porque era el canadiense de más alto rango en al Qaida, era "el Número Uno".

En verdad, se puede argumentar que la familia Khdar es la principal contribución a la guerra contra el terrorismo. Admitamos que están en el lado equivocado (si ustedes me perdonan que yo emita juicio) pero nadie puede discutir que están en el meollo de la cuestión.
Uno de los hijos de Khdar fue capturado en Afganistán después de matar a un paramédico de las fuerzas especiales norteamericanas.
Otro fue capturado y detenido en Guantánamo.
Un tercero se voló con una bomba mientras estaba matando a un soldado canadiense en Kabul.
El mismo papá Khdar murió en una balacera con fuerzas paquistaníes a principios de 2004. ¡Y dicen que nosotros los canadienses no estamos poniendo nuestro granito de arena en esta guerra!

En el curso de la fatal balacera de al-Kanadi, su hijo menor quedó paralizado. Y, muy razonablemente, el menor no quería un hospital carcelario en Peshawar. Así que la Sra. Khadr y su hijo regresaron a Toronto para poder disfrutar los beneficios del sistema gubernamental de salud de Toronto. "Soy un canadiense, y no estoy mendigando mis derechos", declaró la viuda Khadr, "Estoy exigiendo mis derechos"

Como siempre se dice, la traición es difícil de probar ante los tribunales, pero dadas las circunstancias de la muerte del señor Khadr, parece claro que no sólo él estaba dando "ayuda y ánimo a los enemigos de la Reina", sino que él era, de hecho, el enemigo de la Reina.
La infantería ligera de la Princesa Patricia, el vigésimo segundo regimiento real y otros canadienses han estado sirviendo en Afganistán, en una de las partes en el conflicto, y la familia Khadr ha estado allá sirviendo en la otra parte.
Sin embargo, el Primer Ministro de Canadá pensó que las demandas del muchacho Khadr al sistema de salud pública era una excelente oportunidad para demostrar su hondo compromiso personal a la "diversidad".
Interrogado sobre el regreso de Khadr a Toronto, dijo: "Creo que una vez que se es ciudadano canadiense, se tiene derecho a opiniones propias, y a disentir".

Eso es lo maravilloso del multiculturalismo. Se puede escoger en que parte de la guerra se quiere militar. Cuando llega la tarjeta de reclutamiento, simplemente marque "amigo", o "enemigo", según su gusto.

El Primer Ministro canadiense es un típico político occidental de la etapa tardía. Él pudiera haber dicho, bien, ésta es gente despreciable, y sé que muchos de nosotros estamos disgustados con la idea de que los dólares de nuestros impuestos sean usados para dar atención sanitaria a un hombre cuya ciudadanía canadiense no es más que una bandera de conveniencia pero, desafortunadamente, esa es la ley, y mientras tratamos de ajustarla, parece que este chusma se salió con la suya.

En su lugar, su reflejo instintivo fue proclamar esto como una demostración de las virtudes del estado multicultural. Como muchos líderes occidentales iluminados, el Primer Ministro canadiense se estará congratulando a sí mismo de su ilimitada tolerancia hasta que las fuerzas de la intolerancia acaben con él.

Eso, digámoslo, es un punto de similitud entre el yihad y movimientos terroristas convencionales como el IRA y la ETA. Los grupos terroristas se mantienen debido a una falta de confianza de lado de sus objetivos.

El IRA, por ejemplo, calculó correctamente que los ingleses tenían la capacidad, pero no la voluntad, de aplastarlos totalmente, Sabían así que mientras que nunca podrían triunfar militarmente, tampoco nunca podrían ser derrotados. Los islamitas han razonado de la misma manera.
La única diferencia es que la mayoría de las guerras terroristas está altamente localizada. Tenemos ahora la primera verdadera insurgencia terrorista global porque los islamitas miran el mundo entero en la misma forma que el IRA contempla los territorios de Fermanagh.
Lo quieren para sí, y han calculado que nuestra civilización carece de voluntad para impedírselo.

En The New Criterion pasamos mucho tiempo atacando a las elites, y tenemos derecho a hacerlo. Las esferas dirigentes de la cultura han sido una desgracia en las últimas décadas. Pero si fuera sólo un problema con las elites, no sería tan serio.
Las turbas pudieran alzarse y colgarlos de los faroles -escenario no improbable en ciertos países del continente.
Pero ahora el problema va más allá de los grupos dirigentes. La anexión gubernamental de la mayoría de las responsabilidades claves de la vida - crianza de los hijos, cuidar de los padres ancianos - ha cambiado profundamente la relación entre el ciudadano y el estado.
En algún momento -yo diría que la socialización del cuidado de la salud - se cruza una línea y es muy difícil persuadir a una ciudadanía, cuando está disfrutando tanta prodigalidad gubernamental, a que dé marcha atrás. Recientemente, en National Review, saqué a colación esa línea que Gerald Ford siempre usa para congraciarse con las audiencias conservadoras:

"Un gobierno que es suficientemente grande como para darle todo lo que usted quiere, es suficientemente grande para quitarle todo lo que tiene". En realidad, las dificultades empiezan mucho antes de ese punto.
Un gobierno que es suficientemente grande como para darle todo lo que quiere, no es todavía suficientemente grande como para hacer que usted devuelva algo.

Eso es lo que están descubriendo las clases políticas francesas y alemanas.

Vuelva a esa lista de conflictos locales que mencioné. La yihad ha resistido durante mucho tiempo contra enemigos muy fuertes. Si usted es audaz contra los israelíes, los rusos, los indios y los nigerianos, ¿por qué no puede pensar que también pudiera serlo contra los belgas, los españoles y alemanes?

De modo que los yihadistas no están haciendo más que empujarnos por el trasero mientras caminamos sonámbulos hacia el precipicio. Cuando digo "sonámbulos" no es porque seamos una cultura hastiada de la vida. Al contrario, una de las señales más claras de nuestro declinar es la forma en que gastamos tanta energía en preocuparnos por lo que no lo merece.

Si ustedes han leído el libro -entre los más vendidos- "Colapso: cómo las sociedades deciden fracasar o triunfar", de Jared Diamond, recordarán que él explica minuciosamente como las islas de Pascuas se han destruido porque talaron sus árboles.


Aparentemente, es por eso que no son miembro del G-8 o del Consejo de Seguridad de la ONU. Lo mismo con respecto a los groenlandeses y los mayas y los curiosos ejemplos de sociedades seleccionados por Diamond. En verdad, según el autor, casi todas las sociedades colapsan porque talan sus árboles.

El pobre Diamond no puede ver el bosque por su obsesión con los árboles (Rusia está colapsando aunque está haciendo una gran reforestación). Una de las formas en que "las sociedades escogen fracasar o triunfar" es al escoger de qué preocuparse.

El mundo occidental ha dado más riqueza y comodidades a más de sus ciudadanos que cualquier otra civilización en la historia. Como pago hemos desarrollado un gran culto a la preocupación.

Ustedes conocen los clásicos del género: en 1968, en su libro, de los más vendidos, "La bomba demográfica”, el eminente científico Paul Ehrlich declaró:
"En los 1970 el mundo atravesará hambrunas -cientos de millones de personas van a morir de hambre".
En 1972, en su famoso estudio "Los límites del crecimiento", el Club de Roma anunció que el oro se agotaría en el mundo
para 1981, el mercurio
para 1985, el estaño
para 1987, el zinc
para 1990, el petróleo
para 1992, y el plomo
el gas para 1993.

Nada de eso sucedió. En verdad, está sucediendo lo opuesto. Estamos casi inundados de recursos, pero se nos está acabando la gente, sin las cuales nada de lo demás importa. Rusia es el ejemplo más obvio: es el país más grande de la tierra, está lleno de recursos naturales y, sin embargo, está muriendo, su población disminuye en forma calamitosa.

Según el estado de ánimo de nuestras elites, cualquier cosa que sucede, de terrorismo a tsunamis, sólo puede ser entendido, por defecto, como derivado de lo pernicioso de la civilización occidental.

Como escribió Jean-Francois Ravel, "Está claro que una civilización que se siente culpable de todo lo que es y hace, carecerá de la energía y convicción para defenderse."

Y aunque ninguno de los pronósticos de los apocalípticos de los 1970 se realizó, eso sólo quiere decir que, en treinta años, el fin del mundo tiene que actualizarse.
El tiempo de llegada, según los estimados corregidos, es el 2032. Es decir, en 2002, el panorama ambiental global de las Naciones Unidas predijo "la destrucción del 70 por ciento del mundo natural en treinta años, extinción masiva de las especies... más de la mitad del mundo estará afectado por carencias de agua, con el 95 por ciento de la gente del medio oriente con severos problemas... 25 por ciento de todas las especies de mamíferos y 10 por ciento de los pájaros estarán extintos, etc., etc.

En 450 páginas. O, para abreviar, como dijo el periódico The Guardian: "A menos que cambiemos nuestra conducta, el mundo afronta el desastre".


Bien, aquí va mi predicción para el 2032: a menos que cambiemos nuestra conducta, el mundo afronta un futuro donde el ambiente tendrá muy buen aspecto. Si usted es un árbol, o una roca, estará muy bien. Son los italianos y los suecos los que estarán afrontando la extinción y la pérdida de su hábitat natural.

No habrá ningún Apocalipsis ambiental. El petróleo, el carbón, las emisiones de dióxido de carbono, la deforestación, ninguna de esas cosas merece preocupación.
Lo que es preocupante es que empleamos mucho tiempo preocupándonos de cosas que no merecen preocupación y que no nos preocupamos de cosas de las que debíamos preocuparnos.

Durante 30 años nos han llamado en infinitas ocasiones a despertarnos por problemas que no tenían por qué perturbar nuestro sueño. Pero para los muy reales cambios en nuestra sociedad, que no nos causan remordimiento, los que en verdad amenazan nuestro futuro, permanecemos profundamente dormidos.

El mundo está cambiando dramáticamente, ahora mismo, y expertos histéricos cotorrean sobre una hipotética disminución del camarón antártico que puede suceder, concebiblemente, tan lejos de ahora, que es improbable que para entonces quede vivo alguno de los preocupados ambientalistas japoneses o italianos a ser devastado (por ese hecho)...

En una economía globalizada, los ambientalistas quieren que nos preocupemos de que el capitalismo del Primer Mundo imponga sus normas sobre un Tercer Mundo bucólico, pastoral y primitivo.
Sin embargo, en tanto que la "globalización" sea una amenaza, el verdadero peligro es precisamente lo opuesto -que las peculiaridades del atraso puedan saltar instantáneamente al primer mundo.

Los cerdos son bienes valiosos, y duermen en la sala, en la China rural, y de pronto una enfermedad respiratoria desconocida está matando gente en Toronto, simplemente porque alguien montó en un avión.

Esa es la forma en que hay que mirar el islamismo.

Nos inquietamos sobre los McDonalds y Disney, pero la historia del gran éxito de la globalización es la forma en que los sauditas han tomado una brutal, oscura e irrelevante forma del Islam, practicada por beduinos errantes, y la han exportado exitosamente al corazón de Copenhague, Rótterdam, Manchester, Buffalo...

¿Cuál es mejor? ¿Una globalización que exporta hamburguesas de queso y canciones populares o una que exporta los aspectos más feroces de su cultura? Cuando se trata de predecir el futuro, la tasa de natalidad es lo más cercano al realismo.

Si sólo un millón de bebés nacen en 2006, es difícil conseguir dos millones de adultos para que entren en la fuerza laboral de 2026 (ó 2033 ó 2037, ó cuando terminen de superar el manejo de sus cóleras o se gradúen de sus estudios grotescos).

Y la información seria sobre bebés en todo el mundo es que se están agotando más rápido que el petróleo.
La tasa de fertilidad de "reemplazo", i.e., el número que se necesita para el menos tener una población estable, que no disminuya, es de 2.1. bebés por mujer.
Algunos países, están muy por encima: el líder mundial de la fertilidad, Somalia, es 6.91, Afganistán 6.78, Yemen 6.75.

¿Han advertido que tienen en común esas naciones?

Siga bajando en la lista de los cien más fértiles y eventualmente encontrará a Estados Unidos, manteniéndose justo en la tasa de reemplazo, con 2.07 por mujer,
Irlanda 1.87,
Nueva Zelanda 1.79,
Australia 1.76.
Pero la tasa de fertilidad de Canadá está en 1.5, muy por debajo de la tasa de reemplazo;
Alemania y Austria están en 1.3,
Rusia e Italia en 1.2,
España en 1.1, a mitad de la tasa de reemplazo, Es decir, la población de España disminuye la mitad en cada generación.

Para 2050, la población de Italia habrá disminuido en un 22%, Bulgaria en un 36%,
Estonia en un 52%.
En Estados Unidos la tendencia demográfica sugiere que los estados azules deberán solicitar membresía honoraria en Estados Unidos: en las elecciones de 2004, John Kerry ganó los 16 estados con la más baja tasa de natalidad; George Bush ganó 25 de los 26 estados con la más alta.
Para 2050 habrá cien millones menos de europeos, 100 millones más norteamericanos, la mayor parte de los estados rojos.

A medida que se marchita la fertilidad, las sociedades envejecen: Japón y Europa parecen encaminarse a ser más viejas que sociedad funcional alguna lo haya sido jamás.
Y sabemos lo que viene después de la vejez, Estos países dejarán de contar, a menos que encuentren la voluntad de cambiar sus procedimientos.

¿Es eso probable? No lo creo. Si se mira a los resultados de las elecciones europeas -más recientemente en Alemania- no es difícil concluir que, aunque los electores están insatisfechos con sus establecimientos políticos, están insatisfechos principalmente porque les molesta que se les pida reconsiderar sus beneficios gubernamentales y, aunque estos sean insostenibles de aquí a una generación, no tienen ninguna intención de reconsiderarlos.

El poder ejecutivo escocés recientemente se retractó de una propuesta a aumentar la edad de los trabajadores públicos escoceses. Actualmente es de 60 años, que es agradable pero insostenible.
Pero la reacción del trabajador común escocés es que ése es un problema de otros.
El trabajador común alemán trabaja un 22% de menos horas que su contrapartida norteamericana, y ningún político que quiera permanecer electoralmente viable propondrá cerrar la brecha en cualquier forma significativa.

Esta no es una diferencia cultural de hondas raíces entre el viejo y el nuevo mundo. Se origina en, digamos, los 1970.
Si alguien quisiera responsabilizar a alguien, se pudiera argumentar que es producto de la presencia militar norteamericana.

Esa seguridad estadounidense liberó los presupuestos europeos: en lugar de tener que gastar dinero en cañones, se pudieron concentrar en mantequilla y en halagar a los votantes. Si el problema de Washington es que estos no son aliados serios, entonces, ¿de quién es la culpa? ¿Quién, en los años después de la Segunda Guerra Mundial, creó la OTAN como una alianza militar posmoderna?
El "mundo libre", como los norteamericanos lo llamaron, fue un viaje gratis para todos los demás. Y, habiendo sido liberados de las responsabilidades primarias de ser nación, es apenas sorprendente que las naciones europeas tengan poco deseo de compartir la carga.
En realidad, los absurdamente pródigos niveles del cuidado de la salud pública en el continente son subsidiados por los contribuyentes norteamericanos.
Y este persistente ablandamiento de vastos sectores de Occidente los ha hecho incapaces de resistir una fuerza primaria como la del Islam.


No hay una "bomba demográfica". Nunca la hubo. Las tasas de nacimiento están declinando en todo el mundo -eventualmente cada pareja en el planeta pudiera decidirse a optar por el modelo occidental yuppy de tener, a los 39 años, un bebé diseñado.

Pero la demografía es un juego del último hombre en pie. Los grupos que sucumban últimos a la apatía demográfica tendrán una enorme ventaja.
Ya en 1968 Paul Ehrlich y semejantes entendían que la llamada explosión demográfica era en realidad un ajuste masivo de la población.
Del aumento de la población mundial entre 1970 y 2000, el mundo desarrollado respondía por menos del 9%, mientras que en el mundo musulmán era del 26%.
Entre 1970 y 2000, el mundo occidental declinó de casi un 30% de la población mundial a un poco más del 20%, el mundo musulmán, de alrededor de un 15%, creció hasta un 20%.

1970 no parece ser hace mucho tiempo. Si usted es de la edad que suelen ser muchos de los que hoy dirigen el mundo occidental, sus pantalones son más estrechos de lo que eran entonces, y su pelo menos llamativo, pero el paisaje de su vida - la apariencia de su casa, el diseño de su automovil, la forma de sus útiles de cocina, las marcas de las cosas que tiene en su refrigerador -no es significativamente diferente. Aparte de Internet, el teléfono celular y los CD, todo en su mundo parece ser lo mismo, ligeramente modificado.

Y sin embargo, el mundo está completamente alterado. Sólo para coronar esas desnudas estadísticas:
En 1970, el mundo desarrollado tenía una porción de la población mundial que era el doble de la musulmana: 30% a 15%.
En el 2000 eran la misma: cada uno tenía alrededor del 20%.
¿Y para el 2020?


De forma que la población mundial es mucho más islámica de lo que era entonces, y mucho menos "occidental".
Europa es significativamente más islámica, habiendo recibido durante ese período unos 20 millones de musulmanes (oficialmente)- o el equivalente de la población de cuatro países de la Unión Europea (Irlanda, Bélgica, Dinamarca y Estonia). El Islam es la religión de más rápido crecimiento en Occidente. En el Reino Unido, más musulmanes que cristianos asisten semanalmente a los servicios religiosos.

¿Pueden seguir estas tendencias por otros treinta años sin tener consecuencias? Al final de este siglo, Europa será un continente después de la bomba neutrónica: Los grandes edificios estarán aún en pie, pero habrá desaparecido la gente que los construyeron.

Estamos viviendo en un período notable de la auto-extinción de las razas que, para bien o para mal, formaron el mundo moderno.

¿Cómo será Europa al final de este proceso? ¿Quién puede saberlo?
Por otro lado, hay algo que puede decirse acerca de que Estados Unidos encontrará más fácil tratar con una Europa islamizada que con Chirac, Schroeder y compañía.

Por otra parte, dado el historial de Europa, llegar a ese punto puede resultar muy sangriento. Pero, sea como fuere, esto es un verdadero campo de batalla. Los alocados de al Qaida nunca podrán encontrar suficientes pilotos suicidas para volar suficientes aviones contra suficientes rascacielos para derribar a Estados Unidos.

Pero, a diferencia de nosotros, los islamitas piensan a largo plazo y, dada su ventaja demográfica en Europa y el tono de sus emergentes grupos cabilderos musulmanes, lo que persiguen estrellando aviones contra edificios lo pueden obtener con sólo esperar unos pocos años más. Si los rascacielos serán de ellos ¿para qué derribarlos?

La segunda mitad de la decadencia y caída de las grandes civilizaciones sigue un patrón familiar: abundancia, flojedad, decadencia, extinción.

Usted no se nota deslizándose por esas etapas, porque usualmente hay a mano un politicón seductor que provee una consigna taimada, auto engañosa -como aquella de Bill Clinton: "Se trata del futuro de nuestros hijos"...

Nosotros, en la derecha, pasamos los 1990 ridiculizando jubilosamente la tediosa invocación del Sr. Clinton, que lloviznaba como jarabe sobre todo, desde la guerra de Kosovo hasta las asignaciones para carreteras. Pero la mayor parte del Occidente no puede ni si siquiera copiarle sus lugares comunes.

Una sociedad que no tiene niños no tiene futuro.

La permanencia es la ilusión de cada era. En 1913 nadie pensó que los imperios rusos, austriaco, alemán y turco habrían desaparecido cinco años después.

Después de los años setenta, todos aquellos que tildaban a Reagan de "burro amable" (en la frase de Clark Clifford) nos aseguraban que la Unión Soviética estaba aquí para quedarse.
La posición de los analistas de la CIA sobre Alemania oriental es que era la novena potencia económica del mundo...En 1987 no había ninguna avalancha de expertos prediciendo la caída inminente de la muralla de Berlín, el Pacto de Varsovia y la misma Unión Soviética.

Sin embargo, aun en las normas mínimas de estos desgraciados precedentes, las así llamadas civilizaciones post cristianas -como un prominente funcionario de la Unión Europea me describió su continente- están más inclinadas que las sociedades tradicionales a confundir tiempo presente con rasgo permanente.

Las culturas religiosas tienen un mucho mayor sentido tanto de pasado como de futuro, como lo hacíamos hace un siglo, cuando hablábamos de la muerte como de la forma de unirse a "la gran mayoría de un mundo no visto". Pero si el punto de partida del secularismo es que esto es todo lo que hay, no hay que sorprenderse de que, conscientemente o no, inviertan el aquí y ahora con muchos mayores poderes de resistencia de los que nunca realmente ha tenido.

La idea de que el progresivo estado de bienestar europeo es el lugar de descanso permanente del desarrollo humano fue siempre idiota; ahora sabemos que lo es, y en forma suicida.

Para evitar el colapso, las naciones europeas tendrán que admitir inmigrantes a una tasa que ninguna sociedad estable ha intentado nunca.

La CIA predice que la Unión Europea colapsará hacia el 2020. Dado que la CIA se ha equivocado en casi todo durante medio siglo, eso sugeriría que la Unión Europea está asegurada de ser el coloso del nuevo milenio.
Pero inclusive un agente fracasado acierta dos veces por generación.

El dato del colapso de la Unión Europea es, si acaso, un estimado cauteloso. Parece más probable que, dentro de los dos próximos ciclos de elecciones europeas, las contradicciones internas de la Unión Europea se manifestarán en la forma acostumbrada, y que para 2010 estaremos contemplando, cada noche, edificios ardiendo, motines callejeros, y asesinatos en la cadenas de noticias norteamericanas.

Inclusive, si logran evitar eso, la idea de una Europa sin niños rivalizando militar o económicamente con Estados Unidos es risible.
En algún momento de este siglo habrá 500 millones de norteamericanos, y lo que quede de Europa será o muy viejo o muy musulmán.

Japón enfrenta el mismo problema. Su población está en declive absoluto, la primera ladera suave de una espiral de muerte de la que es muy improbable que pueda remontarse.
¿Será Japón una central económica si está poblado de coreanos y filipinos? Muy posible.
¿Lo será Alemania si poblada por argelinos? Eso es mucho más difícil...

¿El mejor escenario? El continente terminará como una Viena con tasas de impuesto suecas.

¿El peor escenario? Sharia, alrededor de 2040; semi-Sharia bastante antes, y ya estamos viendo una corriente en esa dirección.

En Julio de 2003, hablando ante el Congreso norteamericano, Tony Blair señaló: "Como lo sabe Inglaterra, todo poder predominante luce por algún tiempo invencible pero, de hecho, es transitorio. La cuestión es: ¿qué dejas atrás?

Excelente pregunta. La Gran Bretaña nunca más esgrimirá el poder incontestable que disfrutó durante su apogeo imperial, pero el legado británico perdura, en un grado u otro, en muchos de los actores claves en el mundo de hoy -Australia, India, Sudáfrica - y en docenas de islas estado del Caribe al Pacífico.

Si alguna vez China toma su lugar como nación avanzada, será porque la República Popular aprende más del Hong Kong británico que lo que Hong Kong aprende del librito rojo.
Y, por supuesto, el poder dominante de nuestro tiempo deriva su carácter político de los súbditos británicos del siglo XVIII, que llevaron las ideas inglesas un poco más allá de donde la Madre Patria estaba dispuesta a ir.

Una década y media después de la victoria en la Guerra Fría y el triunfalismo del "fin de la historia", la cuestión de "¿qué dejamos atrás?" es más urgente de lo que la mayoría de nosotros esperaba. "El Occidente", como concepto está muerto, y como cuestión de hecho demográfico, está muriendo.


¿Cómo serán Londres, o París, o Ámsterdam, a mediados de los 2030?

Si los políticos europeos no hacen esfuerzos serios durante esta década para destetar al populacho de sus insostenibles semanas de 35 horas, retiro a los 60, etc., entonces, para mantener los actuales niveles de pensiones y beneficios de salud, la Unión Europea necesitará importar tantos trabajadores de Africa del Norte y el Medio Oriente, que estará bien en camino hacia una mayoría islámica para el 2035.

Como están las cosas, los musulmanes son hoy la primera fuente de crecimiento de población en las ciudades inglesas. ¿Puede una nación hacerse crecientemente islámica en su carácter demográfico sin hacerse crecientemente islámica en su carácter político?

Esto debiera ser la cuestión izquierdista. Soy conservador- no estoy enteramente de acuerdo con el programa islámico en cuanto a decapitar sodomitas se refiere y todo lo demás, pero estoy de acuerdo en que Britney Spears se viste como una mujerzuela: en eso estoy con los talibanes.

¿Por qué pues, si su gran tema es el feminismo, o el aborto, o el matrimonio homosexual, está usted tan seguro de que el culto a la tolerancia prevalecerá una vez que la mayoría demográfica en su sociedad es alegremente intolerante?
¿Quiénes, después de todo, serán las primeras víctimas de las tasas de nacimiento colapsadas en Occidente?

Aún si se adoptara la posición optimista de que Europa será capaz de resistir la creciente imposición del Sharia que actualmente envuelve a Nigeria, queda el caso de que el mundo musulmán no se destaca por darle mucha oportunidad al "derecho de la mujer a escoger", en ningún sentido.

Yo vi la gran manifestación por el aborto en Washington en 2004, donde Ashley Judd y Gloria Steinen fueron aclamadas por mujeres esgrimiendo cartelones de "Aparta a Bush de mi cuerpo", y pensé que era el equivalente de una reunión para tomar té en la Rusia Blanca de 1917.


Dando prioridad al "derecho a la mujer para escoger", las mujeres occidentales están entregando sus sociedades en manos de gente más patriarcal que un padre de las comedias de 1950.
Si alguna de esas mujeres manifestándose por sus "derechos reproductivos" todavía tienen niños, les agradaría reflexionar sobre realidades demográficas. Es sumamente improbable que una niñita que nazca hoy pueda pavonearse, cuando tenga 40 años, en manifestaciones del París o Ámsterdam eurábicos, cantando "fuera las manos de mi cuerpo".

Justo antes de la elección de 2004, la eminente analista política Cameron Díaz apareció en el programa de Oprah Winfrey para explicar lo que estaba en juego.

"Las mujeres tienen tanto que perder. Quiero decir, pudiéramos perder el derecho a nuestros cuerpos. Si usted piensa que la violación deba ser legal, entonces no vote. Pero si usted cree que usted tiene un derecho a su cuerpo", le aconsejó a los espectadores de Oprah, "entonces usted debe votar"

Pobre Cameron. Un par de semanas más tarde, la gente asustada ganó. Ella perdió todos los derechos sobre su cuerpo. A diferencia de Alex Baldwin, no pudo ni irse a vivir a Francia.


Pero después de rotular la elección presidencial como un referendo al derecho a la violación, Cameron Díaz pudiera estar interesada en saber que la espera en el futuro.

En su libro "La Cuna Vacía", Philip Longman pregunta:
"¿De dónde vendrán los niños del futuro?
En forma creciente vendrán de gente que está en conflicto con el mundo moderno.
Tal tendencia, de mantenerse, pudiera conducir la cultura humana fuera de su curso orientado por el mercado, individualista, modernista, creando gradualmente una cultura anti-mercado, dominada por el fundamentalismo: una nueva Edad de las Tinieblas".

Conclusión para Cameron Diaz: Hay por ahí cosas peores que John Ashcroft.


Hay que reconocer el punto de Longman. Los reflejos de los liberales occidentales hacen que siempre que se formule la pregunta de si dentro de dos o tres generaciones habrá algunos italianos viviendo en la zona geográfica marcada como Italia, ellos griten "¡racismo!"

Por supuesto que preocuparse sobre que porción de la población será "blanca" es grotesco e inapropiado. Pero no es cuestión de raza, sino de cultura.
Si el 100% de su población cree en la democracia liberal pluralista, no importa que el 70% sea "blanca" o sólo lo sea el 5%.
Pero si una parte de su población cree en la democracia liberal pluralista y la otra no, entonces es una cuestión importante si la parte que lo cree es un 90%, o sólo un 60%, 50% o 45%.

Desde que el Presidente anunció la llamada "Doctrina Bush" -el plan de promover la libertad a través del mundo árabe- innumerables "progresistas" han afirmado, rutinariamente, que no hay evidencia de que los musulmanes quieran libertad y que, en verdad, el islamismo es incompatible con la democracia.


De ser así, no es un problema para el Oriente Medio de hoy sino para la Europa de pasado mañana. De acuerdo con una encuesta hecha en 2004, más del 60% de los musulmanes en Inglaterra quiere vivir bajo el Sharia - en Inglaterra.
Si "una población en conflicto con el mundo moderno" es el más acelerado grupo procreador del planeta -si hay más naciones islámicas, más musulmanes fundamentalistas dentro de esas naciones, más y más musulmanes dentro de las naciones no-musulmanas, y más y más musulmanes representados en más y más instituciones transnacionales

-¿cuán segura es una apuesta sobre la supervivencia del "mundo moderno"? No muy buena.
"¿Qué deja usted atrás?" preguntó Tony Blair.


Habrá muy pocos y muy viejos alemanes, franceses e italianos a mediados de este siglo.
¿Que dejarán atrás?
¿Territorios que portarán sus nombres y mantengan algunos de sus viejos edificios?
¿O entenderán las moribundas razas europeas que el único legado que importa es si los pueblos que vivirán en esas tierras después de ellos van a compartir la democracia pluralista, liberal?

Es la demografía, estúpido. Si pueden conseguir la voluntad de cambiar de curso, entonces
"¿Qué deja usted atrás?" es la única pregunta que importa".

POR MARK STEYN
04- Enero-2006 12:01 a.m. Est
El Sr., Steyn es columnista sindicado y crítico teatral de The New Criterion, en cuya edición de Enero apareció este artículo.