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27.3.07
El retorno del imán escondido
“En 1940 sabíamos quiénes éramos, sabíamos quién era el enemigo, sabíamos cuáles eran los peligros y cuáles eran los problemas. En nuestra isla, sabíamos que prevaleceríamos, que los americanos serían incorporados a la lucha. Hoy es distinto. No sabemos quiénes somos, no sabemos cuáles son los problemas, y seguimos sin entender la naturaleza del enemigo”.
Bernard Lewis.
Bernard Lewis, cumplió 90 años esta primavera, británico, afincado en los Estados Unidos, profesor emérito sobre estudios de Oriente Próximo, ampliamente reconocido como un gran conocedor de los países islámicos. En definitiva, si la palabra todavía significa algo, un sabio.
Es autor de numerosos libros sobre la materia, alguno de ellos de enorme difusión – al menos en el ámbito anglosajón – como “What went wrong?” (¿Qué ha fallado?) Su capacidad previsora, la ha manifestado en diversas ocasiones. Quizá la más notoria fuera en el año 1998 cuando escribió para la edición de noviembre de la revista “Foreign Affairs” un curioso artículo titulado “Licencia para matar” que analizaba detenidamente la declaración de un entonces poco conocido ben Laden, sacada de un diario editado en Londres en árabe, llamado Al-Quds-Al-Arabi.
En este texto, a la par que traducía la “fatwa” del saudí, explicaba de dónde venían las reivindicaciones del personaje. Hacía especial hincapié en la relevancia de los hechos históricos poniéndolos en el contexto de las personas hacia quienes iban dirigidos, y cómo iban a ser entendidos por ellos. Quizá sea oportuno recordar el contenido esencial de la sentencia que dicta el iluminado:
“Matar a los americanos y sus aliados, tanto civiles como militares, es un deber individual de cada musulmán que pueda hacerlo, en cualquier país en que sea posible, hasta que la mezquita de Aqsa (en Jerusalén) y la de Haram (en La Meca) sean liberadas de su garra y hasta que sus ejércitos, despedazados y descontrolados, se marchen de todas las tierras del Islam, y no puedan amenazar a ningún musulmán”.
El hecho de que fuera uno de los primeros en prestar oídos a las palabras de esta persona, debería hacernos pensar un poco en el último artículo publicado por Lewis.
En él se pregunta por la insistencia del presidente de Irán, Ahmadineyad, en retrasar su respuesta a las potencias internacionales – es un decir – acerca de su programa de armamentos nucleares.
Resulta que al parecer la insistencia en la fecha concreta del 22 de agosto responde a una concepción bastante apocalíptica de la celebración del aniversario del viaje de Mahoma a “la más lejana mezquita” generalmente identificada como la de Jerusalén, y luego al cielo, y de vuelta. Todo ello se relaciona con un supuesto fin del mundo vinculado al retorno del Imán Escondido.
Para Lewis:“Esta (la de 22 de agosto) puede ser una fecha apropiada para el final apocalíptico de Israel y, si fuera necesario, del mundo.
No es nada seguro que el Sr. Ahmadineyad planee algún acontecimiento cataclísmico precisamente para el 22 de agosto. Pero sería conveniente tener en cuenta esta posibilidad”.
Pase lo que pase, es imprescindible resaltar que quien escribe esas líneas es un profundo conocedor del Islam y de la mentalidad de los radicales que gobiernan en Irán, que se trata de una persona prudente, madura, cuidadosa y precavida, que no acostumbra a hacer declaraciones ni buscar titulares.
Pero, por responder a las promesas del título, no se demore más la referencia a aquello que hay que saber acerca de la prácticamente ignota realidad islámica, a pesar del exceso de informaciones y sucesos que no ayudan necesariamente a comprenderla.
Para empezar Lewis nos dice algo conocido: que en el Islam no existe la separación entre iglesia y Estado. Advierte que la religión es la base tanto de la identidad como de la lealtad. Ahora bien, no se trata de un concepto exclusivamente religioso, sino que es un elemento de civilización que lo impregna todo, se trata de una cultura.
¿Cuál es el significado de la ley islámica o sharia? Se trata efectivamente de una ley, no de linchamiento y terror. Es un sistema que proporciona reglas, reglas para presentar pruebas, para acusar, para defenderse, y para todo lo que el Derecho significa; lo que no quiere decir que esta sea la aplicación que recientemente ha tenido.
¿Se puede representar al Profeta, por ejemplo, en una viñeta de periódico? Toda representación del Profeta es contraria a la religión musulmana.
Siendo esto cierto no es una observancia estrictamente aplicada por los propios musulmanes. El fundamento es tratar de evitar cualquier tipo de identificación del Profeta con Dios. Otra cosa sería idolatría. Por eso son austeras las mezquitas en donde no hay cuadros, ni estatuas, sólo inscripciones. No parece que hubiese problema de idolatría en el famoso asunto de los dibujos daneses, por ejemplo. Ahora bien, no se puede insultar al Profeta. Esto plantea dos problemas, uno de fondo, y otro de jurisdicción.
¿Hasta dónde llega la jurisdicción de la ley islámica? De acuerdo con los chiíes y una minoría de suníes, la ley musulmana es aplicable a cualquier musulmán, viva donde viva. La posición mayoritaria suní es que la ley musulmana sólo se aplica a los musulmanes viviendo en tierras del Islam. Si la ofensa la comete un occidental que sea súbdito de un país islámico, debe ser acusado, juzgado y si es necesario, castigado. Eso sí, no bastaría con decir que Mahoma no es el Profeta, la acción debería ser más insultante.
Lo que no se plantea nunca, según Lewis, es la ofensa cometida por un no musulmán en un país no islámico. Según la opinión unánime de todos los doctores de la Ley, esto no es asunto de la Ley Islámica.
Lo que, puesto en la perspectiva de los famosos chistecitos daneses nos da un resultado de extraña perplejidad.
Para que los daneses fuesen considerados culpables habría que estimar que son “dhimmis”, es decir sujetos no-musulmanes de un Estado musulmán. Lewis se pregunta “¿Quiere esto decir que Dinamarca, junto con el resto de Europa, se considera ahora parte de las tierras islámicas?”
Como es sabido el insulto al Profeta no es precisamente una novedad. Se repite con frecuencia el caso de Dante, que en “La Divina Comedia” lo considera sembrador de escándalo y de cisma situándolo, de conformidad con las enseñanzas de la Iglesia Católica, en el infierno. Claro, esto es muy insultante. Pero Dante no era “dhimmi”.
En la Catedral de Bolonia hay unos cuadros que representan de manera muy gráfica la tortura de Mahoma en el infierno. Se sabe que recientemente la comunidad islámica italiana envió una queja, educada, solicitando que se cubrieran los cuadros, que son del siglo XV. Las autoridades competentes dijeron que lo pensarían. Los cuadros siguen ahí y nada ha sucedido.
¿Hay un conflicto de civilizaciones? Hay un conflicto entre la Cristiandad – los países que forman parte de la civilización occidental, con independencia de su fe efectiva o sus creencias – y el Islam. Y este conflicto surge de las similitudes, no de las diferencias.
La religión cristiana y la musulmana son exclusivas y ambas promueven el apostolado. De tal modo que cuando surge el Islam y se expande lo hace con ánimo polémico frente al cristianismo, que es un rival. El mensaje, desde el siglo VII, es claro: “vuestra religión ha sido superada; vuestro tiempo ha pasado; fuera de aquí; nos quedamos con el mundo”.
Para Lewis “En el mundo musulmán, al contrario (que en el nuestro) tienen un sentido muy vívido de la historia, una conciencia muy clara de la historia y un conocimiento sorprendentemente detallado”. Relata varios casos en que autoridades musulmanas han hecho referencias precisas a hechos históricos con la seguridad de que serían entendidas por el pueblo. Las propias alocuciones de ben Laden son ejemplos al respecto.
Tienen la convicción de que mientras el mundo musulmán ha sido regido por una sucesión de califas; el mundo de los infieles y particularmente el mundo cristiano era regido por una sucesión de poderes. “Primero los emperadores bizantinos, luego el Sacro Imperio, luego los imperios de Europa occidental y – citando a Osama ben Laden ‘En esta fase final, el mundo de los infieles estaba dividido en dos superpoderes, la Unión Soviética y los Estados Unidos”.
Lewis sostiene que para ben Laden y sus seguidores la derrota de la Unión Soviética fue cosa suya y de la yihad. Por ello declaró que “Nos hemos ocupado con éxito del más mortal, del más peligroso de los dos poderes infieles.
Ocuparnos del suave, aniñado y degenerado americano será fácil”. Y añade “Esta impresión la vieron confirmada durante los 90 cuando lanzaron un ataque tras otro generando sólo palabras de enfado y misiles mal dirigidos a lugares remotos y deshabitados”.
En el caso de la revolución islámica de Irán, hay otra interpretación. La revolución, dice Lewis, es en realidad el único título aceptado de legitimidad en Oriente Medio. De tal modo que la revolución iraní fue una verdadera revolución, en el sentido en el que nosotros hablamos de la Revolución Francesa o Soviética. Supuso un cambio brutal: social, económico e ideológico, no sólo de régimen. “La revolución iraní ha pasado por muchas fases. Ha tenido sus Jacobinos y sus Girondinos, sus Bolcheviques y Mencheviques, su Terror. Yo diría que está ahora en la fase estalinista, lo que tiene también una repercusión global”.
Para Lewis el caso de Ahmadineyad responde a la idea de que desprecia el mundo occidental y en particular a los Estados Unidos.
Como ben Laden lo cree un poder decrépito, degenerado, incapaz de resistencia real. Sobre esa base nos juzgan. “No tienen la comprensión ni la experiencia de un debate libre en una sociedad libre. Donde ven debate libre y crítica, suponen miedo, debilidad y división; y actúan de conformidad con ello, y cada día nos trae más pruebas a este respecto que proceden de Irán”. Añade “Recientemente he estado pensando acerca de 1938 (año que vivió) más que acerca de 1940. Parece que estemos en el modo de Chamberlain y Munich más que en el de Churchill”.
¿Es realista tratar de expandir la democracia en el mundo islámico? Lewis recuerda lo mucho que se ha dicho sobre un mundo de tiranos corruptos y de pueblos incapaces de vida civilizada. Y de la deducción subsiguiente que más vale tener al lado tiranos amigos que hostiles. Considera, sin embargo, que regímenes como el de Sadam Husein no tienen parangón en la historia árabe ni islámica. Opina que se trata de una importación europea.
Habría habido una primera fase, en el siglo XIX, en la que el mundo islámico se percata de su retraso y adoptan todo tipo de costumbres y métodos europeos con la mejor de las intenciones, pero con consecuencias nefastas.
Por un lado, refuerzan enormemente el poder el Estado poniendo en manos del poderoso armas y comunicaciones que nunca existieron en el pasado, dando al tirano más poder que el que nunca tuvieron los antiguos califas, ni Suleymán el Magnífico.
En segundo término, en la sociedad tradicional había muchos límites al poder del autócrata. El gobierno islámico tradicional es ciertamente autoritario, pero no despótico. Hay un rechazo tanto teórico como práctico al despotismo.
El teórico procede del hecho de considerarse pecado la obediencia a la autoridad que manda algo contrario al Corán; lo que supone una especie de equivalente al derecho de resistencia a la opresión conocido en Occidente, y podría ser el respaldo de un derecho liberal, en el sentido de limitado.
En la práctica, había todo tipo de poderes establecidos en la sociedad que actuaban como restrictivos del poder tiránico. Los mercaderes del zoco, los gremios, la aristocracia local, y los escribas que generaban sus propios jefes. Todo esto, dice Lewis, desapareció con la modernización, que fortaleció al Estado y debilitó o eliminó los factores limitadores que existían.
La segunda fase corresponde a un año concreto: 1940. En ese año los Nazis ocupan Francia, pero no llegan a sus colonias. El régimen de Vichy no puede controlarlas todas. Se encuentran ante la necesidad de elegir entre Vichy y la Francia Libre de de Gaulle. La mayoría más aplastante se queda con Vichy, lo que hace que vayan llegando los nazis.
En particular el mandato de Siria-Líbano, en la que se van implantando, no con soldados, pero sí con propaganda. Es el germen del partido Baaz, que fue adoptado simplemente porque era antioccidental, no porque tuviera otro atractivo especial.
Tras la guerra, los aliados se marchan, y los soviéticos llenan el vacío dándose cuenta de lo fácil que es transitar de un modelo anti-occidental a otro. Por ello, este régimen, sirio e iraquí, era ajeno a la tradición árabe e islámica.
Lewis afirma: “Creo en la posibilidad, no de que nosotros creemos instituciones democráticas, pero sí de que les permitamos desarrollar sus propias instituciones democráticas”.
¿El asesino suicida es una perversión del Islam? Los textos clásicos son claros acerca del suicidio; es equivalente al pecado mortal para los cristianos. Con el tiempo se produjo una evolución por fases.
En la primera se resuelve la pregunta de si es lícito lanzarse contra un enemigo superior sabiendo que esto causará sin duda la muerte. Los juristas lo consideraron admisible. Y así se quedó el asunto durante siglos.
Más recientemente se preguntaron otra cosa: ¿es permisible matarse uno mismo matando a un enemigo, siempre y cuando se elimina a un suficiente número de enemigos con ello? Y la respuesta fue que sí.
Para Lewis esto supone separarse de una tradición de más de un milenio y que, como mucho de lo que se ha desvirtuado en el Islam, el responsable es el wahabismo, que es “tan central al Islam como puede serlo el Ku Klux Klan a la Cristiandad”.
Esto lo dice a un auditorio americano, de cultura protestante, familiarizado con estos temas. A lo que remite es a una desviación del tronco común fundada en el fanatismo.
¿De dónde viene el wahabismo? Se originó en Najd, hoy parte de Arabia Saudí, en el siglo XVIII. Fue una reacción ante la percepción de que el Islam no pasaba por una buena etapa. Ha habido dos tipos de reacciones ante esta situación: o bien se intentaba modernizarse a través de una adaptación al mundo exterior, o bien se consideraba que esta imitación era indigna para un musulmán y que precisamente había que alejarse lo más posible de los infieles para refugiarse en las tradiciones islámicas más auténticas.
El wahabismo es una línea especialmente fanática y violenta de esta versión.
A partir de los años 20, con la creación del Reino de Arabia Saudí se instaló en el poder la Casa de Saud formada por jeques locales y tribales, en donde había florecido la fe wahabí. Al tomar el control de las ciudades santas de La Meca y Medina adquirieron gran poder e influencia. Por otra parte, la riqueza del petróleo, les dio recursos “más allá de los sueños del avaricioso”. Entre estas versiones extremas del Islam destaca el wahabismo, pero también está la rama Salafí y la que corresponde a la revolución iraní.
¿Es posible la integración de las minorías musulmanas en el mundo occidental? Para Lewis es natural que el musulmán en Occidente busque alguna manera de que sus hijos aprendan su religión y su cultura, y que intente encontrar alguien que las enseñe. El problema surge cuando quien lo hace es alguna institución controlada por los wahabíes; de tal modo que la doctrina que reciben estos musulmanes de Occidente es en muchos sentidos la más radical y fanática del Islam.
Lewis cuenta la historia de la enseñanza religiosa del Islam en Alemania. Al parecer, dado que se permite dar clases de religión en la escuela pública, se admite que haya clases de Islam cuando hay un número suficiente de alumnos. Los profesores, procedentes de la comunidad turca, propusieron unos libros de texto editados por el Estado turco.
Ahora bien, estos fueron rechazados por las autoridades por ser textos de un Estado. El resultado, dice Lewis, fue que los textos que se enseñan allí son ahora los proporcionados por los wahabíes, infinitamente más radicales que las versiones más modernizadas de la escuela turca.
Para concluir es menester tratar de condensar cuáles son los elementos más esenciales que permitan comprender ciertos aspectos del Islam. Por un lado, es necesario tener en cuenta esa especial sensibilidad que tienen los musulmanes por su historia.
Los acontecimientos protagonizados por el Profeta, los hechos de la creación y expansión del mundo musulmán – en lo que tiene cierta relevancia evidentemente Al Andalus – suscitan mucho interés y generan discusiones y tomas de posición. La historia importa.
De los términos occidentales que tienen especial relevancia desde el punto de vista de la organización política, el mundo musulmán tiene problemas para comprender la idea de “libertad política” y la de ciudadanía, pero no tanto las de igualdad o justicia. Esto remite a la posible limitación del tirano ya mencionada. En este sentido es importante que el que mande, consulte.
Esta limitación del poder se funda en la existencia de poderes tribales y, en general, procedentes de la sociedad que hay que respetar. De tal modo que el sistema más tradicional de gobierno cuenta con la consulta y el contrato. También es relevante la designación del que manda, que se hace generalmente por reglas sucesorias, pero que no excluye, de hecho según la tradición de los juristas prefiere, la técnica de la consulta con los que tienen importancia social.
De ahí que los enemigos de la democratización del Islam estén formados por grupos de intereses muy diversos. El grupo más importante es el configurado por los islamistas fundamentalistas, que la identifican con Satán quien, en el Corán, es sobre todo la figura de la tentación. Cuentan con un arma poderosa, pues mientras los reformistas hablan un lenguaje que no entiende bien la población, es muy sencillo para los fundamentalistas apelar a las tradiciones comunes, y a la sospecha frente al mundo occidental.
En esta perspectiva fundamentalista cobra un papel esencial la presencia del grupo de la Hermandad Islámica creado en 1928 en Egipto, pero también el carácter catalizador de la revolución islámica iraní. Estos grupos entienden como un peligro muy sustancial la implantación de una democracia mayoritariamente chií en Irak, al lado de los chiíes fundamentalistas de Irán.
Los otros interesados actualmente relevantes son los fundamentalistas suníes. Particularmente la secta wahabí. Estos son los que creyeron haber derrotado a la Unión Soviética y que se consideran en condiciones de acabar más fácilmente con los degenerados occidentales.
Para Lewis, hay razones para pensar que en unas elecciones los fundamentalistas tienen más facilidades de acceder al poder. Por un lado, hablan un lenguaje familiar a los musulmanes comunes. Además usan el púlpito para expandir su mensaje, lo que llega más que un mensaje procedente de otros modos y maneras occidentalizados.
Por otra parte, se encuentran más cercanos a los menesterosos proveyéndolos con sus cuidados, lo que contrasta con los tiranos; aunque en este caso el mal ejemplo de la revolución iraní, que no ha mejorado la realidad social de sus súbditos, puede actuar favorablemente para los modernizadores.
“Por último, y esto es quizá lo más importante, los partidos democráticos deben permitir ideológicamente la existencia de los fundamentalistas. Mientras tanto, los fundamentalistas no se sienten igualmente obligados y al contrario consideran su misión cuando llegan al poder la supresión de la discrepancia y el descreimiento”.
Pero, en definitiva: “En el presente, hay dos miedos relativos a la posibilidad del establecimiento de una democracia en Irak. Uno es el miedo de que no se logrará, un miedo expresado por muchos en Estados Unidos y que es prácticamente un dogma en Europa; el otro miedo, mucho más urgente entre los círculos de poder en Oriente Medio, es que se logrará.
Claramente, una auténtica sociedad libre en Irak supondría una amenaza mortal a muchos de los gobiernos de la zona, incluyendo tanto a aquellos que son enemigos de Washington, como aquellos que son sus aliados”.
Quizá sea más sencilla y tranquilizante la reiterada repetición de mensajes enlatados renunciando deliberadamente a cualquier conocimiento real de la situación presente, pero seguramente es más sensato y racional actuar como occidentales tratando de descubrir la verdad. Con ella, probablemente estemos en mejores condiciones de hacer frente a las amenazas que nos acechan.
Gracias, Mr. Lewis.
Por: Juan F. Carmona Choussat es Licenciado y Doctor en Derecho por la UCM, Diplomado en Derecho comunitario por el CEU-San Pablo, Administrador civil del Estado, y correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Su libro más reciente es "Constituciones: interpretación histórica y sentimiento constitucional", Thomson-Civitas, 2005.
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Ahmadineyad tiene su agenda apocalíptica, está claro. Esperemos que el próximo 22 de agosto no disponga de la fuerza necesaria para hacerla cumplir.
ResponderEliminarUn saludo