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26.5.07

Un desertor de la Jihad descubre Arabia Saudita

La historia, publicada en el "Sunday Times" de Londres del 21 de abril 2007 es tan curiosa como inquietante. Está firmada por Ed Hussain, presuntamente un seudónimo y su autor confiesa que hace pocos años era un ardiente islamista.

El articulista no da demasiados detalles de su vida privada, pero de su relato se infiere que vive en Londres, está casado con una británica y viajó a Arabia Saudita en misión del "British Council".

El ex militante islámico comienza por señalar que, junto con su esposa, disfrutó mucho de su nuevo y lujoso régimen de vida en Jedda: un jeep reluciente, dos piscinas, ayuda doméstica y un salario libre de impuestos. Pero su primera decepción tuvo lugar en una visita al barrio de Karantina donde vio la miseria abyecta de negros sudafricanos que viven en Arabia Saudita sin pasaportes y están alojados en chozas miserables. En ese momento recordó que Gran Bretaña, su país, había dado refugio a miles de africanos negros de Somalia y Sudán, que tenían sus mezquitas, podían llevar libremente su vida religiosa y habían recibido viviendas del Estado.

Ante esa realidad, sus sueños juveniles de la umma (comunidad islámica) le parecieron fantasiosos. Solo en el confort de Gran Bretaña los islamistas podían plantear eslóganes utópicos acerca de un solo gobierno y un estado en constante expansión para una comunidad musulmana única. La realidad árabe racista nunca aceptaría a blancos y negros como iguales.

Hussain llegó a la conclusión de que el racismo forma parte integral de la sociedad saudita. Sus estudiantes solían emplear términos despectivos para los negros africanos. Incluso árabes de piel más oscura eran considerados inferiores a los de piel más clara.

Pero no menos que el racismo le chocó el abismo entre hombres y mujeres en la sociedad. Le sorprendió el acoso a su mujer ; aunque vestía de acuerdo a la usanza musulmana con una larga "abaya" negra y se cubría el pelo con un velo, cuando le dejaba sola en el supermercado por unos minutos, los hombres que pasaban le susurraban obscenidades.

Entre otros casos de horror le contaron la historia de un trabajador filipino que había traído a su novia para vivir con él. Después de visitar una zona comercial, tomaron un taxi a casa. A mitad de camino, el chofer saudita se quejó de que el coche tenía un desperfecto y le pidió al pasajero que bajara a empujarlo. Cuando el filipino bajó para acceder al pedido, el saudita escapó con el coche a toda velocidad. Meses después, el trabajador filipino no tenía noticias de su novia. Las historias del rapto de mujeres son comunes en un país en el que los jóvenes están agobiados por la frustración sexual. En ocasión del casamiento de un amigo saudita en un hotel de lujo, las mujeres temían salir de sus habitaciones por temor a ser secuestradas por los guardaespaldas de un príncipe saudita que también se alojaba en el hotel.

¿Acaso el velo y la segregación de las mujeres no impedía la promiscuidad? Al contrario, le aseguraron sus amigos, son las estrictas normas islámicas las causantes de la frustración sexual de la juventud.

Hussain cuenta que el British Council introdujo el acceso libre a Internet con fines educativos. En pocos días los estudiantes habían bajado la más obscena pornografía de lugares prohibidos en Arabia Saudita pero de fácil acceso en conexión satelital. La obsesión por el sexo en Arabia Saudita alcanza niveles inquietantes: la violación de personas de ambos sexos ocurre con frecuencia y ocasionalmente llega a la prensa nacional habitualmente censurada.

El articulista se enteró por sus estudiantes acerca de un día de marzo de 2002 en el que la Muttawa (policía religiosa) prohibió a los bomberos entrar a una escuela en llamas porque las niñas que estaban adentro no tenían puesto el velo. El resultado de la prohibición fue que 15 jóvenes murieron quemadas, pero el wahabismo impuso sus normas de estricta separación de los sexos.

A juicio de Hussain, hay dos corrientes principales en el Islam wahabita dominante en Arabia Saudita. Una apoya a la monarquía de manera incondicional, mientras otra considera que ésta debe ser derrocada por la fuerza y el poder debe ser tomado por el clero. Osama Bin Laden y Al Qaeda apoyan a la segunda tendencia.

El 7 de julio de 2005, el día de los atentados en Londres, Hussain y su esposa cenaron con un banquero saudita que había asesorado a cuatro ministros. Ambas parejas hablaron de sus viajes y el banquero habló con satisfacción del tiempo que pasó en Londres pero no manifestó mayor preocupación por los atentados y sus víctimas. "Yo supongo que van a decir que Bin Laden estuvo detrás de los ataques. Ellos nos culparon por el 11 de setiembre."

Hussain preguntó: "En base a su educación en escuelas sauditas ¿piensa que puede haber alguna conexión entre la forma en que se enseña el Islam a los niños y la acción de los 15 sauditas el 11 de setiembre?

La respuesta fue inmediata: "No, porque los sauditas no fueron responsables. Los que secuestraron el aparato no fueron sauditas. La ausencia de su trabajo de 1.246 judíos demuestra que fueron los judíos los que estuvieron detrás de los ataques en Nueva York". La repetición de una obvia mentira no impresionó tanto al maestro británico, desertor de la jihad, como la franca y alegre admisión de algunos de sus alumnos de que querían ir a Londres para tirar bombas y matar infieles.

Su conclusión: "Mi estadía en Arabia Saudita me convenció de que el wahabismo, corriente extremista del Islam unido a un Islam politizado (islamismo) está causando un desastre tras otro en el mundo. Esta ideología de odio, en la que yo una vez creí, no es solo una amenaza para el Islam y los musulmanes, sino para todo el mundo civilizado".


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