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23.9.07

Eurabia o el Suicidio de Europa


El gran historiador Arnold J. Toynbee (1889-1975) decía que sobre la muerte de una civilización se escriben pocos libros de intriga, y ello por una buena razón.

Muy excepcionalmente hay un asesino: por lo general, se trata de suicidio. América se ve abocada a “quedarse sola” en la lucha contra el ultrafundamentalismo islámico, no –o no sólo– porque la mayoría de los gobernantes europeos sea pávida y débil frente al islam.
Quedará sola técnicamente, porque dentro de menos de un siglo ya no habrá europeos. La demografía los habrá barrido como barrió al imperio romano, el cual no cayó porque sus cuadradas legiones se hubieran vuelto menos cuadradas, sino porque la práctica extendida del aborto y del infanticidio había hecho posible que ya no hubiera más legionarios. Se reclutaba a bárbaros, incluso proclamándolos, sin comerlo ni beberlo, ciudadanos romanos.
Cuando los bárbaros se dieron cuenta de que eran mayoría, tomaron el poder.

Esta es la tesis del analista político neoconservador canadiense Mark Steyn, en su magnífico libro America Alone: The End of the World as We Know it (Regnery, Washington 2006), uno de los libros más importantes de los últimos años, que debe interesar a todos los que se tomen en serio los destinos de Europa.

Nos extinguimos

El tema del libro es el mismo que el Papa Juan Pablo II llamaba ya en 1985, con expresión destinada a pasar a la historia, el “suicidio demográfico” de nuestro continente.

En todas las partes del mundo, aquello que asombra a los no europeos es que en Europa este tema dramático no esté en el centro del debate cultural e incluso en las campañas electorales.
Ningún país de Europa Occidental tiene una tasa de nacimientos por mujer que corresponda al nivel mínimo de mantenimiento de la población (2,1 hijos por mujer) indicado por los demógrafos.

Italia con una tasa de 1,2 se dirige a convertirse en el país del mundo con el menor número de nacimientos, y ya lo sería si de los nacimientos registrados en los hospitales se excluyeran los hijos de inmigrantes residentes pero no ciudadanos italianos.
España y Alemania compiten con Italia en este triste liderazgo. Francia ha aumentado su nivel a 1,7, pero sus datos serían similares a los italianos si se excluyeran los nacidos de mujeres –inmigradas o ciudadanas francesas– de religión musulmana.
Italia, Alemania, España y Países Bajos (en este último, también, hijos de ciudadanos de religión musulmana excluidos) están por debajo del nivel en el que, según los demógrafos, es aún posible un cambio de tendencia. Esto significa que países como Italia, si la situación no cambia, reducirán a la mitad su población en el transcurso de una generación.

Cierto, las estadísticas podrán verse alteradas concediendo la ciudadanía a un alto número de inmigrantes residentes: parece ser ésta la línea del gobierno presidido por Romano Prodi [y del gobierno Zapatero también], pero se trata de un juego de naipes que, como recuerda Steyn, ya fue intentado con consecuencias desastrosas por el imperio romano.

Transformar a los “bárbaros” (palabra que no era ofensiva y que indicaba originalmente sólo a aquéllos que no hablaban latín) en ciudadanos por ley no los convertía en romanos culturalmente, del mismo modo que transformar a los inmigrantes musulmanes o chinos en ciudadanos europeos por decreto no significará hacerlos europeos por cultura y por integración.

Alemania perderá el equivalente de la población de Alemania del Este en medio siglo. España, en el mismo periodo, el equivalente al 25% de su actual población autóctona.

Entre tantas estadísticas, llama la atención una ya citada del teólogo católico estadounidense George Weigel y retomada por Steyn, según la cual en el 2050 Italia será un país “sin tías”: ya ahora la mayoría de los niños italianos son hijos únicos, pero dentro de menos de cuarenta años también los adultos serán al 60% hijos únicos de hijos únicos, personas que jamás habrán tenido la experiencia de un hermano o hermana y, por tanto, de un tío o de una tía.

Del suicidio demográfico se ocupan poco los moralistas, pero mucho los economistas; en particular, los especializados en pensiones. De hecho, en Europa Occidental, a pesar de que todos los Estados tratan de retrasar la edad de jubilación, crece inexorablemente el número de los jubilados, y en varias regiones cada trabajador debe ya soportar la carga de dos jubilados.

Algún entusiasta del “modelo europeo” piensa –aunque pocos tienen el valor de decirlo– que la eutanasia a la holandesa permitirá librarse de los mayores inútiles y así solucionar el problema. Otros entregan cifras, pero no sacan conclusiones.

El rechazo de la clase política de muchas naciones europeas a recurrir a las drásticas reformas de pensiones sugeridas por las instituciones financieras internacionales parece no derivar tanto de la compasión hacia los jubilados –o del deseo de no perder sus votos, visto que pronto serán la mayoría de los electores– como de algo mucho más deplorable: la tendencia a esconder la cabeza en la arena frente a la dramática urgencia del problema demográfico.

Como recuerda Steyn, el suicidio demográfico es también el suicidio de la socialdemocracia europea.

Eurabia

No hay ninguna garantía de que las civilizaciones duren para siempre. Su manera normal de morir es precisamente demográfica. No es necesario citar a los fundamentalistas islámicos, para quienes “quien ríe el último, ríe mejor”, y que piensan que la invasión musulmana detenida con las armas en Poitiers, Lepanto y Viena triunfará en el siglo XXI por vía demográfica, para darse cuenta de que la civilización europea corre el riesgo de acabar como la romana.

En el plazo de un par de décadas, por ejemplo, “la mayoría de los adolescentes en los Países Bajos estará constituida por musulmanes”. Veinte años después, se tratará de la mayoría de los adultos en edad laboral (o incluso de la población en general, si los holandeses prosiguen extendiendo cada dos años la ley sobre la eutanasia incluyendo nuevos casos); pocos años después, serán la mayoría de los electores.

Naturalmente, hay quien defiende que esta Eurabia (la expresión se ha hecho popular gracias a Oriana Fallaci, pero la ha acuñado el historiador británico Niall Ferguson) será preciosa.

Cuando en 1998 la selección de fútbol francesa ganó los Mundiales alineando una mayoría de jugadores que no habían nacido en Francia, la superioridad de la civilización francesa multiétnica y multirreligiosa fue sabiamente explicada en televisión no sólo por un buen número de intelectuales franceses, sino también por Walter Veltroni, el alcalde de Roma, ex-comunista y exponente destacado de la Izquierda Democrática.

El adjetivo “multirreligiosa” no era para nada redundante respecto de “multiétnica”. También la selección brasileña, que perdió la final de aquél Mundial, era evidentemente multiétnica. Pero no era multirreligiosa: los jugadores eran todos cristianos y tenían el mal gusto, en la Francia de la laïcité, de rezar colectiva y públicamente y de salir al campo santiguándose. Algunos años después, la revuelta de las periferias parisinas del 2005 ha hecho añicos aquel bonito sueño de utopía multirreligiosa armónica y feliz.

“[…] Una Europa Occidental de mayoría musulmana constituiría, muy sencillamente, una civilización distinta de la europea que hoy conocemos. Se puede discutir si será bonita o fea, pero, en todo caso, ya no será la misma.

Como escribe Steyn: “Es la demografía, estúpidos, la única cuestión importante. Europa a finales de siglo será como un continente después de una bomba de neutrones. Los grandes edificios seguirán en su lugar, pero las personas que los han construido se habrán marchado para siempre”.

7 comentarios :

  1. Anónimo23/9/07

    El problema está en que en los paises occidentales todavía estamos en una guerra civil, y esa guerra es de hombres contra mujeres. Las mujeres no queremos tener hijos porque todavía la situación no es justa para nosotras, y si no dime: ante la llegada de un hijo, ¿quien deja su trabajo para dedicarse al cuidado de la prole? ¿Quien se coge la baja por maternidad? ¿A quien le va a tocar todo el trabajo sucio? ¿Hay suficientes guarderías del estado? Todavía en una pareja es el hombre el que se desentiende del asunto. Hace años, cuando la mujer no podía tener una cuenta corriente a su libre disposición ni podía votar, pues tragábamos y lo hacíamos sin protestar. Pero nos hemos dado cuenta de que es una situación injusta para la mujer. Parir es un dolor inhumano incluso con la epidural, y el embarazo es algo que te rompe todos los planes. Mientras esto siga así las mujeres nos negaremos a tener hijos. Que alguien invente ya cómo tener hijos sin tener que sufrir todo esto. Entonces sí que habrá un relevo generacional.

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  2. Anónimo23/9/07

    en tal caso, no seria mejor que los ultimos europeos reales hicieran volar por los aires el planeta tierra???

    saludos

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  3. ¿Y como se puede vivir sin amar, sin sacrificarse por nadie, sin dolor, sin familia, sin las alegrías y disgustos de los hijos, (aunque el parto sea doloroso), sin compartir, y como compañera la soledad para no crearnos obligaciones?
    ¿Pretendes hacerme creer que trabajar (en la mayoría de los casos sin una buena carrera lo que significa trabajos sin remunerar) para otros es mas gratificante que educar unos hijos y atender a una familia? Permíteme que lo dude hay mujeres que trabajan y no les llega lo que ganan para pagar la canguro y comer fuera de casa, pero les han repetido que aguantar al publico, lavar cabezas o soportar a un empresario al tres por cuatro es la forma de sentirse realizadas, como si la libertad la dignidad y el respeto se consiguen sin merecerla y con burdas mentiras, mientras los hijos se convierten en victimas de una sociedad que se crea necesidades superfluas y no esta contenta ni del aire que respira.

    Para lograr el grado máximo de desfachatez solo se les ocurre a los ineptos gobernantes insultar a los padres ofreciendo dinero por hijo, como si traer hijos al mundo se tratara de un juego caprichoso, en vez de crear los recursos necesarios para facilitar a las familias más disponibilidad de tiempo compatible con las necesidades personales.

    El adoctrinamiento progresista esta dando muy buenos resultados de momento…pero como narra la historia, toda civilización que pierde los valores, se acaba destruyendo a si misma y Europa no será una excepción, cuando este gobernada por los musulmanes (en pocos años) y la Sharia establecida, ya veras como todos los males desaparecen y la guerra entre hombres y mujeres llega a su fin, entonces nuestros herederos fliparan, si tienen conocimiento de cómo vivíamos y no supimos valorar ni proteger la libertad conseguida.
    La vida es un aprendizaje y una lucha, con hijos y sin ellos, solo dejando de existir se encuentra la libertad absoluta… la nada.

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  4. Con el bienestar nos hizimos egoistas, y dejemos de hacer hijos. Y estos (pocos) hijos pagaron por nuestros equivocos.

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  5. Anónimo24/9/07

    Hay dos cosas por las que una persona trabaja: el dinero y la vocación. Lo primero está bien claro: hay que ganar dinero porque así funciona este sistema, para vivir y para comer es necesario trabajar. Y luego está la vocación que tiene la gente que trabaja y encima le gusta lo que hace, aquí estamos hablando de autorrealización, no de lavar cabezas o aguantar a un jefe baboso. Solo eso. Saludos a todos.

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  6. Anónimo27/9/07

    Europa tiene dos problemas bien distintos. Por un lado, su decadencia física, espiritual, moral, cultural, social..., de la que sólo los europeos somos culpables. Por otro, la pérdida de identidad europea, a la que indudablemente contribuye la inmigración extranjera. Pero digo extranjera en general, no sólo "magrebí" o "musulmana". Los judíos llevan 20 siglos queriendo pasar por europeos y no lo son. Esta aquí, entre nosotros y vosotros ni mú al respecto. EEUU son la mayor mezcolanza de razas, culturas y religiones del planeta, donde la herencia europea está desaparecida o totalmente desvirtuada, y vosotros los adoráis... Y continuando con los inmigrantes extranjeros, quedan los mestizos de Sudamérica, los africanos subsaharianos, los chinos... de los que vosotros no decís nada. Vosotros seguís erre que erre con el rollo judío de que "el problema" son los moros...

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  7. Anónimo10/4/10

    Aqui hay una cuestion legal que no siempre se dilucida en toda su magnitud y trascendencia. El status jurídico alcanzado en la mayor parte de Europa, con sus libertades y progresos, es una herencia de finales del siglo XVIII (sí, tan añeja como el siglo de las luces); es decir era producto de una aspiración legítima basada en una convivencia pan-europea cohesionada durante siglos. Nadie veía nada de malo en eso porque en la práctica eran los mismos ciudadanos con semejante modus vivendi.

    Pero los tiempos han cambiado, y como cualquier hombre de ley sabe, ninguna ley está destinada a ser pétrea, el derecho se debe modificar según las necesidades reales. Y no se ha avanzado nada para arrancar todo lo ingenuo contenido en las doctrinas de aquellos fanáticos del igualitarismo. Sencillamente porque hay que tener el valor de aceptar que los culturalmente no europeos, sobre todo aquellos que proceden de zonas atrasadas, van a causar, dependiendo del caso, alteraciones más o menos importantes. Por ejemplo, cuando fanáticos musulmanes utilizan la liberalidad de la sociedad que acogió a sus padres para asesinar a homosexuales, o los daños al ornato público por parte de "latinos" sudamericanos, hasta llegar a los atentados terroristas en EEUU, España e Inglaterra, como muchos otros intentos en Dinamarca, Alemania, etc. Eso además de la influencia regresiva (involutiva) para la cultura de nuestros jóvenes que se puede ver por ejemplo en algunas zonas con gran densidad migratoria de España. Y de EEUU ni hablar, sencillamente basta con observar lo que producía su industria del entretenimiento hace medio siglo y lo que produce hoy en día.

    Sencillamente se necesita gran honestidad y fuerza para reconocer que aquella gente no pertenece a la misma categoría de los auténticos occidentales, y otorgarles el mismo status simplemente porque nuestros gobernantes se creen al pie de la letra ese cuento mágico de hace tres siglos es como mezclar en el mismo odre el vino añejo con el recién preparado. Esto es lo que espera si no se pone coto de una buena vez, una nada agradable mezcla de buen vino (el avanzado mundo occidental) con el recién preparado vino (los inmigrantes con toda su subcultura y/o fanatismo). Yo creo que hay que darles tiempo a que desarrollen lo mejor de ellos, pero tampoco se debe caer en la necedad de minar nuestros propios logros y nuestro mundo.

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