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25.1.08

La “Islamofobia” como chantaje a la sociedad

Existe en el mundo occidental una larga tradición de crítica a la religión. La figura de Voltaire, campeón de la libertad de expresión y una de sus máximas figuras históricas, es frecuentemente invocada en los debates sobre esta cuestión. Esta tradición se encuentra en formas muy variadas que van desde la simple crítica filosófica o sociológica hasta formas de lucha contra toda forma de religión.

Para los defensores de esta tradición, la crítica de la religión es legítima y debe poder efectuarse en un marco legal. Es por ello que el uso del término "islamofobia" conlleva el riesgo de que a través de la condena activa de esta actitud sea instaurada de hecho una censura que tiene por finalidad prohibir toda crítica hacia el islam bajo la pantalla de la lucha contra la discriminación y el racismo. Una censura de esta naturaleza sería contraria a las tradiciones democráticas que autorizan todas las opiniones sobre todos los temas, entre ellos los religiosos.

El término "islamofobia" es el resultado de una campaña islamista que busca en realidad prohibir la crítica al islam y equiparar esta a una forma de delito. Sin embargo, en democracia la crítica de la religión como de cualquier otra convicción es libre y está constitucionalmente garantizada, y forma parte de la libertad de opinión y de expresión, no pudiendo ser asimilada bajo ningún concepto al racismo o la xenofobia.

La primera utilización comprobada del término data de los comienzos del siglo XX. En un libro publicado en 1921, "El Oriente visto desde Europa", sus dos autores, Étienne Dinet y Sliman Ben Ibrahim, hablan de "delirio islamófobo" en relación a una biografía de Mahoma escrita por el padre jesuita Lammens.
Posteriormente, el término sería utilizado de manera esporádica hasta mediados de los años 70, en el sentido de un rechazo de la religión musulmana y de sus textos.

Las francesas Caroline Fourest y Fiammetta Venner proponen por su parte un origen más moderno del término. Según ellas, la palabra servía para designar la blasfemia contra el islam y era empleado durante la Revolución Islámica de Jomeini. Irónicamente, el término fue utilizado para hacer callar a las mujeres de izquierda iraníes y a las feministas americanas que habían apoyado a Jomeini y su revolución islámica, pero que empezaron a criticarlo una vez que el régimen iraní estableció como obligatorio el porte del velo y empezó a practicar políticas liberticidas.

Según Fourest y Venner la palabra "islamófobo" compuesto por las raíces del árabe islām y del griego φόβος, phobos, miedo o temor, surge por primera vez en 1979 de la mano de los mulás iraníes que deseaban hacer pasar a las mujeres que se negaban a ponerse el velo [en este caso el chador] por "malas musulmanas", acusándolas de islamofobas.

Se reactivó su uso después del asunto Salman Rushdie, por unas asociaciones musulmanas británicas en sus ataques al escritor anglo-indio. En resumen: según esa tesis, los mulás y después los grupos fundamentalistas han utilizado el término para fustigar a las mujeres que se oponían a las prescripciones de la sharia, para justificar la Fatwa contra el escritor Salman Rushdie [fatua que aún no ha sido oficialmente retirada y que condena a muerte a todas las personas que han participado a la escritura y la publicación del libro "Los versos satánicos"], para condenar a muerte a la bengalí Talima Nasreen por apostasía y a otros intelectuales “que no son ni ciegos ni sordos” de origen musulmán por escritos considerados blasfematorios.

Llamar islamófobos a musulmanes moderados [tales como Irshad Manji] traiciona la agresividad de este término. Como escribe Charles Moore en el Daily Telegraph, los musulmanes moderados, "asustados ante aquello en lo que los islamistas están convirtiendo su credo", son los que más temen al islam. [Piénsese en Argelia, Darfur, Irak, Irán, o Afganistán.] "No saben encontrar el valor y las palabras para tratar decisivamente con el enorme problema que afronta el islam en el mundo moderno". Las acusaciones de islamofobia, añade Malik, están encaminadas "a acallar a los críticos del islam, y hasta a los musulmanes que luchan por la reforma de sus comunidades".

Con todo, el uso del término ha sido bastante restringido hasta el 11 de septiembre del año 2001. Su empleo aumenta sensiblemente después de los atentados de Nueva York. Frente a la amenaza terrorista, el islam entero es puesto bajo sospecha. La acusación de islamofobia [en el sentido de racismo anti-musulmán, lo que no deja de ser un contrasentido, pues raza y religión no son lo mismo] subyace en la tesis del "choque de civilizaciones" utilizado por Samuel Huntington y por muchos hombres políticos e intelectuales que oponen un islam global que respeta al pie de la letra la sharia a un Occidente que pone el acento en los derechos humanos.

Los defensores de la naturaleza "racista" de la islamofobia denuncian que esta tiene una serie de puntos que la caracterizan ["Islamophobia: A challenge for us all", Runnymede Trust, 1999, en el capítulo: "Naturaleza de la islamofobia"] Estos son:

-El islam es visto como un bloque monolítico, estático e incapaz de responder a los cambios.
-El islam es percibido como "separado" y "diferente", sin valores comunes con las otras culturas, no se ve afectado por estas ni tiene influencias sobre ellas.
-El islam es percibido como inferior a Occidente. Es percibido como bárbaro, irracional, primitivo y sexista.
-El islam es percibido como violento, agresivo, amenazante, que apoya el terrorismo y está embarcado en un choque de civilizaciones.
-El islam es percibido como una ideología política utilizada con metas políticas y militares.
-Las críticas de Occidente formuladas por el islam son rechazadas en bloque.
-La hostilidad contra el islam es utilizada para justificar prácticas discriminatorias contra los musulmanes así como su marginación en la sociedad.
-La hostilidad anti-musulmana es percibida como natural y normal.

Si alguien tiene una visión o concepción del islam en todo o en parte coincidente con estos enunciados, entonces es un islamófobo, un enfermo, pronto un criminal.

Sobre la construcción lexical del término

El sufijo "fobia" está asociado casi siempre a comportamientos patológicos [claustrofobia, agarofobia, hidrofobia, etc...] Por similitud el islamófobo es asimilado a un enfermo. Un enfermo con una especie de manía obsesiva y persecutoria contra el objeto de esa fobia. La palabra islamófobo es ideal para culpabilizar aquel contra quien el calificativo es dirigido.

Sin embargo, la raíz griega "fobia" no dice tal cosa, sólo es lo contrario de "filia" [como bibliofilia, cinefilia, islamofilia, etc...] Señala una aversión o falta de simpatía hacia personas o cosas, no implica una actitud agresiva o enfermiza en contra de ellas.
En sentido propio, la islamofobia designa simple y banalmente el hecho de no amar al islam, rechazarlo. Denunciar la islamofobia equivale a querer hacer del amor al islam un deber que hay que imponer a las personas por las buenas o las malas.

El empleo de la raíz "fobia", que posee en siquiatría y sicoanálisis una connotación de miedo paralizante, irracional, de angustia incontrolable acerca de un objeto dado, busca desacreditar el objeto de ese miedo, de esa antipatía malsana, de ese rechazo patológico.
¿Pretendemos prohibir a la gente tener tal o cual miedo, demostrar tal o cual antipatía, sentir tal o cual rechazo? ¿Alguien piensa hacer obligatorio que nos agrade lo que nos repugna, que simpaticemos con lo que nos resulta odioso, que admitamos lo que nos es intolerable, que
abracemos lo que detestamos?

La islamofobia es legítima, y además es oportuna.Pero aunque no fuese oportuna y ni siquiera bien fundada, seguiría siendo legítima.

No nos gusta el islam. Somos antiislámicos. En ese sentido estricto del término somos islamófobos, y a mucha honra. No pedimos perdón por ello ni nos escondemos. Es nuestro derecho más inalienable elegir ser, o no, islamofóbos.
El derecho a no amar ni aceptar el islam y proclamarlo así está implícitamente inscrito en nuestra Constitución, como lo está el derecho a no amar [e incluso combatir] el cristianismo, el ateísmo, el comunismo, el neo-liberalismo o las corridas de toros... Eso se llama la libertad de pensamiento y de opinión. Y esto no nos ha caído del cielo, sino que es el logro de muchos siglos de progreso y luchas por fin recompensadas.

Se intenta actualmente hacer pasar la islamofobia como un delito, y ya se están haciendo esfuerzos en diferentes países de Europa [e incluso en el Parlamento Europeo] para incluir esta figura en el Código Penal y poner fuera de la ley a los blasfemos del nuevo credo.

En esa visión inquisidora y liberticida, la islamofobia es equiparada al racismo. El islam se vuelve intocable. Criticarlo o ponerlo bajo sospecha es hacer prueba de racismo, todo oponente al islam ha de ser considerado un criminal. Esta es la nueva creencia que trata de imponer una gran parte de los medios de comunicación y de los dirigentes políticos europeos. ¿Qué se busca con ello? Se trata de sustraer la religión coránica a la crítica y al análisis, criminalizar toda oposición a la islamización de Europa.

Contestar un sistema de pensamiento o de creencias, rechazar ideas, convicciones que uno juzga, con razón o no, falsas y peligrosas, está en la base misma de la vida intelectual y de la libre discusión. No son ciertamente temas que les interese lo más mínimo a los islamistas y a sus colaboradores, pero a nosotros si.

Tenemos perfectamente el derecho de vomitar las religiones y las ideologías, las que fueran, y de criticarlas y atacarlas si nos parecen criticables y atacables. Eso es lo que se hace a diario con el cristianismo en general y muy particularmente con el catolicismo, sus jerarquías y sus seguidores, son blanco continuo de ataques, críticas y descalificaciones, no siempre acertadas y menos aún de buen gusto.
Las burlas groseras, los escupitajos gratuitos contra los cristianos, sus símbolos y sus creencias están a la orden del día. El Papa, los obispos, la Virgen María, Jesús, la madre Teresa de Calcuta, etc..., nadie se libra de este furioso campeonato de odio anticristiano, llevado a cabo por los mismos que por otra parte se derriten de ternura ante las infinitas lacras del islam.

El invento de la islamofobia cumple dos funciones: negar para mejor legitimar, la realidad de una ofensia islámica en Europa, e intimidar a los europeos para que no reaccionen ante esa ofensiva. Se trata de rehabilitar el delito de opinión para cerrarles la boca a los disidentes del pensamiento oficial, a los oponentes a esa cosmovisión de beduinos analfabetos que pretende instalarse en nuestra casa, y desplazar la cuestión del plano intelectual al plano penal. Se busca que toda objeción o reticencia se convierta inmediatamente en objeto de represalias judiciales, establecer la censura y el castigo inherente a su trasgresión. Asistimos a la fabricación de un nuevo delito análogo a lo que se hacía antaño en la Unión Soviética contra los "enemigos del pueblo": tribunal, cárcel, campo de reeducación, asilo psiquiátrico...

El chantaje de la islamofobia se inscribe naturalmente en la estrategia de expansión y conquista de Europa por el islam. Criminalizando la crítica y la oposición activa al islam y la denuncia de su objetivo de conquista y dominación, poniendo en la picota el rechazo combativo de su proyecto totalitario, que abarca no sólo Occidente sino el orbe entero, se intenta abatir un obstáculo más entre los pocos que quedan aún en pie entre el islamismo y su victoria final.

Los Gobiernos y los medios de comunicación están de rodillas o directamente a sueldo de los nuevos conquistadores.
Ninguna oposición seria y efectiva han de temer los islamistas de ese lado. Falta por ahogar las voces y encerrar los cuerpos de aquellos que se resisten por su cuenta y riesgo a someterse al nuevo orden islámico que busca imperar en Occidente y en el planeta entero.
Pero la lucha no ha hecho más que comenzar.

Como bien dice Daniel Pipes. los musulmanes deberían deshacerse de este término desacreditado y entablar en su lugar una introspección seria. En lugar de culpar a la víctima potencial por temor a que sea ejecutor, harían mejor en ponderar cómo los islamistas han transformado su fe en una ideología que celebra el asesinato, y desarrollar estrategias para redimir su religión combatiendo este mórbido totalitarismo.





(Al-Qaeda: "Vosotros amáis la vida, nosotros amamos la muerte")












Autor: Alain
Colaboración: Monmar
24/01/2008

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