Casualidad o no, las dos últimas guerras libradas en Oriente Próximo se han desarrollado en dos de los países árabes con más presencia católica: Irak y Líbano.
Como resultado, la emigración de familias cristianas pudientes ha contribuido a acentuar un proceso inquietante de desertización. La minoría sociológica de los cristianos árabes se ahonda en un entorno cada vez más hostil, alimentado por las llamadas de los líderes islamistas a hacer la guerra santa a Occidente y a hacer «tabula rasa» de siglos de convivencia -difícil pero pacífica- entre musulmanes y cristianos en tierras de Oriente.
La vida para los no musulmanes adquiere niveles intolerables en Arabia Saudí, el régimen guardián de los lugares santos de La Meca y Medina y, por lo tanto, en cierto modo paradigma para los 1.300 millones de musulmanes de todo el mundo. La alianza entre la monarquía de los Saud y la secta suní wahabí sirve de pretexto al Gobierno para aplicar una persecución sistemática de cualquier signo religioso ajeno al mahometismo.
La tesis oficial saudí, contestada por algunos ulemas, establece que no puede practicarse más religión que el Islam en la tierra donde se reveló el Corán. Como consecuencia, al menos medio millón de trabajadores católicos, en su mayoría asiáticos, están privados de lugares de culto e incluso de la posibilidad de portar una biblia o un crucifijo, razones suficientes para decretar su extradición.
La Policía religiosa -la misma que látigo en mano obliga a los musulmanes de a pie a acudir a las mezquitas durante la jornada laboral- está autorizada a llevar a cabo redadas en domicilios donde se sospeche que indios o filipinos se junten para rezar.
El régimen de catacumbas se alivia en el resto de los países del Golfo Pérsico. El obispo delegado para Arabia Saudí tiene su sede en los vecinos Emiratos Árabes Unidos, un régimen islamista moderado que -junto con el de Bahrein- permite la existencia de algunas escuelas cristianas para los inmigrantes católicos.
Qatar otorgó recientemente permiso para construir la primera iglesia del país, y Kuwait ha aceptado que el Vaticano abra en su capital la sede de la Nunciatura para toda la región del Golfo. En Egipto -que presume de ser uno de los países musulmanes más tolerantes- los cristianos coptos están proscritos para determinados puestos públicos y la construcción de iglesias sigue sometida a un régimen hiperrestrictivo.
F. de A.
24-09-2006
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Las nuevas catacumbas del siglo XXI
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