Los musulmanes franceses escogen escuelas católicas para sus hijos
Espiritualidad y un entorno tolerante, las principales causas de la elección.
Marsella. La luminosa cafetería del colegio católico Saint Mauront está inusualmente vacía. Pero existe una explicación. Es Ramadán y el 80% de los estudiantes de ese centro escolar son musulmanes. Cuando suena el timbre que anuncia la hora del almuerzo, las niñas y niños pasan por delante de los crucifijos y la gran cruz de madera que hay en el pasillo, y se encaminan a hacer su oración de mediodía.
“Aquí se respeta nuestra religión”, dice Nadia Oualane, de 14 años, que lleva el pelo cubierto con un velo negro. “En la escuela pública”, añade, señalando un edificio vecino, “no se me permitiría llevar velo”. Oulane, descendiente de argelinos, quiere ser la primera de su familia que consiga llegar hasta la Universidad.
En Francia tan sólo hay cuatro escuelas musulmanas. Por eso, los 8.847 colegios católicos con que cuenta el país se han convertido en un refugio para los musulmanes que buscan algo de lo que el sector público, sobrecargado y secularizado, carece: espiritualidad, un entorno en el que las buenas maneras cuentan tanto como las matemáticas y las buenas calificaciones.
No hay estadísticas nacionales, pero los educadores musulmanes y católicos estiman que los estudiantes musulmanes son ahora más del 10% de los dos millones de alumnos con los que cuentan las escuelas católicas del país. En los barrios multiculturales de Marsella y en la zona industrial del norte, el porcentaje puede alcanzar hasta el 50%.
La tranquila transición hacia las escuelas católicas de pago pone de manifiesto lo difícil que se ha hecho para los centros estatales —que durante mucho tiempo han sido el instrumento de integración en Francia— mantener su promesa de igualdad de oportunidades, independientemente del color, el credo o el código postal.
Tras siglos de guerras religiosas y peleas entre la naciente República y la intromisión del clero, una ley de 1905 garantizaba la libertad religiosa en una Francia predominantemente católica, pero también retiraba el apoyo financiero y el reconocimiento oficial de todos los credos. La educación y los símbolos religiosos fueron prohibidos en las escuelas públicas.
Hoy en Francia, convertida en hogar de cinco millones de musulmanes y transformada en el país del occidente de Europa en el que vive una comunidad tan numerosa de este credo, han surgido nuevos defectos. En 2004, la prohibición del velo en escuelas estatales provocó la indignación y reabrió el debate sobre una relajación de las interpretaciones de la ley de 1905.
“La laicidad se ha convertido en la religión del Estado y la escuela republicana es su templo”, ha afirmado el imán Soheib Bencheikh, un ex gran mufti —jurisconsulto islámico, capaz de interpretar la sharia (o ley islámica) y de emitir dictámenes legales o fatuas— de la ciudad de Marsella y fundador del Instituto Superior de Estudios Islámicos de dicha localidad. La hija mayor de Bencheikh va a una escuela católica. “Resulta paradójico, pero hoy la iglesia católica es más tolerante con el Islam que el Estado francés”, sentencia.
Para algunos, las cifras favorecen a las escuelas católicas, que suelen ser más pequeñas que las públicas y mucho más baratas que los colegios privados de otros países. La razón se encuentra en que en ellas, a cambio de enseñar el currículo nacional de asignaturas y estar abiertas a estudiantes de todos los credos, el Gobierno paga los sueldos de los profesores y da una subvención por alumno. Según la autoridad de enseñanza católica, el coste anual para los padres es una media de 1.400 euros para la educación primaria y 1.800 para la secundaria.
Integración
En el sistema educativo francés, altamente centralizado, el currículo nacional ordena que no se imparta ninguna enseñanza religiosa más que el estudio general de los credos y principios religiosos, como se hace en otras cuestiones en las clases de historia. La enseñanza religiosa, como pudiera ser la del catecismo católico, es voluntaria.
En Francia, las escuelas católicas son libres de admitir niñas que lleven el velo. Aunque muchas imponen la prohibición estatal, algunas, como la de Saint Mauront, toleran una versión discreta de la prenda.
“Compartimos el mismo Dios”, el argumento decisivo
Chamoux, un hombre jovial de movimientos suaves, lleva en Saint Mauront 20 años y parece conocer a cada alumno por su nombre. En su despacho abarrotado expone las virtudes de las escuelas católicas. “Practicamos la libertad religiosa, las escuelas públicas, no”, dice. “Enseñamos el currículo nacional. Y las actividades religiosas son enteramente opcionales”.
“Si prohibiera el velo, la mitad de las niñas no asistiría al colegio”, añade. “Prefiero que estén aquí, hablarles y explicarles que tienen capacidad de elegir. Muchas se lo quitan al cabo de un tiempo. Mi objetivo es que en el momento en que se gradúen tengan una opción consciente en una dirección u otra”.
¿Indulgencia o tolerancia?
Los defensores del secularismo replican que esta indulgencia podría alentar otras peticiones especiales y valores antioccidentales, como la opresión de la mujer. “El ‘chaddor’ es un signo sexista y la discriminación entre los sexos no tiene lugar en la escuela republicana”, dice el ministro de Educación, Xavier Darcos, en una entrevista telefónica. “Esa es la razón fundamental por la que estamos en contra”.
Chamoux sospecha que algunas alumnas —“una pequeña minoría” — llevan velo por presión de la familia. Reconoce que los padres piden que excluyan de clases de natación a sus hijas. Cuando se les niega, presentan un certificado médico y se pierden la clase. Hace poco se puso firme cuando los estudiantes pidieron quitar el crucifijo para las plegarias durante el Ramadán.
Si se pregunta a los padres por qué eligieron la escuela católica, la respuesta es rápida. “Compartimos el mismo Dios”, dice Zohra Hanane, que tiene dificultades para pagar los 249 euros anuales para que su hija Sabrina asista a Saint Mauront.
Katrian Bennhold
Gaceta.es
La Europa laicista que pretenden imponer muchos gobiernos se quedará en un espejismo, Europa será cristiana o musulmana, cuando los musulmanes sean la mayoría a los cristianos se les permitirá seguir existiendo aunque sea como ciudadanos de segunda y pagando un impuesto, pero los laicistas, pobres laicistas, serán los primeros en recibir el repudio de la población, ya pueden estar preparados para salir corriendo, y no digamos lo que les espera a otros colectivos que se ufanan en proclamar a los cuatro vientos sus tendencias y lo que son.
ResponderEliminarHay que reconocer que para poner en orden esta Europa (convertida en Sodoma y Gomorra y en un antro de corrupción que hace realidad el slogan del todo vale) trabajo no les va a faltar a los musulmanes, algo más que azufre y fuego van a necesitar para enderezar tanta corrupción bendecida por el progresismo laicista.
30.9.08
Los dioses no lo quieran
ResponderEliminarLibertad toda… el problema es cuando la libertad se convierte en libertinaje, el problema es cuando se pierden todos los valores y la corrupción fluye a sus anchas, es entonces cuando los imperios son ocupados por los enemigos de la libertad.
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