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19.7.10

El islamismo está en guerra con las democracias, pero los demócratas no se dan por enterados.

El autor del artículo Nahum Bergstein habla claro y alto sobre las intenciones solapadas de los musulmanes, no se puede ser más explicito, a pesar de ello nuestros dirigentes no se quieren enterar y prefieren vivir ocultando la realidad.

El próximo martes, Kurt Westergaard cumplirá 75 años. A pesar de su buen estado físico, sus expectativas de vida están comprometidas.

En el 2005, la dirección del periódico donde trabaja ­el de mayor circulación en Dinamarca­, le encargó 12 dibujos sobre Mahoma. En uno de ellos, el profeta aparece con una bomba en el turbante. Esto ocasionó reacciones dentro y más aún fuera de fronteras; esto es, manifestaciones y disturbios que dejaron casi 200 muertos, ataques a embajadas de varios países occidentales, quema de banderas y la exigencia (frustrada), de imponer un boicot a Dinamarca. K.W. comentó; "no pensé en ningún momento lo que se me venía encima" (Las citas entrecomilladas fueron extractadas de una entrevista publicada en "El País" de Madrid y reproducida por el homólogo nacional).

Desde entonces, K.W. cambió nueve veces de domicilio, vive permanentemente custodiado, y el hogar se ha convertido en una fortaleza. Esto no fue impedimento para que el pasado 1º de enero un asesino somalí vinculado a Al-Qaeda, con hacha y cuchillo, penetrara por el fondo de su casa y destruyera a hachazos la puerta de cristal blindado del living, con la intención de ejecutar la fatwa que condena a muerte a K.W. El tiempo que esto le insumió, permitió a la presunta víctima encerrarse en el baño, cuya puerta es de acero, y desde allí activó la alarma policial.

K.W. se siente apoyado por el gobierno y el ciudadano común, "pero mis colegas caricaturistas, el periódico en el que publico, y yo mismo, estamos decepcionados por la falta de apoyo de los creadores, de los intelectuales... nos han dejado tirados". Esta dualidad, dejando a un lado la contaminación política, refleja el desconcierto de los daneses, quienes han construido un modelo de sociedad abierta. (Tienen la legislación más liberal de Europa en materia de enseñanza religiosa) y asisten impotentes al calvario de K.W. (y su familia), quien comenta con amargura, "sé que la mayoría de musulmanes son pacíficos, no me agredirían, pero seguramente se alegrarían si me atacaran los extremistas".

Si la caricatura se hubiera publicado en nuestro país, en virtud de la ley antidiscriminatoria podría discutirse la apariencia delictiva de la misma, si el juez entendiere que su contenido incita al odio, desprecio o cualquier otra forma de violencia contra los musulmanes. (Dinamarca también tiene legislación antidiscriminatoria).

En el Islam, en cambio, prevalecen los textos sagrados, o sea el Corán. los dichos del Profeta, y las enseñanzas teológicas y legales transmitidas durante siglos, con la intención ­escribe Bernard Lewis­ de abrogar todos los códigos y normas, para imponer en su lugar el aparato de la sharía con sus leyes y castigos.

Esto genera una contradicción flagrante entre los principios filosóficos y jurídicos de naturaleza secular y laico que inspiran el estado de derecho, tal como se entiende en los países democráticos, y lo que establece la sharía. Por su origen divino, ésta se impone al creyente dondequiera se encuentre, sin limitaciones territoriales, por lo que el musulmán sólo estaría obligado a obedecer las leyes del país donde vive, en la medida que no contradigan la ley del Islam. Además, en las relaciones con el Islam no rige el principio de reciprocidad. La tolerancia tiene una sola mano, lo que descarta cualquier posibilidad de un reclamo correlativo en un país islámico, por parte de quienes profesen otros credos.

A raíz de la pretendida subordinación del estado de derecho a la sharía, los integristas islámicos no acudieron a los tribunales daneses por lo que consideran una grave ofensa criminal (de todos modos no son ellos quienes deben resolver si hay un delito sino el juez). La mera noción de jurisdicción y autoridad seculares, se considera una impiedad, e incluso como la mayor traición al Islam. También explica la virulencia de las reacciones desatadas por la publicación de una caricatura que entienden ofensiva, dado que la violencia para los islamistas, no sólo es una encarnación de fuerza, sino el modo natural de expresión que los acompaña desde sus orígenes.

En mi opinión, la publicación de la caricatura fue el factor detonante, como pudo ser otro hecho si se daba el caso. Aunque para oídos occidentales parezca descabellado, lo que subyace es un proyecto de conquista mundial para imponer un Islam puro, de acuerdo a lo que establecen sus textos sagrados. El objetivo inmediato es el mundo musulmán, y a largo plazo, la sumisión del mundo no musulmán. Esto no es nuevo y, por otra parte, no hacen misterio de sus designios. La novedad radica que a lo largo de las últimas décadas, y en función de una serie de acontecimientos históricos, creen que su hora está cada vez más próxima. Sus pretensiones son cada vez más ambiciosas, como lo demuestra la prueba de fuerza desatada por la caricatura que K.W. publicara hace cinco años, destinada a imponer sus normas jurídicas, en un país emblemático de los valores de la civilización humanista.

En suma, el islamismo está en guerra con las democracias, pero los demócratas, al parecer, no se dan por enterados. No es el caso de Kurt Westergaard. Como dijo su esposa, de esto no saldremos nunca.

Por Nahum Bergstein.

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1 comentario :

  1. Anónimo19/7/10

    El Islam qquiere terminar con la libeertad de expresión de los europeos.
    Saben que tade o temprano la gente reaccionara y se preguntara ¿ pero que quieren estos islamistas?

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