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22.8.10

El repugnante machismo musulman, no ha amedrentado a las mujeres policias

Mujeres en la trinchera de Melilla
 
Visten su uniforme con orgullo sin que les tiemble el pulso. Ni las amenazas ni las fotos bochornosas las ha arredrado. Son quince mujeres españolas: unas cristianas, otras musulmanas. Son las policías de una frontera endiablada


«No queremos favoritismos y menos cargarlos a ellos de razón. Si nos quitamos de primera línea, ganan».

Esta semana, cuando los insultos y amenazas a las policías de la frontera de Melilla arreciaron y viraron a unos carteles ignominiosos que las retrataban como a matones de discoteca, el jefe superior accidental de la Policía les ofreció pasar a la retaguardia. Quería quitarlas del foco, del trato diario con miles de personas, espoleadas a dos metros escasos por un grupo de exacerbados que han campando a su aire en la llamada tierra de nadie. Ninguna aceptó la oferta, ni siquiera las cuatro agentes en prácticas. Y ahí se han mantenido, enteras, con la cabeza bien alta, revisando cientos de pasaportes, tarjetas de residencia y DNI en su turno de trabajo.

Se niegan a ser identificadas o tomadas por heroínas. Son doce en plantilla, repartidas en cinco turnos a pie de obra, tragando humo del basto gasóil marroquí, tocando decenas de documentos ajados, mugrientos algunos. Están al raso, igual que el centenar de compañeros que trabajan con ellas, sin una mala mesa en que apoyarse, como mucho un taburete de hierro que destroza las lumbares, soportando un calor infernal, un ruido aún peor o unas tormentas de esas que rajan el cielo y anegan el paso cada vez que descargan. Al otro lado de la tierra de nadie, las garitas de los aduaneros y los policías marroquíes lucen con mejor pelo: acristaladas, aisladas, con su ordenador, su mesa y su silla.

«No hagais nada, no respondais. Ni los miréis», les han recalcado estos días sus mandos cuando a alguna le hervía la sangre al verse expuesta en una valla en mitad de un estercolero o mirando —fotomontaje burdo donde los haya— el paquete de un compañero; cuando tenían que oír a dos metros como las llamaban «zorras, putas, renegadas, torturadoras», en español y en árabe, y los aduaneros y agentes marroquíes ni se inmutaban o esbozaban una sonrisa cómplice. «A mí no me asustan, hago oídos sordos a los insultos. Que dicen que soy puta, pues hala.
Me ha fastidiado que me vea mi familia en los carteles. Eso sí ha sido un trago. Pero estos no me van a quitar la afición», reflexiona Rosa, nombre falso de una de las alumnas, mientras con firmeza, y sin descomponer el gesto, ordena a los que van entrando por la cola de marroquíes, a través de un estrecho y entorpecedor torno, que mantengan la distancia de seguridad.

Cuando la ven, pese a que es guapa y joven, uno de cada dos hombres prefiere esperar y se dirige a su compañero, un veterano policía al que no se le despega el buen humor de la cara. «¿Lo ves?», dice Rosa. Y claro que lo vemos, no hacen falta palabras, el desprecio asoma por muchos pares de ojos. No porque sea policía, sino porque es una mujer.
Ellas callan, no está muy claro si por decisión propia o por sugerencia de la cadena de mando. Nos dejan observar el incesante trabajo de la frontera. Cada paso una historia, cada documento un mundo. Una madre y sus dos niños con quince bolsas de dulces que van a Melilla. «Vamos de entierro», se justifica la mujer, y eso significa comilona tras el fin del ayuno diario en Ramadán. «Pasa, pasa, que ya vino antes tu hermana», la tranquiliza el agente.

Rosa y José, su compañero de turno, se alternan como el resto de funcionarios de la Unidad de Fronteras en la fila de quienes tienen pasaporte de Nador, que no necesitan visado, o son comunitarios, más ordenada y accesible, y en el paso de los coches, furgonetas, motos y bicis, un guirigay a un metro escaso en el que las caras se repiten cada media hora. «¿Pero cuántos viajes has dado ya hoy, mi niño?», pregunta José a un cuarentón al que le tiemblan las piernas. «Me dijiste que le ibas a poner frenos a la bicicleta. Un día te vas a estrellar», le reconviene. El hombre sonríe y se excusa. El Ramadán se soporta peor cuando uno tiene que hacer cinco o seis pases de contrabando al día para mantener a la familia.

Es miércoles y los ánimos están muy caldeados. El boicot de productos y el colapso del paso de Beni-Enzar parece inminente. Said Chramti, Abdelmonain Chaouki y el resto de azuzadores, miembros del «Comité de Liberación de Ceuta y Melilla» y de la «Coordinadora de la Sociedad Civil de Nador», se mueven sin pausa por la zona de nadie, ocupada por los marroquíes. Impunes y crecidos, se colocan junto a las pancartas que reclaman la devolución de las Ciudades Autónomas a Rabat y se dejan retratar delante de los carteles de las policías, todas perfectamente identificables. Ningún agente español se inmuta. Mantienen el gesto y siguen a lo suyo. Ellas también, que nadie les pidió el código genético cuando ingresaron en la Academia.

Tienen entre 25 y 35 años de media. Las hay casadas y con hijos, solteras, rubias y morenas. La mayoría son de Melilla, españolas como la que más: unas cristianas, otras musulmanas y, por supuesto, las hay ateas. Para algunas es su primer destino, pero otras se han bregado ya en Extranjería, en Seguridad Ciudadana o en Atención a la Mujer, sin que nadie las hiciera sentirse distintas. Una de las agentes es una máquina detectando documentos falsos, por eso está en el sellado. Nadie lo reconoce, pero cuántos se colarán por esas fronteras dejadas de la mano de Dios. Un paso y una aduana comercial sin aranceles, auténtico motor de la economía al otro lado, en Beni-Enzar, en Nador y en todo el norte de Marruecos.

«Conocemos tu matrícula, te vamos a quemar el coche cuando pases a Nador, renegada». Los insultos iban dirigidos a dos de las policías, musulmanas. Las odian aún más que a sus compañeras. «No puede ir a comer con su abuela a Nador desde que ha ocurrido todo esto. Está afectada, pero se ha negado a quitarse de en medio». La policía, diana de esos agravios, anda por la frontera de paisano porque hoy no le toca trabajar. Tienen «turno africano»: un día están de tarde, al día siguiente por la mañana y por la noche; luego libran 84 horas. Intenta no dejarse ver. Le han contado que han vuelto a empapelar las vallas con su foto y está que trina. En un momento, unos menores marroquíes arrancan esos carteles, parece que previa propina de alguien del lado español, asqueado de la bochornosa propaganda.

Servicio de información

Said Chramti nos confirma que cuentan con mucha información de todos los agentes. Sorprendente: saben sus nombres, dónde viven algunos, con quién están casados, qué coches conducen. Y eso que él no puede entrar en Melilla, al ser el cabecilla de la agresión que sufrieron los mandos de la Policía y la Guardia Civil en Nador en 2008 y de la que salieron vivos de milagro. «Sus espías están aquí, a nuestro lado. Hay una decena o más de tipos que se pasan el día merodeando por los controles, poniendo la oreja. No trabajan, no tienen otra tarea que obtener información», explica un inspector. Chramti niega la mayor, pero se jacta de sus buenos contactos. De hecho, cuando nadie sabía que el director de la Policía y la Guardia Civil, Francisco Javier Velázquez, iba a viajar a Rabat e Interior lo negaba, él proporcionó esa información a ABC casi 24 horas antes. Y otro dato: gracias a su compañía pudimos cruzar la frontera marroquí en cinco minutos, cuando la cola era de un par de horas.

Ellas se han sentido arropadas por sus compañeros, por sus jefes y por muchos melillenses. Los políticos son otro cantar casi nadie ha dado la cara y cuando lo han hecho ha sido para arrodillarse ante Marruecos. Son policías y saben lo que hay. El viernes los carteles de apoyo del SUP en los que se pide un abrazo para estas mujeres ya colgaban en las dependencias de la frontera. Una campaña bienintencionada, aunque quizá algo meliflua. ¿Alguien se imagina que si los vilipendiados hubieran sido hombres se hubiera pedido un abrazo para ellos?

«Miss Melilla» chequea pasaportes
C. M. MELILLA
«Mire jefe, a mí me han hecho cientos de fotografías, unas cuantas más me importan un bledo. Que sigan. Ya se cansarán», le espetó a su superior Vianca, una de las funcionarias que trabaja en el paso de Beni-Enzar.

Ella está acostumbrada a las fotos, no en vano fue «Miss Melilla» en 2007 y por si fuera poco tira de un carácter arrollador. Vianca, como el resto, ha tenido que soportar los teleobjetivos de los activistas marroquíes, o lo que quiera que sean, a dos pasos, con una chulería imperdonable. Les enfocaban la cara, las manos que a veces se agitan al aire cuando uno intenta colarse sin documentación, la cintura y sus zonas íntimas. Como mucho se ponían las gafas de sol o se colocaban de medio lado.

Pero no son solo las fotos. Desde el 18 de junio han sido víctimas de cuatro incidentes muy serios. Ese día, en el sellado marroquí agredieron a una agente libre de servicio; el día 29 un tipo se negó a mostrar su documento acreditativo y provocó un alboroto; el 16 de julio cinco marroquíes insultaron a varias funcionarias y el pasado día 2 una policía que trabajaba en el puesto de Farhana recibió un bofetón por parte de un individuo que le reventó el tímpano cuando puso el brazo para que no pasara un indocumentado. Tuvo que ayudarla un guardia civil que estaba a su lado. El tipo quedó en libertad a las pocas horas y ella sigue de baja. La Dirección General de la Policía tiene constancia de todo, pero igual que ha sucedido antes nadie confía en que se tomen medidas.

Noticias ABC.es

¿Existe un Gobierno en España? Si existe está oculto, nadie lo ve, nadie lo oye y desgraciadamente vive ajeno a los conflictos y problemas que puedan tener los españoles, ya sean policías, guardias civiles o bomberos.

Este gobierno invisible es el que un dia, amparado en la constitución que así consta, apostó fuerte por la igualdad entre hombres y mujeres, creando con entusiasmo un ministerio que ha resultado ser más una carga económica que un gabinete que defienda el mal trato y las vejaciones hacia las mujeres, así se deduce después de los últimos incidentes sufridos y padecidos por las policías de Melilla, donde la ministra Aido supuestamente la figura garante en la defensa de las mujeres, no ha existido en la escena del conflicto, la máxima defensora de los derechos de las mujeres ha demostrado ser una figura decorativa e inservible, con un elevado coste para las arcas del estado.

Espero que este gobierno inepto donde los haya, le quede un poco de dignidad y no vuelva a autoproclamarse defensor de los derechos de la mujer, cuando todo lo que ha hecho para defender a las policías ha sido comprar por un millón de Euros el machismo de los activistas marroquíes, un coste muy elevado teniendo en cuenta que el conflicto lejos de estar solucionado solo esta aparcado hasta que finalice el més del Ramadán.

Los españoles no nos merecemos tener por gobernantes a un Presidente y unos Ministros, que actúan, y son, por que así lo demuestran con sus actos, , auténticos enemigos de los interés de España y los españoles.
Mientras esto está ocurriendo, los ciudadanos que conocen todos los entresijos nos dan su opinión, opiniones a pie de calle que en vez de restar nuestras inquietudes  nos dejan más preocupados.


Melilla una bomba de relojería

Antonio Atienza

Los movimientos mal medidos por parte del Gobierno, como la salida a escena del Rey de España, o los movimientos arteramente bien medidos, como la visita del ex presidente José María Aznar a Melilla, son lo que más temen los melillenses -y en su caso los ceutíes- antes que las pancartas de los radicales marroquíes en la frontera. Radicales que “son cuatro o cinco pero bien organizados” y que actúan en los momentos de debilidad de los gobiernos de España, sean del color político que sean.

Eso es lo que transmiten los melillenses al resto de la sociedad española, que se trata de algo que está allí y que de vez en cuando se mueve, por lo que están más que acostumbrados a verlo y a sufrirlo. Lo que ha ocurrido esta vez, lo mismo que otras veces, es más de lo mismo, con la particularidad de que en esta ocasión los medios de comunicación lo han magnificado. Y lo han hecho porque los políticos, de uno y otro signo, no han actuado correctamente.

El anuncio de la llamada del Rey Don Juan Carlos a Mohamed VI no hizo más que elevar a la cima informativa algo que estaba llamado a ser una noticia local más y a dar un protagonismo a los radicales marroquíes que ellos agradecen. Ellos y el gobierno alauita que siempre ha jugado a dos barajas con España, con la particularidad de que la autoridad y el control que ejercía Hassan II está a años luz del que puede ejercer su hijo, al que más pronto que tarde se le puede ir de las manos una jugada de ese tipo.

La visita de Aznar a Melilla pocos días después no hizo sino atizar el rescoldo informativo y devolver el fuego a la actualidad, a pocos días para que el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, se entreviste con sus homólogos del Gobierno marroquí para intentar apagar una vez más el fuego que suele surgir de vez en cuando.

Y todo eso es malo, manifestaban a este redactor melillenses de contrastada parcialidad política que además trabajan en sectores en los que la convivencia es la base fundamental y que sufren estos embates sobremanera cuando las cosas se sacan de quicio.

¿Quiere esto decir que lo que ha ocurrido en Melilla es sólo un juego de unos pocos? Ni mucho menos. Ahí está precisamente el problema, que no se trata de un juego y que por contra, están en juego demasiadas cosas, entre ellas vidas humanas, si no se mueven con precisión las piezas del ajedrez en cada momento determinado.

Los melillenses tienen claro que el “enemigo” no son los cabecillas marroquíes que se colocan en la tierra de nadie, sino que está en la propia Melilla donde saben, porque lo ven a diario en mil y un detalles, que las células integristas están perfectamente organizadas y dispuestas a intervenir en el momento en que la ocasión lo requiera. De la misma forma que están organizadas otras células españolas dispuestas a replicar al menor movimiento de los primeros, o incluso a tomar la iniciativa.

Y ven también, en el día a día y no en noticias de tres o cuatro días de vigencia, cómo la sociedad musulmana se va radicalizando poco a poco, que amigas y amigos que antes eran de costumbres europeas se van cerrando en la religión, no sólo los musulmanes, sino incluso los judíos, en un cóctel cada vez con más elementos para que se produzca una chispa.

Los que están allí viviendo son los que saben lo que realmente ocurre en las plazas de soberanía y lo que más les preocupa es que se mueva esa situación en un sentido poco recomendable. Porque saben, y lo dicen con preocupación, que algún día ocurrirá lo que todos temen que va a ocurrir y quieren que lo que ocurra no sea una tragedia. Por poner un ejemplo, en las próximas elecciones ya habrá más votantes musulmanes que cristianos y eso, visto así, puede ser lo menos grave.

“Si hay un problema en la frontera, que lo solucionen diplomáticamente. Que vaya Rubalcaba a Rabat que para eso está, pero que nadie venga a prender la mecha. Ya tenemos bastante con lo que tenemos”.

Fuente: Información

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2 comentarios :

  1. Maria José22/8/10

    Absolutamente vergonzoso lo que está pasando en la frontera de Melilla, y mas vergonzoso aún que el gobierno no haga nada. Estos policias de la frontera deberian ponerse todos de acuerdo para protestar antes las autoridades pertinentes, y si es necesario hacer huelga, es intolerable la situación en la que están (sobre todo las mujeres policias) y esto no se puede consentir.

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  2. La verdad es que leyendo esto, me ha entrado la mala leche (aún más). Todas esas policias aguantando el tipo , en su puesto y tragando quina.
    Si Rodríguez tuviese vergüenza habriamos roto ya relaciones diplomáticas con Marruecos, por el contrario los premia con un millón de euros el muy m@marracho..
    No les llega a esas policías ni a la altura del zapato. Rodríguez solo premia la tontunez y la cuota.
    Estas policías no son cuoteras como sus menestras floreros, no valen ni un minuto de su atención.
    Nos desgobierna un mamarracho, una sabandija..

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