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12.9.12

¿Ha muerto el multiculturalismo? (Henry Kamen)

El autor sostiene que la renuncia a integrar a los inmigrantes es un grave error. Subraya que la mayoría de los políticos españoles no es consciente del problema

Hace dos semanas el asesino de masas Anders Breivik fue condenado por un tribunal noruego a una pena máxima de 20 años de prisión, por haber asesinado a 77 personas en una de las masacres más brutales jamás cometidas por una sola persona en tiempos de paz. Explicó su acción muy sencillamente: «para defender Noruega contra el multiculturalismo». Más concretamente, su acción fue dirigida contra la inmigración musulmana en la ciudad de Oslo.

Durante más de un siglo, Europa ha experimentado un continuo flujo de inmigración procedente de África, Asia y el Caribe. Los inmigrantes aprendieron a adaptarse a sus nuevos hogares y aceptaron el lugar inferior que se les dio en la sociedad. Quizás el factor más importante que les ayudó fue el hecho de que a menudo eran cristianos y podían integrarse en la cultura que los recibía. Sin embargo, el comienzo de la masiva inmigración musulmana, principalmente del norte de África y Turquía, cambió el panorama. Incapaces de absorber o adaptar a los inmigrantes musulmanes, muchos gobiernos europeos siguieron una política no de integración sino de multiculturalismo, en el que cada grupo cultural tenía garantizado el derecho legal de vivir, vestir y venerar a su manera. Parecía una buena solución de tolerancia.
 Ahora, sin embargo, los principales Gobiernos europeos han declarado que el multiculturalismo no es una política acertada. La canciller Angela Merkel y el primer ministro británico David Cameron han declarado que el multiculturalismo es un fracaso. El ex presidente francés Nicolas Sarkozy siguió su ejemplo. Los líderes políticos de Austria, Dinamarca, Bélgica, Noruega, y Portugal expresaron la misma opinión.

Hay, parece, buenas razones por la pérdida de fe en el multiculturalismo liberal, que una vez fue considerado una buena cosa porque parecía permitir que diferentes razas y credos pudieran vivir juntos. Pero el ascenso del radicalismo islámico ha cambiado todo eso. En los Países Bajos el asesinato del cineasta Theo van Gogh y las amenazas proferidas contra la miembro del Parlamento Ayaan Hirsi Ali demostraron que los radicales islámicos estaban actuando; lo confirmó su campaña contra las caricaturas danesas. Ahora, muchos musulmanes radicales en Europa han comenzado a rechazar las características básicas de la sociedad en que viven. Repudian las funciones religiosas y culturales de la sociedad europea, rechazan tanto el concepto de la nación en la que viven como la necesidad de hablar el idioma nacional, y dan prioridad a los principios de las sociedades islámicas. El resultado es que las tensiones entre ellos y la sociedad de acogida, que estuvieron siempre latentes, se han hecho abiertas y agresivas.

Esto ha agudizado el surgimiento de movimientos antiinmigrantes, en casi todos los países europeos. Sería inapropiado llamar a tales movimientos derechistas, porque no comparten ninguno de los principios de la derecha clásica. Su insistencia es sólo sobre la cuestión de la raza y la inmigración, especialmente la inmigración de color. En muchos aspectos sus opiniones coinciden con las de la izquierda. El asesinato hace tiempo del líder racista holandés Pim Fortuyn nos mostró claramente que el problema estaba alcanzando el punto de explosión. El caso de Breivik lo confirma.

¿Qué es el racismo? Tiene muchos significados y muchos complejos orígenes, pero la forma más sencilla es verlo como la actitud hostil de los miembros de un grupo mayoritario hacia aquellos en minoría. La gente de la mayoría se siente amenazada e irónicamente siente que ellos son las víctimas. Por lo tanto atacan, como lo hizo Breivik en Noruega. El racismo se fija en las diferencias físicas, culturales y religiosas a través de la lente del etnocentrismo y (normalmente) superioridad blanca. En última instancia el racismo es acerca de los propios racistas: sobre su autopercepción como víctimas.

El reciente asesinato de seis sijs musulmanes en un templo en Wisconsin en los Estados Unidos confirma la peligrosa situación a la que hemos llegado. El problema en este país no es tanto la inmigración (un problema que afecta principalmente a los mexicanos) como la ignorancia popular, ya que muchos blancos identifican a todos los no blancos con los musulmanes, especialmente desde los ataques a las Torres Gemelas.

¿Por qué son tantos los liberales desilusionados con el multiculturalismo? Una explicación proviene de Paul Scheffer, profesor de sociología urbana de la Universidad de Amsterdam, que apoya la diversidad étnica, pero no el multiculturalismo. «Multiculturalismo -dice- es la filosofía de evitar a otros, de vivir cerca de ellos, pero no con ellos». La respuesta, para él y muchos otros, es alentar a las minorías étnicas a compartir una sola personalidad pública – la nación, su idioma, sus leyes y su política- mientras se sigue cultivando la diversidad cultural. Muchos de estos liberales consideran que la separación pública de los ciudadanos – a veces por culpa de los grupos minoritarios (usando la burka, por ejemplo, una práctica que ha sido declarada ilegal en muchas regiones de Europa)- es equivocada. Algunos piensan que la tasa de inmigración debe también ser ralentizada, con certeza en países donde se ve que el problema existe.

Curiosamente, la mayoría de los líderes políticos españoles imaginan que el problema no les concierne. Sin embargo, los musulmanes de España han alcanzado la cifra de un millón, un 2% de la población. Unas 600 mezquitas han sido fundadas en los últimos años en suelo español. ¿Es esto un signo de multiculturalismo? España, de hecho, es el ejemplo clásico de un país donde el multiculturalismo con los musulmanes siempre ha fracasado. Hace mucho tiempo, un escritor liberal, el historiador Sánchez Albornoz, rechazó la totalidad de la herencia musulmana como ajena a la cultura española. El último Gobierno socialista gastó millones pagando por una organización, la Alianza de Civilizaciones, con el fin de dar a conocer una versión totalmente ficticia del pasado según el cual cristianos y musulmanes se suponía que habían vivido juntos felizmente en la época medieval. España es el Estado europeo más culpable de atrocidades contra los musulmanes, en particular la expulsión (en 1609) de toda su población musulmana, con las consiguientes muertes de decenas de miles. No es de extrañar que algunos inmigrantes musulmanes ahora pidan la separación de Al-Andalus de España y su regreso a un gobierno musulmán.

Es evidente que en un Estado civilizado podemos todos vivir juntos. ¿Pero bajo qué condiciones? La tolerancia no es suficiente, ni la convivencia. En muchas partes de Europa, ciudades enteras se han convertido en países extranjeros y el multiculturalismo no ha traído más que alienación, junto con el miedo y la hostilidad. Parece que ni la separación ni la integración son una respuesta. La única manera de avanzar es compartir la cultura, compartir la nacionalidad, el idioma y la historia.

Henry Kamen es historiador británico, su último libro es El rey loco y otros misterios de la España Imperial (La Esfera de los Libros, 2012).

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