Holanda ensaya la integración a través de la segregación escolar. Crecen las escuelas públicas islámicas en medio de la polémica mientras la defensa de la libertad religiosa se alía con los que creen que esa fórmula evitará que la enorme población musulmana se quede al margen.
La nutrida comunidad musulmana holandesa ha abierto 45 escuelas propias para evitar el abandono escolar.
Cohibidos y agitados una docena de niños de once años se prepara para el salat, (el rezo musulmán). Ellas entran primero cubriendo sus cabellos con un pañuelo, pero bajo sus largas faldas de colores les traicionan los pantalones vaqueros.
Ellos se colocan delante mirando nerviosos a la profesora y a los extraños que los observan desde la puerta. “¡Señorita”! Así no podemos empezar, el Corán dice que si hay gente mirándonos no podemos rezar”, exclama un chico. Tienes razón, pero en este caso nos separa un escalón, y mira, además voy a cruzar un zapato delante de la puerta y así ya no hay ningún problema. El gesto tranquiliza al chaval, que resulta ser mas ortodoxo que la propia profesora, Jiham Chiggar, de origen marroquí, maquillada y con pelo descubierto, aunque de estudiante usaba velo.
Comienza la oración. No estamos en un país musulmán ni en una mezquita, sino en Rótterdam (Holanda), en una escuela pública, islámica y financiada al cien por ciento por el estado.
La libertad religiosa sobre la que se basa la convivencia en estas tierras de católicos y protestantes permite a cada creencia fundar sus propias escuelas con cargo al Estado.
La nutrida comunidad musulmana holandesa, que suma un millón de fieles, la ha aprovechado para crear 45 escuelas, a las que acude el 7% de los 240.000 estudiantes de origen extranjero del país, es decir, uno de cada seis en educación primaria. Surgieron a finales de los ochenta, a petición de padres musulmanes como formula para reducir las altas tasas de abandono escolar y mejorar los resultados académicos de sus hijos, descolgados en las escuelas convencionales. Según un reciente estudio, hay demanda suficiente para abrir otras 120. Aunque desde el punto de vista académico, el Estado no tiene quejas y varios estudios han concluido que no suponen un obstáculo para la integración, su existencia es cada vez mas cuestionada por la opinión pública.
Los últimos años marcados por el 11 S y los asesinatos del político Pim Fortuyn y el cineasta Theo Van Gogh, no han sido fáciles para la convivencia en este país que durante décadas ha hecho de la multiculturalidad su bandera y ha celebrado las diferencias entre comunidades como antídoto contra el racismo.
Abdulqadir Jarmohammed, director de la escuela De Dialoog donde presenciamos los rezos, adivina las reticencias de la periodista ante un modelo que separa a los niños musulmanes.“Los barrios en los que viven ya están aparte de la sociedad.
Es así en todas las escuelas de barrios como este. “Escuelas negras” nos llaman.
Solo en Rótterdam somos 95. Pero nuestra escuela demuestra que los resultados nada tienen que ver con el color de la piel”, asegura este holandés nacido en Surinam.
“No somos una escuela coránica. Solo una escuela de primaria de orientación islámica”, matiza.
¿Qué significa esta inspiración en una escuela situada en el corazón de Europa?
La respuesta depende de cada centro. En todos, las clases son obligatoriamente en neerlandés y se guían por el mismo programa educativo y controles que el resto; entre los profesores hay tanto holandeses nativos como de origen extranjero. En De Dialoog, el nombre dice mucho del talante de la escuela.
¿Tener a los niños y las niñas aparte?
No, aquí no seguimos esa dirección.”
El uso del velo no es obligatorio en este centro, ni para las niñas ni para las profesoras. También deben impartir educación sexual. “Sobre la homosexualidad, nosotros les decimos que en el Islam no esta bien visto, pero que la gente puede ser de otra manera y hay que respetarlo. “Un pequeño detalle: quien les habla de sexo es el profesor de religión.
Para padres como Idrissi Tijani, llegado desde Nador (Marruecos) hace 18 años, De Dialoog es una escuela “demasiado liberal, lo de islámica es solo una etiqueta”. No obstante, lleva allí a sus tres hijos. “Al menos les dan algo de formación sobre el Islam. Si fueran a una escuela publica católica, les hablarían de Jesús y nosotros en casa hablamos de Alá y el Profeta, no queremos que se confundan.” En otras escuelas, el velo si es obligatorio para las profesoras musulmanas; niños y niñas se sientan en filas aparte a partir de cierta edad y en algún caso acceden al centro por puertas separadas, como si de una mezquita se tratara.
Estrictos hasta en los lavabos
En la escuela El Amien en Osdorp- uno de tantos “barrios antena” de mayoría inmigrante en Ámsterdam-, se estimula a las niñas a vestir de manera acorde con el Islam,
y los estudiantes son separados por sexos a partir de los 10 años en gimnasia y natación. Igual que hay salas aparte en los hospitales. O aseos separados para hombres y mujeres. Nuestras creencias dicen que a partir de cierta edad tienes que reducir el mínimo el contacto con el otro sexo”, explica el director, Nasir Ashruf.
“No es segregación. Tiene una función preventiva para que no haya problemas”.
"El Amien" es islámica hasta en sus costumbres higiénicas: la religión esta tan proyectada en la escuela que los baños carecen de papel higiénico. Ya lo dice su filosofia: tomar como base de la educación el Corán y la sunna del Profeta. El enfoque convence a las familias como la de Karama, de origen turco, que vive a 12 Kilómetros. “Antes llevaba a mis hijos a una escuela laica cerca de casa, pero no me sentía a gusto. Aquí si pasa algo no te sientes observada. “Los niños rezan una vez al dia mas las oraciones de entrada y salida; los mayores lo hacen en la mezquita.
En clase de religión, Nabil explica a los niños de 8 y 9 años el calendario lunar, “para saber cuando celebrar nuestras fiestas”. Shawal, Ramadan, Shaban… Los niños compiten por demostrar sus conocimientos y agradar a los visitantes. El maestro recurre a internet para ilustrar sus enseñanzas con un video de uno de los musulmanes mas populares del momento, Yusuf Islam – ex cantante - Cat Stevens - (Después de una experiencia cercana a la muerte decidió convertirse al islam y abandonar la música alrededor de 1978. Es entonces cuando adoptó el nombre Yusuf Islam).
La clave de la continuidad entre la cultura de casa y la escuela, explica Ashuf, quien niega que exista el riesgo de que el contraste con la realidad de la calle sea demasiado grande. “Preparamos al niño para la convivencia. Nosotros les damos la formación para que puedan explicar a la gente que son musulmanes y por tanto se espera que se comporten de manera determinada.”
Paul Scheffer, uno de los analistas mas influyentes del país y primero en alertar del fracaso del modelo holandés, con su ensayo “El drama de la multiculturalidad” (2000) discrepa. Creo que estas escuelas retrasan su integración.
Los niños no entran nunca en contacto con el grueso de la sociedad Holandesa, ni en su barrio ni en la escuela. Se socializan de una manera que no les prepara para tener un papel en la convivencia, es un enfoque que niega la realidad. Salen de la escuela con la idea de que las mujeres son seres de segundo rango que hay que evitar, ¿Cómo van a enfrentarse a que una mujer sea su jefa?
Scheffer propone que el debate sobre las escuelas islámicas cuestione la financiación de la educación confesional en general. “Pero hay que ser justos y mientras este derecho este protegido en la constitución, hay que dejar a los musulmanes que lo ejerzan.
Claro que cuando se pacto en 1.917 nunca pensaron que llegaría haber un millón de musulmanes en Holanda.”
La mejor manera de formar para la convivencia, sostiene, son las escuelas mixtas, como a la que envía a su hija, fuera de su barrio residencial en Ámsterdam.
“Va a prepararla mejor para el futuro que si hubiera elegido una escuela “blanca”. Pero nunca la llevaría a una “negra”
Frank Buijs, director del nuevo centro de estudios sobre extremismo de la universidad de Ámsterdam, es menos severo al juzgar el papel de las escuelas islámicas.
“Pueden ayudar a los inmigrantes a hacerse con una base sólida para la convivencia, enseñarles a sumergirse en ella.
Pero como cualquier grupo social, intentan mantener a la gente dentro de su círculo.
Como con las mezquitas, creo que hay que juzgarlas en función del tipo de educación y valores que enseñan. Buijs es coautor de un estudio sobre la radicalización de los jóvenes marroquíes en Holanda, inmigrantes de segunda generación.
El 40% de estos jóvenes rechaza los valores occidentales y la democracia, y uno de cada siete esta dispuesto a recurrir a la fuerza para defender el Islam. La “paradoja de la integración” (querer integrarse pero sentirse rechazado) es una de las vías de la radicalización.
Los conflictos están a flor de piel desde que Fortuyn agitó el discurso contra la multiculturalidad, hoy plenamente asumido, y en especial tras el asesinato de Theo Van Gogh, intelectual y cineasta, cometido a navajazos a plena luz del día por un fundamentalista islámico con pasaporte holandés. Una ministra reacciono con una declaración de guerra al Islam, y varias escuelas islámicas y mezquitas recibieron virulentos ataques. La convivencia no esta exenta de roces y conflictos, como dos polémicos casos sobre los que se ha pronunciado la Comisión por la Igualdad de Trato.
Un centro educativo de Utrecht fue declarado culpable de discriminización por rechazar a una alumna musulmana que se negaba a estrechar la mano a hombres. Al mismo tiempo, este organismo prejudicial condeno al Islamic College de Ámsterdam (uno de los dos institutos islámicos del país) por rechazar a una profesora que no quería llevar velo.
De las escuelas puramente “negras” pasamos a las mas mixtas, como el Hofstad College Mavo, un instituto de secundaria de la Haya orientado hacia la formación profesional. Se declara no laico sino ínterconfesional. El instituto se ha “blanqueado” gracias a un giro en su política educativa para centrarse en el desarrollo de las habilidades de cada alumno y no solo en el rendimiento académico.
“Tenemos una alumna que quiere ser modelo y hace poco ha sido portada de una revista, otra que quiere ser bailarina y va a clases de danza durante el horario escolar. Adaptamos nuestro programa a lo que interesa a los chicos para que se labren un futuro a partir de sus aficiones”, nos cuenta su director, Frans Smiers. A este nivel, el reto se amplifica. El fracaso escolar en Holanda esta en línea con la media europea (un 15%, frente a 30% de España) y el problema afecta sobre todo a los jóvenes de origen extranjero. Para afrontarlo, desde el próximo curso la escolarización será obligatoria hasta los 18 años. Si a los 16 no han conseguido su diploma, deberán seguir en clase o hacer practicas en empresas dos años mas.
El oasis multicultural que Holanda aparento ser durante 30 años se ha revelado un espejismo. La convivencia entre comunidades esta bajo presión. “Blancas” o “negras”, todas las escuelas holandesas se enfrentan al desafio de preparar a los niños para participar en una sociedad multicultural de contrastes, sin caer en la intolerancia, pero tampoco en la indiferencia.
Parte de la comunidad musulmana a elegido la segregación a corto plazo como vía de incorporación a la sociedad.
Jarmohammed, en la dialogante escuela islámica de Rótterdam, se despide con un aviso para navegantes valido mas allá de Holanda: “la población de origen extranjero es cada vez mayor, sobre todo en las grandes ciudades, y se le da muy pocas oportunidades
En las escuelas de primaria de Ámsterdam, el 60% de los alumnos es de origen inmigrante, en Rótterdam, un 50%; en la Haya, el 35%....
Hay tantos extranjeros que si no se actúa a tiempo, el nivel general de formación de la población holandesa va a caer. La economía no va a poder competir en el mercado internacional porque la productividad laboral caerá, la relación calidad-precio no será buena. Y todo porque no se ha preparado a la gente.
Este país va a sufrir mucho por ello.
Beatriz Navarro, nos ofrece esta información en el Magazine impreso La Vanguardia.
Rescatado para la Web por Monmar.
Retos en la Holanda multicultural
(Eulália Solé, efectúa una reflexión respetuosa al mismo tiempo que preocupante, sobre el artículo que acabamos de leer)
Hay reportajes que hacen reflexionar, como el artículo de Beatriz Navarro en el Magazine de La Vanguardia sobre el sistema escolar en Holanda.
¿La separación entre escuelas públicas protestantes, católicas e islámicas es buena?
Hasta afrontar el hecho de que existen un millón de musulmanes, la discriminación escolar no creaba interrogantes, dado que las diferencias entre credos cristianos no son esenciales ni en costumbres ni en valores.
En consecuencia, cuando niños y niñas se convierten en adultos conviven sin problema con independencia del colegio al que hayan asistido.
Sin embargo, en las escuelas islámicas no se transmiten los valores propios de la sociedad en que se hallan insertos.
Los alumnos, al crecer, han asumido unos conceptos que chocan con los de la democracia occidental.
Según los padres musulmanes, la creación por parte del Estado holandés de escuelas específicas sirve para reducir el abandono escolar y mejorar el aprendizaje. Pero ¿qué aprendizaje? Rezar a Alá al llegar y salir de la escuela y en mitad de la clase, sentar aparte niños y niñas, separarlos en gimnasia y natación, obligar a alumnas y profesoras a usar el velo, aprender que las mujeres son seres de rango inferior.
¿Se trata de integrar o de discriminar?
¿Qué clase de hombres y mujeres serán cuando se incorporen al mercado laboral?
Cabe dudar de que ellos acepten sin encono que les dirija una mujer; que ellas se relacionen en plan de igualdad con sus compañeros de trabajo.
Más profundamente, es poco probable que se sientan auténticos holandeses, europeos, demócratas... Como retroalimentándose, continuarán segregados en barrios, en ocupaciones, en una ideología que colisiona con la propia del lugar donde viven.
Puede que al sistema económico le resulte funcional considerar a una parte de la población como simple mano de obra, por lo común menos cualificada, pero para la sociedad civil no sólo no es válido sino que es peligroso.
El asesinato de Theo van Gohg por parte de un islamista holandés radical no constituye una prueba de integración. La multiculturalidad entendida como ese melting-pot atribuido a Estados Unidos se muestra cada vez más irreal, puesto que ni siquiera en ese país existe. Nunca se ha producido una fusión de culturas diversas, sino que la anglosajona es la dominante, permitiendo que a nivel privado perviva la de cada cual si lo desea.
Desaprobada la asimilación, la integración se define por el arraigo de los extranjeros en el sistema de valores de la sociedad receptora, sin excluir que conserven sus trazos culturales siempre y cuando no choquen con los de aquélla.
¿Puede basarse pues la integración, sinónimo de igualdad entre ciudadanos, en la segregación escolar y en la formación de barrios gueto?
Que la religión determine la escolarización es impropio de un país avanzado. No tiene sentido que el Estado holandés financie la educación confesional, algo que si bien de entrada sólo concernía al cristianismo ahora incluye al islamismo, y más adelante podría aplicarse a otras creencias.
La instrucción escolar pertenece al ámbito público desde hace siglos, mientras que la fe tiende cada vez más a lo privado. La convivencia requiere un eje que es incuestionable, el de los derechos humanos. El que establece la igualdad de derechos y deberes entre ciudadanos, tanto hombres como mujeres. Y las escuelas islámicas no contribuyen ni a la emancipación de la mujer ni a que todos los holandeses se sientan ciudadanos por igual.
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27.4.07
Escuelas islámicas, el gran dilema de Holanda
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