Más bien se peca de contención expresiva al afirmar que Al Qaida es una presencia maligna, destructiva y opresora.
Europa tiene miedo y España ha quedado profundamente empapada con el dolor insostenible del 11 de marzo.
Europa tiene miedo y España ha quedado profundamente empapada con el dolor insostenible del 11 de marzo.
Ahora sería un error catastrófico pensar que Al Qaida deja de existir porque las elecciones generales han conllevado un cambio de gobierno en España, del mismo modo que se espera del nuevo gobierno que -sin descartar la hipótesis de una conexión entre ETA y Al Qaida - prosiga de la forma más eficaz la lucha contra las redes de una organización terrorista tan capaz de adaptarse al terreno, estar al acecho y proceder a mutaciones de comportamiento muy aceleradas.
Si ETA busca la destrucción de España, Al Qaida parece haber iniciado una ofensiva para libanizar Europa. Es un candor de alto riesgo ignorar que Bin Laden se propuso la reconquista de España mucho antes de la intervención aliada en Irak: para su regresión atroz al Califato, el totalitarismo islamista se alía con la alta tecnología, la espingarda cede el paso al terror de la era digital.
Anteriores a la intervención en Irak, las amenazas de Bin Laden a España se refieren al sueño dorado del Islam, el Al Andalus que concluyó tras la conquista de Granada. Dimana de la patología extrema del antioccidentalismo y de la revancha del terror contra un mundo que alguien como Bin Laden ve corrompido por la libertad.
Es en el mundo rarefacto y exaltado de las «madrasas» donde se propaga la teología del terror. La infraestructura de Al Qaida en España no es una realidad menor.
Tres meses antes del atentado contra las Torres Gemelas de Manhattan, la policía española detuvo en Alicante al algerino Bensakhira, a quien se consideraba el lugarteniente de Osama bin Laden en Europa.
En julio de aquel 2001 los pilotos-suicida que iban a demoler las torres de Manhattan se reunían en Tarragona. Mohamed Atta estuvo aquí. El sirio con pasaporte español Imad Eddin Barakat oficiaba como jefe de la célula española de Al Qaida .
Bin Laden dio la orden de ataque por el teléfono satelitar Ogara Network, desde entonces desconectado.
En España las detenciones después del 11-S fueron numerosas y se hizo patente que la organización terrorista de Bin Laden mantenía ramificaciones insospechadas y plenamente operativas. Así llegamos a la desolación y la furia del 11 de marzo, de la mano del totalitarismo teocrático.
Otro teléfono de la muerte habrá servido para sentenciar las vidas de doscientos ciudadanos en Madrid. Bin Laden maneja sus finanzas por internet, recluta nuevos terroristas, busca la adhesión de pilotos y personal de vuelo, puja en los mercados de armamento nuclear, químico y biológico. Al otro lado del estrecho de Gibraltar, Osama bin Laden ha otorgado franquicia al Grupo Islamista Combatiente Marroquí o a la Salafiya Djiihadija.
Atentaron en Casablanca hace casi un año y actualmente son una pista clave en la matanza del 11-M. Todos viven para la guerra santa y muchos estuvieron en la guerra de Afganistán, junto a Bin Laden. La mayoría de sospechosos identificados por las policías europeas procede del norte de Africa, aunque parece ser que su conexión efectiva con el fanatismo radical se produce por lo general después de llegar a Europa.
El totalitarismo islamista se fundamenta en la logística de un terrorismo sin fronteras. Constituye una flagrante declaración de guerra contra los valores y en definitiva contra la existencia de Occidente. Esa es una ofensiva a la que los Estados han de responder con la inteligencia y la fuerza pero -como dice André Glucksmann, imprescindible «mâitre à penser» en época de tanto amedrentamiento intelectual- lo esencial de la batalla está en las mentes de todos los ciudadanos: que expresen claramente que no se dejarán aterrorizar.
España, Europa, el mundo entero: Al Qaida ha atentado en los cuatro puntos cardinales. Al constatar hasta donde han podido llegar las cosas, hoy lo más acertado sería abreviar los prolegómenos para articular una globalización de la seguridad frente a organizaciones terroristas que como Al Qaida -según algunos expertos- tienen naturaleza de protoplasma flexible, amorfo, móvil, nómada, transnacional, global, desterritorializado, dinámico e imprevisible.
En unos días se reunieron en Bruselas los principales líderes políticos de la Unión Europea para hablar de terrorismo: vale más tarde que nunca. Es un signo positivo que la OTAN haya incrementado sus patrullas antiterroristas en aguas del Mediterráneo con un perímetro que incluye la España oriental, el sur de Francia y la Italia occidental, así como Túnez y Argelia.
Se prevé la adopción de una cláusula de «solidaridad» que obligue a los socios a asistir al país-miembro que sea objeto de un ataque terrorista aunque hasta hora la solidaridad ante el riesgo no ha sido el rasgo más específico de la Europa política. Está en no pocas mentes la idea de instituir un «pool» de servicios de inteligencia que opte a operar a escala europea. Son decisiones de urgencia, tan necesarias como un mensaje nítido de no ceder ante la extorsión sanguinaria de Al Qaida .
Si la Unión Europea entra en pánico ante la operatividad del «Komitern» islamista mostrada en el macroatentado de Madrid, habremos ingresado en una etapa de nuevas fronteras, de populismos xenófobos, de incertidumbre económica, de grandes recelos, de inanición política y de rendición moral.
Va a padecer el equilibrio entre libertad y seguridad. Sería la Europa-rehén, castigada por haber sido la Europa de la Ilustración y de las catedrales. Respecto a la posición anunciada por Rodríguez Zapatero, un editorial del semanario norteamericano «The New Republic» argumenta: «Al Qaida quiere que las tropas aliadas se vayan de Irak ; España no debe aparecer como que está haciendo lo que Al Qaida quiere.
Los Estados Unidos y Gran Bretaña deben cumplir con su parte para dar a Zapatero la cobertura política que necesita para hacerse atrás de su promesa electoral. Francia y Rusia deben hacer lo mismo. Han de trabajar con rapidez para elaborar con efectividad una resolución del Consejo de Seguridad que refuerza el «placet» de las Naciones Unidas a los esfuerzos de la coalición».
Estamos exactamente en esta fase y gobernar no es lo mismo que estar en la oposición. Lo sabe incluso Bin Laden y nosotros sabemos que Al Qaida está aquí
Fuente: ABCFecha: 24/03/2004
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